Intevención con niños de 0 a 7 años.

01/02/2017

intervencion con niños - gabriela eguizabal

Desde mi experiencia en un programa de atención a madres jóvenes y jóvenes gestantes

Introducción

De acuerdo a los principios recogidos en la Declaración Universal de los Derechos de los Niños (ONU, Ginebra 1959) todo niño tiene derecho a contar con los medios que garanticen su pleno desarrollo bio – psico – social. En caso de que la familia no pueda proporcionárselos, el Estado, como máximo responsable del cumplimiento de los derechos de los individuos, es el encargado de encontrar vías para satisfacerlos.

Desde el inicio de la crisis económica de 2007, las familias se encuentran con grandes dificultades a la hora de satisfacer las necesidades básicas de los niños. El último informe sobre Pobreza Infantil realizado por la Asociación Save de Children (2014) muestra datos preocupantes a este respecto. La crisis se ha cebado con los hogares en los que hay niños; el 17% de las familias en las que hay niños presentan dificultades severas para llegar a fin de mes. El porcentaje  aumenta hasta el 34% si son familias monoparentales. Según datos de 2014, más de 8 millones de niños y niñas en España se encuentran en situación de pobreza,  2.500.000 niños en situación de pobreza relativa y 1.300.000 de niños en situación de pobreza severa.

Para muchas familias es difícil  proporcionar cierta estabilidad económica en sus hogares lo que dificulta el pleno desarrollo de los niños. El clima de incertidumbre, pesimismo y preocupación que impera en estas familias dificulta estar disponible para satisfacer las necesidades emocionales de los más pequeños. Esta situación, grave en el futuro inmediato, tendrá consecuencias en las vidas psíquicas de los individuos que se encuentran entre los 0 y los 16 años condicionando la sociedad del futuro.

Desde la Administración se realiza un trabajo fundamental para intentar proteger a los niños y a sus familias intentando apoyar la tarea educativa desde todos los ámbitos posibles. Los colegios, como agente fundamental en la vida de los niños, disponen de equipos de atención psicológica así como información periódica de los profesores y tutores que ayudan a detectar problemas en la satisfacción de las necesidades. El Sistema público de Salud alerta de cualquier tipo de posible negligencia que ponga en riesgo la integridad física o psicológica del niño. Los Servicios Sociales contribuyen a paliar las situaciones de riesgo de exclusión social a través de atención individual y/o familiar, ayudas económicas, gestión de recursos públicos para garantizar la satisfacción de las necesidades básicas…

Esta competencia está transferida a las Comunidades Autónomas por lo que cada jurisdicción organiza estos servicios de manera concreta para su territorio. El Departamento de Protección a la Infancia gestiona los casos en los que se precisa la intervención administrativa para garantizar el bienestar del menor. Según datos del Plan Nacional de Infancia y Adolescencia (2013- 2016) el número total de expedientes abiertos era de  42.569, 35 569 de esos menores bajo tutelaestatal. Algunos datos que resultan estadísticamente significativos dentro de este documento es que el número de menores en guarda ha aumentado mientras que el número de menores bajo tutela ha disminuido.  Estos datos pueden explicarse teniendo en cuenta el cambio en el tipo de políticas dirigidas a los menores, primando el acogimiento familiar sobre el residencial y el duradero sobre el temporal.

Esto nos proporciona una leve idea de la cantidad de niños en este país que están en una situación,cuanto menos, difícil. Siempre teniendo en cuenta que el impacto de una experiencia como esta es único para cada uno, todos estos niños experimentan una herida que debe ser atendida, acompañada y asimilada para prevenir futuras problemáticas del individuo.

Mi trabajo es una revisión del desarrollo psico – evolutivo del niño desde su concepción hasta los 7 años basada en mi experiencia profesional como psicóloga en un programa de atención a Madres Jóvenes y Jóvenes Gestantes desarrollado en la Comunidad de La Rioja.

Mi primera experiencia laboral fue dentro de una asociación de ámbito autonómico orientada a la protección y promoción de la Infancia. En concreto mi labor como psicóloga se circunscribía a la atención tanto a madres en edad adolescente como a sus hijos. Tuve la oportunidad de colaborar en equipos multidisciplinares, con variedad de paradigmas que convertían la intervención psico – social en un proceso vivo y dinámico que evolucionaba constantemente para adecuarse a las necesidades de los individuos.

La intervención con estos niños se iniciaba desde que se tenía conocimiento del embarazo por parte de la madre. Resulta evidente que la mejor manera de cuidar a uno niño mientras está siendo gestado es proteger, atender y acompañar a la madre. Tenemos que tener en cuenta que desde la gestación el feto es vulnerable a influencias ambientales por lo cualquier aspecto físico o psicológico que afecte a la madre afectará también al bebé.

Gestación y Cuidados Prenatales

El momento en el que se conoce la noticia supone el primer foco de interés terapéutico. En ocasiones la persona ha ido retrasando el momento de realizar la prueba de embarazo por miedo a constatar una realidad que cambiará su vida para siempre. En otras aun sabiéndolo lo mantiene en secreto hasta que decide cómo, cuándo y a quien contárselo. Algunos de los casos acudían tras haber conocido el resultado positivo, como recurso de emergencia, sin saber qué hacer. El sentimiento predominante era el miedo¿Qué hago ahora? ¿Se lo cuento a mis padres? ¿Cómo lo hago? ¿Puedo hacer esto yo sola?

Algunas de ellas, debido a la irregularidad del periodo habitual durante los primeros años y las alteraciones hormonales, tardan meses en confirmar el embarazo. Uno de los casos más impactantes en mi opinión,fue el de una chica menor de edad que no había tenido conocimiento de su embarazo hasta el segundo trimestre. Físicamente costaba percibir su avanzado estado de gestación. En la siguiente cita su abdomen había doblado su tamaño y se evidenciaba, ahora si con claridad, su condición de embarazada.

Las entrevistas individuales que mantenía con estas chicas iban principalmente encaminadas a rebajar el nivel de tensión generalizada con el que acudían. Resultaba altamente efectivo mostrarme disponible, tranquila y totalmente dispuesta a acompañarlas en esta nueva experiencia. Normalmente imaginaban escenarios trágicos a la hora de revelar la noticia a su núcleo familiar y a su pareja. Se sentían culpables, solas, pérdidas, abrumadas por la noticia. Considero importante que la familia de la joven y su pareja conozcan el embarazo puesto que son una fuente de apoyo y seguridad primario insustituible por un profesional. En un plano más concreto, planteábamos escenarios posibles y profundizábamos en sus propios recursos para afrontarlas a través de la técnica del roll – playing. El objetivo era garantizar la protección tanto de la madre como del feto.

Como psicoterapeuta mi labor se orientaba a acompañar a la joven en la toma de conciencia del embarazo. Cada caso presentaba particularidades, por ejemplo, en la primera entrevista se podía observar con quién acudían y cuáles son los mensajes que recibían en estos primeros momentos. Una de las frases más perjudiciales para la personaque he escuchado en sesión, por las consecuencias que eso tenía en la vivencia del embarazo y de la maternidad, fue “te has jodido la vida”.

La llegada de un niño supone un cambio profundo y, en algunos casos, violento para el sistema familiar. En la mayoría de ocasiones la respuesta emocional más visible en los padres era la rabia ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Por qué me haces esto? En mi experiencia he constatado que son pocos los casos en los que, tras un periodo de tiempo para aceptar la revelación, la familia no se muestre disponible para acompañar y proteger en la maternidad adolescente.Una de las tareas fundamentales en este ámbito es empoderar a la madre y proporcionarle una base segura desde la que ir asumiendo las nuevas  responsabilidades. Supone proporcionarle un sustento emocional en caso de que las familias de origen no pudiesen proporcionarlo.

Por el carácter psico – social del programa la intervención se dirigía a la atención integral a la gestante. Algunos casosrequerían de un seguimiento médico especializado (edad de la gestante, dificultades sanitarias previas, complicaciones en el embarazo…),exigían una coordinación periódica con el personal del centro sanitario para asegurar el normal desarrollo de la gestación. Desde el programa se ofrecía formación teórica sobre el desarrollo del bebé, cuidados prenatales, intervenciones individuales en las que abordar las temáticas personales y sesiones grupales en las que elaborar dudas, miedos, vivencias… arropadas por la presencia y el apoyo del grupo.

La mayoría no son embarazos planificados o deseados. La disyuntiva que supone para una mujer un aborto implica trabajar con dos posibles alternativas. Sólo uno de los más de 100 casos que atendimos desde el programa decidió gestar al bebé para entregarlo en adopción “a fin de asegurarle un mejor futuro”.Algunas de ellas decidían, en muchas ocasiones mediante procesos de toma de decisiones poco elaborados, terminar con la gestación. Esto suponía trabajar para acompañarlas en la toma de decisiones y en la vivencia de la experiencia devastadora a nivel psicológico que supone una interrupción voluntaria del embarazo. Tras el procedimiento médico, la tarea se centraba en la elaboración del duelo de ese niño no nato.

Éstos niños frecuentemente son fruto de relaciones sentimentales poco estables, en sintonía con el tipo de relaciones frecuentes durante la adolescencia. La variedad de respuestas por parte de las parejas va desde la aceptación de la mutua responsabilidad en el embarazo hasta la finalización de la relación, a veces argumentando que ellos no eran los padres biológicos de estos niños. El profundo compromiso que supone formar una familia muchas veces es un elemento de tensión en estas parejas, lo que suponea los niños vivir escenas de discusión entre sus padres, desacuerdos, rencillas, problemas entre las familias de origen de los respectivos… La participación de los padres dentro del programa era escasa y en la mayoría de las situaciones la pareja terminaba por disolverse, asumiendo la madre el rol principal.

La mayoría de estos niños no conocían a su padre biológico o el contacto con ellos era intermitente. La tarea educativa era asumida por sus madres y por las familias de origen de éstas, dando lugar a un entorno de características especiales en los que convivían dos núcleos familiares dentro de un mismo hogar. Si esta situación no se trabajaba podían darse conflictos en la asunción de roles, conflicto de lealtades en el niño o mensajes contradictorios que creaban gran confusión.

Tanto en los casos en los que ya no se puede interrumpir como en aquellos en los que esa posibilidad no se ha planteado, el empoderamiento de la madre, el duelo de su vida “normal”, y los cuidados prenatales son objetivos presentes en la totalidad de los casos tratados. Un aspecto que creo resulta altamente beneficioso para ellas y por ende para los niños es la vivencia alegre del embarazo.

Tras los nueve meses de gestación, el momento del parto constituye un momento sensible en la relación entre madre e hijo. Los primeros días después del nacimiento son especialmente sensibles, tanto por la novedad de la situación como por los cambios hormonales que se producen en la mujer.Comprobé los beneficios, tanto para la madre como para el bebé, de organizar la llegada del niño con antelación, disponer de algo de ropa, pañales, un espacio donde acomodarle, transporte desde el hospital hasta el domicilio, hacerle una pequeña fiesta de bienvenida al recién nacido o estar especialmente presente por si la madre lo requiere.

Cada  niño hace con unas tendencias naturales o “temperamento” que se manifiesta desde los primero días. Es fundamental trabajar en una buena sintonía entre madre e hijo así como en la comprensión de las tendencias a fin de evitar problemas futuros.

Desarrollo Del Niño Durante Su Primer Año De Vida

Durante su primer año de vida, los niños adquieren capacidades para conocer el mundo que le rodea, comunicarse y poder intervenir sobre su medio más cercano.

Observé, en el trabajo directo con los niños que la estimulaciónnormalmente presentaba deficiencias. Las causas son diversas: desconocimiento,  desvalorización, incapacidad para llevarlo a cabo, falta de confianza en las propias habilidades, miedo a lastimarle… El trabajo terapéutico dirigido al juego funcional entre madre e hijo aporta grandes beneficios: aumentala calidad del vínculo, fomenta pautas de interacción propias y el niño consigue tener mayor percepción y control sobre su propio cuerpo.

Durante los cuatro primeros meses, el bebé actúa principalmente por reflejos, es decir, por respuestas automáticas a estímulos. Piaget considera que entre los 2 y los 4 meses el niño se encuentra en el estadio de primeras adaptaciones adquiridas y reacción circular primaria. En este momento existe coordinación mano – boca pero aún no hay intencionalidad en la conducta. El niño experimenta con su propio cuerpo e intenta repetir aquellas conductas que le resultan placenteras.

Durante esta fase, el trabajo se enfoca en propiciar un espacio de mutuo conocimiento ya que veces las madres presentan dificultades a la hora de descodificar las necesidades de sus hijos. La consulta constituía un espacio propio que ayudaba a reducir la ansiedad generada por la nueva situación a la vez que proveía de herramientas para el cuidado y atención de los bebés. Éstos son la forma en la que los bebés  incorporan el permiso para “existir”, descrito por Pamela Levin, a través de mensajes parentales del tipo:“me alegro de que estés aquí”, “me alegro de que seas niño o niña”, “tómate tu tiempo”, “me gusta tocarte, abrazarte”, “está bien que tengas tus propias necesidades”.

En ocasiones, el trabajo se dirigea trabajar los propios conflictos de la madre para propiciar un escenario favorable para el correcto desarrollo del niño.

En una ocasión trabajé con una madre preocupada porque su bebé lloraba constantemente y ella no se veía capaz de calmarle. Profundizando en sus conflictos, descubrimos que durante su primera infancia ella no había sido tocada por su madre. En aquel momento, ella presentaba conductas adictivas a sustancias y no estaba disponible para atender sus necesidades. Trabajé de forma paralela con la madre y con la madre y su hijo. El trabajo con la madre se centró en el duelo de aquellas necesidades que no fueron satisfechas, en reconectar primero con su propio cuerpo y con la sensación de ser tocado (de manera consentida y deseada) por uno mismo y por otra persona. Luego en el mundo de sensaciones relacionado con tocar al otro.

Tras la experiencia corporal, abrimos canales de comunicación con su hijo, facilitando espacios en los que resultase placentero para el bebé ser tocado, contenido y sujeto por la madre, en colaboración con una voluntaria formada en masajes infantiles que le proporcionó técnicas concretas.La relación poco a poco fue mejorando hasta que desarrollaron su propio lenguaje para comunicarse. La respuesta positiva del bebé proporcionó un feedback muy potente a la madre que la animó a seguir aprendiendo nuevas formas de contacto con su bebé.

De los 4 a los 8 meses la conducta del bebé se dirige a su medio físico y social. El foco de interés ya no reside sólo en su propio cuerpo sino también en su entorno. El niño puede repetir ciertas acciones con el objetivo de prolongar su interacción con el adulto. Ya es capaz de mantenerse sentado por lo que su campo de visión aumenta y también las posibilidades de estimulación. En esta etapa el permiso a integrar es el de “hacer”. Para fomentar los mensajes positivos hacia la movilidad de los niños, fomentar su curiosidad y reafirmar la alegría de descubrir el mundo animé a las madres a participar de los juegos de los más pequeños. Muchas presentaban resistencias, “¿Cómo me voy a tirar yo por el suelo?, yo no sé jugar, no me sale, me siento tonta…”. Este tipo de reaccione reflejaban  su propia historia y  los mensajes interiorizados en edades tempranas.

Entorno a los  7 meses se produce la clausura del apego (Bowbly, 1969). Este proceso tiene marcado carácter biológico y determina el tipo de vinculación que estableceremos con los demás a lo largo de nuestra vida. La madre suficientemente buena (Winnicott, 1996) ha proporcionado al bebé cuidados de manera pronta, sistemática y coherente, fomentando un vínculo vivido como seguro para el niño. Las características específicas de cada uno y la forma en la que se construye la diada madre – hijo dan como resultado cuatro tipos diferentes de apego: seguro, inseguro / evitador, inseguro / ambivalente o resistente y desorganizado.

Los patrones de apego más frecuentes en la muestra con la que trabajaba eran de tipo inseguro tanto evitador como ambivalente. Esto podía comprobarse cuando dejaban a sus niños en la zona de guardería para incorporarse al grupo. Ambas salas estaban separadas por un cristal por lo que cualquier cosa que aconteciera dentro de la guardería podía ser observada desde detrás del cristal. Muchos de los niños que acudían a las sesiones mostraban distrés al ser abandonados por sus madres y no conseguían calmarse al reunirse con ellas. Otros parecían indiferentes ante la nueva situación y rechazaban el contacto con la madre una vez se producía el reencuentro.

La mejor intervención en este aspecto es la prevención. Trabajar con ellas desde el momento del embarazo ayudaba a que se mostraran accesibles a sus hijos, a que tuvieran un buen grado de aceptación hacia sus hijos, fueran sensibles a sus demandas, propiciaran un espacio propio para el descubrimiento sin intrusismos a la vez que estaban presentes para calmarles y aportarles seguridad.

En mi opinión el aspecto fundamental a trabajar es la inconsistencia y el intrusismo. Muchas de ellas carecen de rutinas lo que dificultaba que el contacto fuese consistente y en ocasiones la situación social, económica, familiar, sentimental…reducía la atención que les daban a los niños. El término clínico que mejor recoge lo observado es el de trastorno de la vinculación. Una madre que no ha integrado un apego seguro difícilmente podrá vincularse de forma segura con su hijo.

Estos niños sufren deficiencias alimentarias. Sus madres suelen evitar los vegetales y su dieta es rica en grasas y carbohidratos. Supone un auténtico reto concienciarlas de la necesidad de tener una alimentación equilibrada ya que los niños aprenden de forma vicaria. Muchos presentan problemas de sobrepeso, bien por falta de ejercicio físico, bien por una alimentación desequilibrada así que organizábamos talleres de nutrición saludable y cocina, para aprender a prepararlos.

Con respecto al sueño abogaba por crear un ambiente propicio para el descanso, adecuar el nivel de luz, evitar ruidos fuertes, realizar un baño relajante acompañado de un masaje corporal o una dulce nana entonada con cariño.

Desarrollo Del Niño Entre El  Año y Los 3 Años

Del primeral tercer año se percibe una gran evolución en el niño. A nivel físico  ya es capaz de moverse de forma autónoma, su psicomotricidad fina mejora considerablemente así como su capacidad de comunicación loque le permite expresar sus deseos e interactuar tanto con sus iguales como con los adultos. En este momento una de las principales formas de confirmar su propia identidad y la diferenciación con sus padres es decir “NO”.

Algunos de ellos se educan en ambientes en los que se tolera la violencia como forma de control conductual. Decir no supone en ocasiones enfrentarse a un castigo físico o lo que es peor, a la indiferencia como forma castigo, por lo que son frecuentes comportamientos sobreadaptados y/o rabietas a través de las cuales se articula la comunicación con los adultos.

Algunas de estas madres presentan dificultades para gestionar la negativa de sus hijos. En ocasiones faltan habilidades comunicativas, a veces esa oposición es vivida como una amenaza a su autoridad, también puede observarse cierto desconcierto y carencia de habilidades negociadoras para responder a esto. Los niños necesitan vivir este proceso de individualización, necesitan experimentar poder de la única forma de la que son capaces, necesitan espacio para  elaborar una personalidad propia. Según Pamela Levin, durante esta etapa los mensajes de los padres deben ir encaminados a reforzar el pensamiento propio del niño y la expresión de sus necesidades; en definitiva, a integrar el poder para “pensar” por sí mismos.

Aprender a respetar la voluntad del niño, generar espacios para que pueda expresarse, encontrar vías de negociación con él puede contribuir de forma muy positiva a su sano desarrollo. La tarea de los padres es poner palabras a los fenómenos psicológicos de los niños y acompañar en la vivencia emocional.

El juego es principalmente simbólico. Empiezan imitando acciones de la vida cotidiana con objetos que sustituyen a los reales, pero que sirven para el mismo fin. Evoluciona desde las acciones dirigidas al propio cuerpo (alimentación, sueño, limpieza) hasta las acciones dirigidas a los otros, principalmente muñecos.

El conflicto entre qué acciones son apropiadas para los niños y cuales para las niñas ha supuesto un foco de interés para mi trabajo como psicoterapeuta. En ocasiones he escuchado frases como “deja ese juguete, eso es de niñas” dirigidos a niños que preferían jugar con una cocina a jugar con coches o con armas.

Me resulta difícil trasmitir la idea de que los niños juegan sin intención y sin estar orientado a un fin. Juegan por el placer de jugar, como forma de relacionarse con su entorno, como forma de aprender, de estimular su imaginación, en definitiva, jugar por el placer de jugar. Uno de los mensajes importantes a transmitir a los padres es que a través del juego el niño se siente reconocido, querido, atendido… y que es fundamental para su pleno desarrollo físico – psicológico y social que ellos participen.

Existe una amplia variedad de juegos para practicar con niños entre el primer y el tercer año de vida. Encontramos juegos en los que se amplía su conocimiento del entorno a través de juguetes didácticos (sonajeros, cajitas de diferentes tamaños, mantas que ofrecen diversas texturas…), juegos en los que se profundiza en el conocimiento del propio cuerpo (cosquillas, tomar partes del cuerpo del niño y hacer ruidos con ellos…), que mejoran su movilidad (rodar por la mantita, situar un objeto a distancia para que lo alcance…) Cualquier objeto puede ser investido de cierta magia y servir de canal para la actividad lúdica.

A continuación ilustro un caso que tuve la oportunidad de conocer durante mi experiencia profesional.

Iván era un niño de 3 años que acudía frecuentemente a las sesiones del taller. Tenía dificultades para expresarse y la mayoría de los sonidos que conseguía articular eran preverbálicos. Era un niño alegre, que se reía frecuentemente y que evidenciaba un alto grado de energía. Llegaba y corría de un lado al otro de la sala sin mantener la atención centrada en ningún objeto cogiendo y tirando unos y otros. Era capaz de seguir consignas sencillas pero pronto se aburría con cualquier propuesta. Su juguete favorito era una escuadra de una pequeña caja de herramientas que utilizaba como arma acompañando los “disparos” con sonidos de “pum, pum”. También jugaba frecuentemente con un carrito de muñecas que paseaba alegremente por toda la sala.

Empecé a observar las dificultades para comunicarse de este niño y la frustración que sentía cuando no le entendían. Decidí mantener una entrevista conjunta madre – hijo para profundizar en lo que ocurría. Cuando el niño cogía el carrito su madre le contestaba “deja eso, eso es de niñas”, así que Iván dejaba el juguete y cogía la “pistola” mientras corría por toda la sala. Me interesé por esta distinción entre juguetes para niñas y niños percibida por la joven. Su madre ofendida me respondió que no podía permitir que su hijo hiciese cosas de niñas, sin aportar más datos. Investigando un poco más entendí la rigidez de la identidad de género que existía en su familia y más concretamente en la del padre del niño, de etnia gitana. A este aspecto comprobé que las actividades y los roles de género estaban claramente delimitados dependiendo de si eras niño o niña. Algunos de los argumentos expuestos habían pasado de generación en generación sin ser evaluados o revisados y estaban profundamente arraigados en la psique de los miembros de este colectivo.

Comprobado que eso no entraba dentro de la demanda nos centramos en el lenguaje. Al estudiar las pautas de interacción madre – hijo observé que apenas se comunicaban. Ante cualquier demanda del niño la madre respondía con un “¿qué? ¿Qué quieres?” y ahí terminaba la conversación. Iván no acudía al colegio puesto que su madre desconfiaba de la atención que las profesoras pudieran proporcionarle.

Trabajé con los miedos de la madre, explorando su propia vivencia como niña en un hogar con profundos conflictos entre sus padres. Le animé a mantener contacto con los profesores para informarse del estado de su hijo en el colegio,  haciendo hincapié en los beneficios que esa experiencia tendría para él, desde la interacción con otros niños de su edad a la mejora en el lenguaje que podía experimentar.

En las intervenciones madre – hijo trabajábamos para mejorar los canales comunicativos mediante modelado. En ocasiones, intentaba ponerle palabras a las conductas del niño y le acompañaba en el juego participando de las tramas que presentaba. El aprendizaje vicario resultó profundamente efectivo y la comunicación mejoró sustancialmente. Poco a poco ambos parecían más sintonizados y la relación materno – filial resultaba mucho más satisfactoria para ambos.

Desarrollo Del Niño Entre Los 4 y Los 7 Años

De los 4 a los 7 años los niños tienen una mayor capacidad de sociabilizar y se muestran más interesados en el juego colectivo y reglado en detrimento del juego individual y libre. Físicamente tienen control sobre su propio cuerpo y el juego físico se concentra en el desarrollo de habilidades como trepar, saltar, caminar sobre talones, puntillas…

Con esta edad los niños ya comienzan a ser plenamente conscientes de lo que ocurre a su alrededor y comienzan a surgir las primeras preguntas. En muchos casos las preguntas iban encaminadas a entender por qué mamá y papá no están juntos, por qué yo vivo con mis abuelos, por qué no puedo ver a papá siempre que quiero…

La tarea que se desarrolla entre los 4 y los 7 años es la construcción de la propia identidad. Este tipo de cuestiones son fundamentales para construirla y las respuestas no siempre son fáciles de adecuar a su entendimiento. En los casos en los que intervenía directamente sobre estas problemáticas mi consigna era que pasara lo que pasara no era culpa del niño y que tanto mamá como papá le querían por igual.

Algunos de ellos requerían una elaboración más profunda de su propia historia. Relatar en forma de cuento su propia historia resulta muy beneficioso para estos niños. A través de la fantasía podemos elaborar contenidos que de otra manera serían censurados por el consciente debido a las defensas que determinados episodios de su vida podían movilizar. Repasamos su nacimiento, buscando imágenes de los primeros momentos de vida, de su mamá, de su papá y de las personas que formaban parte de su círculo más cercano. Dependiendo de la edad podemos elaborarlo con héroes, princesas, animales… Cualquier contenido que actué de vehículo para la elaboración era bien recibido.

El cuento termina con una pequeña proyección al futuro. Se invita a los niños a imaginar un futuro en el que ese personaje consiga vencer al malvado o idear formas de sobrevivir a esa situación. Esto ayuda a dar un final esperanzador a la situación actual que estaba siendo dolorosa para ellos.

La intervención con los niños a través del juego,  en concreto de la técnica de la caja de arena expuesta durante este curso, me han parecido profundamente enriquecedora para trabajar las historias de vida y los conflictos que estos niños presentan.

El caso de Pablo, un niño de 7 años me sirve para ilustrar la dificultad de crear una identidad bajo lo que se conoce como “Efecto Pigmalión” definido por Rosenthal (1965) como «que lo que una persona espera de otra puede llegar a servir como una profecía auto-cumplida».

Pablo es un niño de 7 años que acude al taller con su madre y su hermano pequeño. Muestra una actitud cooperadora, ayuda a sus compañeros, participa de los juegos grupales e intenta buscar el reconocimiento de las educadoras. Transcurridos algunos meses desde su llegada, recibo un email de la trabajadora social asignada al caso solicitándome información sobre su comportamiento en el aula educativa del programa. Me traslada las quejas del colegio, que ha abierto un expediente disciplinario al menor, por la actitud violenta con las profesoras y con sus compañeros. Ésta denuncia ha llegado a manos del Departamento de Protección a la Infancia junto con las fotos que ilustran las heridas causadas por el niño al personal docente.

Yo recibo esta información con sorpresa puesto que el niño que describían en el informe distaba mucho del niño que atendía yo.

Por repasar un poco la trayectoria vital de este niño mencionaré que no había tenido contacto con su madre biológica durante los primeros cinco años de vida, siendo la abuela materna la encargada de atender y educar al niño. No conocía a su padre biológico y las informaciones que recibía sobre su paradero o su voluntad de conocerle eran sesgadas y a menudo contradictorias. Su madre había regresado al domicilio tras vivir en el extranjero con una nueva pareja y padre de su segundo hijo.

Tanto su autoconcepto como su autoestima se encuentran claramente dañados alimentado por mensajes descalificadores por parte de la pareja de su madre al que llamaba “malo, tonto e inútil”. Infiero que este tipo de calificativos eran habituales hacia el niño.

En el espacio educativo que ofrecíamos, bien sea por las características de las educadoras, del centro, el tipo de intervención… el niño se comportaba de manera tranquila, pacífica y colaboradora. En el resto de escenarios se comportaba de acuerdo a la imagen de niño “malo” que se le había concedido.

La intervención con Pablo era multidisciplinar y, cómo en la mayoría de las intervenciones con este colectivo, dependiente de varios organismos. En total, cinco organismos participábamos en el tratamiento. También manteníamos coordinación con la ludoteca a la que acudía y con el logopeda al que había sido derivado para mejorar su dicción y expresión.

En una reunión mantenida con todos los profesionales destinados a éste caso expresé mi preocupación por la herida psicológica de éste niño producida por todas las vivencias dolorosas en su corta experiencia vital. Lamento decir que fue un aspecto poco profundizado y que lo que en aquel momento primaba era el plano conductual.

Meses después y debido a las complicaciones de coordinar a tantos profesionales se decidió que no formáramos parte de la intervención. Se perdió contacto con ésta familia.

La última información referente al caso habla de un empeoramiento de la situación y de un agravamiento de los episodios violentos, llegando a agredir al personal directamente implicado en la intervención.

Conclusión

Garantizar el pleno desarrollo de los niños en situación de vulnerabilidad es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad. A pesar de los medios con los que cuenta el estado de bienestar para garantizar la igualdad de oportunidades no hemos conseguido encontrar un modelo de intervención eficaz para acabar con la marginalidad y la exclusión social.

Complementando la exposición del desarrollo psico – evolutivo del niño he ido relatando lo vivido en mi experiencia profesional y mi serio convencimiento de que se precisan más medios y más investigación a fin de detener una situación que es preocupante.

Las situaciones de exclusión social suelen tener un componente transgeneracional. El sistema de creencias, los modelos de conducta, los roles sociales y el guión que comparten la mayoría de los casos con los que he trabajado me lleva a pensar que es durante la primera infancia cuando resulta más eficaz intervenir. De ahí la importancia de contar con unos servicios de calidad y con unos profesionales bien formados.

La situación de la infancia en España es altamente preocupante y los datos recogidos año tras año no evidencian mejorías en la calidad de vida de los más vulnerables. La infancia es un patrimonio de todos y todos tenemos la responsabilidad de protegerla.

La concienciación y la disponibilidad de los organismos públicos a trabajar para paliar las situaciones de vulnerabilidad son continuas y de calidad aunque no hemos conseguido dar con un modelo integrado que permita una actuación coordinada de todos los agentes para poder realizar intervenciones exitosas.

Invertir de forma más eficiente los recursos de los que se dispone constituye uno de los grandes retos que aún quedan por conquistar. No obstante, el mensaje está calando en la sociedad por lo que hay motivos para la esperanza. Gracias a campañas de difusión (Gobierno de España, Cáritas, Unicef, SavetheChildren…) se aporta luz a esta realidad, a veces, desagradable de ver y gracias al papel de pequeñas entidades de ámbito local, regional, autonómico y estatal se está conteniendo el impacto dramático que se podía haber producido.

Para finalizar, quiero expresar mi profundo agradecimiento a todas esas familias a las que he conocido y a todos aquellos profesionales con los que he colaborado por enseñarme tanto sobre mi misma, sobre los demás y sobre el mundo.

BIBLIOGRAFÍA

  • Material didáctico facilitados por el Instituto Galene de Psicoterapia para el curso de Especialista en Terapia con Niños desde el Enfoque Humanista Integrativo en 2016
  • Ramirez, F. y Castilla, A. La madre suficientemente buena y los fenómenos transicionales. Zona de transicción. Entre Vygotsky y Winnicott. Revista aperturas psicoanalíticas Nº029.
  • Plan Nacional de Infancia y Adolescencia (2013 – 2016). Observatorio de la Infancia. Gobierno de España.

Autora: Gabriela Eguizábal Delpón, Junio 2016

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