Experiencia de vida

02/01/2012


jose zurita

José Zurita

Muchas veces me preguntan qué se necesita para ser un buen psicoterapeuta y mi respuesta incluye el mostrar tres dedos de una mano a la vez que digo: Una buena formación en psicoterapia, un buen proceso de psicoterapia personal y experiencia de vida.

Los tres puntos son fundamentales para realizar un buen trabajo terapéutico con los pacientes que acuden solicitando ayuda. Los tres crecen y mejoran con el tiempo, por lo que en esta profesión cada día que pasa podemos ser mejores profesionales. Tendremos más y mejor formación psicoterapéutica tanto teórica y práctica como por experiencia personal, nos conoceremos mejor y tendremos más resueltos los propios conflictos y, por último, contaremos con más experiencia de vida. Es de eso de lo que quiero hablar hoy, pues rara vez se toca el tema, y es realmente importante en nuestra labor profesional.

En todos los trabajos cuestan los comienzos. Uno de los inconvenientes que tiene un psicoterapeuta principiante suele ser su edad (si es jovencito/a). Cuesta que un paciente se confíe a alguien que tiene poca experiencia (profesional) y si es joven esto se da por hecho. Pero lo más importante es la falta de sucesos con los que aprendemos, la experiencia de vida.

En el curso de una sesión de terapia haremos muchas intervenciones de las cuales habrá alguna que será una técnica de psicoterapia aprendida en la formación, pero sin duda haremos muchas más intervenciones que consistirán en preguntas o comentarios sobre el tema que el paciente nos trae. A veces necesitamos meternos a fondo en el tema y, cuanto más sepamos de él, mejor será la calidad de nuestras intervenciones. Es difícil seguir el discurso de un paciente si desconocemos totalmente el tema que nos trae, aunque lo que podemos hacer cuando sucede esto es pedirle que nos lo explique detalladamente para poder seguirle. En algunas situaciones no es importante meterse en el contenido, pues lo que nosotros debemos analizar son los procesos en los que el paciente está inmerso.

No soy partidario de dar consejos por la facilidad de caer en juegos psicológicos, pero sí de hacer sugerencias, aportaciones, mostrar posibilidades para que el paciente elija la que quiera y decida los caminos que recorreremos juntos más adelante. Para este tipo de intervenciones será más que importante la experiencia de vida del terapeuta, pues tendrá más posibilidades de ayudar si ofrece su aprendizaje en experiencias propias anteriores.

Serán muy valiosas las experiencias propias en el mundo laboral si el paciente se enfrenta a sus problemas en el trabajo. Sugerencias de cómo afrontar ciertos movimientos sólo saldrán de nuestro propio conocimiento previo.

Las propias experiencias en viajes ayudarán a nuestros pacientes, a veces, a vencer sus miedos o dificultades ante un desplazamiento que les cuesta, o unas vacaciones que le den miedo, y que traen a sesión para afrontarlo mejor. Que ellos sepan que nosotros lo hemos hecho y resuelto con antelación será con frecuencia una ayuda en su mejor afrontamiento.

Si no tenemos pareja ni experiencia previa será difícil que podamos acompañar a nuestro paciente en esos terrenos con un mínimo de credibilidad. Contar con una estable y buena relación de pareja por parte del terapeuta es una ayuda en la forma de entender a nuestro paciente cuando los problemas que quiere resolver son de esta índole.

Cuando el terapeuta es padre o madre, su experiencia va a ser tremendamente positiva para la función parental que supone la relación terapéutica. Se trata de una relación vertical que tendrá como la parental una línea de intencionalidad siempre en dirección al beneficio del paciente, al igual que en la parental será para el beneficio del hijo. El contar con esa experiencia de colocarse en la posición del padre podrá ayudar al paciente a descontaminar su propia relación con los personajes papá y mamá de su cabeza, facilitando su curación.

Nuestra experiencia previa en lo que nos traigan a terapia facilitará las intervenciones con nuestros pacientes. Por supuesto, no porque ellos tengan que imitarnos, sino porque les estamos ofreciendo un ejemplo real en el que ellos pueden moverse con nuestra guía, y de ahí aprenderán cómo dar sus pasos en ese terreno hasta el momento desconocido.

Decía mi querido amigo y maestro Carlo Moiso que no se podía ser psicoterapeuta sin haber leído a San Agustín, y recordándole muchas veces he bromeado en supervisión con algunos psicoterapeutas diciéndoles que no se puede trabajar en terapia sin haber visto “La Guerra de las Galaxias” o haber leído las tiras de Mafalda. Necesitamos demostrar a nuestro paciente que estamos en este mundo y que conocemos ciertas claves para comprender la vida y para entenderle a él.

Será bueno recordar también que una forma de ayudar a nuestros pacientes en el proceso de terapia es la de ofrecer un modelo sano que poder incorporar desde la relación terapéutica. Nuestra experiencia de vida será fundamental para que este proceso de modelaje pueda realizarse con éxito.

Espero que os guste este número de BONDING y lo difundáis entre vuestros amigos y colegas (animarles a suscribirse y así les llegará gratuitamente cada mes) y, ya sabéis que estamos permanentemente en www.bonding.es

Un abrazo a tod@s.

José Zurita

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