Cómo trabajar con los introyectos en el estado Padre del yo

01/08/2012

RESUMEN

Desde el punto de vista del Análisis Transaccional (AT), la personalidad está formada por tres órganos psíquicos, denominados exteropsique, neopsique y arqueopsique que se manifiestan fenomenológica y operacionalmente como tres estados del yo diferenciados, conocidos respectivamente como estados del yo Padre, Adulto y Niño. Aunque existe más literatura sobre el trabajo psicoterapéutico con los estados del yo Niño y Adulto, este artículo resalta la importancia del trabajo con los introyectos en el estado del yo Padre en fases avanzadas de la terapia. Entendemos este estado del yo como una serie de pensamientos, sentimientos y pautas de conducta semejantes a los de una figura parental alojada en nuestro psiquismo por medio de la introyección. Esta es tratada como un mecanismo de defensa utilizado para mantener el contacto y la relación con figuras parentales reales u otros significativos en pro de la supervivencia. Este trabajo pretende introducir conceptualmente al lector en el análisis estructural del AT, ideado por Berne, como marco para describir las distintas fases del trabajo con los introyectos en el estado del yo Padre en psicoterapia desde el punto de vista del AT relacional. Es desde este enfoque desde el que se ha hecho un mayor esfuerzo por sistematizar este tipo de trabajo. Se lleva a cabo una reflexión descriptiva sobre técnicas y otros aspectos a tener en cuenta en la intervención. Para finalizar se introduce una breve reflexión descriptiva del trabajo con los introyectos desde la terapia Internal Family Systems (IFS) como experiencia personal del autor.

1. ESTADOS DEL YO EN ANÁLISIS TRANSACCIONAL: LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD

Eric Berne, psiquiatra y psicoterapeuta creador del Análisis Transaccional, describió inicialmente un estado del yo “fenomenológicamente como un sistema coherente de sentimientos relacionados con un tema dado, y operacionalmente como un conjunto de patrones conductuales coherentes” (1961); lo definió posteriormente como un “sistema formado por un conjunto de emociones, pensamientos y patrones de conducta afines entre sí” (1964).

En concordancia con la simplicidad conceptual de su teoría de la personalidad, Berne usó una descripción coloquial de los estados del yo (Padre, Adulto y Niño) para referirse a las manifestaciones fenomenológicas de los tres órganos psíquicos que conforman la estructura de la personalidad: exteropsique, arqueopsique y neopsique. Éstos órganos hacen referencia respectivamente a la dimensión de la mente tomada de fuentes externas que han sido interiorizadas, a la mente temprana de un periodo previo del desarrollo, y a la mente actual.

Berne utilizó los términos de los mencionados órganos psíquicos de forma intercambiable con el término “estado del yo” para “significar estados de la mente y sus patrones de conducta relacionados”, e hizo hincapié en el hecho de que “Padre, Adulto y Niño representan personas reales que existen ahora o que existieron antes, tienen nombres legales e identidades cívicas” (1961), para significar el origen externo y arcaico de los estados del yo Padre y Niño, respectivamente. En la misma línea advierte de que “en la práctica, uno de los aspectos más difíciles del análisis estructural es lograr que el paciente (o el estudiante) vea que Niño, Adulto y Padre no son ideas más o menos útiles, o neologismos interesantes, sino que se refieren a fenómenos basados en realidades verdaderas.” Hace hincapié de esta manera en su cualidad de retazos de figuras reales incorporadas a la propia personalidad e influyentes en ella.

1.1 Estado del yo Adulto.

Berne (1961) explicó que “El estado del yo Adulto se caracteriza por un conjunto de sentimientos autónomos, actitudes y patrones de conducta adaptados a la realidad actual”, entendiendo por “autónomo” un funcionamiento del yo neopsíquico libre del control intrapsíquico del Padre introyectado o del estado del yo Niño arcaico. En el estado del yo Adulto nos encontramos en contacto pleno con lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y actuamos de una manera adaptativa y apropiada según nuestro momento evolutivo. Esta función neopsíquica del yo integra lo que está ocurriendo interna y externamente en cada momento, las experiencias pasadas y sus efectos, y las influencias psicológicas e identificaciones con otros significativos. Comprende conductas motoras actuales, el desarrollo moral, cognitivo y emocional, la creatividad, y la capacidad para involucrarse en relaciones significativas.

Podemos tomar como ejemplos de un funcionamiento Adulto integrado el de un profesional competente que, criticado injustamente por un jefe radicalmente perfeccionista, expone ante él su punto de vista sobre la calidad de su trabajo y su máximo esfuerzo a la hora de realizarlo, sintiéndose bien al respecto, incluso al reconocer la posibilidad de que pueda ser mejorado; o un estudiante en situación de redactar un artículo sobre un tema de gran interés para él, que tras una búsqueda bibliográfica, planifica su calendario de trabajo y lleva a cabo su elaboración disfrutando de esta experiencia de aprendizaje.

1.2 Estado del yo Niño

En palabras de Berne (1961) “El estado del yo Niño es un conjunto de sentimientos, actitudes y patrones de conducta que son vestigios de la propia infancia del individuo”. Los estados del yo Niño o arcaicos son la personalidad completa de la persona como era en un momento evolutivamente anterior. Esto incluye las necesidades, deseos, impulsos y sensaciones; los mecanismos de defensa; y los procesos de pensamiento, percepciones, sentimientos y conductas de la fase evolutiva en la que tuvieron lugar las fijaciones. El individuo percibe el mundo exterior y las necesidades y sensaciones internas como lo hacía en una fase más temprana del desarrollo. Aunque pueda parecer que se relaciona con la realidad actual, está realmente experimentando lo que le sucede con las capacidades intelectuales, sociales y emocionales que tiene un niño a la edad evolutiva de su fijación psicológica. Lo anterior se debe a la existencia en el “allí y entonces” de necesidades arcaicas insatisfechas, experiencias traumáticas u otras situaciones que motivaron la pérdida de contacto con sus cuidadores o figuras de referencia parental.

Como ejemplos nos servirá el profesional bien formado, con sólida experiencia y con una capacidad ejecutiva demostrada, que sin embargo duda de su propia valía, y siente angustia, tristeza y vergüenza ante la crítica injustificada de un jefe radicalmente perfeccionista, sintiéndose inepto, tal como lo hacía ante las duras críticas de su padre en la infancia; o el estudiante con la obligación de redactar un artículo sobre un tema de gran interés para él, pero que posterga su elaboración y la lleva a cabo a regañadientes, con rechazo y sufrimiento, como aquel niño que fue y que se rebela transferencialmente en el momento actual contra los frecuentes trabajos impuestos a lo largo de su infancia por un padre crítico, autoritario y adicto al trabajo.

1.3. Estado del yo Padre

Berne exploró las observaciones de Federn de que en muchos de sus pacientes se hacía manifiesta una presencia psíquica constante de figuras parentales que influenciaban sus conductas. Esta influencia parental es la de personas reales, figuras de referencia con un rol de autoridad, que años atrás interactuaron con el individuo cuando era un niño. Los padres introyectados llegan a formar parte de los estados del yo Padre, que Berne (1961) definió como “un conjunto de sentimientos, actitudes y patrones de conducta que se asemejan a los de una figura parental”.

En palabras de Erskine (2003) con base en sus observaciones clínicas, “es evidente que los estados del yo Padre son una internalización histórica real de la personalidad de los propios padres o de otras figuras parentales significativas tal como fueron percibidas por el niño en el momento de la introyección…. Los contenidos del estado del yo Padre son incorporados, es decir, introyectados desde figuras parentales en la infancia temprana –y, en menor medida, a lo largo de la vida- y, si no se reexaminan en el proceso del desarrollo posterior, permanecen sin asimilarse o integrarse en el yo neo-funcional del adulto. Puesto que las percepciones que tiene el niño de las reacciones, emociones y procesos de pensamiento del cuidador serán diferentes en las distintas fases del desarrollo, de la misma manera variará el contenido real y la función intrapsíquica del estado del yo Padre dependiendo de la edad de desarrollo en que tuvo lugar la introyección”.

Cuando en la actualidad una persona de clase media (Juan) deja una botella de aceite boca abajo apoyada sobre una sartén con el fin de aprovechar hasta la última gota de su contenido, es probable que sea su estado del yo Padre quien haya tomado esa decisión ejecutiva con base en un introyecto. Quizá alguno de sus padres u otros significativos (p.ej. una abuela), con sus comentarios, actitudes o conductas reiteradas, transmitieron al niño Juan el valor del sabroso líquido en tiempos de posguerra, cuando un litro tenía el precio del sueldo de una semana de trabajo de un obrero. Aunque Juan nació décadas después y su situación económica le permite obtener con holgura todo el aceite que necesita sin menoscabo de su economía familiar, esta introyección mantiene en la actualidad la conducta ahorrativa del otro significativo en aquel momento.

En psicoterapia la indagación histórica hace posible averiguar qué se dijo o se hizo, por quién, y en qué momento durante la infancia de la persona.

1.3.1 Funciones

El estado del yo Padre realiza dos funciones. Por un lado, el Padre Crítico pone límites, crea una estructura, dicta lo apropiado y lo inapropiado según el marco cultural, actúa con firmeza y autoridad. Tiene una vertiente positiva necesaria (estructura y límites, p. ej.), y otra negativa (crítica inapropiada). Por otro lado, el Padre Nutritivo cumple con funciones parentales de cuidado, protección y ayuda. En su vertiente negativa puede caer en la sobreprotección y las actuaciones invasivas que limitan nuestra autonomía.

1.4 Implicaciones terapéuticas

El objetivo del Análisis Transaccional en el marco de su aplicación a la psicoterapia es potenciar la integración de los estados del yo Padre, Niño y Adulto, de manera que se consiga un funcionamiento psicológico autónomo con base en la consciencia plena de los aspectos internos y externos del aquí y ahora, bajo el control de un estado del yo Adulto integrado y libre de contaminaciones arcaicas.

2. LA INTROYECCIÓN

En este trabajo la introyección nos interesa como principal mecanismo de formación de los estados del yo Padre. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de introyección?

Desde el punto de vista de la psicoterapia gestalt la introyección es al mismo tiempo un mecanismo de aprendizaje en la infancia y un mecanismo de defensa neurótico mediante el que incorporamos patrones y modos de actuar y de pensar que no son verdaderamente nuestros. Gimeno-Bayón (2004) afirma: “como mecanismo de defensa, la introyección consiste en incorporar sin modificación, dentro de los propios límites, estructuras (actitudes, pensamientos, modos de hacer) procedentes del exterior. Es tragar sin masticar las informaciones que nos dan y los comportamientos asociados a esas informaciones.” La introyección se plantea por un lado como mecanismo de incorporación de lo conocido, de la cultura y el conocimiento científico, de lo ya descubierto, eximiéndonos de la necesidad de investigar a título personal la realidad a la que estamos circunscritos y su funcionamiento.

Por otro lado, “la introyección es un mecanismo de defensa inconsciente (que implica desentendimiento, negación y represión) utilizado con frecuencia cuando hay una falta de contacto psicológico pleno entre el niño y los cuidadores responsables de sus necesidades psicológicas. El otro significativo se hace parte del sí mismo (yo), y el conflicto que resulta de la falta de satisfacción de necesidades se internaliza de modo que en apariencia puede manejarse con más facilidad” (Erskine, 2003). Así pues, cuando las necesidades de un niño no son adecuadamente satisfechas la ansiedad resultante estimula una identificación defensiva inconsciente con el otro. El conflicto externo se soluciona internalizando al otro y negando las necesidades propias; de esta manera el niño puede preservar la vinculación con las figuras de las que depende su supervivencia y mantener su salud psicológica. El conflicto externo que suponen las necesidades no satisfechas se convierte en interno, evitando el conflicto relacional externo y manteniendo ilusoriamente el contacto interpersonal. Metafóricamente, el conflicto derivado de las necesidades insatisfechas se convierte en un vacío psicológico en la relación. Este vacío en la relación interpersonal, es decir, la ausencia de contacto interpersonal, se llena por medio de la identificación inconsciente con el otro.

Como ejemplo de lo anterior, en Rosana, víctima de abuso sexual por parte de su padre a los cuatro años, podrá encontrarse un introyecto parental en los términos “para que te quiera, debes acariciarme los genitales”. En un intento desesperado de preservar la relación con su padre en pro de la supervivencia, Rosana podría introyectar este mensaje parental de forma inconsciente con el fin de preservar su relación con él, figura clave de vinculación, protección y supervivencia en esta etapa del desarrollo. En su vida adulta Rosana podrá verse afectada por esta experiencia temprana y basar la satisfacción de su necesidad de ser amada en la promiscuidad o la sexualidad compulsiva con base en este introyecto.

El estado del yo Padre introyectado se manifiesta de dos formas: como un estado del yo activo que se comunica con el mundo exterior, o como influencia intrapsíquica. Berne describió el estado del yo Padre activo como la reproducción de los sentimientos, actitudes y conducta del padre introyectado u otros significativos en transacciones reales con personas. En contraste con lo anterior, la influencia intrapsíquica se manifiesta en los pacientes como una experiencia fenomenológica de duda sobre uno mismo, la sensación constante de estar siendo controlado, el no saber lo que uno quiere, así como la ansiedad crónica o la depresión. Otros pacientes pueden ser conscientes de la presencia de una introyección que les influye o de la presencia psíquica de otra persona; oyen una voz que critica, que advierte o que pone normas (Erskine, 2003).

Juan, en psicoterapia, informa de que su esposa se queja de sus constantes críticas hacia ella, de lo que dice, de lo que hace, e incluso de lo que no hace. Lleno de rabia añade que lo que más “le enciende” es que “siempre dice que soy como mi padre, que la trato igual que él trata a mi madre”. Por otro lado, Rosana acude a su primera sesión de terapia manifestando que su vida es un caos, está perdida y no sabe qué hacer, se siente fracasada, insegura e inferior. En el primer caso Juan actúa su introyecto, manifestando una conducta similar a la de su padre introyectado y reproduciendo literalmente actitudes que cree suyas, pero que no le pertenecen. Rosana es un ejemplo de influencia intrapsíquica. Hija de un exitoso, y crítico, hombre de negocios, transmite su parálisis vital, su “miedo a hacer” y su “miedo a ser”, bajo la mirada interna del introyecto parental en su estado del yo Padre que, con seguridad, criticará cualquiera de sus movimientos.

3. TRABAJO CON LOS INTROYECTOS EN EL ESTADO DEL YO PADRE

3.1 Aspectos preliminares

Antes de adentrarnos en el tratamiento de los introyectos en el estado del yo Padre resulta necesario prestar atención a algunas directrices previas. Tradicionalmente, en AT se ha prestado más atención al trabajo con los estados del yo Adulto y Niño, y es escaso lo escrito a propósito del trabajo con el estado del yo Padre en psicoterapia. No obstante, autores como McNeel, Dashiell, Mellor y Andrewarth, y Erskine han investigado este tipo de trabajo y han expuesto a la comunidad científica su experiencia.

Es importante tomar en consideración que el trabajo terapéutico con el estado del yo Padre no debe llevarse a cabo sin haber realizado mucha psicoterapia previa con los estados Niño del yo. Puesto que la necesidad de los niños de vinculación y de contacto pleno con sus cuidadores (figuras parentales) está biológicamente determinada con el objetivo último de la supervivencia, el estado del yo Niño del paciente es frecuentemente leal a su estado Padre del yo por el mismo motivo. Por lo tanto, es esencial que la relación terapéutica entre psicoterapeuta y paciente esté fuertemente establecida, ya que si restamos poder a su estado del yo Padre sin que éste sienta que la relación terapéutica es sólida, su estado Niño del yo quedará sin una figura de referencia que le proporcione la sensación de protección y de vínculo. En consecuencia es esperable un empeoramiento psicológico del paciente, o incluso un incremento de su adherencia intrapsíquica al estado del Padre del yo (Erskine, 2003).

Desde el punto de vista de la psicoterapia humanista integrativa, la relación estrecha y protectora del psicoterapeuta hacia el paciente, basada en el vínculo afectivo, en el amor terapéutico dentro de una relación vertical, en la confianza mutua y en la seguridad, son pieza clave en el proceso terapéutico desde su inicio, y favorecen tanto el trabajo con el estado del yo Niño como con el estado de yo Padre del paciente. Por lo referido, este tipo de trabajo se realiza en las fases intermedia o avanzada de la psicoterapia, de manera que la relación terapéutica esté firmemente establecida, evitándose así los riesgos expuestos.

Antes de iniciar la psicoterapia con el estado del yo Padre es importante llevar a cabo un diagnóstico diferencial con lo que Erskine y Moursund (1988) han denominado “Padre Fantástico” o “Padre Autogenerado”. Según estos autores, el niño, enfrentado con situaciones de pérdida de contacto con sus figuras parentales, de insatisfacción de necesidades biológicas y psicológicas, o de grave negligencia, maltrato físico o abuso sexual, crea la ilusión de una figura parental que le proporcione control, estructura, cuidados, o lo que el niño experimente como inadecuado o ausente. En este sentido puede desplazar experiencias desagradables o traumáticas experimentadas con el padre o figura parental real hacia el padre autogenerado, atribuyéndole a éste esas experiencias, con el objetivo de evitar la ruptura de la relación con el padre real y conservar la experiencia de que este padre lo ama y lo cuida. Según el esquema de los cinco niveles de intervención en el marco de la psicoterapia humanista integrativa, hablaríamos aquí de la emoción profunda a la que hace referencia el último nivel. Dada la pérdida de contacto, el niño utiliza todos los mecanismos a su alcance para evitar su miedo existencial al abandono y restablecer un sentido de relación.

Esta figura fantaseada es con frecuencia más crítica y dura que el padre real, ya que fue diseñada para distraer tanto de la influencia interna como de la memoria del otro introyectado. El estado del yo Padre introyectado tiene una historia de vida coherente que puede aflorar en la psicoterapia. Sin embargo, los mensajes aterradores o críticos del Padre Autogenerado, desarrollados por el niño pequeño, son frecuentemente más severos, ejercen un mayor control, y al mismo tiempo aparecen de forma fragmentada o desconectada (Erskine, 2003).

3.2 La entrevista al Padre

John McNeel (1976) desarrolló una técnica de trabajo específica, la entrevista al Padre, que se ha tomado como base para el trabajo psicoterapéutico que nos ocupa. Se trata del uso de la técnica de la Silla Vacía, ideada en origen en el ámbito del psicodrama de Jacob Moreno y desarrollada por Fritz Perls, en la que el terapeuta dialoga con la proyección de la figura parental, es decir, con el introyecto de la misma, mientras el paciente ocupa el rol de dicha figura. El terapeuta habla con la proyección del padre como si el paciente fuese realmente esa persona.

La entrevista comienza proponiendo al paciente que asuma el rol de la figura parental, para a continuación entrar en un diálogo con dicha figura comenzando por preguntarle su nombre. La repetición del nombre del introyecto es clave en las primeras transacciones con el objetivo de facilitar la identificación completa del paciente con la figura entrevistada. La actuación del paciente “como si” fuese la figura parental puede conllevar el beneficio psicoterapéutico que supone la toma de conciencia a nivel cognitivo de aspectos de la experiencia fenomenológica del introyecto. Sin embargo, es la completa identificación del paciente con la persona introyectada la que facilita la psicoterapia en profundidad con el estado del yo Padre, de manera que pueda conseguirse una apreciación visceral del marco de referencia de esta, su mundo, sus circunstancias, motivaciones y situación psicológica. El objetivo de lo anterior es clarificar y sacar de la confusión al estado del yo Niño respecto de la pérdida de contacto y la inadecuada cobertura de sus necesidades, aspectos que supusieron la adopción de creencias desajustadas sobre sí mismo, el mundo y los otros.

3.3 Fases de la intervención

Dentro de encuadre de la psicoterapia integrativa de Richard Erskine, Zaletel, Potocnik y Jalen (2011) realizaron un estudio de la transcripción de varias sesiones de psicoterapia en las que se realizaron trabajos con el estado Padre del yo. El objetivo del estudio era explorar si estas intervenciones podían subdividirse en fases discretas, cronológicamente separadas y con contenidos diferenciados.

Los beneficios de identificar la estructura de este método en fases según las autoras serían facilitar el aprendizaje del método a los psicoterapeutas, servir como base de futuras investigaciones, y facilitar la comprobación de su eficiencia. El resultado del análisis de las transcripciones estudiadas llevó a las investigadoras a la identificación de nueve fases diferenciadas que se exponen a continuación.

3.3.1. Identificación del introyecto.

En esta fase el terapeuta utiliza la indagación fenomenológica y la indagación histórica para obtener información sobre el pasado y sobre los padres del paciente; trata de identificar su guión de vida, sus autocríticas, etc. Si el terapeuta identifica el introyecto el trabajo con el estado del yo Padre se convierte automáticamente en una opción. El psicoterapeuta lo invita a entrar en detalle sobre su experiencia con el introyecto, cómo lo vive desde todas sus dimensiones, emocional, mental, física y conductual. Si existe una experiencia fenomenológica de autocrítica, es conveniente que el terapeuta determine si ésta procede del Padre Autogenerado o del introyecto. Una de las maneras de hacerlo es invitar al paciente a introducirse en la voz crítica, a identificarse con los comentarios críticos que surgen fenomenológicamente y continuar haciéndolos. El psicoterapeuta consigue lo anterior dirigiendo la indagación hacia dicha voz, aludiendo a ella como persona separada con el objetivo de distinguir a quién pertenece, lo cual consigue preguntándole directamente que se identifique después de una serie de transacciones con ella.

3.3.2. Acuerdo con el paciente de hacer psicoterapia con el estado del yo Padre.

El psicoterapeuta presenta la técnica al paciente, explicándole que deberá asumir el rol de su padre, madre, o de la figura significativa introyectada; el terapeuta se comunicará con este padre o figura, no con el paciente, en beneficio de ambos, y mostrando el debido respeto al estado Padre del yo.

La segunda parte del acuerdo supone recabar el consentimiento del paciente para participar en la psicoterapia con el estado del yo Padre, clarificando que el trabajo puede interrumpirse en cualquier momento en caso de sentir demasiada incomodidad. Puede establecerse entre ambos una señal para ello.

3.3.3. Entrada en el estado del yo Padre.

Se invita al paciente a catectizar el estado Padre del yo en cuestión. Esencialmente se trata de iniciar una conversación con el psicoterapeuta como lo haría la figura parental relevante (padre, madre u otro significativo); de esta manera, el padre internalizado se externaliza. Esto supone que el paciente asuma la postura corporal, expresión facial, el estilo relacional y los sentimientos de esa figura particular.

El terapeuta invita al paciente a profundizar en el contacto con el estado del yo Padre repitiendo el nombre de este último varias veces en las primeras transacciones con él. Por ejemplo, a nuestra paciente Rosana, que dialoga en el papel de su padre Juan, el psicoterapeuta se dirige diciendo, “Hola, padre. Soy xxx, ¿cómo te llamas?” (Juan: “Me llamo Juan, encantado”). “¿Qué te parece estar hoy aquí hablando conmigo, Juan.” (Juan:……….). “Juan, voy a proponerte…”

El objetivo de lo anterior es la activación de sus dimensiones física, cognitiva y emocional (de Juan, en el ejemplo). Esta profundización resulta importante, pues existe el riesgo de que el paciente se salga del estado Padre del yo cuando conecte con memorias emocionales dolorosas, sobre todo en este momento inicial del trabajo.

Primeramente, el terapeuta establece un clima seguro y de aceptación emocional dialogando dentro del marco de referencia del introyecto para facilitar su apertura. Gradualmente la interacción va tomando un cariz más terapéutico.

3.3.4. Establecimiento de la alianza terapéutica con el estado del yo Padre.

El psicoterapeuta sienta las bases del trabajo terapéutico estableciendo la alianza terapéutica con el estado del yo Padre. El terapeuta se presenta y se interesa por cómo se siente el estado del yo Padre en psicoterapia, clarificando que su objetivo principal es el beneficio del paciente. La finalidad de esta fase es invitarle a experimentar en profundidad al estado del yo Padre, así como establecer y profundizar en la confianza entre este último y el psicoterapeuta. El conocimiento mutuo puede conseguirse mediante una charla que, aunque no informal, puede darse a un ritmo cómodo para ese estado del yo, sin apresurar la terapia, con la intención de que el paciente se meta en la piel de su nueva identidad de la forma más completa posible.

Si el estado del yo Padre se niega a cooperar, es grosero, displicente, distante o no le encuentra sentido al trabajo terapéutico, el psicoterapeuta puede reiterar la razón por la que este trabajo es necesario para el estado Niño del yo. Si aún así no se consigue su colaboración, el psicoterapeuta finaliza la psicoterapia con el estado del yo Padre.

3.3.5. Psicoterapia en beneficio del estado del yo Padre.

El psicoterapeuta plantea un buen número de preguntas fenomenológicas para incrementar la identificación del paciente con su estado Padre del yo. Lo valida y evita la confrontación y la interpretación con objeto de profundizar en la relación terapéutica. Utiliza la información obtenida del paciente con anterioridad para indagar sobre su familia, sus recuerdos de experiencias dolorosas; indaga sobre distintas etapas de su vida en búsqueda de decisiones de guión en cada una. Una vez encontrado el guión, se explora en detalle y se normaliza. Se lleva a cabo una exploración de las necesidades relacionales insatisfechas del Padre.

En esta fase se utilizan los mismos métodos que en la psicoterapia habitual: indagación, sintonía, implicación, técnicas regresivas, la Silla Vacía, indagación de sentimientos hacia el terapeuta, recursos positivos y experiencias agradables de estado del yo Padre, defensas, etc.

3.3.6. Psicoterapia de la relación entre los estados del yo Padre y Niño.

3.3.6.1. Explorar la relación entre los estados del yo Padre y Niño

La característica esencial de esta fase es que utilizando más la confrontación del estado Padre del yo, el psicoterapeuta trabaja en beneficio del estado del yo Niño. Es necesario, sin embargo, encontrar un equilibrio entre la confrontación y la validación. A veces la confrontación es necesaria para proteger al estado del yo Niño; más aún, puede servir para corregir distorsiones y posibles creencias de guión en el estado del yo Padre, lo cual inicia el proceso de desconfusión del estado del yo Niño.

En un plano principal se encuentra la búsqueda de las creencias de guión que el padre transfirió al niño. La indagación tiene como objeto averiguar cómo experimentaba al niño el estado del yo Padre, cómo era el niño, qué esperaba de él el padre, etc. Además de lo anterior, el psicoterapeuta explora cómo el guión de vida del padre influenció sus sentimientos y conductas hacia el niño, su desarrollo y sus relaciones. Es deseable que el estado del yo Padre exprese arrepentimiento por los errores cometidos y su intención de corregirlos, y dé permiso al estado Niño del yo para cambiar sus decisiones de guión.

En mi opinión es importante normalizar las actuaciones erróneas de la figura parental enmarcándolas dentro de su propia experiencia y de las causas subjetivas que las motivaron teniendo como base en su propio guión. Esto es una muestra de respeto hacia la figura parental introyectada, necesario para facilitar la continuación del trabajo y, por otro lado, una oportunidad para sacar al estado del yo Niño de la confusión, para acercarlo a la comprensión de las bases de la conducta inapropiada, negligente o perjudicial de la figura parental, con el objetivo de resolver el impasse. Si a pesar del trabajo psicoterapéutico el estado del yo Padre se mantiene muy crítico o destructivo respecto al estado Niño del yo, la persistencia del terapeuta puede en algunos casos contribuir a que el paciente consiga tener al menos una explicación a nivel cognitivo de la conducta del padre y de las necesidades que satisfacía a costa del niño. El objetivo en este caso es eliminar o minimizar la autoridad del estado Padre del yo y su poder para interferir en los asuntos del paciente. El psicoterapeuta puede animar al estado del yo Niño a resistirse al estado Padre; incluso puede darle permiso para cambiar su guión, enfrentándose al Padre. Como ya se ha mencionado, en esta situación es crucial la sólida relación entre el psicoterapeuta y el estado Niño del yo, ya que éste último necesitará mucho apoyo del primero.

3.3.6.2. Diálogo entre el estado del yo Padre y el estado del yo Niño – la técnica de la Silla Vacía.

En esta subfase el psicoterapeuta insta al estado del yo Padre a imaginar que el niño está frente a él y a usar lo aprendido en la fase previa para hablarle al niño de su infancia y su familia, lo que no recibió de esa familia, sus decisiones de guión y también de sus errores con respecto a él. El psicoterapeuta anima al estado del yo Padre a descubrir los mensajes que transmitió al estado del yo Niño y cómo su experiencia y su guión influenciaron al último. El estado Padre del yo debe decirle al Niño cuál fue la tarea que éste tuvo que realizar para él. Es animado por el terapeuta a hablar de sus sentimientos profundos, y para incrementar la intensidad de los mismos el estado del yo Padre puede repetir varias veces lo que siente por el estado del yo Niño. Es importante también explorar si existen sentimientos ambivalentes hacia el estado del yo Niño; la integración de esta escisión sólo puede darse cuando se ha sentido y se ha hablado de ella. Por último, el estado del yo Padre puede decirle al estado del yo Niño lo que valora de él.

3.3.7. Finalización de la psicoterapia con el estado del yo Padre.

El psicoterapeuta pregunta al estado Padre del yo si está de acuerdo en terminar el trabajo terapéutico en este momento, agradece su colaboración, y le da la oportunidad de añadir lo que necesite antes de terminar, así como de hacer otros trabajos en el futuro. Le comunica a continuación que ahora va a hablar con el estado del yo Niño, y le pide que no interfiera con este proceso.

3.3.8. Diálogo entre el estado del yo Niño y el estado del yo Padre – la técnica de la Silla Vacía.

Al comienzo de esta fase el paciente cambia de silla y abandona el rol del estado del yo Padre. El psicoterapeuta lo anima a dar respuesta a la historia contada por este.

Durante las cuatro fases anteriores el Niño ha observado la interacción entre el psicoterapeuta y el estado del Yo Padre. Puesto que ha sido con frecuencia comprensivo y empático con él, el estado del yo Niño puede sentir que el terapeuta se ha puesto del lado del Padre y lo ha abandonado. Por lo tanto, es fundamental restablecer la relación tanto con el estado del yo Niño como con el estado del yo Adulto.

Después del trabajo con el estado Padre del yo es importante que el Niño tenga la oportunidad de responderle. Con ello el psicoterapeuta da cobertura a dos necesidades relacionales básicas del paciente: la necesidad de autodefinición en la relación –ejercer y expresar su singularidad en la relación-, y la necesidad de causar impacto –sentir la capacidad de influenciar al otro- (Erskine, Moursund y Trautmann, 1999).

El paciente expresa lo que ha sentido respecto a lo dicho en la psicoterapia con el estado del yo Padre, y revela cómo era vivir con ese padre, así como la nueva información obtenida durante la sesión. El psicoterapeuta lo dirige más hacia sus emociones y menos hacia la comprensión de las emociones del Padre.

Esta fase de la terapia incluye el establecimiento de límites al estado del yo Padre. El Niño responde rechazando la carga que ha soportado y que ya no está dispuesto a aguantar. El terapeuta lo anima a expresar todo lo que no le gustaba del estado del yo Padre, y lo que necesitaba. Como resultado gana consciencia de que no es el responsable de la conducta del padre real.

El paciente decide después qué aspectos valora del estado Padre del yo y se los expresa. Esto le permite crear una imagen más realista de este e integrar sus características positivas. Enfatizar sus aspectos positivos es importante para minimizar la culpa y validar la lealtad que le profesaba. El paciente puede así darse cuenta de que no puede ayudar al Padre y de que lo que intentaba conseguir, cuidar del él, era una misión imposible. Le devuelve la responsabilidad, y lleva a cabo una redecisión: describe en detalle cómo la nueva decisión cambiará en el futuro su vida interna y externa. Si el paciente no está dispuesto a cambiar la decisión de guión, el terapeuta puede preguntarle cómo la estará viviendo en cinco, diez o veinte años. Esta visión predictiva proporciona con frecuencia un fuerte impulso interno a tomar una nueva decisión (Erskine (1974), en Zaletel, Potocnik y Jalen (2011)).

Al final de esta fase, el psicoterapeuta pregunta al estado del yo Niño si tiene algo más que transmitir al estado del yo Padre.

3.3.9. Regreso al yo Adulto.

En esta fase final el terapeuta ayuda al paciente a regresar a su estado del yo Adulto e indaga sobre su experiencia con este método.

Según Erskine (2003) esta vuelta al estado del yo Adulto es de vital importancia, incluso habiéndose omitido algunas de las fases precedentes, so pena de una seria ruptura en la relación terapéutica. Separado del introyecto, puede debilitarse la sensación del sí mismo del paciente, teniendo a veces como consecuencia dolores de cabeza, confusión o desorientación. Parecen necesarios el procesamiento y la integración de esta experiencia.

4. CONSIDERACIONES FINALES PARA EL PRINCIPIO DE UNA REFLEXIÓN

La identificación del estado del yo Padre es una de las aportaciones más significativas de Eric Berne al campo de la psicoterapia, y el trabajo psicoterapéutico profundo con dicho estado es una de las contribuciones más importantes del Análisis Transaccional a este campo profesional.

El trabajo con el estado del yo Padre supone una identificación completa con el introyecto por parte del paciente. Aunque una actuación de éste “como si” fuese la figura parental introyectada podrá reportar beneficios desde el punto de vista cognitivo, lo que se pretende con este tipo de intervención es “extraer” al estado del yo Padre de su ámbito interno de influencia psicológica y, de esta manera, trabajar con él en beneficio de los estados Niño del yo con el objetivo de la autonomía personal.

Es clave asegurarse antes de pensar en este tipo de trabajo que la alianza terapéutica establecida sea estrecha, y que se haya intervenido lo suficiente con los estados Niño del yo previamente. La desactivación o la disminución de la fuerza del estado del yo Padre podría de otro modo provocar la “orfandad” psicológica, con consecuencias no deseadas en el sentido opuesto al que se pretende. En relación con lo anterior, es importante tener en mente la idea de que los introyectos en el estado Padre del yo surgieron de una necesidad profunda de mantener el vínculo y la “sensación ilusoria” de contacto con las figuras parentales de referencia, que sin embargo ha devenido nociva y limitante. A pesar de sus efectos en ocasiones negativos, en palabras de Erskine (2003), “la sangre (el vínculo biológico) es más fuerte que la psicoterapia”.

Es importante mantener una actitud flexible en cuanto a la aplicación de la técnica en sus distintas fases. Según lo observado en mi práctica profesional, la presencia y la sintonía con lo que deviene figura en el sentido gestáltico en cada sesión, con lo que el paciente “saca a la luz”, tiene más relevancia terapéutica que la intención predeterminada de seguir un protocolo de actuación, sin menoscabo de la gran utilidad de un procedimiento. El sentido común, la intuición, la creatividad y la flexibilidad técnica son claves para la eficacia. En la elección de técnicas la flexibilidad es también importante. Aunque podría pensarse que un trabajo con el estado del yo Padre conlleva un conjunto de técnicas concretas dirigidas a la exteropsique en exclusividad, desde el prisma del Análisis Transaccional me parece necesaria una apertura a la aplicación de técnicas dirigidas hacia los tres estados del yo. El trabajo con la figura parental introyectada puede situarnos ante cualquiera de sus estados en el sentido estructural, como si de un paciente diferente y con la misma estructura psíquica que una persona real, se tratase.

Como comienzo de una reflexión personal deseo compartir algunos aspectos de mi experiencia psicoterapéutica como paciente en relación con los introyectos en el estado Padre del yo, desde un ángulo o “mapa psíquico” distinto, aunque con coincidencias de fondo con el planteamiento hasta ahora aquí expuesto. Me refiero en concreto al punto de vista del Dr. Richard Schwartz, fundador del Center for Self Leadership en Illinois (EE.UU) y su “terapia IFS (Internal Family Systems)” desarrollada desde hace más de dos décadas, y con un énfasis particular en el área de la psicoterapia del trauma. Este enfoque, desde mi punto de vista asimilable a la comprensión de la personalidad desde el Análisis Transaccional y la Psicoterapia Humanista Integrativa, delinea la mente humana como conjunto de subpersonalidades con un rol cualitativo y funcional diferenciado dentro de la personalidad global organizada como sistema. Este estaría conformado por el “Sí mismo” (self), instancia asimilable al concepto transaccional de estado del yo Adulto y dotado de las mismas cualidades esenciales; y por distintas subpersonalidades o partes, de tipos diversos y con características definitorias diferentes, surgidas como mecanismos defensivos o como herramientas psíquicas con objetivos de supervivencia. Estas subpersonalidades son asimilables a los distintos estados del yo desde el punto de vista del análisis funcional transaccional (subpersonalidades parentales críticas, autoritarias, nutritivas, estructurantes,…; subpersonalidades infantiles dañadas, pasivas, rebeldes,…) Las circunstancias vitales traumáticas fuerzan en ocasiones al sistema mental interno a una reorganización alejada de lo saludable, en la que algunas partes son forzadas a adoptar posturas extremas con el objetivo de la defensa de la parte o partes más vulnerables de la personalidad.

Resaltaré los pasos más relevantes en la secuencia de intervención desde el punto de vista de IFS en un trabajo equivalente al realizado con un introyecto en el estado del yo Padre:

  • El paso inicial es la identificación por parte del paciente de la subpersonalidad extrema equivalente a un introyecto (Crítico Interno) por medio de técnicas introspectivas como la visualización.
  • Establecimiento de contacto del psicoterapeuta con el Crítico Interno vía “Sí mismo” (estado del yo Adulto). Petición de permiso para el diálogo.
  • Indagación dirigida al Crítico Interno sobre sus características: autodescripción, funciones, emociones extremas asociadas, identificación del objeto de su defensa (estado del yo Niño dañado), relaciones con otras partes, etc.
  • Reconocimiento y validación de la labor del Crítico Interno a lo largo del desarrollo dentro del sistema de personalidad.
  • Psicoeducación: explicación de su rol extremo actual. Petición de colaboración para el cambio.
  • Aplicación de técnicas para disminuir la intensidad de las emociones asociadas y sustitución de las mismas por emociones positivas.

Aunque la exposición del trabajo con los introyectos desde IFS no es objeto del presente trabajo, pretendo que esta pincelada final deje entrever al lector perspicaz algunas coincidencias esenciales entre estos enfoques psicoterapéuticos distintos, con la intuición de que la investigación en profundidad de dichas coincidencias pueda enriquecer la práctica psicoterapéutica en el ámbito de ambos.

BIBLIOGRAFÍA

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4 Respuestas

  1. Istituto galene dice:

    Hola Sandrá puedes realizar nuestra formación en Psicoterapia o Counselling Humanista Integrtivo, e incorporar más conceptos sobre este tema

  2. SANDRA PERILLA dice:

    me gustaria saber de este tema

  3. institutogalene dice:

    Nos alegra que te haya gustado

  4. Pedre dice:

    Muchas gracias por este artículo

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