Un cuento muy especial

01/07/2014

Nacho Clemente
Nacho Clemente

Nacho nos relata un cuento, una historia sobre unos animalitos muy especiales que se conocieron allá por el 2012. Todo empezó en una casa, una casa en medio de la nada, por fuera parecía una más, una casa corriente, pero poco a poco fueron descubriendo los encantos que tenía por dentro….

Cada animalito vino por un motivo, algunos eran parecidos y otros diferentes, pero todos fueron bienvenidos. Cuando entraron en la casa, había dos animalitos más mayores, por edad y por experiencia. Parecía que estaban muy cómodos en aquel lugar, como si llevaran todo la vida hay dentro, era como su casa, yo creo que en algún momento lo fue. Y hacían que tu también te encontraras como en casa, seguro y protegido.

El grupo de animalitos que entro en esta casa, era muy variado, había conejos, caballos, tortugas, cabras, gatos, perros, gacelas, elefantes y un sin fin de variedad. Pero todos tenían algo en común, les gustaba ayudar a sus amiguitos. Y les dijeron que si entraban en esta casa, les iban a enseñar a como acompañar a los otros animalitos.

Ellos estaban decididos a aprender y a ayudar, pero sin darse cuenta y por arte de magia, ellos fueron los primeros en ser ayudados. Cada uno vino con sus problemillas, había un conejo que no escuchaba bien, el caballo no podía corre todo lo que le gustaría, la tortuga no podía sacar la cabeza par ver el mundo por completo, la cabra siempre tiraba al monte, otros que traían cadenas invisibles, pesos del pasado, cargas de otros y así con cada uno. Otros animales decían «estoy bien”, no me pasa nada. Y con el tiempo fueron descubriendo que tenían molestias de las que no eran conscientes, y como se iban a dar cuenta, si llevaban toda una vida con ese problemilla y ya estaba tan acostumbrado a ellos, que no conocían otra forma de vivir. Pero con mucho amor y cariño, y sobre todo respeto en su tiempo, los animales fueron mejorando. Sabéis, en esta casa nadie te obligaba, era hasta tal punto, que en la puerta había un cartel, “en este lugar hay una máxima, no harás nada que no quieras hacer”.

Fueron pasando los días, y los animalitos se encontraban más a gusto. Hicieron un grupo muy unido, se daban apoyo, se reconocían, se validaban, se daban amor a raudales, sabían que si algo pasaba, algún otro iba a estar para acompañarles. Estaban seguros, que no estaban solos, que eran muchos más, los que estaban pasando por esto. Según avanzaba el tiempo, fueron conociendo a otros animalitos que estaban dentro de la casa. Se encontraban en la parte de arriba. Era un grupo muy especial, eran como ellos. Lo que les diferenciaba, es que habían entrado en esta casa unos años antes. Estos animalitos les guiaron en el camino de aprender a ayudar a otros .Como ellos habían empezado este camino antes, tenían más experiencia y sabían como hacerlo, pero esto no es lo que más destacaría de ellos. Lo que más destacaría es su forma de acompañar, hacían de la distancia cercanía, de lo frío algo caliente, el respeto era su mejor arma. Ellos sabían que lo que les entregaban era una parte suya muy profunda, así que lo trataban con mucho mimo, cuidado y amor. Después como parte de su aprendizaje, tenían que acompañar a otros animalitos y para ello, existía un gran animal, que era casi perfecto. No estaba mucho por la casa, pero de una forma u otra estaba presente en su proceso. A parte de hacer la distancia cercanía y lo frío caliente, hacía que los miedos se convirtieran en superaciones. Nos guiaba con mucha delicadeza y cariño. Este animalillo era fascinante, lleno de sabiduría para transmitir, tiempo para dar en forma de paciencia y mucho mucho amor para repartir. Sin él, el camino es difícil de imaginárselo.

Había otros animalitos que se encargaban de otras funciones muy importantes, un animal que se encarga de algo de cables, otro que nos recibía con una sonrisa al entrar, otro que nos llevaba algo sobre papeles y otros que nos cuidaban el lugar para que estuviéramos cómodos. Sin su aportación, esta casa tampoco funcionaría todo lo bien que lo hace.

En esa casa, aprendieron grandes conocimientos sobre ellos mismos, y sobre como acompañar a los demás. Pero sobre todo, aprendieron a ser mejor personas, y es que eran medio animales medio personas. Aprendieron un máxima, se trata de dar un “buen trato” y lo integraron no solo con las palabras, si no con los hechos. Gracias a todo el buen trato que les dieron allí dentro. “Las palabras se las lleva el viento, los hechos se quedan en el corazón”

Empezó la historia con los abuelitos de esta casa y acaba con ellos. Ellos no estaban siempre físicamente, pero su esencia y potencia nos acompañaba en todo momento. Gracias a su apoyo incondicional, su protección frente a otros, su seguridad, su confianza y su saco de amor infinito, pudimos llegar a lugares muy profundos y lejanos. Conseguimos integrar todo lo aprendido. Si con el gran animal dije que este camino era difícil de imaginárselo, con los abuelos, digo que esta casa es imposible imaginársela sin ellos, porque cada habitación, cada esquina, cada rincón tiene una parte suya.

Gracias al conjunto de este gran grupo de seres vivos, los que estaban ya en la casa y los que vinimos nuevos, se dieron resultados alucinantes.

El conejo podía saltar más alto, el caballo corría más rápido, la cabra ya no iba siempre al monte, el gorrión volaba más alto, el pez nadaba más rápido…Cada animalito, mejoró sus habilidades, eran una evolución de ellos mismos. Y ahora, si que sabían, cómo ayudar a otros animales para que tuvieran un resultado parecido al suyo.

Me dijeron, que estos dos años habían sido un punto de inflexión en su crecimiento, un antes y un después, que lo iban a recordar para todo la vida, y que se llevaban las miradas, los abrazos, los achuchones, las caricias, los gestos, en sus corazones.

A parte de las experiencias, cada uno se llevo un puñado de semillitas, para allá donde fuesen, cultivar todo lo que habían recibido y aprendido. Y así, hacer de este mundo un lugar más cercano, más amable, con más amor, donde vivir que no sobrevivir, sea más agradable.

Y lo mejor del cuento, es que, no es cuento, que esta casa existe, que se llama galene, que los animalitos que estaban ya en la casa, están hoy aquí para acompañarnos una última vez, la que cierra dos años magníficos. Que los animalitos que entraron en el 2012, también están aquí y son grandes personas, y se van a convertir en grandes profesionales counsellor y psicoterapeutas, que no es un sueño y que los sueños se hacen realidad. Hemos tenido la suerte de coincidir durante estos dos años y que esta historia no tiene fin, tan solo un continuará…

Nacho Clemente

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