Palabras de Carmen Gómez-Pimpollo
01/07/2014
Queridos Pepe y Maca, Jesús y todos mis compañeros de ilusiones y fatigas, que con vuestro trabajo y dedicación habéis sido constructores de este momento.
Y no puede faltar un recuerdo especial para Nieves, Vicky, Rozika y Mavi que con su contribución desde secretaría, recepción y servicios, han hecho posible que todo estuviese a punto y que nuestro ecosistema fuese mucho más agradable.
Queridas amigas y amigos:
Llegado este momento me resulta difícil encontrar palabras que añadan algo de novedad. Son tantos los correos que os he hecho llegar a los largo de estos dos cursos de formación, que leerlos tendría que tener también nota.
Vuelvo hacia atrás, a ese primer correo en el que os daba la bienvenida al módulo previo, y a los más rezagados al máster, y me surge una pregunta existencial: pero ¿me queda algo que decir? Y despliego frente a mí un nuevo papel en blanco, con el deseo de que el espíritu de alguno de nuestros antecesores o antecesoras, me inspire una palabra al oído con la que empezar a dar vida a este mensaje.
Y por un momento siento que he tenido suerte, pues por casualidad llegan a mi unas palabras poco conocidas de Antoine de Saint Exupéry: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”.
Y de pronto me entra un ligero escalofrío, me asalta una duda razonable: hemos construido un barco recio, con buenas maderas, de diferentes procedencias, hemos trabajado en equipo y estamos preparadas y preparados para navegar los mares y océanos del counselling y la psicoterapia, pero ¿hemos evocado en vosotras y vosotros ese anhelo de mar ancho y libre?
Os miro en la foto que tengo delante mientras escribo, vuelvo a pasar por el corazón vuestros deseos, inquietudes, luchas, todos los ejercicios que me ha tocado corregir… los momentos en que os he visto trabajaros y acompañar a otros a finalizar sus duelos, y entonces mi corazón se caldea, y nace una respuesta: ¡sí, tienen el anhelo de ese mar!. Y me siento en paz.
En estos dos cursos, no sólo habéis ampliado conocimientos sobre la realidad y sobre quienes sois, también habéis madurado como personas capaces de compromiso. El conocimiento no es neutro, la verdadera sabiduría nos implica y nos complica la vida, nos inspira una nueva forma de ser y estar en el mundo, que nos empuja a transmitir, como por contagio, los valores que nos son esenciales. Ojalá y nos convirtamos en nuestros contextos en virus de un amor sincero y profundo por el ser humano, artífices de una comunicación sana en la que haya espacio para un Yo y un Tu, que nos permita creer y crecer en un Nosotros que no anule ni excluya a nadie, y que respete y cuide el marco en el que vivimos.
Sois buenas y buenos en vuestro oficio, no me cabe duda. La competencia profesional que habéis ido adquiriendo es alta, aunque el miedo a veces no os deje disfrutar de ella todavía. El contexto laboral en el que nos movemos no es fácil y habrá que seguir luchando por hacerse un hueco, aunque contéis con herramientas y calidad como para poder ejercer con excelencia vuestro trabajo. Ahora os asaltan las dudas, los proyectos, las leyes que protegen o dificultan el ejercicio del counselling y la psicoterapia. Todo eso es una realidad que no podemos negar, y por eso os animo a que en los momentos de zozobra evoquéis la libertad del mar y su anchura.
Seguid abriendo las puertas y ventanas de vuestra vida, y leed este momento en perspectiva y con horizonte, desde el corazón de estas bonitas profesiones con las que nos hemos comprometido. Pensadlas y sentidlas con transcendencia, como algo que no se agota en nosotros sino que nos supera y que va más allá de nuestra consulta y también de nuestro tiempo.
Ser counsellor o psicoterapeuta es también un modo de comprender la historia y reconstruir una realidad donde no nos acostumbremos a convivir con tantos sufrimientos sociales que parecen escribir el guión de vida de la humanidad; aunque nos acompañen ya tantos siglos de historia, nadie ha dicho que tengan que quedarse para siempre.
Nuestra sociedad, nuestro entorno más privado y más amplio, necesita personas sanas y sanadoras, que faciliten en este momento histórico espacios para la felicidad y el amor profundos. Y ahí todas nosotras y todos vosotros tenemos una palabra que decir y un corazón que ofrecer.
Quiero finalizar con uno de esos cuentos que circulan por la red, aunque con una pequeña modificación, pues en este caso la protagonista va a ser Mariola, aquella mujer que sólo sabía trabajar y vino a terapia para complacer a su marido, y que después de los trabajos que le propusisteis en su terapia logró encontrarse consigo misma:
Intrigado, le preguntó sobre lo que estaba haciendo, a lo que ella respondió:
– Devuelvo estas estrellas marinas al océano. Como ves, la marea es baja y éstas se han quedado en la orilla, si no las arrojo de nuevo al mar morirán aquí.
– Comprendo –dijo el sabio- pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes devolverlas todas, son demasiadas. ¿No estás perdiendo tu tiempo y haciendo algo que no tiene sentido?
Mariola sonrió, se inclinó y nos hizo un guiño, tomo una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar, le respondió:
– ¡Para ésta si lo tiene!
La vida no necesita héroes sino personas honestas, responsables, enamoradas, congruentes, vulnerables, sensibles, valientes aún con miedo, que saben también de equivocaciones y de pedir perdón, y que viven su día a día con sentido.Vayamos pues a la playa y devolvamos al mar las estrellas que podamos. Y hoy sí, ya puedo deciros: ¡Hola compañeras! ¡Hola compañeros!
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