No te lo tomes como algo personal

01/10/2012

jose zurita

José Zurita

En tu vida cotidiana pasan multitud de acontecimientos. Continuamente nos relacionamos con el mundo exterior y tenemos roces, interacciones, acciones y reacciones. En la mayor parte de las ocasiones la vida fluye afortunadamente sin demasiados problemas, pero esporádicamente nos encontramos con algo que nos toca en lo más hondo.

Hace tiempo, una paciente (pongamos que se llamaba Celia) me relataba bastante angustiada cómo su hijo de cinco años y medio le había dicho algo que le había dolido profundamente. César, el niño, venía de pasar las vacaciones de verano con su padre y se encontraba con la madre tras más de un mes sin verla. Para los hijos de padres separados estos son unos momentos muy delicados en los que suman confusión, abandonos y pérdidas. Celia esa noche llevó a su hijo a la cama y le dijo que ya era momento de dormir, le puso un límite normal y sano de forma cuidadosa, pero… César respondió con un “no te quiero mamá, yo quiero estar con papá”.

Celia sentía que algo se había roto en su interior e interpretaba que era entre su hijo y ella. Lloraba con desconsuelo por el “significado del mensaje de su hijo” mientras yo la acompañaba amorosamente sin palabras, transmitiendo el mensaje de: “estoy aquí, contigo. Tranquila, no estás sola”

¿Qué había pasado en esa escena entre Celia y su hijo? ¿Las palabras de su hijo habían herido a la madre? ¿Qué había que tratar en ese momento de terapia con Celia? Surgían esas y muchas preguntas más que reclamaban respuestas.

Éste es un ejemplo muy frecuente en terapia de cómo un hecho en el presente, aparentemente intrascendente, puede causar tanto daño a la persona, y que el terapeuta debe saber manejar adecuadamente.

En principio, lo prioritario era reconfortar a la Niña de Celia, hacer sentir que no estaba sola, que estaba en unos brazos que le transmitían AMOR (que fue lo que le faltó en el allí y entonces) y que ese AMOR no estaba en peligro.

Cuando dejó de llorar analizamos qué había pasado y descubrimos carencias afectivas importantes de su Niña, y lo importante que era que su hijo la quisiera. Hablamos del Amor incondicional de la madre, de la intencionalidad de la relación entre madre e hijo (que debe ser siempre en el sentido hacia el hijo) de que no tenemos que ejercer la función parental para conseguir el amor de nuestros hijos.

Hablamos de las emociones de César en esos momentos, de lo duro que debía ser estar más de un mes sin su madre, estar todo ese tiempo con un padre que no le ponía límites y que estaba en unas vacaciones sin sus rutinas y ajeno a sus hábitos.

Trabajamos la escena primaria entre la pequeña Celia y su mamá, que era fría, rabiosa y resentida. La falta de presencia protectora y amorosa cuando su padre no estaba. Aquellos tiempos en los que la Niña egocentrista de Celia se explicaba la vida a través de ella misma. Era la causante de las disputas de sus padres, de los enfados de la madre,… y de todos los males del mundo.

…..Y sorprendentemente lo más terapéutico que pasó en aquella sesión fue cuando yo, serio y mirándole a los ojos le dije: “No te lo tomes como algo personal” Celia acusó el impacto de mis palabras y respondió primero con un gesto de extrañeza, que cambió por una sonrisa de su Niña cuando juntó las piezas de ese puzle interno.

Bastante tiempo después Celia me sigue recordando aquella frase que ha hecho suya y que le sirve para no engancharse en esos continuos roces que la vida le proporciona.

Asumir y aceptar la vida como es y que lo que pasa a nuestro alrededor no tiene que ser incuestionablemente por ella y para ella. ….Que las cosas que hacen las personas fundamentalmente tienen que ver con ellos mismos y que es mejor, mucho mejor no tomarlas como algo personal.

Espero que os guste este número de BONDING y lo difundáis entre vuestros amigos y colegas (animarles a suscribirse y así les llegará gratuitamente cada mes) y, ya sabéis que estamos permanentemente en www.bonding.es

Un abrazo a tod@s.
José Zurita

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