Ecología humana y calidad en el trabajo

01/09/2006

Mirar al trabajo con los ojos de la Ecología Humana y la Cultura de la Calidad Total, con referencias occidentales y orientales integradas, es ver cosas muy distintas a las que se suelen ver con los ojos de la Cultura de la Cantidad, tanto en su dimensión mecanicista como humanista, que es la cultura que sigue haciendo del trabajo un mundo de esclavos desde su origen.

Sabemos que el desarrollo humano pasa por una etapa de dependencia exterior, luego por una etapa de independencia en la que existe el riesgo de que muchos se queden atrapados en la falsa identidad de un Yo aislado y aprendido, y finalmente lograr una etapa de realización individual y colectiva donde podamos disfrutar de una alta calidad de vida en relaciones de interdependencia que nos permitan una comunicación con los demás en la que sea posible el trabajo en equipo, la libertad para expresar la diferencia de cada uno y la experiencia de una autoestima incondicional por Ser lo que realmente uno es. El principal obstáculo a salvar para poder entender hoy la cooperación como el único camino es atravesar lo que creemos que es nuestro yo competitivo, que nos encierra y separa en el marco aprendido de yo o tú, para reencuadrar nuestro trabajo en el marco del tú y yo donde las diferencias son trascendidas e integradas por una visión del Ser Humano que nos iguala y permite negociar para ganar todos.

Pero este proceso que, en teoría muchos compartimos, seguimos comprobando que es difícil darle realidad en nuestra vida cotidiana, especialmente en el ámbito laboral. Desde mi deseo de mejorar la salud y calidad de vida en el trabajo, quiero aportar algunas reflexiones para comprender mejor esta grave paradoja.

Todos hemos experimentado la influencia determinante del territorio exterior, cosas materiales y roles o personas que actúan como si fuéramos objetos manipuladores o manipulables, en el espacio interior de los trabajadores, en sus formas de pensar y sentir, individuales y colectivas. Dicha influencia es tan determinante que hace que la mayoría de los seres humanos sigamos todavía viendo sólo líneas verticales, jerarquías que nos encierran en posiciones enfrentadas y repetitivas de uno arriba y otro abajo, o sólo líneas horizontales, para justificar nuestras conductas de seguir dando cabezazos contra la misma pared y conformarnos con que el trabajo sea sólo un medio de vida, es decir, un entorno donde no es posible realizarse como ser humano porque lo único importante son las necesidades corporales más inmediatas, incluso para los que tienen los mejores sueldos.

Hay un experimento con gatos recién nacidos, cuyos ojos están cerrados hasta después de los ochos días de su nacimiento, que puede servir para comprender esta realidad del trabajo. Los gatos fueron colocados en tres cajas distintas. La primera tenía sus paredes internas pintadas con líneas verticales, la segunda con líneas horizontales y la tercera sin ninguna línea decorativa sino pintadas de blanco. Una vez que abrieron los ojos, los gatos estuvieron grabando durante varios días lo que podían ver, hasta que los sacaron y fueron colocados en una habitación normal. Se comprobó que los gatos que vieron sólo líneas horizontales se golpeaban con las patas de las sillas y las mesas, porque no podían ver los objetos verticales; los que vieron sólo líneas verticales se golpeaban con los bordes de los muebles que estaban a la altura de sus ojos, porque no podían ver objetos horizontales; y los que sólo vieron paredes en blanco estaban como locos y en una confusión total.

Hay que tener mucha falta de ignorancia para que no podamos reconocernos el derecho a ser ignorantes y poder aprender las cosas más esenciales que nos pueden ayudar a mejorar nuestra calidad de vida. En mi experiencia personal y profesional compruebo con mucha frecuencia la grave limitación que tenemos para utilizar la primera habilidad de la inteligencia humana, simplemente poder observar y confrontar lo que hay sin hacer interpretaciones defensivas que nos improductivicen. Es lógico que sólo creamos en lo que ya hemos aprendido y que nuestra ignorancia, a la que vemos como el único grado de saber y conocimiento posible, no nos permita ver la realidad, porque nos faltan grabaciones primarias que nos mantienen atrapados en verdades a medias e influidas por intereses alejados de lo que realmente necesitamos como seres humanos. Es como si estuviéramos condenados, a pesar del boom de información que nos rodea, a mirar y no ver, oír y no escuchar, sentir y no percibir. ¡Qué despilfarro de datos y posibilidades para mejorar nuestra calidad de vida!

Con frecuencia se dice que la economía va bien y muchos podemos comprobar y disfrutar los avances técnicos a distintos niveles, pero son pocos los que pueden percibir lo torpes y lentos que vamos a nivel de desarrollo humano porque seguimos, como los pollos de Konrad Lorenz, detrás del triciclo, símbolo del progreso material, que atado por una cuerda que lo mueve, la obsoleta y antihumana visión cuantitativa, nos hace creer que ese objeto mecánico es la gallina llena de vida de la cual procedemos y a la cual estamos determinados a parecernos si nos desarrollamos como lo que somos.

No es muy atractivo o motivador el sentido, lógico y regresivo, que le damos a nuestra vida ni podemos esperar mucho de seres humanos condenados a sobrevivir e identificarse con un móvil mecánico por culpa de una educación y unos aprendizajes, tempranos y no tan tempranos, que sirven de base para adquirir los conocimientos que nos ayudan a sobrevivir, sin llegar a realizarnos en el nivel de super-vivencia que las potencialidades con las que nacemos nos exigen. Hasta los cursos que se dan sobre la Cultura de la Calidad siguen encerrándonos en las mismas cajas o marcos que la Cultura de la Cantidad nos hizo grabar y codificar antes en nuestros cerebros, porque los responsables de los mismos no han atravesado en sus experiencias reales de trabajo los límites, las estructuras y las formas con las que han sido educados. Por desgracia, hasta en la educación de adultos, que tiene que contar más con los intercambios de experiencias entre los participantes, la educación sigue teniendo más de transmisión de conocimientos que de espacios donde cada uno pueda descubrir la Calidad de Ser lo que uno es, única base y guía que nos puede motivar a la mejora continua de nuestras habilidades y a saber hacer lo que estamos haciendo. El bien-hacer sólo puede ser motivador cuando se experimenta como exigencia interna al servicio del Ser del cliente interno y externo, no como un medio de sobrevivir a costa de otros.

Los conceptos e instrumentos de la Ecología Humana aportan un sentido lógico, pero también un sentimiento basado en la inteligencia emocional y social, que facilitan un nuevo marco de referencia donde podamos conocer líneas que van en todas las direcciones, donde sea posible la comunicación productiva y no la manipulación patológica, donde todos busquemos la calidad y no chivos expiatorios, donde nos preocupe la lucha por sobrevivir como Organización y no las luchas internas, donde podamos, en resumen, trascender, trasgredir y transformar todo lo que se opone u obstaculice una calidad de vida basada en una ética que satisfaga nuestras necesidades como seres humanos. Para mí es la tecnología más efectiva actualmente para evitar caer en círculos viciosos o en la confusión total que manifestaron los gatos que no tenían referencias externas, con la diferencia de que para los seres humanos las referencias de la auténtica calidad de vida son internas y analógicas, porque nos hacen más subjetivos pero menos egocéntricos.

Juan Antonio Saavedra

Juan Antonio Saavedra

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