Por detrás de la elección profesional

01/06/2014

José ZuritaLas distintas profesiones tienen rasgos comunes y otros diferenciales. No es casualidad que determinada persona se dedique profesionalmente a una u otra actividad. Nuestra estructura de personalidad juega un papel mucho más importante de lo que habitualmente se cree.

Lo que vivimos en nuestra infancia y cómo lo introyectamos influye en nuestra visión del mundo y en la perspectiva de nuestra mirada, la ética y los valores que aprendimos en nuestra familia de origen, lo que estaba bien y lo que no, forjan una serie de caminos abiertos o cerrados en nuestra vida adulta. Cualidades que unos tienen y otros no son el producto de la decisión adulta ni de la fuerza de voluntad, se construyen desde la niñez y después salen solas.

Por supuesto que no quiero decir con esto que no se pueda cambiar ni que no se puedan adquirir en la etapa adulta. Podemos, aunque nos costará mucho más esfuerzo modificar lo que vivimos de pequeños. A veces no podemos solos y necesitamos una ayuda profesional externa para lograr el cambio. La Psicoterapia se ocupa de esto. Más concretamente, la Psicoterapia Humanista Integrativa acompaña al paciente a que cambie su estructura profunda a nivel emocional y que re-decida sobre aquellas decisiones primarias tomadas en la primera infancia bajo el influjo de su relación parental y el escenario familiar y social en el que se crió.

En nuestro entorno se toman decisiones profesionales demasiado pronto con los consiguientes errores producto de la inexperiencia, de la edad tan temprana o de factores tan poco adultos como estudiar esto o aquello porque “lo estudia mi mejor amiga y así vamos juntas”. ¿Quién no ha oído a alguien decir que estudió una carrera “porque estos estudios no los había en mi ciudad y así podía marcharme fuera de casa” o al contrario estudiar “lo que hay en mi ciudad porque me da miedo salir de casa de mis padres”. En plena adolescencia no se le puede pedir a alguien que elija adultamente lo que va a ser su desarrollo profesional en etapas posteriores. Ya tienen bastante con salir del lío adolescente en el que todos sus pilares de la infancia parecen tambalearse y que las hormonas no dejan pensar en otra cosa que… otras cosas.

Los adolescentes necesitan orientación profesional de los adultos para encaminar sus primeras decisiones hacia algo que luego puedan ejercer de forma exitosa, en función de su personalidad y de sus gustos y afinidades. Y no es buen momento la adolescencia para aceptar ayuda de los adultos cuando la rebeldía suele ser el sitio más visitado.

Yo pienso que el error es confundir lo que se quiere estudiar con lo que se quiere ser de mayor. Creo que la decisión profesional debe tomarse desde cada uno, pensando en cómo quiero vivir mi vida profesional activa. Buscando lo que tiene afinidad conmigo, lo que me sale sin esfuerzo, lo que hago con gusto. Después vendrá el cómo llevar esto a la realidad profesional y cómo diseñar el camino hacia ese objetivo de trabajo adulto.

Si tenemos que ayudar a un adolescente a tomar decisiones profesionales como padres, orientadores o psicoterapeutas, será importante que revisemos primero nuestra relación con él o ella. El vinculo y la confianza serán elementos indiscutiblemente importantes a la hora de que nuestra intervención sea exitosa. El respeto debe ser máximo, renunciando a decirle lo que tiene que hacer, sino acompañándole a que vea por sus propios ojos y llegue desde sí mismo a sus propias conclusiones. Por supuesto que éstas serán distintas a las que cada uno de nosotros habría tomado en su caso, pero así debe ser.

Nuestro modelo será importante, pero deberemos facilitarle el acceso a otros modelos profesionales que de forma respetuosa le muestren su realidad profesional, los pros y los contras de su profesión. Antes debemos pedirle a estas personas que cuando le muestren su profesión, lo hagan sin hacer juicios de valor, dejando que cada uno saque sus propias conclusiones. Tenemos que evitar que tomen decisiones en adaptación, por complacer o simplemente para que “este infierno de no saber qué hacer con mi vida” se acabe pronto.

Y darle tiempo. Necesitan tiempo para decidir el camino de su vida. Muchas veces la presión que sienten por “tener que decidir” es tan angustiante que esa ansiedad impide la toma de decisiones de forma adecuada. Hay personas que necesitan “perder un año” para encontrar su sitio. Con la perspectiva que da la edad y la experiencia sabemos que un año no es demasiado importante en la mayoría de los casos y se puede aprovechar para formarse en otras cosas no académicas que le serán de mucha ayuda en su vida adulta y profesional. El recurso de irse un año a Londres a aprender o perfeccionar el inglés puede ser una forma de darles el tiempo que necesitan para aclararse y decidir.

De los padres incorporamos muchos elementos tanto genéticos como psicosocioemocionales y educativos indiscutibles que nos afectarán en mayor o menor medida en función de una serie de factores. Si el hijo es del mismo sexo o no, y si se identifica con esa figura parental como modelo adulto o no. Si la relación entre los dos es buena, mala o regular, es decir, si el filtro que nos distorsiona la mirada del otro en función de los problemas no resueltos con él, es mayor o menor. En la herencia genética no voy a entrar por incuestionable e inevitable, y porque no se sabe hasta dónde llega su implicación en lo que de verdad “heredamos” de nuestros padres.

Los juegos psicológicos que se jugaban en la familia y, con mucho más impacto, la posición en el triangulo dramático (Salvador, Víctima o Perseguidor) que ocupaba más frecuentemente en la infancia también serán factores que empujarán hacia una u otra profesión. Debo aclarar que la clave para ver este factor será cuál de los dos roles Salvador o Perseguidor se utilizaba más en la infancia y juventud para salir de la Victima. Los Salvadores buscamos profesiones de ayuda como la medicina, la psicología, el trabajo social, la enfermería, también los bomberos, los trabajadores de ONG, y tantos otros que se ocupan de ayudar a los demás. Cuando el rol del Triangulo Dramático más utilizado en la infancia es el de perseguidor, será más fácil que los estímulos profesionales que llaman la atención vayan hacia algún tipo de policía, inspector de hacienda, fiscal, etc. No es difícil entender que en mi caso ser un Salvador nato haya jugado un papel importante en que hoy sea médico – psicoterapeuta. Por supuesto que no hablo de un solo factor como causa de la toma de decisiones, muy al contrario pienso que la complejidad es grandísima.

Otra influencia con muchísima importancia es lo Transgeneracional. De dónde venimos, cuáles fueron las realidades de nuestros ancestros, qué modelos nos dieron, lo que nos muestra su historia y el ejemplo de sus vidas. Por supuesto esto está condicionado por la lectura que hicieron nuestras figuras parentales de la historia familiar y según el filtro que ellos pusieran, así nos llegó la historia y sus moralejas. Y cuando hablo del filtro me refiero a algo tremendamente complejo. Cómo juzgaba mamá o papá lo que su ancestro hizo o dejó de hacer, el impacto positivo o negativo que tuvo en la familia, cómo se lo contaron a ellos y cómo lo vivieron también influirá en el impacto y el signo de la influencia Transgeneracional. En las familias en las que hay un antepasado que alcanzó gran notoriedad, ya fuera artista, político, intelectual, empresario, etc. puede haber diferentes lecturas. Yo trabajé con dos pacientes en los que su padre fue hijo de un político de peso, el mensaje del padre en el caso del hijo fue de frustración por no llegar nunca a su altura y la rabia de tener un padre ausente que siempre estaba ocupado. Su hermana, sin embargo, incorporó ese mismo modelo familiar como un permiso para llegar a donde se propusiera. Ella, al no identificarse con el padre, se protegió ante la frustración del padre y esto hizo que no se ocultase el permiso para triunfar por detrás del conflicto no resuelto de su padre.

Lo que buscamos en un proceso de psicoterapia es descontaminar la influencia de estas circunstancias del pasado para que el adulto del paciente redecida sus posiciones desde la salud psicoemocional y se pueda apegar a su vida adulta, en este caso a la vida profesional en profundidad. Con esto la calidad de vida que se genera será mucho más alta, y la actividad profesional será mucho más productiva y gratificante. En algunos casos que he tratado en el pasado este trabajo terapéutico conlleva un cambio de profesión, pues los intereses adultos del aquí y ahora no coinciden en nada con las elecciones del pasado. Entonces tendremos que trabajar con el paciente casi desde cero, aprovechando sus cualidades y explorando su realidad adulta para poder encontrar un objetivo realista y factible. Trabajaremos indagando lo que sabe hacer, lo que le gusta hacer, lo que le hace vibrar por dentro, lo que haría por diversión o lo que haría sin que le pagasen. Valoraríamos también su edad y circunstancias personales, el tiempo del que disponemos para lograr resultados positivos que estén en línea con su objetivo.

Haciendo un buen proceso de psicoterapia podemos ayudar a nuestro paciente a desbloquear barreras arcaicas, descontaminar interferencias en la visión de su vida profesional, tomar decisiones adultas adecuadas, y así conseguir que la persona afronte con éxito su desarrollo laboral y que su vida adquiera otro tono más productivo y amable.

José Zurita Díaz. Médico – Psicoterapeuta.
Director del Instituto Galene. Madrid

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