Vergüenza y reivindicación de uno mismo: perspectiva de análisis transaccional e intervenciones clínicas (Parte 1)
01/02/2003
Parte I | Parte II
La vergüenza y la reivindicación son mecanismos protectores que ayudan al individuo a evitar la vulnerabilidad a la humillación y a la pérdida de contacto en la relación. Cuando una relación es corrompida por la crítica, el ridículo, la culpa, el ignoramiento u otras conductas humillantes, el resultado es una vulnerabilidad en la relación. El contacto o la proximidad es interrumpida. La vergüenza y la reivindicación resultan de la desgracia humillante o el reproche y una pérdida de autoestima.
Tanto la vergüenza como la reivindicación reflejan las defensas usadas para evitar experimentar la intensidad de cuán vulnerable e indefenso es el individuo a la pérdida de relación. Simultáneamente, la vergüenza es una expresión de una esperanza de que la otra persona tomará la responsabilidad de reparar la ruptura en la relación. La reivindicación implica una negación de la necesidad de relación.
Una Experiencia Personal
Hace unos años un colega me telefoneó y criticó mi conducta, definiendo mi motivación como patológica. Aunque me disculpé, intenté explicar la situación, e intenté rectificar el problema escribiendo, la relación previamente cálida y respetuosa terminó en una falta de comunicación.
En cada intento subsiguiente de hablar con esa persona, tropecé con mis propias palabras, me vi a mí mismo como un inepto, y evité hablar sobre mis sentimientos y sobre mi relación. La experiencia de ser humillado por un colega respetado me dejó sintiendo vergüenza debilitadora. Deseé una reconexión. Deseé que la persona se interesara por mis sentimientos y nuestra falta de contacto y reconociera y respondiera empáticamente y recíprocamente a la experiencia humillante que yo había tenido en la conversación telefónica original.
El sentido de vergüenza y deseo me impulsó a examinar mis reacciones internas a la humillación. En mis sesiones de psicoterapia reexperimenté ser un niño en el segundo y tercer grado de escolarización, lleno de miedo y adaptándome a un profesor altamente crítico. El beneficio personal de la psicoterapia fue un reclamo de la sensibilidad hacia otros y a mí mismo y un sentido personal de alegría. El beneficio profesional de resolver mi vergüenza fue una evolución en los métodos terapéuticos y las interacciones en mi práctica clínica. Se me encaró con varias cuestiones: ¿Cómo y cuando defino a la gente? ¿Adscribo a la motivación más que facilito a la autocomprensión de la persona y su conducta? ¿Cuál es el efecto de mi afecto interior o conducta en la otra persona? ¿Estoy, en mi intento de ser terapéutico, indicando al cliente, “algo está mal en ti?”
Las ideas teóricas sobre la vergüenza y la reivindicación y las intervenciones clínicas presentadas en este artículo son el resultado de varios años de mi investigación de mis errores como terapeuta, las rupturas que he creado en la relación terapéutica con clientes, y los métodos que pueden incrementar el sentido de vergüenza de un cliente. Una aproximación respetuosa a la experiencia fenomenológica de cada cliente del proceso de nuestra terapia aportó una exploración, transacción por transacción de mis fallos empáticos, malas percepciones de niveles de funcionamiento, y desarmonizaciones afectivas- las interrupciones en la relación de contacto. Cuando tomo la responsabilidad por las rupturas en la relación terapéutica, mi terapia se enfoca en la armonización con la experiencia afectiva del cliente, y en la respuesta con un afecto recíproco. Mi implicación terapéutica está en mi consistencia, responsabilidad, y seguridad. Es en la exploración y la resolución de las rupturas en nuestra relación que puedo ser más efectivo al descubrir las creencias que determinan las experiencias interpersonales significativas en la vida de mi cliente.
La psicoterapia de análisis transaccional en los 70 y a principio de los 80 estaba marcada por la definición de las conductas de los clientes y estaba sesgada por métodos clínicos que empatizaban la explicación, confrontación, y el cambio de conducta. Tales métodos a menudo ensombrecen temas relacionados con vergüenza y reivindicación. Definir el sentimiento de un cliente como un Racket, o la conducta como un juego o como un guión es adverso para resolver problemas psicológicos que se originan en la experiencia de humillación, negligencia, o abuso.
Definir a alguien, incluso agudamente, puede devaluarle y humillarle. Explorar en la experiencia de otro, su motivación, auto definición, y el significado de su conducta evita la humillación potencial. Responder con empatía y armonización refuerza a la persona a expresar totalmente sentimientos, pensamientos, percepciones, y talentos. La exploración, armonización, y la implicación invitan a una revelación del significado subyacente y de la motivación inconsciente.
La práctica clínica y el desarrollo teórico pujan uno con otro en el proceso de evolucionar. Intervenciones clínicas que hacen uso del respeto (Erskine & Moursund, 1988); transacciones empáticas (Clark, 1991); Compromiso emocional (Cornell & Olio, 1992); la exploración, armonización e implicación (Erskine, 1991; Erskine, 1993; Erskine & Trautmann, 1993) han revelado que la vergüenza y las fantasías auto protectoras son dominantes en las vidas de muchos clientes. Sin embargo, estos fenómenos no se han integrado adecuadamente con una teoría de análisis transaccional de Estados del Yo y guiones. La experiencia clínica ayudaba a desarrollar una comprensión teórica que mira la vergüenza y la reivindicación como dinámicas intrapsíquicas arcaicas diseñadas para proteger al individuo del reproche, humillación, y la pérdida de contacto en la relación. La vergüenza arcaica sin resolver incrementa el dolor de cualquier crítica. El conflicto intra psíquico arcaico añade una toxicidad que inunda la humillación con vergüenza debilitadora o defensiva.
La Literatura
En la literatura del análisis transaccional, la vergüenza y la reivindicación han recibido poca atención como tópicos teóricos o como áreas de importancia clínica. Oblicuamente, Berne (1972), Ernst (1971), y Erskine y Zalcman (1979) todos presentaban unas bases teóricas para la comprensión de la posición existencial y creencias de guión relacionadas con la vergüenza. La descripción de Erskine (1988) del Estado de Yo Niño se defiende contra los conflictos intrapsíquicos, cuando es elaborada para incluir afecto y fantasía, aporta una teoría del Estado del Yo para la comprensión de las dinámicas de la vergüenza y la reivindicación.
English (1975) se dirigía directamente a la vergüenza y el control social, describiendo la vergüenza como “ el precio de la internalización del niño de un específico mensaje de control desde su familia y cultura”. Ella continuó diciendo que el efecto es la inhibición, limitación, y control de la curiosidad expansiva”. English empatizaba que el acto de avergonzar niños sirve a “ la función de adaptar al niño a la civilización de la familia, para mejor o peor”.
Recientemente, Klein (1992) definía la reivindicación como “el núcleo de las estructuras defensivas de nuestros egos”. Ella indirectamente relacionaba la defensividad de la reivindicación con la vergüenza cuando describía la reivindicación como “ el camuflaje de nuestra autoestima negativa”
Aunque Berne (1972) y Ernst (1971) no escribían específicamente sobre vergüenza o reivindicación, las dinámicas relacionadas con estos sentimientos están reflejadas en las posiciones existenciales de “ Yo no estoy bien – Tú estás bien” o en la defensa “ Yo estoy bien – Tú no estás bien”.
La literatura de psicoterapia sobre la vergüenza y la reivindicación ha sido también escasa, aunque recientemente el concepto de vergüenza ha recibido creciente atención. Goldberg comenzaba Vergüenza comprensiva (1991) trazando el origen de la palabra moderna inglesa “shame” (vergüenza) del Indo Europeo “schame”, que significa “esconder” o “ cubrir”. Él continuaba con ejemplos de casos clínicos de cómo individuos esconden y cubren sus siguientes incidentes de insulto o desgracia. Cada uno de los ejemplos de Goldberg sobre vergüenza reflejaban degradación o experiencias humillantes infligidas por la conducta de otra persona. De acuerdo con Goldberg, la vergüenza es causada por “la pérdida de conexión afectiva con otros que son significativos, que son, o se creen que son, necesarios para la supervivencia psicológica y física de uno”. (p. 59). El resultado es la pérdida de autoestima y el ocultamiento protector de una baja autoestima ante otros, así como ante posibles reproches e insultos futuros. La vergüenza representa un miedo especial- “como un instinto de auto preservación” (p 18), como “un vehículo silencioso que guarda un secreto a la desgracia” (p 22). En esencia, la vergüenza es una experiencia solitaria aunque auto protectora. Sin embargo, Goldberg también ve la vergüenza como “ lo crucial de la libertad humana”, con un potencial constructivo (1990, p 591).
Lynd (1958), uno de los escritores más tempranos sobre la vergüenza, definía la vergüenza como un sentido de injuria a la confianza de uno mismo y otros. Lewis (1971) describía la vergüenza como una reducción de la autoestima y en la estima de los otros resultando en furia o ira que funciona para reganar un sentido de ser valorado. Wilson (1990), escribiendo para una audiencia profana, dijo, “la vergüenza es un sentido fuerte de ser únicamente diferente y menos que otros seres humanos” (p25).
Kaufman, en La psicología de la vergüenza (1989), escribió:
“Fenomenológicamente, sentir vergüenza es sentirse visto en un sentido dolorosamente disminuido. (p 17). La vergüenza es el recurso de lo que ha sido referido como heridas narcisistas o injurias.(con) baja autoestima, pobre concepto de uno mismo, o imagen auto disminuida. (p 25).”
“La vergüenza se vuelve activada cuando las expectativas fundamentales de un otro significativo (escenas imaginadas de necesidad interpersonal) o aquéllas expectativas igualmente fundamentales de uno mismo (escenas imaginadas de propósito) son repentinamente calificadas como equivocadas o son frustradas.(p 35).”
Silvan Tomkins (1963) describió la vergüenza como uno de los nueve afectos humanos: como “el afecto de la indignidad, de transgresión y alienación” ( p 18). Como uno de los primeros psicólogos que investigaron seriamente las emociones, Tomkins (1962, 1963, 1991) fue pionero al elaborar la teoría que dio voz a las observaciones clínicas de muchos terapeutas del juego entre afecto, percepción, cognición, reacciones físicas, y la conducta. Tomkins estaba particularmente interesado en gestos faciales, respiratorios y corporales como una expresión de varios afectos y cómo las emociones sirven como el sistema motivacional primario de los seres humanos. El describía la vergüenza como un afecto en un continuo con humillación, siendo la vergüenza de menor intensidad y la humillación relacionada con la aparición de un afecto mucho más grande. Aunque Tomkins teorizaba que la vergüenza estaba entre los nueve afectos primarios humanos que motivaban la cognición y la conducta, él describía la vergüenza como apareciendo siempre en presencia de otras emociones. La vergüenza sirve como un impedimento para la expresión del interés, excitación o alegría, e interfiere con el placer de una experiencia.
Nathanson (1992) aplicaba la teoría del afecto de Tomkins- específicamente en lo que se relaciona con la vergüenza y el orgullo- a descripciones de la vida diaria y a psicoterapia y psicoanálisis. Los escritores psicoanalíticos han ignorado generalmente el tema de la vergüenza. Desde una perspectiva psicoanalítica la vergüenza es una resistencia- una formación de una reacción que trata la conversión de lo que es fenomenológicamente experimentado. La vergüenza es vista como inhibiendo los impulsos exhibicionistas disfrazando los deseos prohibidos desde la conciencia (Goldberg, 1991).
Erikson ( 1950, 1959, 1968) fue uno de los primeros teóricos en prescindir de la teoría instintiva de Freud y la importancia central de la culpa en ese paradigma. En vez de eso, él escribió sobre el desarrollo ontológico de la identidad a través del ciclo de la vida. El describió ocho estados de desarrollo o crisis a través de las cuales los individuos forman y refinan sus identidades- una aproximación personal a verse uno mismo y al mundo. El segundo estado de Erikson centrado en un sentido de autonomía versus vergüenza y duda. Él (1968) escribió que igual que la autonomía y el orgullo emanan de un sentido de bondad interior, así la duda y la vergüenza derivan del sentido de la maldad: “un sentimiento de autocontrol sin pérdida de autoestima es la fuente ontogenética de un sentido de libre voluntad. Desde un sentido inevitable de pérdida de autocontrol y sobre control parental viene una propensión a la duda y la vergüenza” (p 109). La calidad de la relación entre niño y padre es el factor primario en sí, el niño desarrolla un sentido de ser impotente, inhibido, y avergonzado. “la calidad de la autonomía que los niños desarrollan depende de la habilidad de sus padres para garantizar la autonomía con dignidad y un sentido de interdependencia personal que ellos derivan de sus propias vidas” (Erskine, 1971, p 60). La vergüenza resulta cuando los padres recurren a la burla, que impulsa al niño a abandonar los deseos y los intereses; la duda resulta de sobrecontrol externo que roba al niño el sentido de eficacia- que él o ella es capaz de controlarse a sí mismo-a. (Wolf, 1988).
Lewis (1971, 1987), siguiendo las ideas de Erikson, parecía ser uno de los primeros escritores psicoanalíticos en relacionar el fenómeno de la vergüenza con la práctica clínica. Ella empatizaba el esfuerzo de recuperar un sentido de ser valorado siguiendo una pérdida de valor o de estima a los ojos de los otros o de uno mismo. Wurmser (1981) describió la vergüenza como relacionada a creencias sobre algo equivocado con uno mismo, es decir, “soy débil”, “estoy sucio”. Basch (1988) dio a la vergüenza un lugar significativo dentro de la teoría psicoanalítica de la psicología de uno mismo. Él describió la vergüenza como “una emoción dolorosa …una maniobra básicamente protectora” (p 136) que pone un final a la auto expresión o las expectativas. Tanto Kohut (1977,1984) como Morrison (1987) relacionaban el origen de la vergüenza con experiencias de fracaso empático en la vida corriente y también, importantemente, con sentimientos de inseguridad resultando de fracaso empático parental desde la niñez temprana.
Sullivan (1954) describió la dinámica de la vergüenza con el término ansiedad:
“ En lo que yo uso el término, la ansiedad es un signo de que la autoestima de uno está en peligro… La ansiedad es una señal de peligro del auto respeto, a la situación de uno a los ojos de personas significantes presentes, incluso si son sólo figuras ideales desde la niñez” (p 207).
Sullivan también describió cómo usa la gente la ira y la “incomprensión” para evitar la ansiedad de “descenso previsto de autoestima” (p 207).
La reivindicación ha recibido incluso menos atención en la literatura psicoanalítica que la vergüenza. La literatura sobre el tratamiento de los desórdenes narcisistas es un área en la cual los escritores han implicado una conexión directa entre la humillación, vergüenza, baja auto evaluación, ira, y reivindicación (Kohut, 1978; Lewis 1987; Modell 1986; Morrison 1986; Reich 1986; Wurmser 1987). Bursten (1973) describió la adopción de una estancia de arrogancia, auto glorificación, y agresividad con reparación de la vergüenza. Bach definió la grandiosa fantasía narcisista como una defensa contra un “defecto en el sentido de uno mismo que requiere una sobrecompensación inusual” (p 93). La sobrecompensación es desarrollada a través de fantasías rígidas de uno mismo, una defensa contra la vergüenza y la baja estima causada por experiencias humillantes con otros. Horowitz (1981) relacionaba la ira de reivindicación y la atribución de la culpa a otros como una defensa contra el insulto y la vergüenza. Basch (1988) aportaba un ejemplo clínico del reverso del insulto y la vergüenza en el caso de una mujer que era terriblemente humillada y fantaseaba con la venganza como un rechazo de su sentido de la vergüenza. Goldberg (1991) relacionaba tales fantasías con un intento de ganar control sobre la falta de poder. Wallace y Nosko ( 1993) describieron cómo la ira y la violencia sirven como un medio de evitar el sentido de abandono unido a la vergüenza en hombres que pegan a sus mujeres. Aunque la reivindicación no ha recibido adecuada atención en la literatura clínica o teórica, los autores que describen el fenómeno implican que la reivindicación es un proceso defensivo usado para evitar un sentido de vergüenza y los recuerdos o la anticipación de la humillación y el reproche.
Los métodos clínicos para el tratamiento de la vergüenza y la reivindicación que empatizan el respeto, la armonización, y una relación de contacto están más completamente desarrollados que una perspectiva teórica en este área. La distinción entre vergüenza y humillación necesita ser clarificada. ¿Es la vergüenza un afecto humano innato o una combinación de procesos intrapsíquicos que incluyen las emociones, los sistemas de creencias, y los procesos defensivos? ¿Es la vergüenza una reacción a la conducta corriente de otros, el resultado de unas introspecciones arcaicas, o una posición existencial? Más aun, ¿cómo pueden ser explicados estos fenómenos en el marco de una teoría del análisis transaccional?
Vergüenza: Una clarificación teórica
La vergüenza es un proceso autoprotector usado para evitar los afectos que resultan de la humillación y la vulnerabilidad a la pérdida de contacto-interrelación con otra persona. Cuando niños, e incluso adultos, son criticados, devaluados, o humillados por personas significativas, la necesidad de contacto y la vulnerabilidad al mantener la relación pueden producir un afecto defensivo autoprotector y una conformidad con las definiciones impuestas disminuidoras. La vergüenza es un proceso complejo que implica:
1) un concepto de uno mismo disminuido, una disminución del valor de uno mismo en unión con la humillación externa y la crítica introyectada;
2) un desplazamiento defensivo de la tristeza y el miedo; y
3) una negación de la ira.
La vergüenza implica una negación de la ira para mantener la apariencia de una relación conectada con una persona que estimula relaciones humillantes. Cuando la ira es negada un aspecto valioso de uno mismo se pierde: la necesidad de ser tomado seriamente y respetuosamente, y la necesidad de tener impacto en la otra persona. El valor de uno mismo es disminuido.
La vergüenza también implica un desplazamiento de los afectos de tristeza y miedo: la tristeza de no ser aceptado como uno es -con las propias urgencias de uno, deseos, necesidades, sentimientos, y conductas- y el miedo al abandono en la relación por causa de quién uno es . El miedo y la pérdida de un aspecto de uno mismo alimenta la tendencia hacia la sumisión una disminución de la propia autoestima para establecer confluencia con la crítica y/ o la humillación.
La sumisión a la humillación, el desplazamiento del miedo y la tristeza, y el desconocimiento de la rabia producen el sentido de vergüenza y duda descrito por Erikson (1950). Escribiendo desde una perspectiva feminista sobre la terapia de relación, tanto Miller (1987) como Jordan (1989) validan esta explicación relacionando la vergüenza con la pérdida de conexión humana.
“La vergüenza es sobre todo un sentido de no validez para estar en conexión, un sentido profundo de no ser amado, con la consecuente inadvertencia de la propia necesidad de querer conectarse con los otros. Asi como la vergüenza implica una extrema conciencia de uno mismo, también indica poderosos anhelos de relación.” (Jordan, 1989, p 6)
Kaufman (1989) similarmente expresaba que la vergüenza refleja la necesidad de contacto en la relación: “En el medio de la vergüenza, hay una añoranza ambivalente por la reunión con quienquiera que nos avergonzó.”(p 19). La vergüenza es una expresión de una esperanza de que el otro tomará la responsabilidad de reparar la ruptura en la relación.
Tomkins, (1963) escribió que la vergüenza es el afecto presente cuando ha habido una pérdida de dignidad, transgresión y alienación. Él implicaba que la vergüenza es un afecto diferente en naturaleza y función de los otros ocho afectos en su esquema teórico. El afecto de la vergüenza, de acuerdo con Tomkins sirve como una alternativa o impedimento a otros afectos- una defensa contra el interés y la alegría. Las ideas de Tomkins se comparan con las observaciones de Fraiberg (1982/ 83) sobre la formación de defensas psicológicas en niños. Ella describió el proceso de “transformación de afecto” (p 71) en el cual un afecto es substituido o transpuesto por otro cuando el afecto original fracasa al crear el contacto necesario entre el niño y el adulto cuidador, a veces tan pronto como a los nueve meses de edad. Cuando el niño es humillado, el miedo a la pérdida de relación y la tristeza de no ser aceptado se convierten en el afecto de la vergüenza. La vergüenza está compuesta de tristeza y miedo, el rechazo de la ira, y un bajo concepto de uno mismo- junto con la humillación.
Esta sumisión a la humillación asegura una relación continuada y, paradójicamente, también una defensa. Esta disminución protectora de la autovaloración es observable entre animales salvajes cuando un animal se encoge en presencia de otro para evitar un ataque y para garantizar la aceptación. Es autoprotector bajar el estatus de uno para alejar la agresión cuando una pelea por la dominancia pudiera ocurrir. El autoconcepto disminuido o la autocrítica que es una parte de la vergüenza disminuye el dolor de la ruptura en la relación mientras al mismo tiempo mantiene una apariencia en la relación. La a menudo citada frase del entrenador de boxeo, “pégales con toda tu fuerza” (“de beat´em to the punch”, en el original, N.T.) describe la función de la baja autoestima contra la posible humillación de los otros. Sin embargo, el golpe es dirigido a uno mismo en forma de baja autovaloración.
Vergüenza y Reivindicación: una perspectiva de AT
Las formulaciones de una teoría de análisis transaccional de la vergüenza y la autorectitud requieren que los conceptos estén integrados en la teoría de los Estado del Yo y la teoría del guión. Para llegar a un entendimiento de cómo funcionan los fenómenos de la vergüenza y la reivindicación dentro de los Estados del Yo, es esencial que los conceptos usados estén claramente definidos. Berne (1972) recomendaba que las discusiones teóricas permanezcan en un grupo dado de conceptos y definiciones para que las definiciones usadas “pertenezcan al mismo marco o vengan del mismo punto de vista” (p 412). Las siguientes definiciones de los Estados del Yo son aportadas como un marco conceptual para tal exploración teórica. Muchas de ellas se extraen y se apoyan en el material que previamente he publicado (ver Erskine, 1980, 1988, 1991, 1993; Erskine & Moursund, 1988).
Estados del Yo
En 1961 Berne definió los Estados colectivos del Yo Niño como un Yo arcaico compuesto de fijaciones de estados de desarrollo más tempranos: como “reliquias de la propia niñez del niño” (p 77). El Estado del Yo Niño es la entera personalidad de la persona tal como él o ella eran en ese periodo de desarrollo previo (Berne, 1958/1977,1961, 1964). Cuando se funciona en un Estado del Yo Niño la persona percibe necesidades internas y sensaciones y el mundo externo como él o ella hizo en una edad de desarrollo previa. “Esto incluye las necesidades, deseos, urgencias, y sensaciones; los mecanismos de defensa; y los procesos de pensamiento, percepciones, sentimientos, y conductas de la fase de desarrollo donde aparece la fijación.” (Erskine, 1988 p 17). Las fijaciones del Estado de Yo Niño ocurrieron cuando las necesidades críticas de contacto en la niñez no fueron satisfechas, y el uso de defensas del niño contra la incomodidad de las necesidades no encontradas se volvían habituales (Erskine 1980).
Los Estados del Yo Padre son las manifestaciones de las introyecciones de las personalidades de la gente real como fueron percibidas por el niño en el momento de la introyección (Erskine, 1988; Loria 1988). La introyección es un mecanismo de defensa frecuentemente usado cuando hay una falta de contacto psicológico entre un niño y los adultos responsables de sus necesidades psicológicas. La introyección es una identificación inconsciente con las creencias, sentimientos, motivaciones, conductas, y defensas del otro. El otro significativo es hecho parte de uno mismo, y el conflicto resultante de la falta de satisfacción de la necesidad es internalizado para que el conflicto pueda aparentemente ser manejado más fácilmente. (Perls, 1977; Rosenfeld, 1978).
Los contenidos del Estado del Yo Padre pueden ser introyectados en cualquier momento de la vida y, si no son reexaminados en el proceso de desarrollo posterior, permanecen no elaborados o no integrados en el Estado del Yo Adulto. El Estado del Yo Padre se constituye de pedazos ajenos de personalidad, enmarcados en el Yo y experimentados fenomenológicamente como si fueran los de uno mismo, pero, en realidad, forman una personalidad prestada, potencialmente en la posición de producir influencias intrapsíquicas en los Estados del Yo Niño.
El Estado del Yo Adulto consiste en desarrollo emocional, cognitivo y moral; la habilidad de ser creativo; y la capacidad para el compromiso total en las relaciones significativas. El Estado del Yo Adulto da cuenta de lo que pasa e integra lo que está pasando momento a momento internamente y externamente, de experiencias pasadas y sus efectos resultantes, y las influencias psicológicas e identificaciones con otra gente significativa en la vida de uno.
La vergüenza arcaica es una expresión interna de un conflicto intrapsíquico entre un estado reactivo del Niño y un estado influyente del Yo Padre. Cuando un Estado del Yo Niño es activo, (subjetivamente informado o conductistamente observable), está catectizado por una teórica inferencia del Estado del Yo Padre y está influyendo intrapsíquicamente (Berne, 1961;1964). “El individuo manifiesta una actitud de sumisión infantil” (Berne, 1961 p 76) y puede hacer uso de las defensas infantiles como el evitamiento, la congelación o la lucha (Fraiberg, 1982/1983); la fragmentación del Yo (Fairbairn, 1954); la transformación de afecto y la inversión de la agresión (Frairberg, 1982/1983); y la fantasía (Erskine, 1988, p 18; Erskine & Moursund, 1988, p 23).
Berne (1961) describió las dinámicas intrapsíquicas de los Estados del Yo como representando “las reliquias del infante que una vez existió realmente, en un esfuerzo con las reliquias de los padres que una vez realmente existieron” por eso “replican las luchas reales de la niñez por la supervivencia entre gente real, o al menos esa es la manera en que el paciente lo experimenta” (p 66).
El conflicto intrapsíquico es en parte mantenido por la necesidad del niño de relación (Fairbairn, 1954), atracción (Bowlby, 1969), o el contacto (Erskine, 1989) y la defensa del Estado del Yo Niño contra la consciencia completa de las necesidades de contacto, atracción y relación. Estas necesidades son evidentes en la lealtad psicológica al estado intrapsíquicamente influyente del Estado del Yo Padre (Erskine, 1988, 1991). La lealtad está en el evitamiento defensivo de la realización “Mis necesidades psicológicas fueron descontadas” o en la fantasía inconsciente “ si soy lo suficientemente bueno, mis necesidades serán satisfechas. ”
De cara a establecer una teoría analítica transaccional que describe el fenómeno de la vergüenza y la reivindicación, los términos humillación y transacciones humillantes son usados aquí para referirse a las interacciones que suceden entre gente cuando una persona degrada, critica, define o ignora al otro. Los términos vergüenza y reivindicación son usados para referirse a las dinámicas intrapsíquicas que ocurren dentro de un individuo y que pueden describirse como la influencia del Estado del Yo Padre, sumisión/conformidad y /o sistemas arcaicos de defensa. Cuando el sentido de la vergüenza se ha fijado, representa un conflicto intrapsíquico entre un estado exteropsíquico influyente del Yo y un estado arqueopsíquico defensivo y conformista del Yo: ese niño que anhelaba una relación. “la fijación se refiere a un modelo de afecto, conducta o cognición desde un estado anterior de desarrollo que persiste y puede dominar la vida posterior.” (Erskine, 1991, p 69). Son las defensas fijadas que mantienen al Yo en estados fragmentados e interfieren con la integración de experiencias arcaicas en un Yo Adulto (Erskine & Moursund, 1988).
Una Fantasía Defensiva
Como un proceso de desarrollo normal, los niños pequeños a menudo usan la fantasía como una manera de aportar controles, estructura, crianza, o cualquier cosa que se haya experimentado como perdido o inadecuado. La función de la fantasía puede ser estructurar la conducta como una protección de las consecuencias o para aportar amor y apoyo cuando los cuidadores reales son fríos, ausentes o abusivos. La fantasía sirve como un amortiguador entre las figuras reales parentales y los deseos, necesidades, o sentimientos de los niños. En familias o situaciones donde es necesario reprimir una consciencia de necesidades, sentimientos, y recuerdos para sobrevivir o ser aceptados, la fantasía autocreada puede ser fijada y no integrada con aprendizaje de desarrollo posterior. Con el tiempo, la fantasía funciona como un reverso de la agresión: La crítica, devaluación, y la humillación a la que el niño puede haber sido sujeto son amplificadas y vueltas contra él como en la autocrítica. Tales fantasías basadas en la vergüenza sirven para mantener una ilusión de compromiso a una relación cuando la relación actual puede haber sido rota con la humillación.
Muchos clientes informan de un persistente sentido de vergüenza acompañado por autocrítica degradante. Ellos repetidamente imaginan fracasos humillantes en la realización o la relación. En la fantasía ellos amplifican la sumisión con la crítica y humillación introyectada mientras se defienden contra los recuerdos de la tristeza original de no ser aceptados como uno es y el miedo al abandono por quien uno es. Cuando los recuerdos de tempranas humillaciones traumáticas son defensivamente reprimidos, pueden reemerger en la conciencia como fantasías de fracasos futuros o degradación. La autocrítica y la fantasía de fracaso humillante sirven dos funciones adicionales: mantener la renuncia de la ira y proteger contra el trauma de críticas futuras y degradación.
La Reivindicación: Una doble defensa
La reivindicación sirve a una función más elaborada que los aspectos defensivos de la vergüenza. La reivindicación es una fantasía auto generada (en ocasiones manifestada en transacciones abiertas) que defiende contra el dolor de la pérdida de la relación mientras aporta un seudo-triunfo sobre la humillación y una inflación en la autoestima. Mientras la vergüenza y las fantasías autocríticas dejan a la persona sintiéndose devaluada y ansiando una reparación en la relación, las fantasías reivindicativas son un intento desesperado de escapar a la humillación y de ser libres de la vergüenza justificándose uno mismo. La reivindicación es:
1) una defensa contra la tristeza y el miedo de la humillación,
2) una expresión de la necesidad de hacer un impacto y ser tomado en serio y tratado respetuosamente, y
3) una defensa contra una conciencia de la necesidad de que el otro repare la relación rota. La persona fantasea el valor sobre sí mismo, a menudo encontrando fallos en otros y después renunciando a la conciencia de la necesidad del otro. El yo es experimentado como superior.
Como describió Alfred Adler, una fantasía de superioridad se defiende contra los recuerdos de humillación ( Ansbacher & Ansbacher 1956) y desvía el sentido de vergüenza hacia afuera. Un caso clínico como ejemplo ilustra este concepto. Robert, un casado de 39 años padre de dos, había estado en terapia de grupo durante dos años y medio. Robert describió que, mientras conducía al trabajo, frecuentemente fantaseaba discutiendo con sus colegas o el supervisor de departamento. Él a menudo elaboraba estas fantasías con una oratoria bien articulada ante la mesa de directivos. En estas discusiones fantaseadas, él señalaba los errores de otros, cómo sus críticas a Robert eran equivocadas, y más importante, cómo hacían errores que él, Robert, nunca haría. En la fantasía de Robert, la mesa de directivos sería influida por los argumentos convincentes de Robert. El sería exonerado de toda crítica mientras los otros serían culpados tanto por criticarle como por sus propios fracasos. Estas fantasías obsesivas eran a menudo iniciadas por alguna crítica en el trabajo que no era acompañada por una oportunidad para que Robert explicara su motivación. La falta de diálogo continuado con la gente parecía impulsarle en fantasías obsesivas donde podía debatir con los otros enfrente de una audiencia que, al final, estaba de acuerdo en que Robert tenía razón, por duro que fuera.
Estas fantasías obsesivas gradualmente disminuyeron y finalmente cesaron cuando él exploró las humillaciones que había experimentado repetidamente en la escuela elemental en un tiempo en el que tenía dificultades de habla. Tanto los profesores como otros niños se burlaban de este impedimento. Aunque en psicoterapia él no podía recordar ninguna de las burlas, sabía que había sido ridiculizado. El tenía un sentido constante de que la reacción de otros hacia él implicaba que “algo está mal en ti”.
Pasados los años, él trabajó en mejorar su discurso, venció al impedimento, y desarrolló una dicción impecable. Sin embargo, junto con las humillaciones que había experimentado como niño, adoptó la creencia “algo está mal en mi” como una explicación para su pérdida de amistad íntima con otros niños y la aprobación de los profesores. Él más tarde se defendió contra la conciencia de la creencia de guión perfeccionando su discurso. Sin embargo, a pesar de cuán perfecto se volvió su discurso de adulto, cuando alguien le criticaba él escuchaba sus comentarios. Las críticas activaban los recuerdos emocionales de humillaciones anteriores donde las críticas introyectadas influirían su Estado del Yo Niño y potenciarían las críticas actuales. Para consolarse, de camino al trabajo al día siguiente, se defendía obsesivamente de las observaciones de sus colegas o supervisores, ansiando que alguien dijera que tenía razón.
En el caso de Robert, el proceso defensivo de la renuncia a la ira, la sumisión, transposición de afecto y fantasía se volvían fijos en la misma manera que cualquier proceso defensivo lo hace si no es respondido con una relación de empatía y armonía afectiva. Fue a través del respeto por el estilo de relación de Robert con la gente y una exploración genuina de la experiencia de Robert, que él comenzó a revelar la presencia de sus fantasías obsesivas. Las fantasías reivindicativas defendían contra los deseos naturales de contacto en la relación y su necesidad de que otros repararan la relación interrumpida. A través de las transacciones empáticas y sintonía, fue capaz de experimentar la vergüenza original- la tristeza, miedo, ira, y sumisión en respuesta a las humillaciones. Cuando expresaba la tristeza y el miedo en la pérdida de contacto en sus relaciones con profesores y niños, él redescubría su ansia de ser reconectado con otros. Las fantasías defensivas cesaron. La implicación del terapeuta y otros miembros del grupo hizo posible que Robert experimentara su necesidad de contacto emocional cercano como natural y deseable.
Richard Erskine
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