Tres estados del yo básico: el modelo primario
01/12/2005
Resumen
Después de describir la controversia sobre los dos modelos recientemente conocidos como el modelo de los tres estados del yo y el modelo de Adulto integrado/integrador, el autor argumenta sobre la incompatibilidad de estos dos enfoques y aboga por la validez exclusiva del modelo de los tres estados del yo, declarándolo como el único modelo primario de los estados del yo válido en análisis transaccional.
Introducción
Cuando al principio comencé con el análisis transaccional y aprendí sobre la existencia vivencial y social de los tres tipos de estado del yo: Padre, Adulto y Niño, creía que dado que se trataba de los conceptos fundamentales originados por Berne, formaban parte de un modelo de la personalidad que no dejaba lugar a interpretaciones dispares. Es decir que, a pesar del hecho de que sólo se trataba de un modelo, pensaba que, en cierta manera, era indiscutible. Y todavía más, pues dado que constituía un hito en el desarrollo de las teorías y modelos de la personalidad, asumí que estaba bien justificado. Pero con los años -a través de mi práctica, de escribir para el TAJ y de leer lo que se ha publicado sobre el tema- fue en aumento mi desilusión al encontrarme con la existencia de diferentes modelos de estados del yo, cada uno pretendiendo ser el verdadero. Sin embargo, esta circunstancia también me ha sido útil en mi desarrollo profesional, al permitirme profundizar en la controversia, a la búsqueda de una explicación y de una posible solución.
Dejando aparte los modelos demasiado simplificados, dos modelos de los estados del yo están en controversia y luchando actualmente por el predominio: uno conocido como el modelo de los tres estados del yo (Novey, Porter-Steele, Gobes, & Massey, 1993) y al que considero el modelo primario (Oller, 1997), y otro denominado el modelo del Adulto integrador (Trautman & Erskine, 1999), previamente conocido como modelo del Adulto integrado (Erskine, 1988; Gobes, 1993). Ambos modelos son justificados por sus partidarios en base a los escritos de Berne.
He tratado sobre la controversia entre estos dos modelos en mi artículo Un análisis integrador de los modelos de los estados del yo (Oller, 1997), proponiendo una perspectiva integradora. Sin embargo, la controversia continúa y se está generando un cisma epistemológico que podría tener serias consecuencias para el futuro de análisis transaccional, no sólo porque muchas personas están desconcertadas, lo que podría causar que el método sufriera una pérdida de credibilidad, sino también debido a la falta de rigor teórico que la controversia revela. Por ejemplo, Stewart (2002), en base a las premisas del modelo del Adulto integrado/integrador, argumenta en favor de eliminar el modelo funcional de la formación y literatura del análisis transaccional, a pesar del hecho de que este modelo fue comenzado por Berne y deriva del modelo primario.
Como una solución, Novey (1994) sugirió que los autores en sus trabajos especifiquen a qué modelo están refiriéndose, pero no creo que esto sea suficiente. Por ejemplo, cuando escribí Los estados del yo y las tres funciones básicas (Oller, 2002), tuve que tener en cuenta los dos modelos, en cierto modo para «satisfacer» a ambos. Así, en mi opinión, es de suma importancia que se resuelva esta pluralidad de modelos, encontrando un sólo modelo que epistemológicamente acabe con esta infructuosa controversia. Esto es ahora especialmente importante cuando algunos miembros de la ITAA están trabajando en la posibilidad de normalizar los conceptos básicos del análisis transaccional. Sin embargo, para lograr tal objetivo, no sólo es necesario considerar lo que Berne escribió y las interpretaciones sobre lo que escribió, sino también poder generar nuevas maneras de pensar sobre el problema (White, 1989), abordándolo con una actitud constructiva y, desde luego, a veces también con sentido común. De esta manera, podremos encontrar una solución cooperativa que vaya más allá de los fundamentalismos de una u otra teoría, lo que, en definitiva, será beneficioso para la identidad y utilidad de análisis transaccional.
El núcleo de la controversia
El punto principal de diferencia en esta controversia es el siguiente: en el modelo del Adulto integrado/integrador un solo tipo de estado del yo -el Adulto- está en contacto útil con la realidad actual, mientras que en el modelo de los tres estados del yo todos los estados del yo: Padre, Adulto y Niño, están en contacto útil con dicha realidad.
Los partidarios del modelo del Adulto integrado/integrador fundamentan su perspectiva en base a la definición de Berne (1961/1976) sobre el Adulto como «un conjunto de sentimientos, actitudes y patrones de conducta que está adaptado a la realidad actual» (pág. 76). Esta definición los lleva considerar al Padre y Niño como nunca adaptados a la realidad actual. La consecuencia teórica y práctica de aceptar exclusivamente esa perspectiva sobre el Adulto es la invalidación de los enfoques del reparentamiento, la redecisión y el reniñamiento, los cuales tienen probada utilidad terapéutica, complementando y completando la efectividad de análisis transaccional.
Los partidarios del modelo de los tres estados del yo fundamentan su perspectiva en el hecho de que Berne, en muchas ocasiones, consideraba útiles la conducta del Padre y del Niño. Por ejemplo, refiriéndose al trabajo de un terapeuta, Berne escribió (1961/1976) «Si decide que un enfermo necesita apoyo Paternal, no desempeña el papel de padre; más bien libera su estado del yo parental» (pág. 247). Y en otra parte, refiriéndose al tratamiento de esquizofrénicos, Berne escribió (1966/1983) «Aquí, es dable que el terapeuta tenga que funcionar deliberadamente como Padre, más que como Adulto, durante un período más o menos largo, que a veces puede durar años» (pág. 279). De hecho, Berne (1966/1983) incluso describió cuatro tipos de intervenciones terapéuticas mediante el Padre: apoyo, tranqulizamiento, persuasión y exhortación, diferenciándolas claramente de las intervenciones del Adulto y atribuyendo por tanto al Padre funciones útiles en la realidad actual. Igualmente, el terapeuta puede usar eficazmente su Niño. Por ejemplo, refiriéndose a este uso y respecto a un cliente llamado Ennat, Berne escribió (1961/1976) «El detalle poco común del caso es que el Niño del médico, funcionando intuitiva y subconscientemente, más bien que deliberada y conscientemente como su Adulto, pudiera percibir con certeza las relaciones instintivas del ademán y su origen en la infancia de Ennat» (pág. 71). Es difícil de creer que Berne se refiriera al uso terapéutico eficaz del Padre y el Niño, sin implicar que, como con el Adulto, ellos también pueden estar adaptados a la realidad actual. Desafortunadamente, los partidarios del modelo del Adulto integrado/integrador, quienes dan gran importancia a la definición escrita de Berne sobre el Adulto, no clarifican sus descripciones escritas sobre los usos positivos del Padre y el Niño.
Acerca del concepto de Adulto del modelo de los tres estados del yo, no sólo es más restringido que el del modelo del Adulto integrado/integrador, sino que es considerado inconsistente (Gobes, 1993) desde el punto de vista de ese modelo. Ciertamente, en el modelo de los tres estados del yo el Adulto se describe a menudo funcionando pensando como si fuese un computador, a pesar de la propia definición de Berne de la que se deriva que todos los estados del yo incluyen sentimientos. Esta simplificación es análoga a la idea de que los sentimientos son lo que caracteriza al Niño y los juicios de valor lo que caracteriza al Padre. Se trata de conceptos erróneos que todavía se usan ampliamente en análisis transaccional y que necesitan ser revisados. Desde mi perspectiva, cada estado del yo se manifiesta como resultado de la interacción de un pensar, sentir y comportarse, determinada por su función primaria, es decir, cuidar, individuarse y recibir cuidados, funciones que corresponden al Padre, Adulto, y Niño, respectivamente.
Desde luego, la controversia entre el modelo de los tres estados del yo y el modelo del Adulto integrado/integrador se ha favorecido, en parte, por la mezcla conceptual entre los enfoques histórico (es decir, cuándo tienen su origen los estados del yo) y el funcional (es decir, qué utilidad tienen los estados del yo) sobre los estados del yo, en los escritos de Berne. Erskine (1991), uno de los principales desarrolladores del modelo del Adulto integrado/integrador, intentando resolver esta disparidad, argumenta que Berne desarrolló dos teorías diferentes sobre los estados del yo -la intrapsíquica y la conductual- una justificando el enfoque del Adulto integrado/integrador y su aplicación en la terapia, y la otra justificando la aplicación funcional del enfoque de los tres estados del yo en la comunicación interpersonal. Pero el punto de vista de Erskine es rechazado firmemente por Steiner (1998a, 1998b), quién argumenta que las dos teorías, realmente, sólo son una misma y única teoría.
Ciertamente, el enfoque histórico fue el primero que Berne tenía en la mente cuando usó los familares términos de Padre, Adulto y Niño, para los tres tipos de estados del yo. Es decir, que se trata de las manifestaciones fenomenológicas y conductuales organizadas por la hipotética actividad estructural de los órganos psíquicos exteropsique, neopsique y arqueopsique, respectivamente. Sin embargo, partiendo de usar un enfoque particular que era útil en terapia -como es el histórico-, Berne comenzó a descubrir y desarrollar un enfoque más general de la personalidad según la utilidad funcional de cada estado del yo (no sólo del Adulto) para los seres humanos y su crecimiento natural, ya sea en la niñez o en la vida adulta.
Así, la contribución de Berne a nuestra comprensión de personalidad no sólo es importante debido a su enfoque histórico sobre los estados del yo, sino aún más porque condujo a los modelos funcionales de primer orden (Oller, 2001) y de segundo orden (Oller, 2002), es decir, a los usualmente denominados modelo primario y modelo funcional de los estados del yo. Y estos enfoques funcionales sólo pueden ser considerados si aceptamos el modelo de los tres estados del yo, de manera que cada estado del yo pueda tratarse tanto funcionalmente como históricamente. Desde esta perspectiva, ambos aspectos -el funcional y el histórico- son parte de un mismo y único modelo sobre la estructura de la personalidad, tal como Berne lo originó.
Mi propuesta
Por una parte, es obvio que el modelo de los tres estados del yo incluye todas las contribuciones de Berne sobre los estados del yo: es decir, que ellos son intrapsíquicos y conductuales, históricos y funcionales, y todos ellos pueden ser tanto positivos como negativos (a lo largo de este artículo, la idea de estados del yo negativos debe interpretarse en un sentido relativo, porque aunque me refiero a ellos como negativos, representan los mejores esfuerzos de la persona para sobrevivir). Por estas razones, considero (Oller, 1997) a este modelo como el modelo primario de los estados del yo. Contrariamente, desde mi punto de vista, el modelo del Adulto integrado/integrador considera sólo una parte de las contribuciones de Berne sobre los estados del ego, excluyendo otros según su conveniencia teórica. Es decir, aunque en este modelo todos los estados del yo son también intrapsíquicos y conductuales, en cambio, sólo el Adulto es funcional y positivo, considerando que el Padre y el Niño siempre son disfuncionales y por consiguiente negativos.
Un factor adicional que favorece al modelo de los tres estados del yo como el modelo primario, es que es el modelo más difundido y mejor conocido, siendo ampliamente popularizado durante muchos años (por ejemplo, por Goulding & Goulding [1979], James & Jongeward [1971], y la escuela de los Schiff [Schiff et al., 1975], entre otros). Y además, todavía continúa usándose ampliamente, no sólo en la terapia, sino también en las llamadas áreas especiales de aplicación del análisis transaccionales (organizacional, educativa, counseling, etc.). El hecho es que este modelo de los estados del yo se ha convertido en claramente paradigmático y es el único que muchas personas conocen. Para éstas sólo hay un único modelo: el modelo de los tres estados del yo, el cual a su vez es también el modelo funcional de primer orden y del que deriva el modelo funcional de segundo orden (usualmente llamado simplemente modelo funcional).
Pero dado que considero que el modelo de los tres estados del yo es el modelo primario, me planteo la cuestión de si es posible tener en cuenta el concepto de Adulto integrador como una parte del modelo de los tres estados del yo. En este punto, el término de Adulto integrado como era usado en los primeros años de este modelo, es crucial, a pesar del hecho de que últimamente se ha reemplazado por el término de Adulto integrador. El primer término se usó en el sentido que el objetivo de la terapia era integrar lo que previamente eran aspectos disfuncionales del Padre y el Niño (ambos siempre negativos), pero recuperándolas positivamente, aquí y ahora, por el Adulto e integrándolas en sí mismo. Es decir, que el término Adulto integrado indica que el Adulto no sólo lleva a cabo la función de integrar, sino que también sitúa en sí mismo lo que integra (Figura 1) (el círculo con A- representa al Adulto contaminado). Obviamente, con esta perspectiva es imposible tener en cuenta en el modelo de los tres estados del yo este modo de funcionar del Adulto, ya sea que se le llame Adulto integrado o Adulto integrador.
En cambio, la tarea integradora del Adulto puede ser fácilmente reformulada y descrita en el modelo de los tres estados del yo, en el modelo que llamo “la personalidad integradora». Este modelo tiene en cuenta el uso positivo del Padre Cuidador, el Adulto Individuador y el Niño Cuidado, de una manera saludable según la situación. Si observamos, el término Adulto integrador, tomado en un sentido general, semánticamente sólo indica que se trata de un Adulto que lleva a cabo la función de integrar, pero no dice donde este proceso sitúa lo que integra, por lo que es un tema que queda abierto. De hecho, a pesar de la apropiación de este término por el modelo del Adulto integrado/integrador, el Adulto del modelo de los tres estados del yo también es un Adulto integrador, el cual coopera (además de su función individuadora específica) con la tarea terapéutica de facilitar el cambio en todos los estados del yo. Y como en el modelo del Adulto integrado/integrador, esta tarea terapéutica también consiste en integrar los aspectos previamente disfuncionales del Padre introyectado o negativo y del Niño regresivo o negativo (o Niño fijado), los cuales son entonces recuperados positivamente por el Adulto e integrados, no en sí mismo, sino en el Padre y el Niño positivos (Figura 2) (el círculo con A- representa al Adulto contaminado). Pienso que no sería difícil para el modelo del Adulto integrado/integrador aceptar esta perspectiva. De esta manera, el Adulto continúa sirviendo como coordinador de la personalidad, aunque a veces simplemente actúa como un observador que deja que el Padre y el Niño cumplian con sus funciones respectivas de cuidar y de recibir cuidados, positivamente.
IMAGEN 1
Sin embargo, la reformulación no es posible en el modelo del Adulto integrado/integrador si éste no acepta el uso positivo del Padre y del Niño. En mi opinión -y en esto estoy de acuerdo con Steiner (1998a, 1998b)-, el punto de vista del Adulto integrado/integrador representa, con su integración de otros enfoques y pese a dicha integración, una continuación del pensamiento psicoanalítico, con una focalización puesta en la dinámica intrapsíquica. Pero actualmente tiene realmente poco que ver con el análisis transaccional, a pesar de su uso (no siempre necesariamente explícito) de los términos Padre, Adulto y Niño.
Una posibilidad que propongo a los defensores del modelo del Adulto integrado/integrador, es considerar usar términos del tipo yo introyectado, yo integrador y yo regresivo o yo fijado, como substitutos para los términos Padre, Adulto y Niño, dejando estos últimos para ser usados refiriéndose exclusivamente al modelo de los estados del yo primarios del análisis transaccional. Pienso que tal solución no dañaría el método derivado de su enfoque como psicoterapia integradora, el cual combina métodos y teorías de los siguientes modelos: la terapia psicodinámica, la terapia centrada en el cliente, la terapia conductista, la terapia cognitiva, la terapia familiar, la terapia gestalt, las psicoterapias del cuerpo, las teorías de las relaciones objetales, la psicología psicoanalítica del yo, y el análisis transaccional, aunque conteniendo poco de este último, por lo menos explícitamente.
Por otra parte, de hecho, el concepto de integración aplicado al Adulto fue usado primero por Berne para indicar que el Adulto también puede expresar aspectos de la personalidad que, a pesar de su apariencia infantil o parental, se incluyen en el Adulto de una manera que es diferente de la del proceso de contaminación. Berne consideró estos aspectos como elementos arqueopsíquicos y exteropsíquicos, refiriéndose a ellos respectivamente como Pathos y Ethos, diferenciándolos así del proceso de datos objetivo (neopsíquico) al que a veces se ha llamado Technos. Considero que esta diferenciación es una manera de Berne de equilibrar la idea sobre el Adulto como meramente una computador procesador de datos. Sin embargo, en esta perspectiva sobre la integración en el Adulto, Berne no excluyo, de ninguna manera, el uso positivo del Padre y del Niño como estados del yo saludables distintos del Adulto. James y Jongeward (1971), usando el modelo de los tres estados del yo y basándose en la contribución de Berne sobre la integración, describieron el concepto de Adulto integrado de una manera precisa, aunque consideraron que la integración es un proceso, es decir, que se trata propiamente de un Adulto integrador. Similarmente a James y Jongeward, Clarkson y Gilbert (1988) han desarrollado un enfoque del modelo de los tres estados del yo usando también el concepto de Adulto integrado, considerando que su enfoque está basado en el modelo original de Berne sobre los estados del yo (y ciertamente, desde luego, incluye todas las contribuciones de Berne sobre este tema). Por consiguiente, el uso de los términos integrado o integrador con respecto al estado del yo Adulto, no es una característica distintiva del modelo del Adulto integrado/integrador, ni es tampoco, por tanto, un rasgo exclusivo de su identidad.
Conclusión
El seguir argumentando en favor del modelo del Adulto integrado/integrador como el único modelo válido en análisis transaccional, lleva a excluir muchas contribuciones teóricas y prácticas de Berne y otros autores, que son sumamente efectivas en análisis transaccional y que le ha dado la identidad y utilidad por la que es mundialmente conocido. Por consiguiente, contrariamente, considero al modelo de los tres estados del yo como el modelo primario originado por Berne, que fue incluyendo e incluye la mayor parte de sus contribuciones. Y así, por tanto, mi propuesta es la de continuar desarrollando y difundiendo el modelo de los tres estados del yo como el único modelo apropiado de la personalidad en análisis transaccional, finalizando de esta manera, para beneficio del análisis transaccional y de quienes comprueban día a día su utilidad, con una controversia que actualmente encuentro ya fútil.
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Jordi Oller
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