El sistema de guión: una Organización Inconsciente de la Experiencia
01/05/2011
Traducción al castellano: Carlos Bouza-Brey Coronado y Ciriaco Uriarte Ayo
En escritos tempranos sobre Guiones de Vida, Berne (1958, 1961) describe el argumento como un complejo conjunto de transacciones que determinan la identidad y el destino del individuo. Él continúa explicando el argumento como similar a la compulsión a la repetición de Freud y aún más como su compulsión de destino (Berne, 1966, p 302). La mayor parte de la literatura de Análisis Transaccional en cuanto a Guiones se ha enfocado en la perspectiva histórica. La literatura se ha dirigido a cómo los guiones han sido transmitidos a través de mensajes parentales y mandatos, y las reacciones de un niño, como conclusiones inconscientes y decisiones explícitas. Además, algunos analistas transaccionales contemporáneos han examinado varios procesos, como el temprano apego niño-padre, adquisiciones de lenguaje compartido, y la expresión de la narrativa como central en la formación de guiones. Cada una de estas perspectivas históricas ha provisto al clínico de teorías y conceptos que han guiado una variedad de intervenciones clínicas.
El Sistema de Guión.
El Sistema de Guión fue diseñado para proporcionar un modo de analizar cómo el argumento permanece activo en la vida hoy. Más bien que tomar una perspectiva histórica, el sistema de guión identifica cómo las decisiones, las conclusiones, las reacciones, y/o introyectos se mantienen inconscientemente operativos en la vida corriente como creencias nucleares, comportamientos abiertos, fantasías y obsesiones, sensaciones físicas internas, y memorias reforzantes. Las dinámicas intrapsíquicas del sistema de guión sirven para guardar fuera de la conciencia las necesidades originales y sentimientos que estuvieron presentes en el momento de la formación del guión mientras se mantiene una apariencia de apego con otros. El Sistema de guión clasifica la experiencia humana en cuatro componentes primarios: creencias argumentales; las manifestaciones conductuales – fisiológicas y fantasías; las experiencias reforzantes; y el proceso intrapsíquico de represión de necesidades y sentimientos (Erskine, 1982/1997; Erskine & Moursund, 1988/1998; Erskine & Zalcman, 1979/1997: Moursund & Erskine, 2004).
Las Creencias argumentales son la recopilación de reacciones de supervivencia, conclusiones experienciales implícitas, decisiones explícitas, procesos de autoprotección, fantasías autorreguladoras, estrategias relacionales imitativas, y reforzamientos que han ocurrido en el proceso de relacionarse con otros en el curso de la propia vida. Las creencias argumentales son, a menudo, una expresión condensada de una historia de vida no expresada. Ellas representan, en una frase, un elaborado, a menudo no expresado, relato. Las creencias argumentales, que no son generalmente conscientes, son las únicas comprensiones e interpretaciones de la persona sobre el valor de uno mismo, sus relaciones significativas y los acontecimientos de la vida. Las creencias argumentales, en ellas mismas, no son patológicas; mejor dicho, representan un desesperado y creativo proceso de, dar sentido. Funcionan para proporcionar un sentido de autorregulación, compensación, orientación, autodefensa, y una predicción segura de futuras interacciones relacionales. También autodefinen la propia integridad. En esencia, las creencias argumentales proveen una inconsciente organización de la experiencia.
Estas creencias pueden ser descritas en tres categorías: creencias sobre mí, creencias sobre otros, y creencias sobre la cualidad de la vida. Una vez formuladas y adoptadas, las creencias argumentales influyen en, a qué estímulos (internos y externos) prestamos atención, cómo son interpretados y si reaccionaremos a ellos o no. Ellas llegan a ser profecías autocumplidas por las cuales se prueba inevitablemente que las expectativas de la persona son verdad porque ellas crean una secuencia de “experiencias relacionales repetitivas” (Fosshage, 1992, p.34).
El Sistema de Guión es inconscientemente mantenido a fin de: (a) evitar re-experimentar necesidades no satisfechas y los sentimientos correspondientes suprimidos en el momento de la formación del argumento, (b) generalizar la experiencia inconsciente de uno mismo en la relación con otros, (c) crear una autorregulación homeostática, (d) proporcionar un modelo predictivo de vida y de relaciones interpersonales (Erskine & Moursund, 1988/1998; Moursund & Erskine, 2004). Supresión, generalización, autorregulación y predicción son procesos psicológicos importantes particularmente en lo relacionado con la incertidumbre, una crisis o trauma. Aunque un Argumento de Vida previamente creado es a menudo personalmente y relacionalmente destructivo, proporciona equilibrio psicológico y homeostasis; mantiene la continuidad con el pasado mientras también proporciona la ilusión de predictibilidad (Perls, 1944; Berna, 1964; Bary & Hufford, 1990). Cualquier trastorno en la autorregulación, interrupciones en la continuidad o cambio del modelo predictivo del sistema de guión producen ansiedad. Para evitar tal incomodidad, la gente organiza sus percepciones actuales y experiencias a fin de mantener el argumento de vida y justificar su comportamiento (Erskine, 1981; Erskine y Trautmann, 1993/1997).
En el ejemplo de caso que sigue, la historia de la vida de John ilustra cómo su sistema de guión era una repetición de su pasado y también cómo su argumento determinó tanto su identidad como sus relaciones con la gente. Además, su historia ilumina cómo la calidad del contacto interpersonal en la relación terapéutica facilitó al cliente el darse cuenta de sus creencias argumentales y hacer cambios significativos en su vida. Mientras el relato de John se despliega, busca las varias maneras en que sus cinco creencias argumentales esenciales son representadas en sus comportamientos, fantasías, tensión corporal, transferencia, y memorias de refuerzo. Cada una de estas expresiones de un guión de vida a menudo son evidentes en la relación terapéutica, por la observación o por la transferencia, mucho antes de que las palabras actuales de las creencias argumentales sean puestas en un lenguaje social. Las Creencias argumentales son con frecuencia expresadas por prefijos inconscientes del cliente, fases entre paréntesis o declaraciones concluyentes de una actual o vieja historia. Las creencias argumentales inconscientes a menudo son observables por varias expresiones, como la postura de cuerpo y el movimiento, citas olvidadas, objetos extraviados, daños físicos repetidos, o errores en el juicio razonable. Es una tarea esencial del psicoterapeuta decodificar las expresiones comportamentales, imaginativas, transferenciales, y fisiológicas de un guión de vida. El decodificado es llevado a cabo por la indagación fenomenológica e histórica, la inferencia terapéutica dentro de una perspectiva del desarrollo y un diálogo relacional (Erskine, Moursund & Trautmann, 1999). Cuando el relato de vida del cliente es revelado en la relación terapéutica, las creencias argumentales son expresadas, a menudo sin conciencia, como una manera de contar la versión condensada de una historia significativa emocionalmente llena de relaciones personales.
La Soledad de John:
Cuando John vino por primera vez a terapia, no tenía ningún conocimiento de cuán determinante había sido su sistema de guión en el transcurso de su vida. Él no era particularmente consciente de sus creencias principales, de sus comportamientos y reacciones fisiológicas, ni de sus sentimientos y necesidades. Él tenía sólo un conocimiento general de sus experiencias infantiles. Él recordaba la casa en que vivió y los bosques donde él pasaba mucho tiempo jugando con su perro. Su padre había sido guarda en una gran hacienda y su único tiempo con otros niños era cuando fue a la escuela. Él recordaba pasar horas andando por los bosques. El único sentimiento que pudo identificar era que estaba solo mucho tiempo. Decía esto como una declaración de hechos sin aparente afecto en el presente. John no podía recordar interacciones sensibles con la familia, como gestos de cuidado, palabras de estímulo, o conversaciones sobre sus sentimientos.
John había consultado con su médico de atención primaria que le mandó a psicoterapia. Los ojos de John se concentraron en el suelo o en la pared cuando él describió las dos pérdidas principales en el año anterior – el divorcio de su esposa y la muerte de su padre. Relató que se quedaba ocupado en el trabajo “a fin de no tener mis imaginaciones – malos pensamientos y sentimientos“. Él me dijo: “Esto es lo que siempre he hecho en toda mi vida, sólo para continuar”. Cuando le pregunté sobre su razón de venir a verme dijo que era porque su doctor pensó que podría ayudarle si hablaba con alguien de sus pérdidas. Pregunté a John como entendía el trabajo en psicoterapia John contestó, “tengo que aumentar algo mi fuerza para ayudarme”. Él continuó a describir el lema de su padre como “Guardar un labio superior tieso y sólo hacerlo”. En varias sesiones se hizo evidente que John, en el proceso de crecer, llegó a la decisión de hacer todo aquello que necesitara ser hecho, ser fuerte y seguir el consejo de su padre.
En la entrevista de admisión, hice varias preguntas sobre la historia de John y las relaciones familiares. Sus respuestas fueron simples y directas sobre sus años adolescentes y vagas o inexistentes cuando pregunté sobre sus años escolares y preescolares. Aunque sus respuestas en la entrevista inicial no parecieran desorganizadas o contradictorias, pareció haber una carencia significativa en su capacidad de formar un relato consistente sobre sus experiencias de vida tempranas y relaciones. Me pregunté sobre la calidad de sus relaciones interpersonales con cada uno de sus padres. Terminé nuestra sesión inicial pensando en qué imágenes internas podría tener John de otras personas significativas, incluyendo miembros de familia extensa y profesores y que influencia interna tendrían todavía en su vida aquellas otras personas significativas. En nuestra segunda sesión pedí a John que describiera cómo él imaginó una relación terapéutica conmigo. Él habló de su desconfianza respecto de los terapeutas en general y de que no estaba seguro que alguna persona profesional pudiera ayudarle. Indagué sobre cómo se sintió hablando conmigo. Él dijo que pensó que “podría ser capaz de confiar” en mí, pero que yo probablemente no podría “ser de ayuda” para algunas cosas que ya habían pasado. Su cuerpo parecía muy tenso y me miraba periódicamente para luego rápidamente mirar lejos. Le dije que entendía su renuencia a confiar en mí y le aseguré que, si él me dejara, yo podría ayudarle con la mayor probabilidad a resolver las pérdidas emocionales de su esposa y padre. Expliqué a John que, cuanto más me hablara sobre él, el significado de sus pérdidas llegarían a ser claras para ambos. En mi mente se suscitaron varias preguntas sobre qué pérdidas de infancia anteriores pudieron haber ocurrido y que todavía no estuvieran disponibles para la conciencia, por ser tan tempranas o porque nunca pudieron ser habladas con alguien interesado e involucrado. Más tarde, cuando nuestra psicoterapia progresó, pregunté a fondo por su infancia temprana y la calidad de sus relaciones significativas. En nuestras primeras sesiones me di cuenta de la profunda soledad de John que se representaba en las descripciones de su infancia, su lucha por estar conmigo y en la información fragmentada que me dio de su vida familiar durante sus años escolares y pre-escolares. Su falta de relatos sobre su vida familiar me dejó sintiendo un vacío y preguntándome sobre el abandono emocional que pudo haber existido dentro de su familia. Mi contratransferencia se estaba formando e informando. Durante las siguientes sesiones establecimos nuestra relación psicoterapéutica. Me concentré en las cualidades que yo podría traer a nuestro trabajo terapéutico: mi respeto incondicional a John, mi compromiso de sostenimiento de una relación de calidad entre él y yo, mi sentido de presencia en ayuda a regular sus afectos, y mi interés en el desarrollo del relato de John sobre su vida.
En sesiones posteriores seguimos hablando acerca de lo difícil que era para él entender que alguien podría estar interesado en escucharle. Él no tenía un marco de referencia que incluyera a alguien estando allí para él, y seguramente a nadie interesado e implicado en su bienestar. Cuando le animé a poner palabras a sus experiencias con la gente él dijo, “la Gente sólo está interesada en ellos mismos”. A menudo cuando me sentaba y escuchaba atentamente, él diría que él no podía entender cómo yo podría escuchar su ‘retórica’. Mis respuestas fueron decirle que deseaba escuchar todo lo que el decía, sus emociones e incluso sus silencios. Quería escucharle sobre sus experiencias. Querìa estar allí con él y para él. En la sesión siguiente animé a John a hablarme más sobre su término ‘retórica’. Mi indagación fenomenológica e histórica le guió hacia un recuerdo de estar a la mesa de cenar con sus padres. John recordó que él había comenzado a decir a sus padres sobre hacer una exposición en su clase de tercer grado ese día. Su padre respondió con, “Eso es sólo un montón de retórica” y su madre permaneció silenciosa. Él fue desolado por el comentario de su padre así como por la falta de implicación de su madre. John, como su madre, se quedó callado; nunca había hablado con nadie sobre este recuerdo. Cuando respondí compasivamente, John espontáneamente recordó otra vez; cuando conduciendo a la casa de sus abuelos, había comenzado a decir a sus padres sobre un nuevo amigo que él hizo ese día en la escuela. La respuesta inmediata de su padre fue que “los Amigos no se quedan alrededor, así que no estuviese tan entusiasmado”. En ambos casos, las experiencias de John de entusiasmo y alegría fueron menospreciadas. Cuando él terminó estas dos historias, pregunté lo que sentía. Él dio lo que más tarde descubrí ser su respuesta típica: «OKEY». Él dijo que los comentarios de su padre no le molestaron. Le dije que yo me sentía triste por un pequeño muchacho que compensó diciendo que estaba ¨OK ¨ cuando no lo estaba. Reiteré que él había estado entusiasmado sobre su exposición de tercer grado y sobre el descubrimiento de un nuevo amigo. Expresé que yo estaba entusiasmado por él como aquel pequeño muchacho. Después de unos minutos de silencio, John respondió con el deseo de que su madre podría haberle dicho aquellas palabras. Él dijo, “Nadie está nunca allí para mí”. De nuevo dije que yo estaba contento por él como pequeño muchacho que estaba entusiasmado sobre su discurso y descubriendo un nuevo amigo. También le dije que yo estaba bastante triste de oír que nadie se había entusiasmado por él. Haciendo esto, identifiqué la tristeza sobre la cual John no podía hablar. Juntos reconocimos su sentido que en estos dos casos nadie estuvo emocionalmente presente para él y que él estaba profundamente triste. En la última mitad de la sesión yo le hice imaginar dando su discurso de tercer grado delante del aula. Él describió enseñando el dibujo de un oso a su clase. Él estuvo otra vez entusiasmado cuando él fantaseó diciendo a sus compañeros sobre el modo en que los osos hibernan en el invierno. Este muchacho de ocho años tenía información interesante sobre los hábitos de osos y él quiso compartirla con la clase. También imaginé estando en su clase escuchando con interés su presentación, como un orgulloso padre ó un buen profesor podría hacer. Cuando él terminó, expresé mi entusiasmo sobre su entusiástica presentación. Aunque no pude satisfacer su arcaica necesidad de autodefinición, de hacer impacto en otros, y de ser reconocido por sus logros, validé esto como las necesidades relacionales importantes del muchacho de ocho años así como las necesidades actuales de un hombre maduro. Él me miró y sonrió. Su postura corporal se relajó cuando él suspiró. La indagación fenomenológica, la sintonía evolutiva, y mi implicación emocional fueron profundizando nuestra conexión y proporcionándole una oportunidad de hablar sobre sus memorias, sentimientos y sensaciones físicas. Yo fui formando una comprensión de los significados que John hizo de estas memorias y como él inconscientemente organizó sus experiencias de vida.
Durante unas pocas siguientes sesiones se hizo claro que las experiencias de infancia de John fueron organizadas alrededor de sus creencias sobre si mismo: “nunca está nadie allí para mí”, “tengo que hacerlo todo yo mismo” “y Mis sentimientos no importan”. Su lema, que él manifestó en sus actividades cotidianas, era “Trabaja mucho y no te quejes”. Me di cuenta que este lema era una derivación del de su padre “Guardar un labio superior tieso y sólo hacerlo”. Juntos seguimos identificando cuan activas estaban estas tres creencia principales determinando sus comportamientos, tanto cuando él estaba solo como cuando él estaba con otra gente. En cada situación él estaba convencido que él tenía que hacer las cosas por sí mismo porque nadie estaría allí para ayudarle; “La gente sólo está interesada en ellos mismos”. Su orientación de sí-mismo en-relación-con-otros, que se originó en sus relaciones con sus padres, estaba siendo repetida con todas las personas en su vida adulta.
Yo continuamente indagaba sobre su vida. Desemocionadamente, John hablaba de como su padre nunca mostró ningún interés en jugar o hablar con él. John no tenía hermanos y los únicos niños con los cuales él pasó el tiempo fueron sus compañeros de escuela. Él pasó mucho tiempo en sus columpios o con su perro. Él refirió pasando horas solo en los bosques de la hacienda. Cuando le preguntaba sobre cada una de estas experiencias él no podía identificar ningún sentimiento. Su afecto era, a lo más, alicaído y a menudo inexistente. Mientras él siguió en la terapia, John comenzó a hablar con más frecuencia de sus recuerdos. Él fué capaz, a través de mi indagación fenomenológica, de descubrir sus sentimientos de tristeza y soledad. Varias veces él estuvo sorprendido por el alcance de sus sentimientos y que me estuviera hablando sobre cómo manejaba su soledad. Como un niño él nunca había pensado ir a sus padres; él estaba seguro que ellos no estarían nunca emocionalmente presentes, ni interesados en él. Él nunca se enfadó o se quejó. Él repetidamente experimentó que protestar o quejarse “sólo volvía las cosas peor”. Él no tenía ninguna memoria de su madre quejándose sobre la crítica constante de su padre a todos o su carencia de interés hacia ella o a John. “Ella parecía triste mucho tiempo” pero nunca ni ella ni su padre hablaron de lo que ella estaba sintiendo. En muchas ocasiones él vio a su padre “cerrarse cuando algún sentimiento comenzaba a emerger”, “Nunca se habló de sentimientos”. Él aprendió temprano que cualquier tristeza que él expresara sería identificada como cansancio por su madre. La cólera no debía ser expresada. ¡La soledad era su secreto!
John recordó cómo hasta con su antigua esposa él nunca habló de su soledad. Varias veces pregunté sobre su experiencia en el matrimonio. Él describió cómo su esposa sólo estuvo “interesada en ella misma” y repitió su creencia, “mis sentimientos no importan”. Él más tarde conectó algunas de estas creencias argumentales con su madre diciéndole que el era “una carga” cuando él era un niño pequeño. Ella nunca explicó cómo él era una carga; esto fue dejado a su imaginación. Él fantaseó que él había sido demasiado activo y demasiado emocional para ella. Él se dio cuenta que él siempre había esperado que su esposa también dijera que él era demasiado emocional para ella, entonces él no le dijo nada de sus sentimientos.
Mientras la terapia de John siguió, me esforcé por establecer una relación en sintonía e involucrada que le proporcionara seguridad para recordar muchas memorias de infancia sobre las que nunca había hablado, para sentir sus tensiones físicas y experiencias relacionadas, para identificar necesidades relacionales, y expresar un rango completo de sentimientos. Llegué a ser “uno allí” en contra de su creencia, “nadie está nunca allí para mí”. A fin de facilitarle a John el volverse consciente de sus experiencias de infancia, él y yo nos involucramos en un diálogo que dio validación a sus sentimientos, reacciones, y habilidades de adaptación que él usó de niño. Como un niño de edad preescolar y escolar él ni tenía los conceptos, ni las habilidades de lenguaje necesarias, ni estímulo parental para hablar de sus sentimientos. Su madre y padre no se dedicaron en diálogos donde él pudiera expresarse. Como no había ningún lenguaje relacional en la familia, sus experiencias emocionales nunca fueron reconocidas; ellas permanecieron inconscientes.
Antes de la psicoterapia, las memorias explícitas de John eran pocas. Sus sentimientos, fantasías, sensaciones corporales, y experiencias significativas no eran parte de ninguna conversación. En nuestra psicoterapia, yo continuamente preguntaba por las sensaciones corporales de John y el alcance de sus creencias sobre sí mismo, otros y la calidad de su vida. Escuchaba los matices de su tristeza y le confortaba con compasión y validación. Le animé a tomar aire profundamente y soltar los sonidos y las lagrimas de su tristeza. Él repetidamente gritaba sobre cómo: “la Vida es solitaria”. Cuando él estaba enfadado yo mantenía un espacio para él para hablar de su enfado y ocuparme seriamente de cómo él lo experimentaba en su cuerpo, cómo también intentaba «cerrarse» como su padre. Cuando John se esforzó por articular el relato de su vida él tenía mi atención constante; él era validado y aceptado por mí. A menudo nos concentrábamos en cómo John usó sus creencias argumentales como un esquema de organización tanto para crear sentido como reafirmar su identidad infantil. Identificamos sus comportamientos repetitivos, exploramos sus fantasías, y clarificamos la función de sus varios guiones que reforzaban experiencias. Como consiguiente, John fue aumentando su capacidad de poseer sus sentimientos, identificar sus necesidades relacionales, y expresar su propia unicidad.
Mientras pasaba muchas horas como un niño sin compañía, John se fantaseó a sí mismo haciendo todas las cosas sólo pero sin recoger la estima de otros por lo que llevaba a cabo. En su juego con soldados de juguete, él se imaginó volviendo de la guerra como un héroe, enormemente admirado y aclamado por toda la gente. Como un adulto, siempre que él hacía algo esperaba ‘las aclamaciones’ que nunca venían. Un sueño recurrente tenía que ver con escenas de John que andaba con su padre a un lado y a su madre al otro. Ellos están con las manos cogidas y escuchando a John mientras andan juntos en los bosques. El sueño se terminaría repentinamente y él sería inundado de tristeza. Cada una de estas fantasías fracasadas y sueños interrumpidos reforzaba sus creencias argumentales y la sensación infantil de estar absolutamente solo.
Mientras hablamos de su soledad y la carencia de contacto emocional de su madre con él, John recordó a un hombre que trabajaba con su padre. Ted tenía ojos amables y estaba interesado en lo que John hacía. Ted podía dejar de trabajar y hablaba con John. A veces Ted podía compartir su almuerzo con John y entretenerle con historias sobre cuando estuvo en el ejército durante la guerra. Entonces, un día, John averiguó que Ted había sido seriamente dañado en el trabajo y que él no volvería para trabajar. Él nunca vio a Ted otra vez. Como respuesta a John sobre la ausencia de Ted, su padre bruscamente le dijo que Ted era perezoso y mereció hacerse daño. John lloró mientras él describió cómo Ted le escucharía. Él siguió llorando mientras hablaba sobre la pistola de madera que Ted había esculpido para él.
En la siguiente sesión exploramos cómo su más temprana conclusión argumental hecha como reacción al comportamiento de sus padres y a la carencia de emociones se había reforzado cuando su amigo Ted desapareció. Aquella temprana conclusión infantil, “Nadie está JAMÁS allí para mí”, fue cementada en un formidable argumento de vida con esta experiencia reforzante. Desafié el «Nadie estará JAMÁS allí para mí” con la pregunta “Alguna vez?”,y entonces le hice cerrar sus ojos, mirar la imagen de Ted y dirigirse a Ted sobre cuán significativo había sido en su vida. Después de que esta emoción llenara la experiencia, John fue capaz de retener una memoria de su conexión con Ted. Él más tarde se refirió a su relación con Ted, “Al menos alguien estuvo una vez allí para mí”. El argumento de vida de John estaba cambiando.
Un día él entró en la sesión y dijo que él tenía un nuevo sueño. Él estaba en los bosques cerca de mi oficina y esta vez él estaba con alguien. Ellos hablaban y se reían juntos. Él no sabía aún quién estaba en el sueño pero sabía que le gustaba. Le pregunté lo que el sueño significaba para él y dijo que “tal vez esto es lo que está en el futuro para mí”. Él sonrió ligeramente y luego dio un suspiro grande, relajante. Pregunté, “¿Qué experimentas con ese suspiro?” “Yo pasé mucho”, contestó John. “Ahora no me siento tan loco y tan solo nunca más. Mi cuerpo no está tan tenso como solía estar”. Él entonces continuó hablando sobre su padre y su deseo de que su padre estuviese todavía vivo de modo que él pudiese “tener ahora una verdadera relación”.
Cuando la terapia de John siguió, él desarrolló un nuevo sentido de sí mismo. Después de dos años, él era capaz de articular el relato de su guión de vida. Sus creencias argumentales ya no estaban activas; él cambió muchas de sus conductas y expresaba sus sentimientos. Él entendió y apreció la adaptación, funciones autoprotectoras que sus creencias argumentales una vez le sirvieron. John tomó la calidad de nuestra relación terapéutica interpersonal como un modelo en la formación de trabajo significativo y de relaciones sociales. Él comenzó a encontrarse con regularidad con su madre y su nueva relación se hizo cada vez más satisfactoria. Nunca más se sintió forzado a permanecer ocupado todo el tiempo para evitar sus sentimientos. Después de unas vacaciones, él relató que disfrutó a fondo de relajarse y no hacer nada. Él dijo, “ya no me siento solo”.
La Teoría en la Práctica. Cuando bajo el estrés, o cuando las necesidades relacionales actuales no son contestadas o satisfechas en la vida adulta, la memoria explícita y/o implícita, las reacciones fisiológicas o las decisiones explícitas pueden ser estimuladas. Una persona es probable que se comprometa en la compensación de comportamientos y/o fantasías que, por su parte, distraerán de la experiencia interna emocionalmente cargada verificando creencias argumentales. Estos comportamientos de compensación y fantasías se refieren a las manifestaciones de guión. Estas manifestaciones de guión incluyen cualquier comportamiento observable, como la elección de palabras, estructuras de frases, tono de la voz, manifestaciones de emoción, y/o gestos y movimientos corporales, que son las manifestaciones directas de las creencias argumentales y de las necesidades y sentimientos reprimidos (un proceso intrapsíquico). La gente por lo general actúa en una manera definida por sus creencias argumentales, tal como John que nunca pide ayuda a los amigos ni en situaciones donde era necesaria, creyendo “tengo que hacer todo por mí mismo”. Como consecuencia, sus amigos ni sabían lo que él necesitaba, ni ofrecían su ayuda. La ausencia una vez más de sus amigos ofreciendo o proporcionando ayuda reforzó las creencias argumentales “tengo que hacer todo por mí mismo” “y la Gente sólo está interesada en ellos”.
Las creencias argumentales pueden también manifestarse a través de la ausencia de comportamientos socialmente apropiados, tales como la falta de contacto ocular o de las expresiones de emociones socialmente típicas en comunicaciones interpersonales íntimas. La falta de contacto ocular de John en las primeras sesiones y la ausencia de expresiones emocionales naturales son dos ejemplos de como una creencia argumental interna será manifestada externamente. Las dos conductas emanan de las creencias argumentales “Nadie está jamás ahí para mí” “y Mis sentimientos no importan”. Cada uno de estos comportamientos refuerzan las creencias argumentales porque ellos interrumpieron el contacto interpersonal importante. La figura 2 es un diagrama de la dinámica intrapsíquica y conductual del sistema de guión de John.
Como parte de la manifestación del guión, los individuos pueden tener reacciones fisiológicas además de, o en lugar de comportamientos abiertos. A menudo, estas experiencias internas no son fácilmente observables; sin embargo, la persona puede dar una autocomunicación sobre sensaciones corporales, tales como: flatulencias en el estómago, tensión muscular, dolores de cabeza, colitis, o cualquiera de una miríada de respuestas somáticas a las creencias argumentales. Una cuidadosa atención a las sensaciones corporales de John tales como su respiración errática y su tensión muscular, fue esencial para ayudarle a experimentar la existencia y profundidad de su afecto.
Las manifestaciones del guión también incluyen fantasías en las cuales el individuo imagina comportamientos, propios o de alguien más. Estas interacciones interpersonales fantaseadas y la calidad del resultado prestan el apoyo a creencias argumentales. Los comportamientos fantaseados funcionan con tanta eficacia como comportamientos abiertos (en algunas incidencias incluso más eficazmente) en refuerzo de las creencias argumentales y manteniendo las necesidades originales y sentimientos fuera de la conciencia. A principios de su psicoterapia, John relató que él se quedaba ocupado en el trabajo a fin de evitar sus “imaginaciones, pensamientos malos y sentimientos”. Con una indagación fenomenológica consistente sobre la profunda naturaleza de sus imaginaciones y “malos pensamientos”, más tarde se hizo aparente que el contenido de su fantasía sobre su antigua esposa y padre realmente funcionó para confirmar sus creencias “Nadie está alguna vez allí para mí” “y “Mis sentimientos no importan” y “la Gente sólo está interesada en ellos mismos”. Sus fantasías eran una elaboración de lo que él ya creía. Las fantasías actúan dentro del sistema de guión exactamente como si fueran acontecimientos que realmente hubieran ocurrido. Un entendimiento de como la fantasía refuerza creencias argumentales es en particular útil para psicoterapeutas en la organización de la psicoterapia para clientes que se ocupan en obsesión, preocupación habitual, y fantasías de abandono, persecución o grandeza (Erskine, 2002). Cuando exploramos las fantasías infantiles de John de ser un héroe y sus fantasías actuales de ser admirado, el contenido de estas fantasías no reforzó directamente sus creencias argumentales. Pero, cuando él comparó sus maravillosas fantasías con su realidad actual en la cual nadie aclamó o le escuchó, el contraste proporcionó la evidencia de que “Nadie está jamás ahí para mí”.
Cualquier manifestación de guión puede causar una experiencia reforzante – un acontecimiento subsecuente que «demuestra» que las creencias argumentales son válidas y, así, justifica el comportamiento. Las experiencias reforzantes son una colección de memorias afectivamente cargadas, implícitas o explícitas, verdaderas o imaginadas, del propio comportamiento o del de otra persona, un recuerdo de experiencias corporales internas, o los remanentes retenidos de fantasías o sueños. John se aferró al recuerdo del silencio de su madre y la crítica de su padre sobre su historia escolar como “un manojo de retórica”. Él a menudo recordaba aquel acontecimiento tanto en el trabajo como durante su terapia cuando él estaba a punto de decir algo importante. Retener aquel recuerdo seleccionado y su repetición muchas veces sirvió para reforzar sus creencias argumentales, “Mis sentimientos no importan”. Los recuerdos frecuentes de John de la pérdida de Ted y el comentario pesimista de su padre “Los amigos no se quedan cerca” a menudo estaban en la mente de John. Estas memorias repetidas sirvieron para reforzar continuamente su creencia argumental “Nadie está allí para mí”.
A causa de la función homeostática autoestabilizadora de los Guiones de Vida, las experiencias reforzantes sirven como un mecanismo de realimentación para fortalecer aún más las creencias argumentales y prevenir la disonancia cognitiva (Festinger, 1958). Sólo aquellos recuerdos que apoyan las creencias argumentales son fácilmente aceptados y retenidos. Las memorias que niegan las creencias argumentales tienden a ser rechazadas u olvidadas porque desafiarían las creencias y todo el proceso homeostático autorregulador.
El proceso intrapsíquico de necesidades reprimidas y sentimientos es una acumulación inconsciente de afectos intensos experimentado todo el tiempo cuando las necesidades relacionales y fisiológicas cruciales estaban repetidamente insatisfechas. Estos sentimientos y necesidades no están por lo general conscientes porque la memoria es implícita, disociada traumáticamente o refleja una experiencia explícita reprimida. También, el imperativo biológico de ambos, de lo fisiológico y de las necesidades relacionales no está consciente, en particular en infantes y niños. A menudo los clientes en la psicoterapia ganan conciencia de estas necesidades y sentimientos en la segura, confiable y respetuosa relación terapéutica donde hay una sintonía afectiva y rítmica suficiente acompañada por una indagación fenomenológica no crítica (Erskine, 1993/1997). John podría hablar de su soledad pronto en la terapia pero era mucho tiempo antes de que él pudiera expresar la profundidad de su tristeza o hasta hablar de su enfado con el rechazo de sus padres de hablar de emociones así como la ausencia de intimidad. Él era finalmente capaz de identificar y articular sus necesidades en la relación con la gente. Las cinco necesidades relacionales no correspondidas eran evidentes en el relato de John: ser validado y reconocido; confiar en alguien; tener compañía; autodefinirse; hacer un impacto en otros. La conciencia de estas necesidades cruciales y sentimientos ya no fue reprimida por sus creencias argumentales, ni distraída por sus comportamientos o fantasías.
Las creencias argumentales son una tentativa creativa para descifrar las conclusiones experienciales (por lo general no conscientes), las decisiones explícitas y las reacciones adaptativas. Las creencias argumentales sirven para mediar cognitivamente contra la conciencia de los sentimientos intensos que la persona vivió durante la formación de guión. Esta mediación cognitiva distrae de una conciencia tanto de las necesidades relacionales actuales como de las necesidades relacionales y fisiológicas evolutivamente cruciales. Los intensos afectos y las necesidades pueden permanecer como fijados, memorias implícitas hasta que las experiencias de cambio de vida o una relación terapéutica eficaz faciliten la integración. Antes de la psicoterapia, John estaba permanentemente sumergido en su soledad. El sueño en donde él andaba con un amigo cerca de la oficina de su terapeuta demuestra la eficacia de cambio de vida de una relación terapéutica involucrada. El guión de vida de la soledad de John llegaba a su fin.
El conjunto de creencias argumentales de cada persona proporciona un marco mental autorregulador subjetivo en la visión de mí, otros y la calidad de vida. A fin de comprometerse en una manifestación del guión, los individuos deben descontar otras opciones; ellos con frecuencia mantendrán que su comportamiento es «el natural» ó “único” modo que ellos pueden responder. Cuando se usa socialmente, las manifestaciones de guión probablemente producirán experiencias interpersonales que, por su parte, son gobernadas por y contribuyen al refuerzo de creencias argumentales.
Este sistema cibernético cerrado proporciona una homeostasis, así el sistema de guión de cada persona es autorregulador y autoreforzador por el funcionamiento de sus cuatro subsistemas interrelacionados e interdependientes: creencias argumentales; las manifestaciones conductuales, fisiológicas y fantasías; las experiencias reforzantes; y las necesidades y sentimientos reprimidos. El sistema de guión inconsciente sirve como una distracción contra la conciencia de experiencias pasadas, las necesidades relacionales y emociones relacionadas, siendo simultáneamente una repetición del pasado. El sistema de guión representa la organización inconsciente de la experiencia del cliente y proporciona un programa útil para ayudar al psicoterapeuta y al cliente a entender como el guión es vivido fuera en la vida actual.
Un sistema cibernético, como el Sistema de guión está constituido de “un conjunto de componentes o partes que se relacionan para formar un todo organizado” (Piers, 2005, p.230). Por lo tanto, un cambio de una de las partes o subsistemas efectuará un cambio dinámico del sistema entero. Ocupándose terapéuticamente de sensaciones fisiológicas y experiencias corporales, comportamientos y las funciones de comportamientos, fantasías y sueños, memorias conscientes e inconscientes (implícitas), afectos y necesidades relacionales, y las creencias principales del cliente sobre sí, otros y la calidad de vida, el psicoterapeuta facilita cambios en varios subsistemas que comprenden el Argumento de Vida. De ahí que cuantas más áreas sean atendidas en el proceso de la psicoterapia, más probablemente facilitaremos “la cura del guión” (Erskine, 1980/1997).
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