Más allá del permiso

01/04/2003

Los conceptos de Protección y Potencia y la transacción del Permiso, como inicialmente fue descrita por Crossman, 1 ampliada por Steiner2 y respaldada por Berne3 son bien conocidos por los practicantes de AT. El tono general en estos escritores es que la cura se logra por medio de las “3 Pes.” Desgraciadamente, “la cura” no se define. La premisa de este artículo es que “la cura” por Permiso es un logro limitado. No se pretende minimizar la importancia de semejante logro, sino explorar lo que puede hacerse más allá del Permiso y cómo en alguno de los casos el Permiso puede servir para restringir al cliente o paciente.

Cada persona tiene una necesidad continua de afirmación de la importancia personal a lo largo de la vida. El modelo original para tal afirmación son las caricias físicas ofrecidas por los padres; y a través de los padres el infante aprende pronto que las personas grandes son potentes fuentes de caricias. El infante entiende relativamente pronto su posición desvalida; que para sobrevivir necesita mantener una relación con otro obtener nutrición—tanto de comida como de caricias. Como el “otro” aparentemente tiene la habilidad de funcionar independientemente, el infante encuentra la supervivencia posible estableciendo y perpetuando una relación dependiente.

Una relación dependiente como es percibida por el infante difiere, sin embargo, de la percibida por el adulto. Un jovenzuelo no aprecia que un padre está a menudo en la posición, “yo te necesito tanto como tú me necesitas.” Como consecuencia, el jovenzuelo aprende rápidamente maneras eficaces de mantener un suministro regular de caricias del padre. No importa cual sea el estado del yo de la madre o el padre y no importa cuan “injustificados” o “irracionales” o quizás incluso crueles, el jovenzuelo encuentre los métodos para conseguir caricias, con las caricias negativas teniendo de repente el mismo “valor calórico” como las positivas.

El proceso entero de crecimiento y maduración se entrelaza con problemas de dependencia, separación e individuación. Aunque puede parecer cínico, la madurez podría describirse como una sofisticada tortuosidad. Es decir, el Adulto sigue “el reflector” del Profesor Pequeño sirviendo los deseos del Niño Natural. Cuando el Adulto falla en esta tarea entonces el próximo dispositivo disponible es el Niño Adaptado que o responde de un modo dócil o vindicativo a las fuentes de caricias— las personas mayores. Éstos, “las personas mayores” pueden ser reales o simbólicas.

Puede describirse la autonomía como la última individuación e implica que la persona es capaz del uso pleno de las opciones para lograr caricias de innumerables otros y que la específicamente excluida es la opción de una sola relación dependiente fijada (incluso una dependencia fantaseada). La dependencia continua, sobre todo más allá de niñez, sólo se concede a cambio de la obligación. La obligación va acompañada con el resentimiento y el resentimiento previene la intimidad. Por consiguiente, el funcionamiento autónomo es la condición que permite de intimidad mientras que la dependencia evita la intimidad entre los adultos.

Mucha de la literatura de AT se refiere a la cura como la realización exitosa de un contrato. Aunque ésta es una definición de trabajo, hay diferencias significativas en los resultados entre dos amplias categorías de contrato a los que me referiré: los contratos de control social, y los contratos de autonomía.

Los contratos de control social son aquéllos que tienen como punto de llegada algún cambio en la conducta, actitud o sentimiento por medio del cual el paciente realiza una adaptación social más eficaz a su mundo. Algunos ejemplos de contratos de control social son, “Dejar de estar enfadado con mi esposa,” “Ganar $150 por semana,” “Dejar de llegar tarde a trabajar,” “Dejar de beber.” Todos éstos pueden representar un cambio significativo para el individuo y en ese sentido son metas significativas y válidas en el tratamiento. En cualquiera de tales contratos la transacción del Permiso podría ser una técnica apropiada. En contraste, considero el contrato de autonomía como el que es la consecuencia de una Redecision descrito por los Goulding.4

Con la Redecision, el individuo comienza un cambio y deja de vivir una vida “programada”. Un compromiso de ser consciente de todos los viejos dispositivos y todas las tentaciones a volver a los viejos modelos es un aspecto inherente de la Redecision. El individuo empieza a vivir una nueva vida, dando de puntapiés al viejo guión y no adoptando uno nuevo.

Los contratos de control social completados a través de la transacción del Permiso pueden producir que el paciente ya no siga un mandato. Esto puede significar sólo que el paciente viva un contraguión, posiblemente propuesto por el terapeuta. Yo sospecho que éste es el resultado más común de la transacción del Permiso.

Una decisión basada en el Permiso puede tener utilidad en situaciones donde la acción autodestructiva inmediata es probable (como en situaciones que involucran abuso de drogas), o donde profesiones o pasatiempos involucran posible lesión o muerte (paracaidistas, buceadores, y corredores de automóviles, por ejemplo). En tales situaciones, la transacción del Permiso puede ser economía de vida.

La cura por Permiso es posible cuando el terapeuta es, en la percepción del cliente, más poderoso que el padre cuya conducta se vio como emisora del mandato. La naturaleza de la transacción del Permiso incluye una Potente orden del Padre – al – Niño que yo veo como un contramandato del último-día. El cambio así logrado tiene valor en que los estilos de vida previamente destructivos o limitados se terminan. En tanto que el paciente o el cliente elige “llevar al terapeuta en el bolsillo” o modificar su Padre con nuevos “cómos” el cambio se perpetuará. Semejante cambio puede, sin embargo, tener todas las desventajas de vivir en un contraguión y es debido a esto que yo me centro en la posibilidad de cambio por Redecision—es decir, a través de un contrato que produce funcionamiento autónomo.

Cuando el tratamiento termina por causa de la transacción del Permiso hay una probabilidad alta que la autonomía no se haya logrado y el terapeuta eficaz será consciente de la diferencia significativa entre los contratos de control social y de autonomía. La aceptación de contratos del control social para la salida del tratamiento no siempre es indeseable. De hecho, el terapeuta de grupo eficaz (así como los participantes de grupo) entenderá que una forma de contrato lleva al otro. En mi propia experiencia, cuando la diferencia entre las dos formas se comprende, la mayoría de las personas eligen el contrato de autonomía.

La cura por la transacción del Permiso solo, como la describió Crossman y Steiner, puede producir un cambio que tiene quizás la naturaleza general de “la cura de transferencia» como es descrita en el tratamiento psicoanalítico. La persona «curada» que “lleva a un terapeuta en su bolsillo” no es diferente a la persona que deja de tomar la medicación pero que guarda unas pocas píldoras restantes «por sí acaso.” El terapeuta que se limita a curar por Permiso puede muy bien estar haciendo eso como consecuencia de la creencia de que “No puedes hacerlo” y entonces se convierte en agente de transmisión cultural de mandatos. Obviamente, esto es la consecuencia de asuntos de guión personales no resueltos y perpetúa lo mismo que los terapeutas de AT acusan de hacer a “los psicoanalistas tradicionales”, es decir, no curar a nadie.

El cambio logrado por la persona que completa un contrato de autonomía es claramente el de una decisión de vivir una nueva vida, una vida que no es ningún guión sino que es escogida por la persona y qué incluye la opción, la espontaneidad, la creatividad, y la intimidad. Esto incluye el reconocimiento y la apropiación de los sentimientos de uno como generados dentro del yo. La mayor barrera al tal logro, yo supongo, recae en el hecho de que muchos terapeutas no aceptan la responsabilidad por sus propios sentimientos; por consiguiente creen que ellos pueden dar Permiso a aquéllos en el papel de cliente o paciente. Tal omnipotencia en opinión del autor es antiterapéutica y tiende a limitar el cambio.

Yo sugiero que los terapeutas empiecen a hablar en términos de tratamiento que se dirige al logro del control social o la autonomía y olvidar la palabra cura. Para aquéllos que insisten en usar “la cura” yo sugiero que definan la palabra para añadir un modificador apropiado a tal cura. Yo uso “cicatrización decisional,” para describir la meta del proceso ya que cicatrizar en su sentido original quiere decir restaurar la integridad. Yo creo (para usar un doble sentido), que hay un nuevo mundo de cambio más allá del Permiso.

William H. Holloway es un Miembro Didáctico de la ITAA y Director del Midwest Institute for Human Understanding, Inc. , 4004 Hoffman Rd. , Medina, Ohio, 44256.

REFERENCIAS

1. Crossman, P. “Permission and Protection,” Trans An. Bull., 5:19, pp. 152-154.

2. Steiner, Claude. Games Alcoholics Play. Grove Press, New York, 1972.

3. Berne, Eric. Quoted. Games Alcoholics Play p. x.

4. Goulding, Robert. “New Directions in Transactional Analysis: Creating An Environment for Decision and Change,” in Sager and Kaplan, Progress in Group and Family Therapy. Brunner and Mazel, New York, 1973.

 

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