En el gusto esta la variedad
01/11/2006
Lo que se suele decir es que en la variedad está el gusto, como si cambiando lo que hacemos o tenemos se nos garantizara el gusto y el placer. Desde esta prioridad, que facilita el cambiar todo para seguir igual de mal y sin gusto o con gustos superficiales e infantiles, funcionan muchos de los llamados medios de comunicación social, que compiten precisamente por captar la atención de todos variando noticias, estímulos, personajes famosos y productos materiales o no materiales. Incluso a nivel científico, a veces se da la sensación de que el saber y la verdad está en cambiar las formas de copiar o repetir lo que dicen otros, pero sin disfrutar del fuego o la pasión que surge de cualquier saber que nos sirve para mejorar nuestra calidad de vida. Es como si en la vida que llevamos, siguiéramos al pie de la letra a aquel pensador griego que defendía que todo fluye, pero olvidando que él mismo nos decía también que es el fuego el elemento fundamental del universo.
Parece que, en esta sociedad que hacemos entre todos y nos hace a todos, si uno hace cosas variadas va a encontrar gusto y placer en lo que hace. Y algunos se lo creen tanto que viven sólo para estar siempre haciendo cosas distintas y cada vez de mayor importancia y de más prestigio social; llegan incluso a creerse que son lo que hacen, por eso no quieren cambiar el trabajo que hacen aunque les cueste la vida y se deprimen si los cambian de puesto o les llega el momento de jubilarse.
En el fondo se trata de un mensaje, dominante todavía en la cultura machista actual, que podríamos resumir en que hay que hacer continuamente cosas variadas para así tener el gusto de lo que podríamos llamar éxito social y sexual. Lo peor es que algunas mujeres, en vez de desarrollar sus propias prioridades, copian lo malo que los hombres han desarrollado y nuestras relaciones nos encierran cada vez más en círculos viciosos que nos llevan a seguir solos y mal.
Parafraseando a José Antonio Marina que decía que la inteligencia es estar enamorado de una persona pero de muchas cosas, el título de este escrito viene a defender que cuando una persona descubre el gusto de ser lo que es y se enamora de sí mismo, ya ha encontrado el fuego interior que le permite apasionarse y enamorarse disfrutando de las cosas que puede hacer o puede tener. Casi siempre asociamos el enamoramiento a otra persona y no a uno mismo, pero quizás sólo se enamora uno de otra persona después de haberse enamorado de uno mismo, que es lo que nos da una autonomía afectiva para querer a alguien sin dependencias; cuando no es así, cuando sólo hay necesidades que esperamos satisfacer con el otro, o narcisismos que nos impiden salir de nosotros mismos, lo que suele pasar es que uno se enamora de lo que espera que la otra persona haga o tenga y por eso acaba luego separándose de lo que encontró.
Estar enamorado de uno mismo, que exige trascender lo que el yo hace o tiene, es estar bien con uno mismo al experienciarse como Ser Humano igual a todos los de nuestra especie, y desde ese estado, que es intrínsecamente creador y abierto a los otros, uno puede disfrutar tanto de un éxito o un fracaso en lo que hace como de un logro obtenido o una pérdida de algo que tiene. Enamorarse es descubrir el gusto de dar prioridad a ser lo que uno es, es quererse por lo que uno es o querer a alguien por lo que esa persona es; este placer de ser lo que uno es y de querer a alguien por lo que es, permite experimentar un poder suficiente para trascender cualquier error o fracaso, relacionados con lo que hacemos, o cualquier pérdida o separación, relacionadas con lo que tenemos.
Me alegra mucho comprobar que cada vez hay más personas que, a través de la Escuela de Ecología Humana o de otras alternativas, disfrutan de un estilo de vida con suficiente chispa vital para no caer en la rutina de priorizar lo exterior o en la dependencia adolescente de poner su satisfacción en los aplausos de otros y su seguridad en cualquier cosa que puedan tener, ya sea una cuenta corriente, una relación, una creencia o una forma de pensar, de sentir o de actuar. Es el gusto del fuego interior lo único que nos puede encender la conciencia de evitar lo que nos produce sufrimiento, sin esperar o buscar explicaciones, y de acercarnos a lo que nos da placer. Es la realización de lo que uno es y el placer de nuestro propio desarrollo lo que nos hace disfrutar de esa capacidad para hacer lo que hacemos, aunque nos equivoquemos, y para tener lo que tenemos, aunque a veces hayan pérdidas o separaciones.
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