El perdón en el duelo. Los cuentos como herramienta terapéutica
01/04/2015
RESUMEN
El perdón es un proceso en el que la persona integra, en primer lugar, la protección y el amor del que fue carente, elaborando la experiencia que le permite modificar la visión de sí misma, del mundo y del “agresor”. Me centro en procesos de perdón en el proceso de duelo, de una relación traumática que provoca una herida profunda en la persona, causada por una situación de abandono o maltrato. Abordo el trabajo terapéutico con una herramienta, los cuentos, dirigida a sanar al “niño interior herido”.
INTRODUCCIÓN
Cuando me planteé escoger el tema del perdón algo dentro de mí resonó fuertemente. El perdón era (y es) un tema que generaba en mí y mi entorno bastantes resistencias. Estas resistencias estaban nutridas, en gran parte, por su vinculación al ámbito religioso. Personalmente (sintetizando y generalizando mucho) de la mayoría de las lecturas realizadas de textos que abordan el perdón desde una perspectiva religiosa, concluyo que el perdón es considerado como un proceso que ocurre de forma ajena a la voluntad de la persona, en el que no hay decisión o un trabajo personal sino al que se llega por una conexión “divina”, sin explicación y que responde a la “obediencia”, al cumplimiento de un mandato establecido por un Ser superior. En este contexto, el perdón es contemplado como un juicio moral que nos sitúa entre lo bueno y lo malo.
No obstante, es mi experiencia personal y profesional, la que me libera de los prejuicios religiosos y me genera un interés genuino hacia el proceso del perdón. Y recalco PROCESO, porque lo entiendo como un camino que la persona recorre, necesariamente, si quiere realmente sanar sus heridas.
Las personas somos seres sociales por naturaleza. Somos dependientes y estamos interactuando constantemente con los que nos rodean. En nuestro proceso vital vamos construyendo vínculos que principalmente cumplen el objeto de satisfacer nuestras necesidades de amor, seguridad y protección. Esos procesos de vinculación en la infancia y el logro de la satisfacción de esas necesidades básicas marcará el desarrollo futuro de nuestra identidad y condicionará nuestra forma de relacionarnos y de dar y recibir amor, cuidado y protección de adultos. Siguiendo a Alba Payás en el libro: Las Tareas del Duelo;
“En la ruptura de esa vinculación con una persona que amamos no sólo perdemos la fuente de satisfacción de nuestras necesidades de afecto o de seguridad, sino que al mismo tiempo, se ve sacudido nuestro mundo interno de pensamientos, significados, esperanzas, generado en sus aspectos nucleares a partir de la relación con esa persona significativa. El duelo puede provocar una desconexión con nuestro núcleo interno, anulándose nuestra capacidad de ordenar el material de forma que tenga sentido. Al perder a nuestro ser querido se desmantelan también valores, creencias y esperanzas: nuestra visión de la vida, de las relaciones, se quiebra: el sentido de quienes somos se distorsiona.”(Payás, 2010, pg. 32)
En este sentido, una parte fundamental del duelo sería el proceso de aceptación de todos estos acontecimientos, de elaboración del dolor, la expresión de la emoción que nos provoca, el entendimiento y aceptación de ese sufrimiento que nos permite posicionarnos nuevamente en la vida habiendo integrado toda esa experiencia y recuperando esa identidad perdida. En los procesos traumáticos, donde el duelo se realiza de una relación cercana (con mayor implicación afectiva), con gran cantidad de aspectos negativos y/o dolorosos y donde existe un proceso de vinculación de apego inseguro, el proceso de perdón es, en gran parte, el que nos permitirá afrontar el contacto con el sufrimiento, nos permitirá la re-experimentación de la relación y con ella su revisión, otorgándole una nueva asignación emocional-cognitiva que implica la creación de nuevos significados o esquemas mentales más amplios, más maduros. Estando así más disponibles para generar nuevas relaciones, con la figura objeto de duelo y otras (nuevos vínculos de apego).
PLANTEAMIENTO GENERAL
Cuando me planteo la escritura de esta tesina reviso mi experiencia personal y la de dos pacientes. Un caso de abandono por parte del padre a los tres años. Otro caso de abandono de ambas figuras parentales en la infancia temprana y crecimiento en instituciones y posterior maltrato de la pareja y un tercer caso de violencia de género. En común las tres personas muestran apego inseguro, posición existencial “tu OK” – “yo no OK”, emoción profunda de miedo existencial al abandono y/o, en su caso, a la invasión.
En mi trabajo no voy a profundizar en el Modelo de los Estados del Yo, concepto básico del Análisis Transaccional, pero sí voy a hacer alusión a él para explicar el por qué de decantarme en el presente trabajo por una herramienta terapéutica útil para trabajar con el “yo niño”: Los cuentos.
En el estudio de los casos mencionados anteriormente yo analizaba los progresos en la elaboración del duelo y concretamente de la fase del perdón. Diferenciaba perfectamente cuál “Estado del Yo” estaba tomando el poder ejecutivo. Tanto yo como mis pacientes, éramos capaces de perdonar desde el Estado del yo Padre: nuestras acciones, pensamientos y sentimientos estaban relacionados con la cultura del perdón y el duelo;“hay que pasar página”, “la gente comete errores”, “hay que seguir la vida, disfrutando de lo bueno que esa relación nos ha dado”, etc. Poniendo en marcha mecanismos de racionalización basados en los aprendizajes patriarcales de sometimiento, adaptación, sumisión, respeto, aceptación de la cultura de violencia que justifica determinadas conductas, las atribuciones según los roles de género, educación religiosa, valores de justicia y solidaridad transmitidos, etc. Este perdón es una elaboración cognitiva, pero a través de introyectos de nuestras figuras parentales (procesos verticales).
En otros momentos el “estado del Yo adulto” proporcionaba una respuesta en el “aquí y ahora” tomando una decisión, valorando lo que estaba sucediendo, sus emociones y sentimientos en el presente. Sopesaba los pros y los contras del perdón, viendo como el rencor, la rabia, afectaban en su vida. Valoraba, en su caso la mejoría de la situación, los cambios positivos que existían en la etapa actual. Incorporaba los aprendizajes de la terapia sobre los miedos adquiridos, las limitaciones, las creencias, la conformación del guión de vida y, de forma adulta, procesaba y elaboraba cognitivamente la información; decidía e incluso realizaba acciones para perdonar.
Sin embargo, desde mi experiencia personal y profesional observo que este proceso no es genuino, no es profundo. Veo que cuando hay alguna situación de estrés y entramos en guión, el “Estado del Yo niño” toma el poder ejecutivo mostrando las conductas de miedo, sometimiento, inseguridad, soledad del pasado. Y el dolor se apodera de la persona; el miedo, la tristeza, la rabia aparecen; los descuentos y los mecanismos de defensa se muestran en el presente tal y como se vivían entonces.
Elijo los CUENTOS, como herramienta terapéutica porque es propicia para dirigirse al “yo niño” y tiene tanto un componente de elaboración cognitiva, como emocional; consciente e inconsciente. Más adelante explico con detalle los beneficios que el trabajo con cuentos reporta. Ahora quiero incidir en lo que personalmente más me atrajo y que alimentó mi deseo de comprobar y experimentar la “magia” que los cuentos tienen para sanar corazones de “niños interiores” heridos.
Creo que los cuentos gustan a casi todo el mundo. Niños/as y adultos se pueden ver atrapados y conectados con la infinidad de historias que existen. He comprobado en mi trayectoria profesional que los cuentos son una forma estupenda de vincularse con el paciente. De una forma distendida, informal y no invasiva podemos ofrecer afecto, cuidado, interés y amor al paciente, generando un entorno amable, acogedor y protector que mejore la sintonía y la relación terapéutica. Por otro lado, los cuentos nos permiten (a nosotros como terapeutas y a nuestros pacientes) acceder mediante la simbología a la información que surge del inconsciente, lo que nos aporta a su vez información valiosísima de su guión de vida; permitiéndonos identificar los sentimientos, emociones, deseos que conforman su identidad.
Marie-Louise Von Franz comienza su libro: Erase una vez: una interpretación psicológica, con la siguiente frase: “Los cuentos son la expresión más pura y simple de los procesos psíquicos del inconsciente colectivo” y además: “El lenguaje de los cuentos parece ser el lenguaje internacional de toda la humanidad, de todas las edades y de todas las razas y civilizaciones” [1]
EL PROCESO DE DUELO
Existen distintas clasificaciones, según diversos autores, de las fases que atraviesa la persona en la elaboración de un duelo significativo. No obstante, el objeto de nuestro trabajo no es el duelo, sino el perdón, una fase concreta dentro del proceso de duelo. A continuación expongo las fases y parte del contenido que proponen José Zurita y Macarena Chías en su libro: El duelo terapéutico (La curación a través del duelo); concretamente en el capítulo dedicado a etapas del duelo (páginas 23 a 52).
Etapa cognitiva
Fase de negación
Es la fase defensiva ante la pérdida, que viene por la necesidad de mantener los procesos iniciados. El concepto sería la “inercia”, la tendencia que todos los objetos tiende a continuar la trayectoria y la velocidad que llevaban, aunque haya un frenazo. Estas situaciones de negación son las que permiten a la psique separarse del lado traumático de la pérdida para asimilarla poco a poco. La aceptación supone la resolución de la negación a nivel profundo. Es el paso necesario para asumir la pérdida y conectar con las emociones.
Fase de racionalización
Consiste en entender las razones de la pérdida racionalmente y darnos una explicación coherente de la misma. La persona, partiendo del resultado final, va justificando lo ocurrido de atrás hacia adelante para tener todos los pasos y el proceso que acabó con el fin de la relación tal y como se necesitaba y se entiende que esa relación se terminó definitivamente, para siempre.
Etapa emocional
Fase de protesta
En todas las relaciones que establecemos se dan buenos y malos momentos, y en muchas de ellas suele haber mucha frustración acumulada por aquellas situaciones en la que no recibíamos lo que queríamos. A la hora de revisar una relación de la que nos queremos despedir tenemos que conectar con esos momentos malos; todas las frustraciones, decepciones, impotencia, todas las cosas que nos hicieron que no nos gustaron, o que no nos hicieron y habríamos deseado, etc. Lo normal es sentir rabia y ganas de protestar contra todo lo negativo, lo malo, desagradable, incómodo que hemos vivido.
La rabia es una emoción socialmente censurada en su expresión y por eso muchas veces la persona, incluso inconscientemente, bloquea esa emoción. Esa energía desplazada se queda en el interior de la persona y puede llegar a bloquear el proceso de duelo. Nuestra labor como psicoterapeuta aquí será darle permiso a la persona para expresar su protesta, enfado y rabia, facilitándole modelos coherentes para que en la expresión emocional no se hagan daño a ellos mismos y no hagan daño a nada ni nadie.
Fase de tristeza
La tristeza está muy presente en el duelo. Quizás es una emoción que está menos penalizada socialmente para su expresión, sobre todo en casos de muerte. Sin embargo, muchas veces, para otro tipo de pérdidas, nuestra educación, la cultura, nuestras creencias nos llevan a minimizar el impacto, descontando lo importante que fue para nosotros la relación, negando la existencia de la emoción. En estos casos la falta de contacto con la emoción puede también bloquear el proceso. Las diferencias de género también influyen en la expresión de esta emoción, siendo los hombres los que culturalmente han recibido menor permiso para la expresión de estas emociones.
En el caso del duelo hacia una relación que es traumática también tenemos que tener en cuenta la expresión de tristeza. Quizás sea menor en este caso que la rabia o el miedo, pero la tristeza existirá, aunque se oculte, porque esa relación, aunque negativa o dañina, cumplía una función que la mantenía. La pérdida de una relación nos deja sin ella y, buena o mala, agradable o desagradable, beneficiosa o dañina, nos aportaba estímulos, emociones, contenidos, etc. , y al perder todo esto se produce un vacío dentro de cada uno. La expresión de la tristeza servirá para resolver ese vacío. Si el psicoterapeuta, de una manera empática, acompaña y valida las experiencias que la persona manifiesta, facilitará que poco a poco acceda a su dolor y a su necesidad de llorar.
Fase del miedo
El miedo fundamental en el duelo es el miedo a vivir sin esa relación que se perdió (no necesariamente por muerte). La persona antes de la pérdida era una persona distinta en función de la relación que mantenía y ahora siente miedo al conectar con el futuro sin esa relación.
Existe un miedo que nos acompaña continuamente, el miedo a lo desconocido. Nunca antes hemos vivido sin esa relación por lo que, aunque se haya recibido maltrato o cualquier agresión o vejación; y aunque, en este caso la persona conecte primero con una sensación de liberación, también suele conectar con esa sensación de miedo a lo desconocido.
Fase de aceptación emocional
En la fase de aceptación emocional, acompañamos a nuestros pacientes a decir adiós, después de haber expresado y canalizado las emociones de la pérdida, ya sin esa carga emocional tan intensa.
Kübler Ross dice de esta fase de aceptación: “….. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor…la vida se va imponiendo.” (citado en Zurita y Chías, 2009, pg. 48-49)
Fase del perdón
Perdonar significa no dejar nada pendiente, renunciar totalmente a los agravios, dar la deuda por saldada, para así quedar libres y poder elegir establecer o no una nueva relación. Perdón significa que desaparezca el componente emocional de lo que pasó, renunciando a que ese acontecimiento que ocurrió en la relación tenga un impacto emocional dañino que no exija una reacción a ese daño. Cuando proponemos perdonar a alguien estamos proponiéndole renunciar a cualquier acto de desagravio, incluida la victimización respecto de la agresión. El perdón supone renuncia. Hay veces que ha podido haber una agresión profunda, y al conectar con la agresión la emoción que se genera es rabia. Cuando en el proceso de duelo se expresa totalmente la rabia, podremos renunciar a la venganza y así perdonaremos al opresor.
Fase de la gratitud
En la fase de gratitud se nos invita a, una vez resueltas todas las etapas anteriores y habiendo saldado las cuentas pendientes, fijar nuestra atención en todas las cosas positivas que tuvo la relación y dar gracias por todo lo bueno que se llevó de ella. Esto permite cerrar con una capa constructiva y agradable para que, el recuerdo de la relación quede en positivo en la memoria.
Fase de nuevos apegos
En esta fase el terapeuta acompañará a su paciente a que decida con libertad en qué relación o relaciones quiere colocar su energía liberada tras el duelo. En las ocasiones en las que la persona objeto de duelo no ha fallecido puede darse la posibilidad de que se establezca una nueva relación, desde un punto de conexión diferente.
Bowlby la considera como la “fase de reorganización”, en la que comienzan a remitir los aspectos más dolorosos y el individuo empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida…”
Kübler Ross denomina a esta fase “esperanza” y considera que “es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido…” (citado en Zurita y Chías, 2009, pg. 53)
El paso por estas etapas no será lineal sino que la persona podrá transitar simultáneamente en varias, pasar de lo emocional a lo cognitivo, ir de una emoción a otra, bloquearse en una, etc…
EL PERDÓN EN EL PROCESO DE DUELO
“El perdón es tan importante que sin él no es posible hacer un duelo completo” (Zurita y Chías, 2009, pg. 49). Por ello, a lo largo de estos meses he hecho una revisión bastante exhaustiva de mi propio proceso personal vinculado al perdón y de las dos pacientes mencionadas. He consultado diversas fuentes documentales con el objetivo de profundizar en este tema.
Definición del perdón
No creo necesario recoger aquí las distintas definiciones de perdón; una visión que integre los aspectos que mayoritariamente son aceptados en torno a la conceptualización del mismo, permite referirse a perdón como un proceso en el cual la persona que ha sufrido el dolor de la agresión decide libre y honestamente renunciar al deseo de responder a la ofensa recibida dañando de alguna manera al otro (o a sí misma). Este proceso conllevaría también una reducción del impacto negativo en la persona que perdona, minimizando la carga negativa en sus emociones, pensamientos y conductas. Perdonar implica la comprensión de las causas que motivaron la “ofensa” y la aceptación del error o agravio, encontrando las consecuencias positivas en pro de un aprendizaje y crecimiento personal que le permita despedirse de esa relación y vincularse nuevamente de otra manera, con esa u otras personas.
Aportación al proceso de duelo. Ampliando la fase del perdón
Considero que al referirnos al duelo de relaciones familiares cercanas y procesos de grave sufrimiento que han generado guiones de vida sin amor (según la clasificación de Claude Steiner)[2] y posiciones existenciales “yo no OK- tú OK”, es necesario una mayor elaboración emocional y cognitiva del proceso de perdón, no bastando con “renunciar a la ofensa recibida como arma arrojadiza contra el otro”. (Zurita y Chías, 2009, pg. 156). Es por ello que, en relación a las fases del duelo expuestas en el apartado anterior, he concluido que la relativa al perdón, podría verse reforzada con algunas incorporaciones. A continuación planteo una propuesta que amplía la etapa del perdón expuesta por José Zurita y Macarena Chías y que se complementa con el resto del proceso de duelo descrito anteriormente.
Fases del perdón
Esta propuesta es el resultado de las reflexiones realizadas tras el análisis de mi proceso personal y el de dos de mis pacientes y las ideas extraídas de la lectura de diversas fuentes secundarias, principalmente el libro de Jean Monbourquette: Como perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para perdonar y Abraza a mi niño interior, de Victoria Cadarso.
Compartir la herida en un espacio protegido.
Es importante que el paciente pueda expresarse y compartir su herida en un entorno seguro en el que se sienta respetado, validado, donde se sienta escuchado, aceptado y donde se le ofrezca protección, permisos y contención.
Siguiendo la categorización presentada en el libro: Tareas del Duelo (Alba Payás, 2010, pg230); las necesidades relacionales fundamentales de las personas en duelo son:
- Ser escuchadas y creídas en su historia de pérdida.
- Ser protegidas y tener permiso para expresar emociones.
- Ser validadas en la forma de afrontar el duelo.
- Estar en una relación de apoyo desde la reciprocidad.
- Definirse en la forma individual y única de vivir el duelo.
- Sentir que su experiencia de duelo tiene un impacto en el otro.
- Estar en una relación donde el otro tome la iniciativa.
- Poder expresar amor y vulnerabilidad
Si esas necesidades relacionales son cubiertas por el terapeuta, se creará un entorno de confianza y seguridad que permitirá a la persona herida conectar con sus emociones con protección. El sentirse aceptado incondicionalmente hará al paciente poco a poco confiar más en sí mismo. Cuando el paciente va adquiriendo confianza en el terapeuta, poco a poco, la situación será menos amenazadora.
Reconocer la herida: trabajo emocional con la vergüenza
Uno de los grandes desafíos que plantea la fase emocional del perdón sería reconocer la existencia de un profundo sentimiento de vergüenza, aceptarlo, relativizarlo, comprenderlo e integrarlo. La vergüenza es una emoción social (tiene que ver con cómo nos comparamos con los demás) que normalmente tiende a estar oculta y es difícil de identificar entre las múltiples máscaras bajo las que se disimula. La ira, el victimismo, la complacencia y el perfeccionismo son las estrategias de afrontamiento que la persona encuentra para negar la emoción.
La vergüenza es una emoción que se relaciona con el valor que nos atribuimos como persona. Todos necesitamos que se nos reconozca como valiosos; que nos presten atención, sentir que gustamos, que nos aprecian y valoran. Cuando nos faltan esas muestras de amor y nos juzgan, critican y humillan nos sentimos avergonzados. Cuando este trato es frecuente, el resultado será la internalización de la crítica. Desde ese momento introyectamos esos mensajes negativos y nos valoramos a nosotros mismos como hicieron esas personas amadas. En este sentido, sentiré vergüenza cuando los demás no me tratan con amor, pero también cuando internamente me compare con el ideal que yo querría ser y que no alcancé. Esa expectativa frustrada nos crea sensación de inseguridad y desamparo.
Victoria Cadarso en su libro, Abraza a tu niño interior dice: “La falta de amor de base va a dejar un guión de desamor, que nos va a hacer buscar el amor por encima de cualquier otra cosa. La falta de amor genera vergüenza, es como si nos dijéramos internamente: “si no soy digno de amor, algo en mí no está bien”, “Si al otro no le gusto, algo de mí no es agradable para los demás” (Cadarso, 2013, pg. 159)
Lo que ayudará a superar la vergüenza es sentir la validación de nuestras emociones y de nuestras necesidades relacionales. La persona tendrá que liberarse de los mandatos (no seas, no sientas, no expreses, no pertenezcas) que obstaculizan esa búsqueda de reconocimiento (caricias), que es lo que finalmente favorecerá que la persona vaya adquiriendo una imagen positiva de sí misma. Steiner (1992) afirma “…pedir caricias, aceptarlas, ofrecerlas, rechazar las que no se deseen y dárselas a uno mismo, son Permisos que generan caricias y permiten librarse de la depresión”. (pg. 358).
Expresar la culpa
El maltrato y el abandono sufrido afectan al vínculo de apego y, por ello, a la manera que tienes de verte. Daña severamente tu autoconcepto y al final terminas definiéndote tal y como los demás te han definido y considerado. Al igual que con la vergüenza, muchas personas piensan y sienten que se merecían el maltrato, el abandono, o que son responsables de que ocurriera. Se sienten culpables de lo ocurrido. La culpa en este caso es una decisión temprana para evitar el enfrentamiento con el ser querido por temor a perderle. Muestra una emoción profunda de miedo al abandono.
En la línea de lo que mencionan Chías y Zurita, (2009), en su libro Emocionarte con los niños; diremos que la culpa también está relacionada con el egocentrismo con el que los niños miran al mundo durante una parte importante de su desarrollo. Por ello, se van a hacer responsables de las causas de cosas y acontecimientos (atribución interna) que ellos no entienden o conocen. El niño siente confusión por no saber lo que tiene que “pagar” por lo ocurrido y conecta con su miedo profundo al abandono. De ahí, su sentimiento de culpa.
En el entorno terapéutico podremos acceder a través de la simbología a sus sentimientos y significados y le ayudaremos a liberarlos tomando parte activa en la expresión de esa culpa. Poniéndoles en contacto con otras figuras que le han proporcionado amor, seguridad; se le permite conectar con el amor, la alegría y al poder interior que le hará sentirse una persona merecedora y valiosa.
El amor, protección, cuidado, respeto, sintonía, proporcionada por el terapeuta reconfortarán y serán de gran ayuda para liberar al paciente de esa culpa. Tal y como repitió varias veces Jesús Cuadra en el Módulo de Terapias Regresivas “el buen trato es lo que cura”. Este vínculo y la proporción de “caricias” (término del Análisis Transaccional) nos permitirá trabajar para modificar esas creencias limitantes (pensamientos del padre crítico que trabajaremos con el niño que siente miedo de que lo abandonen) para que la persona asigne nuevos significados y emociones a sus vivencias y modifique los mensajes interiorizados (reparentamiento).
Perdonarse a sí mismo
Para desarrollarnos necesitamos sentir amor o conexión con alguien; recibir cuidado y nutrición, estímulos que nos hacen sentirnos bien y satisfechos; y además aprender estructuras y normas para conocer los límites y sentirnos seguros (en el lenguaje de Análisis Transaccional hablaríamos de hambre de reconocimiento, de estímulos y de estructura). La vinculación, las relaciones establecidas son fundamentalmente para nutrir, resolver esas necesidades, alimentar esas “hambres”. Cuando las figuras parentales en la infancia fallan en la satisfacción de esas necesidades básicas el autoconcepto se ve dañado.
Según Jean Monbourquette, “Se pueden identificar tres fuentes básicas de desprecio a sí mismo. Primero, la decepción por no haber estado a la altura del ideal soñado; a continuación, los mensajes negativos recibidos de los padres y de las personas importantes para uno; y finalmente , los ataques de la sombra personal….” (Monbourquette, 1992, pg. 115).
Es decir; para que una persona se perdone así misma tendrá que en primer lugar ser consciente de su guión de vida (mandatos, contramandatos, impulsores…) y de sus polaridades, sobre todo la polaridad del perro de arriba y perro de abajo que es un concepto de la Gestalt y que puede identificarse con esa capacidad de perdonarse a sí mismo, dependiendo de que una u otra polaridad gane o si finalmente las integramos. Para aclarar este concepto utilizaré un comentario personal que me hizo C. Gómez Pimpollo al respecto:
“Esta dualidad se puede observar de dos formas: en cuanto me relaciono conmigo o con el otro, desde una posición u otra. En la interacción intrapersonal, el perro de arriba es la parte de la persona que manda, controla de manera directa mediante la frase “tú debes”, compara enjuiciando. Provoca angustia, culpa y vergüenza mientras envía un mensaje de “tienes que esforzarte más”. El perro de abajo es la parte que se resiste, que dice “no quiero” o “no puedo”. Trata de controlar de manera indirecta por medio de la pasividad, olvidándose, esforzándose mucho para terminar fracasando. Aplaza, se confunde y no se compromete. Aparece como “pobre de mí”, el niño, el estúpido, el inválido. Ambos luchan por tener el control y siempre terminan en empate, aunque en realidad, ambos pierden.”
Comprender al ofensor
Esta fase tendrá un mayor componente de elaboración cognitiva y se abordará cuando el trabajo emocional esté más avanzado, el dolor sea menos intenso y se pueda tener una visión menos etnocentrista, pudiendo salir del “uno/a mismo/a” para poder mirar al otro y estar disponible para cambiar la percepción sobre la persona que nos ha dañado.
Este proceso podríamos equipararlo en el contexto del perdón a “amar al enemigo”. En palabras, de nuevo, de Jean Monbourquette:
”…en el contexto del perdón el enemigo o el ofensor me remiten a esas partes mal amadas de mí mismo que constituyen “mi sombra”. Por tanto, “amar al enemigo” supone acoger a mi propia “sombra”, es decir. Lo que me da miedo o me hace sentir vergüenza. En definitiva, esforzarme por no condenar a mi enemigo y amarle es también no condenar mi sombra, empezar a habituarme a ella y amarla. No juzgar en el proceso del perdón lleva, de algún modo, a una reconciliación con el ofensor, pero sobre todo a una reconciliación con el lado oscuro y tenebroso de uno mismo, que puede revelarse como una fuente inmensa de recursos personales”. (Monbourquette, 1992, pg.127)
En este sentido, comprender significará acercarnos más a la vivencia del otro; conociendo mejor sus antecedentes, sus heridas, sus emociones, sus necesidades insatisfechas, sus experiencias, etc… Lo que le llevó a comportarse como lo hizo. Comprender significará entender que nosotros en esa situación u otra también podríamos actuar igual, que no somos perfectos, que cometemos errores y que también podemos ser víctimas de los miedos y necesidades que alimentaron la mala conducta del que nos hirió.
Encontrarle un sentido a la ofensa
En esta fase se trata de extraer y utilizar una experiencia dolorosa para el crecimiento personal. De forma que uno puede reflexionar sobre los beneficios que esa experiencia o relación dolorosa le ha aportado. Algunos preguntas que la persona puede contestar son ¿qué he aprendido de esta experiencia?, ¿cómo me ha hecho crecer?, ¿hasta qué punto mi vida ha tomado un nuevo rumbo?, ¿qué limitaciones de mí he descubierto?, ¿qué grado de madurez me ha hecho alcanzar esta vivencia?, ¿qué nuevos recursos tengo y qué fuerza vital he descubierto?, ¿mi vida tiene un sentido nuevo?, etc.
El intento de dar un sentido a experiencias negativas ha sido resaltado por la psicología positiva, escuela que incorpora constructos como el de resiliencia, cualidad que presentan algunas personas para sobreponerse a la adversidad y a los acontecimientos traumáticos.
UNA PROPUESTA DE INTERVENCIÓN TERAPÉUTICA: LOS CUENTOS
Beneficios de los cuentos a nivel terapéutico
Los cuentos se presentan como una herramienta útil no sólo para descubrir la información que la mente inconsciente esconde, sino que, a su vez, esa información puede ser modificada. Los cuentos a través de la simbología pueden añadir nuevos datos que permitan encontrar nuevas soluciones a problemas, ofrecer alternativas y visiones distintas que nos permitan ampliar nuestra visión de una misma realidad, pueden suscitar nuevos sentimientos, aportar nuevas experiencias, etc.
Milton Erickson, uno de los terapeutas más importantes de las últimas décadas utilizaba “cuentos didácticos” (relatos breves), creados por él mismo, llenos de metáforas, humor e ingenio en sus sesiones terapéuticas. En el libro: Mi voz irá contigo. Los cuentos didácticos de Milton H. Erikson, se expone la utilidad de los mismos:
“…el paciente descubrirá que no tiene por qué descansar exclusivamente en sus arraigadas y circulares esquemas de pensamiento, que no tiene por qué “arreglárselas “con su limitada filosofía y sus limitados mecanismos mentales. En parte gracias a estas historias advertirá que existen para él nuevas posibilidades, que es libre de abrazar o rechazar tanto en el plano consciente como inconsciente”. (Erikson, 1982, Pg. 29)
Los cuentos alimentan la imaginación y nos permiten de forma figurada experimentar, probar y explorar diferentes caminos (incluso los peligrosos, los prohibidos, los no adecuados) y nos permite expresar cualquier tipo de emoción (positiva o negativa, permitida o censurada) sin incurrir en el peligro o daño que la experimentación real podría conllevar.
Los cuentos alimentan la esperanza y son una fuente de la que se nutre el desarrollo de la resiliencia. Paola Santagostino en Un cuento para sanar nos dice: “Los cuentos hablan al niño de problemas a los que él se enfrenta cada día: el abandono, el desamor, la soledad, la desobediencia, el miedo. ¡Y en los cuentos los niños siempre vencen!” (Pg.33-34).
El cuento puede ser una metáfora para el “niño” a través de la cual se le puede ayudar a conocer y expresar sentimientos difíciles de exteriorizar de manera verbal directa. Ese niño se proyecta inconscientemente en el personaje, la situación o la historia y puede con ello facilitarle el trabajo de elaboración psicológica y emocional. También es una manera muy adecuada de facilitar la comprensión y aceptación de cuestiones complicadas de transmitir con las palabras.
Los cuentos son una herramienta beneficiosa para el niño y para el adulto (con su niño herido), no sólo a nivel emocional y cognitivo sino que tienen una repercusión a nivel cerebral. El cambio en la persona también se produce a nivel neurológico. El cuento es una herramienta muy útil para la generación o fortalecimiento del vínculo terapéutico. La protección y el amor que uno transmite al elegir un cuento, al leerlo, al proponer un ejercicio, al escuchar al otro, etc… Puede producir un cambio profundo. Palabras narradas, transmitidas y compartidas con la potencia de una presencia amorosa, deja huella en el alma, y también en el cerebro.
“El trabajo con cuentos puede influir en la plasticidad cerebral. En efecto, los cuentos suelen estar asociados a un momento de atención, cuidado y amor (el cuidado es la forma en la que los niños perciben el amor). Los cuentos, las metáforas y el dibujo son excelente maneras para hablarle al hemisferio derecho (corporal, emocional, intuitivo, creativo) y al cerebro inconsciente y subcortical (límbico -emocional- y reptiliano -instintivo-). A través de las historias se expresan mensajes profundos cargados de emociones y normalmente buenos finales que sirven para estimular el sentido de conexión, amor y esperanza”. (Mario Salvador respuesta recibida por correo electrónico el 6 de mayo de 2014).
Utilización de los cuentos teniendo en cuenta las distintas adaptaciones de personalidad
Conocer la estructura de personalidad de nuestros pacientes es un aspecto fundamental a la hora de establecer la relación terapéutica y generar un vínculo sólido. Si tenemos en cuenta la forma habitual de pensar, sentir, y actuar de la persona y también tenemos en cuenta cuáles son sus necesidades primarias, es más probable que la intervención terapéutica tenga éxito.
Dada la relevancia del tema voy a exponer algunas reflexiones sobre las adaptaciones de personalidad para las cuales, yo considero, que la herramienta del cuento sería más útil. En este sentido, planteo que son las adaptaciones de personalidad, emocional y lúdica. Los aspectos que me llevan a esta idea son:
Características de la adaptación emocional y sus necesidades[3]
Estas personas viven la vida a través de cómo son sus sentimientos. Si se sienten queridos y aceptados la relación será más fácil. Son personas sensibles, complacientes y atentas. Su posición existencial estará relacionada con la respuesta que se den respecto a la pregunta ¿soy querido? ¿Soy digno de amor? La comunicación en la sesión se establece de forma efectiva desde un canal nutritivo (del padre nutritivo del terapeuta a niño libre del paciente) o canal emotivos (el niño libre del terapeuta al niño libre del paciente). La necesidad psicológica del emotivo será el sentirse importante para el otro, que sus emociones sean reconocidas y que sus órganos de los sentidos sean estimulados. La estructura patológica asociada a la adaptación de personalidad emocional son las personas histéricas.
En situaciones de estrés [4] donde la persona emocional entre en su guión, en el emocional seguirán siendo efectivos los cuentos pues son personas con tendencia a complacer y que necesitan reconfortamiento y mucho amor que le podemos ofrecer a través de las historias de los cuentos. Son personas con autoimagen negativa, con tendencia a la tristeza, culpabilización, miedo, etc. Emociones, sentimientos que tal y como hemos visto pueden ser abordados con el trabajo narrativo de los cuentos, una vez elaborado el vínculo terapéutico.
Características de la adaptación lúdica y sus necesidades [5]:
Son personas creativas, juguetonas, espontáneas, originales y divertidas. Son personas sensibles y voluntariosas, dinámicas, intuitivas y reactivas. Se interesan por lo nuevo y odian las rutinas. Necesitan ambientes estimulantes. La pregunta existencial que necesitan responder es ¿soy aceptable?, ¿me aceptan tal y como soy? La comunicación en la sesión se establece de forma efectiva desde un canal emotivo-juguetón (del niño libre del terapeuta al niño libre del paciente).
La persona lúdica necesitará principalmente contacto, necesita sentirse vivo a través de esa interacción; mediante la originalidad, diversión, el entretenimiento o el sentido del humor. La estructura patológica asociada a la adaptación de personalidad lúdica son las personas pasivo-agresivas.
En situaciones de estrés en la que la persona lúdica entre en su guión será más difícil trabajar con los cuentos pues la tendencia de esta persona será instalarse en la queja, en la culpabilización del otro, en su niño rebelde, intentará entrar en juegos vengativos, de aburrimiento y con una predisposición negativa al contacto. En esta situación será más recomendable trabajar con técnicas en las que la interacción del terapeuta no sea desde el niño sino desde el padre.
Aplicación práctica. Algunas propuestas concretas para el trabajo con los cuentos, aplicado al proceso del perdón
Creación cuento breve.M.A, víctima de violencia de género.
Para el trabajo con la vergüenza, la culpa y el perdón a sí misma, le propongo que escriba un cuento breve con animales sobre la historia de ella y su ex-marido. Me lee el cuento de la oveja y el zorro. Le voy haciendo preguntas sobre los personajes, las características de ellos, las emociones, los apoyos, etc. Le repito varias afirmaciones positivas sobre ella: “tú vales” “eres buena madre”, “tus necesidades son importantes”, “no tienes que demostrar nada a nadie” “eres importante”, “eres valiosa, valiente y fuerte”, etc… Después la propongo que si quiere escriba nuevamente el final del cuento. La doy permiso para que cambie los animales y el final del cuento, pudiéndose comportar todos de otra forma. Convierte a su oveja en leona que le dice al zorro que sus miedos se han acabado y que ya no va a someterla más, etc….. Se siente liberada y contenta cuando termina. Para casa le propongo que realice uno nuevo modificando y ampliando el que has hecho, deteniéndose al máximo en los detalles de las acciones, y diciendo o haciendo lo que necesite para quedarte satisfecha, sintiendo su poder y disfrutando al final de su nueva vida. Le aconsejo que le dedique tiempo, mimos, le pido que se sienta como si fueras de verdad una escritora haciendo su gran proyecto con dibujos, colores, etc.
Narraciones mutuas de T.[6] .
Tiene resistencias a escribir y para sorprenderla le propongo hacerlo grabado. Le pido que realice un cuento de lo que quiera de su vida; con un inicio, una fase de desenlace y un final. Ella dice su cuento, lo escuchamos juntas y después yo invento otro cuento con los mismos personajes y otro final. Intentando en ese nuevo final incorporar permisos, forma alternativa de afrontar el suceso expuesto. Lo hicimos varias veces y era potente para la descontaminación del niño y sobre todo para modificar sus “desilusiones” (creencias que surgen de su contaminación niño) como “no soy buena”, “no valgo”, “no gusto a la gente”, “no merezco que me quieran”, y que están debajo de las emociones de vergüenza, culpa y los sentimientos de desvalorización.
Escribir un relato largo: “El renacimiento de M”.
El ejercicio consiste en que la persona escribe un cuento personal: una niña que en primera persona va narrando su historia de vida, desde que es concebida, hasta que nace, crece, etc. No se trata de relatar su vida real, sino la vida que esa niña necesitaría, desearía haber tenido. El objetivo es vivenciar a través de la experiencia de visualización-imaginación-narración escrita las relaciones con su familia, acontecimientos relevantes, diálogos, mensajes recibidos, respuestas dadas, emociones sentidas, sentimientos expresados, conflictos vividos, problemas resueltos, deseos logrados, etc… Es un ejercicio de “autoreparentamiento” la niña “vive” en el cuento, lo que ella necesita experimentar.
Leer un cuento, “El Pajarito del Alma”.
M.D me escribe un correo electrónico después de leer este cuento, tal y como le había pedido, y me expresa lo que su lectura le ha hecho pensar y sentir:
“…ese pajarillo que es nuestra alma. Esa vibración de nuestro interior….. Y que a veces, muchas veces, ignoramos o damos de lado….que no le prestamos la atención que necesita para que cante y sea feliz. …. me ha hecho sentir triste, porque no he sabido escuchar al pajarillo de mi arbolito. Me siento arrepentida de no haber podido hacerlo,… A la misma vez me siento alegre, porque ahora comprendo que es un pajarillo vivo y que a pesar de cojo es luchador y sigue piando y comunicándose conmigo (lo que me hace sentir fuerte y luchadora)….En estos momentos, me siento en sintonía con mi pajarillo, estamos alegres y canturreamos juntos. ¿Una emoción es la armonía? Estoy contenta con este cuento, complementa mi teoría sobre la vida… mi arbolito… ese al que si le cortan una rama, brota por otro lado, si me cierran una puerta, abro una ventana. …me siento segura y con confianza de saber que a partir de ahora voy a cuidarle bien y vamos a seguir cantando y revoloteando juntos.”(M.D 15.5.14).
A lo largo de los días me escribe varias veces. Parece que avanzó en perdonarse a sí misma, a las decisiones que ha ido tomando en su vida y se está permitiendo ilusionarse con nuevas cosas y está ideando nuevos proyectos.
Escuchar cuentos: “Adivina cuánto te quiero” y “Besos y Achuchones”.
Estos cuentos los he utilizado con varios pacientes para ofrecer reconfortamiento, transmitir amor, cuidado y protección, aspectos fundamentales para poder acompañar en el afrontamiento de las distintas fases del proceso del perdón y del duelo en general. En el caso de personas con heridas profundas por abandono o maltrato este reconfortamiento y este “contacto” amoroso son aún más necesarios. Todas las personas han disfrutado escuchando este cuento, se han sentido reconfortadas. “me llega al corazón” decían la mayoría. El cuento en este caso es más efectivo si la persona lo recibe en un estado de relajación y de atención plena y consciente en conexión con su sensación corporal. En algunos casos ha sido la forma en que la persona ha podido conectar con escenas positivas y momentos amorosos de la infancia pudiéndolas también incorporar al proceso como recursos de apoyo personales.
Propuesta de otros títulos.
A través de las redes sociales hice una pregunta a gente que sigue mi página profesional sobre títulos de cuentos que al leerlos les generaran las emociones de protección, esperanza, cuidado y amor. Les consulté a algunas personas relacionadas con la cuento terapia sobre títulos para trabajar emociones como la vergüenza, la culpa, la autoestima, aceptación de circunstancias vitales adversas, resiliencia, etc. He leído muchísimos cuentos en internet, bibliotecas, etc. fiándome de mi contratransferencia me atrevo a recomendaros algunos títulos:
“El cazo de Lorenzo” y “Orejas de Mariposa” son cuentos para trabajar la vergüenza, la culpa, la aceptación de las diferencias (o situaciones que nos generan dolor) y generar esperanza, interiorizando que siempre se puede rescatar alguna experiencia amorosa, que siempre hay alguien que te ofrece su apoyo y te puede ayudar a cambiar la visión de ti mismo, del mundo y aceptar que todo tiene cosas buenas.
Son cuentos muy relacionados con el proceso de perdón y la resiliencia.
“Así es la vida” nos puede ayudar a iniciar el diálogo sobre las distintas emociones y puede acompañarnos a reflexionar en torno a lo positivo y negativo de las circunstancias, aceptar lo que nos reporta bienestar y aceptar también las cosas que nos hacen sufrir, que siempre podemos mirarlas de otra manera, siendo proactivos. Creo que puede ser un buen cuento para utilizar como ayuda en la elaboración cognitiva y emocional en las fases de “comprender al ofensor y sacar los beneficios de la ofensa”.
Otros títulos como “Yo mataré monstruos por ti”, y de la Pedagogía Waldorf: “Juego de Farol” y “las Bodas del Tío Perico” también pueden ser interesantes para utilizar en algún momento del proceso del perdón, sobre todo trasladando la idea del apoyo que tienes de otros para superar la pena provocada por la “ofensa” y el sufrimiento, y como el poder interior está ahí para permitirte vivir mejor sin el rencor hacia los demás que no te apoyaron o no te dieron lo que necesitabas. Son cuentos que te permiten conectar con la protección de otros y con la capacidad de cada uno del “auto-cuidado”
CONCLUSIONES FINALES
En cuanto al perdón concluyo que forma parte del proceso del duelo pero que cuando está asociado a relaciones cercanas y traumáticas cobra una relevancia especial. Será un proceso largo, que en cierta medida, irá produciéndose según se vaya avanzando en el proceso terapéutico. El perdón podría ser equiparable al proceso de crecimiento personal: cambio de los mensajes interiorizados del guión, reparentamiento, redecisión en su caso, que nos permiten modificar finalmente las creencias autolimitadoras que nos impiden vivir la vida de forma autónoma. En este sentido, habría una relación directamente proporcional entre el perdón y la autonomía del paciente. A mayor grado de autonomía, mayor capacidad para perdonar de una forma genuina y profunda, desde todos los estados del yo, incluido el niño.
En cuanto al proceso de intervención, los cuentos son una herramienta muy válida; pues nos permite intervenir con el estado del yo niño del paciente y con el estado del yo niño del terapeuta. Es efectivo para la generación del vínculo terapéutico; proporcionando contacto, presencia, sintonía, empatía pero de una forma no invasiva.
La utilización de los cuentos, en terapia, no es algo del todo novedoso. Escuelas como el Psicoanálisis y la Gestalt tradicionalmente han usado los sueños y los cuentos para acceder a la información inconsciente. Lamentablemente, no es algo muy extendido, sobre todo en la terapia con personas adultas. Es una herramienta que nos permite acceder a los esquemas mentales de la persona y a su vez también permite modificarlos e integrarlos gracias a la expresión emocional y la incorporación de las nuevas vivencias. A través de la simbología se proporciona el entorno seguro para que los pacientes con vivencias traumáticas accedan a lo que sienten y puedan elaborarlo psicológicamente. Es una herramienta integradora, cuyo potencial se verá aumentado si en el marco de un plan de intervención se complementa la lectura, narración y construcción de cuentos con otras técnicas como la indagación de la historia y personajes, teatralización de escenas, el diálogo con los personajes, etc.
Las ideas expuestas en este documento son una primera aproximación al tema, basada en el análisis de mi experiencia personal y profesional, además de en las fuentes secundarias consultadas. Este trabajo me ha permitido abrir un primer foco de interés y prestar atención a un tema interesante y poco estudiado “con rigurosidad científica”, el perdón, asociado a una herramienta concreta de trabajo, como son los cuentos. Esta reflexión me motiva para profundizar en nuevas líneas de investigación futuras en las que el perdón y el trauma están vinculados, como es el caso de la resiliencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- Alba Payas Pugarnau. 2010. Las tareas del duelo. Psicoterapia de duelo desde un modelo integrativo-relacional. Ed: Paidós
- Claude Steiner. (1992). Los guiones que vivimos. Ed: Kairós.
- Daniel J. Sieguel. (2007). La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Ed: Desclée De Brouwer.
- Ian Stewarty Vann Joines. (2007) AT HOY. Una nueva introducción al Análisis Transaccional. Ed:CCS
- Instituto Galene. (2013). Apuntes del Master del PHI. Módulo 3. Análisis Transaccional II
- Instituto Galene. (2013). Apuntes del Máster de PHI. Módulo 20:Adaptaciones de la personalidad.
- Instituto Galene. (2013). Apuntes del Máster de PHI. Módulo 21:Manifestaciones psicopatológicas del guión
- José Zurita y Macarena Chías. (2009). El duelo terapéutico (la curación a través del duelo). Ed: Galene.
- Jean Monbourquette. (1992). Cómo perdonar. Perdonar para sanar, Sanar para perdonar. Ed: Sal Tarre.
- Macarena Chías y José Zurita. (2009). EmocionArte con los niños. El Arte de acompañar a los niños en su emoción. Ed: Desclée De Brouwer.
- Paola Santagostino. (2008). Un cuento para sanar. Cómo usar la imaginación en la terapia psicosomática.
- Sindica Rosen (Como.).(1982).Mi voz irá contigo. Los cuentos didácticos de Milton H. Ericáceo. Ed: Paidós.
- Victoria Cadarso. (2013). Abraza a tu niño interior. Nunca es tarde para sanar tu infancia. Ed: Palmara.
- Violet Oklahander. (1992). Ventanas a nuestros niños. Terapia gesticular para niños y adolescentes. Ed: Cuatro Vientos.
[1] Cita que realiza Paola Santagostino en su libro: Un cuento para sanar. Como usar la imaginación en la terapia psicosomática. Pg. 19
[2] Guión de vida sin amor afectan a la felicidad que proporcionan unas relaciones llenas de auténticos intercambios amorosos que denominamos caricias. Son guiones de vida regidos por las leyes de economía de caricias. Extasiado de los apuntes del Máster de PHI: Módulo 3: Análisis Transaccional II
[3] Información extraída del Máster de PHI. Módulo 20:Adaptaciones de la personalidad.
[4] Información extraída del Máster de PHI. Módulo 21:Manifestaciones psicopatológicas del guión
[5] Información extraída del Máster de PHI. Módulo 20:Adaptaciones de la personalidad.
[6] Adaptación personal de la técnica de Richard Gadner de las narraciones mutuas que aparece en el libro Ventanas a nuestros niños. Violet Oklahander.
Qué bueno que te haya gustado este artículo Marina, te animamos a seguir leyendo nuestros artículos
Hermoso
me gusto mucho este articulo, yo sola puede hacer la terapia con los cuentos
Excelente artículo muy educativo, gracias Marta Gómez de La Vega, te abrazo desde Venezuela.