En busca de la estabilidad.
01/06/2017
Cuando alguien inicia una psicoterapia puede partir desde multitud de sitios, dependiendo de las propias circunstancias de cada uno. Según haya sido su infancia, el estilo de apego con la madre, la influencia del entorno y de la realidad socioeconómica en el momento del nacimiento e incluso antes, y de la primera infancia, así será lo que cada persona incorporará en su bagaje personal.
Cada ser vivo tiende a la estabilidad. Creemos, a veces desde nuestra inocencia, que siempre tendemos a lo positivo. En este caso hacia una estabilidad buena, agradable, sana, … La realidad es un poco más cruda. Nuestro ser busca la estabilidad sin signo, a secas. Y si el punto de partida es una emoción desagradable como el miedo, la forma de gestionarlo será buscando la estabilización a través de emociones, pensamientos y/o conductas coherentes con ese miedo profundo. Por lo tanto, la estabilidad, si se consigue será en patología
Si seguimos el esquema de los 5 niveles de intervención en Psicoterapia Humanista Integrativa, entenderemos que las formas de gestionar el miedo existencial pueden ser muy variadas y siempre tienen la tendencia a crear una columna congruente que estabilice la situación y así la persona podrá afrontar su vida de una forma más “confortable” o “cómoda”, lo que no quiere decir que sea más sana ni más productiva.
Todas las personas adultas que pueblan este mundo, han tenido que tomar unas decisiones determinadas para sobrevivir. Cada cual se aferra a ellas. Mucha seguridad, habrá que aportar en la relación terapéutica para que un paciente se plantee siquiera, desactivar aquellas decisiones tan trascendentales y aseguradoras de la vida. Sin embargo, la inmensa mayoría son decisiones limitadoras que nos impiden vivir en libertad, crecer, innovar, … vivir en plenitud.
Es muy frecuente ver como sobreviven multitud de personas con sus decisiones primarias activas, defendiéndose de unos peligros que hace ya muchos años dejaron de existir. Se sienten “seguros” en su vida “cómoda”, limitados o muy limitados en su vida previsible. Están estables, pero en patología. ¿Qué les podemos decir? Probablemente la respuesta adecuada sea, “nada”. Cada uno debe descubrir sus objetivos, sus horizontes y las barreras que impiden su crecimiento. Si actuásemos por nuestra propia iniciativa y sin una petición expresa de la persona, podríamos invadirles con una información que no quieren oír o bien para la que no se sienten preparados en el momento actual.
Claro que cuando alguien viene a terapia, ya nos está pidiendo que le ayudemos a conseguir unos objetivos, diferentes en cada caso pero que les permitirán generar cambios positivos y duraderos en su vida. Lo primero será, mientras vamos construyendo una Relación Terapéutica profunda y segura, ayudar al paciente a que camine hacia sus objetivos terapéuticos. Cuanto antes le ayudaremos a que estabilice su vida. Que afronte los elementos desestabilizantes que, generalmente son de índole emocional y que, en muchos casos con el establecimiento de la Relación Terapéutica, los miedos se calman, al no sentirse solos ante sus problemas y contar con una ayuda profesional y experimentada en ese tipo de problemas.
Después iremos proponiendo trabajos más profundos, para resolver los conflictos arcaicos que están generando los problemas del presente. Trabajando a nivel emocional profundo, resolverá definitivamente su conflicto y las consecuencias que le desestabilizaban en su vida presente. Como terapeutas responsables y respetuosos, deberemos acompañar a nuestros pacientes a que descubran por si mismos los pasos del camino que les lleve a la resolución de sus conflictos y que construyan su columna congruente, sana y estable. Así nuestro paciente, podrá decir que se ha curado.
Lo importante es construir una buena relación terapéutica desde el inicio, porque a veces podría ser difícil, efectivamente como dice el maestro, invitarles a hacer trabajos profundos o cambios en su estructura de sentir, de pensar, de actuar, incluso de ser, puede ser desestabilizante (dentro de su patología o dificultad ha conseguido sobrevivir a pesar de todo y en cierta manera se siente seguro, aunque no sea del todo feliz como quisiera). Un paciente vino a mi consulta y me dijo, Elizabeth yo a mis 54 años de edad, recién me doy cuenta que no he sido feliz, que nunca he disfrutado plenamente, he vivido para trabajar, para formar una familia de la cual no disfruto, tengo amigos pero no disfruto de ellos, salgo a comer o cenar y no disfruto, no se que es realmente vivir plenamente y ha estas alturas quiero vivir, hace un año conocí a una mujer, ella está casada y le fui infiel a mi mujer con ella, me arrepiento, pero con ella descubrí la pasión, el disfrute, pero ella me dejó porque no quería problemas con su marido, y desde entonces estoy mal, no duermo, no doy todo en mi trabajo, quiero que vuelva conmigo, pero eso no será posible, entonces que hago?, antes de ella no era feliz, me decía, pero al menos vivía como un robot, cumpliendo lo que se tiene que cumplir y hacer para mi edad en ésta sociedad, es decir, tenía su estabilidad sin disfrutar sin vivir plenamente, había conseguido medio vivir con las «normas» que marca la sociedad. Así que no puedo ofrecerle un cambio profundo, iré construyendo una sólida relación terapéutica y cuando esté preparado, irá haciendo cambios.
Muchas gracias Maestro, un excelente artículo.
Muchas gracias Elisabeth. estamos de acuerdo en que tras la relación terapeuta profunda , sana y estable podemos acompañar a nuestro paciente a lograr cambios profundos y reparadores.
Un abrazo fuerte
Pepe