¿Qué son las psicoterapias humanistas? (Parte I)
01/03/2007
Parte I | Parte II
Resumen
Los objetivos de este artículo son mostrar los principales factores que provocaron el surgimiento y consolidación del Movimiento de la Psicología Humanista, como también algunas personas y fechas claras en su historia. Asimismo constituye una propuesta sobre cuáles son los contenidos esenciales comunes dentro del gran pluralismo que se produjo en su marco, gracias a la gran actitud de apertura a la creatividad de modelos terapéuticos y vías para el crecimiento personal.
1. Surgimiento y consolidación del Movimiento de la Psicología Humanista
1.1. Introducción
Fue durante los años cincuenta y primeros sesenta del pasado siglo, cuando un grupo de psicólogos–psicoterapeutas y psiquiatras fueron percatándose –a través de artículos, conferencias y comunicaciones en congresos de colegas vinculados a diferentes paradigmas y escuelas de Psicoterapia– de sus coincidencias en unas mismas inquietudes y propuestas. Los autores de estos escritos o conferencias se encontraban vinculados a psicoterapias de orientación fenomenológica o existencial, o eran teóricos de la personalidad, o procedían del colectivo neopsicoanalista, o incluso del conductismo, o eran teóricos de la ciencia como el destacado biólogo Ludwig von Bertalanffy, creador de la Teoría General de los Sistemas (1968).
A pesar de la diversidad de sus posiciones teóricas o de sus metodologías psicoterapéuticas, se manifestaban en ellos importantes coincidencias por su actitud de distanciamiento o claro rechazo respecto a postulados compartidos –unos u otros– por mayoría de los vinculados entonces a los dos paradigmas con más poder: el conductista y el psicoanalítico. Fueron este grupo de psicólogos-psicoterapeutas y psiquiatras los que dieron lugar poco después al origen del denominado “Movimiento de la Psicología Humanista”.
1.2 Lo que rechazaron los iniciadores de la Psicología humanista
Estos autores, a pesar de que parte de ellos pertenecían a una de esas corrientes, psicoanalítica o conductista, iban sintiéndose unidos por su común desacuerdo respecto a los siguientes enfoques y actitudes predominantes en el colectivo psicológico de aquellos años:
1) Centramiento excesivo –o a veces exclusivo– en la búsqueda y análisis de las unidades elementales del psiquismo humano (enfoque atomista), se trate de estímulos, impulsos, o cualesquiera otros.
2) Centramiento excesivo en investigaciones sobre las conductas humanas a través de las reacciones de ratas u otros animales en los experimentos de laboratorio (enfoque reduccionista). Falta de atención a los fenómenos de las conductas humanas que no pueden profundizarse a través de los animales inferiores, por ejemplo: formas de amor humano, pensamiento y actividad creadora, capacidad valorativa, experiencias estéticas y espirituales, etcétera. No se trata de autores que menospreciasen, en general, las aportaciones sobre los procesos psicofisiológicos humanos investigados a través de aquellos experimentos de laboratorio con animales. Lo que no estaban dispuestos a aceptar es el ir aplazando indefinidamente el estudio e investigaciones de las otras dimensiones más complejas del psiquismo humano, por el hecho de que los requisitos de una metodología científico natural, heredada de las ciencias naturales y concebida para el estudio de fenómenos físicos, químicos, y biológicos elementales, no estuviese en condiciones de encorsetar las riquezas y complejidades de las experiencias humanas superiores.
3) Explicación de la conducta humana a partir exclusivamente de la influencia de los factores elementales. (Mecanicismo y determinismo). La conducta humana consistía siempre, según estos enfoques, o en reacciones a partir de estímulos, siguiendo las leyes del condicionamiento clásico u operante (conductismo), o en la expresión o transformación de dos impulsos de base psicofisiológica (psicoanálisis). Tal como muchos autores destacaban el poder determinante de esos factores en toda trayectoria vital humana, daba la impresión de que se implicaba una imagen de hombre robot, y de que resultaba difícil admitir la posibilidad de decisiones lúcidas y libres, a no ser que se tratase de vidas humanas excepcionales y que habrían requerido largos años de un psicoanálisis o una psicoterapia profunda.
4) Centramiento excesivo en el estudio de psicopatologías y escasa o nula atención a los potenciales y características de las personas con un alto grado de salud, de crecimiento personal o autorrealización. Asimismo, desinterés respecto a las personas con experiencias estéticas o con experiencias espirituales, místicas o «transpersonales».
5) Sobrevaloración de la importancia de un tipo de metodología científica concebida para las ciencias naturales. Esta metodología había sido concebida para el estudio de los hechos de los que se ocupan las ciencias físicas, químicas o biológicas, y trata de cuantificar los fenómenos que observa y de identificar variables dependientes e independientes, partiendo de la suposición de que todo puede explicarse según un proceso de causalidad lineal. Hay que tener en cuenta que por aquellos años las metodologías científicas utilizadas en Psicología no habían alcanzado, en sus modalidades observacionales y cualitativas, el rigor y la riqueza de matizaciones con las que puede contemplar en la actualidad los procesos psíquicos humanos (véase Anguera 1981a, 1981b, 1986, 1995).
Esta sobrevaloración de las posibilidades de la metodología científica de los años cincuenta para el abordaje de las investigaciones psicológicas, había dado lugar a advertencias de científicos destacados, como el físico y premio Nobel Heisenberg, cuando afirmaba que consideraba una ilusión la creencia en la posibilidad de observar la naturaleza –en especial la humana– como un objeto externo separado del sujeto, y se lamentaba de que en la psicología se fomentase esta actitud, cuando en esta ciencia, al tener que utilizar el investigador los mismos proceso cuyos mecanismos y estructura trata de descifrar, la simplificación que puede producirse resulta incomparablemente más grave que en la física.
6) Actitud autosuficiente y excluyente de escuela como «sistema cerrado»(en el sentido de Bertalanffy). En su gran mayoría, los miembros de las escuelas dominantes en los años cincuenta (la conductista y la psicoanalítica con sus variantes) mostraban un característico desinterés e incluso menosprecio por cualquier aportación –para la comprensión del ser humano o para su curación o crecimiento personal– que procediese de una escuela o corriente ajena, como también si procedía de la filosofía, las sabidurías orientales, o las espiritualidades cristianas.
Basta analizar con cierto detenimiento las referencias bibliográficas de los artículos o libros de autores de esas escuelas, para comprobar lo difícil y excepcional que es encontrar referencias de autores procedentes de modelos de otras corrientes o paradigmas psicológicos, salvo que fuese para manifestar el rechazo global a sus aportaciones.
Pienso que estas actitudes autosuficientes y excluyentes han ido atenuándose notablemente en una parte de los vinculados a aquellas escuelas, llegándose incluso en algunos casos a enfoques integradores, tanto de técnicas como de elementos teóricos. Actualmente ya empieza a ponerse de moda la tendencia integradora, en los modelos psicoterapéuticos, aunque tengo la impresión de que muchos no saben que los principales iniciadores de esa tendencia fueron psicoterapeutas de modelos vinculados al movimiento de la Psicología Humanista, ya desde los años cincuenta y sesenta.
7) Luchas de poder, entre seguidores de las dos escuelas potentes y contrincantes de aquellos años, con la esperanza de poder alcanzar el predominio o incluso monopolio en el mundo académico de todo el planeta, o al menos de Occidente, como paradigma único de la ciencia psicológica. En consecuencia con ello, actitud de recelo menosprecio y rechazo sistemático de las múltiples y variadas aportaciones psicológicas y psicoterapéuticas que procedían de variadas fuentes, dado el carácter multiparadigmático de la ciencia psicológica. En resumen, búsqueda de la unidad paradigmática –fuese la Conductista o la Psicoanalítica– y freno a toda manifestación creativa o innovadora –teórica o terapéutica– que no procediese del propio paradigma.
He resumido en estos siete puntos los enfoques y actitudes que destacaban en la situación de las teorías psicológicas de los años cincuenta, y a partir de las cuales surgió un sentimiento común de inquietud y malestar en autores –no sólo psicólogos– vinculados a corrientes diferentes, que no podían aceptar la validez de aquéllos, como científicos y terapeutas interesados en la salud mental y el crecimiento personal.
1.3. Lo que compartían
En contraposición con estos enfoques, los autores a los que me he referido coincidían –en mayor o menor grado– en estar de acuerdo en los puntos siguientes:
1) Respecto a los teóricos de la personalidad de orientación humanista, una clara posición holista y sistémica frente a las interpretaciones atomistas y reduccionistas.
Aparece un interés acentuado por el estudio de la personalidad en su conjunto, singularidad e historicidad. La personalidad de un individuo no es entendida como la suma o yuxtaposición de funciones o procesos (cognitivos, emocionales, conductuales), sino como un sistema o conjunto organizado de forma peculiar en cada sujeto, un sistema configurado y en proceso de desarrollo. Los sistemas –o mejor subsistemas– psicofísicos que integran la organización o sistema de la personalidad están interrelacionados, pudiéndose producir una influencia recíproca entre ellos.
Cabe trabajar, con finalidad de cambio psicoterapéutico, a partir predominantemente de bloqueos o distorsiones emocionales (Terapia gestalt), o cognitivas (Análisis Transaccional en su escuela clásica), o imaginarias (gran variedad de modelos, entre ellos la Psicosíntesis, y también los ya citados), o de la estructura muscular, estilos respiratorios o motrices, etcétera (terapias psicocorporales como la Bioenergética entre otras). Sin embargo en cualquiera de estos enfoques, para que el terapeuta sea fiel a un enfoque humanista no perderá de vista que estas diferentes vías pretenden dar lugar a un cambio en la organización del conjunto de la personalidad y sus diferentes subsistemas.
Asimismo tenderá a no perder de vista el carácter singular e irrepetible de todo sujeto humano. El interés de la P.H. por esta actitud tiene probablemente su primer representante destacado en Allport ([1963] 1966). Para este autor la unicidad constituye el mayor dilema para el psicólogo clínico que, si pretende interpretar la conducta del paciente con algunas hipótesis de un modelo terapéutico determinado, constata las dificultades de acoplarse plenamente al mismo.
La individualidad es una característica primaria de la naturaleza humana. Para el desarrollo de la ciencia de la personalidad debemos aceptar este hecho. Pero es más fácil construir un hombre artificial a partir de normas universales y de grupo que estudiar adecuada y científicamente un ser real (Allport, [1963] 1966 p.39).
Para Allport –y podemos considerar que, al menos de forma implícita, para el conjunto de la P.H.– es claramente simplificadora la visión científica nomotética del individuo, en especial si se acepta la definición que Eysench ofreció:
Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas. Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le permiten establecer comparaciones entre muchas personas […] El científico no se interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a la persona como mero «punto de intersección», sin estructura interna, sin coherencia ni sentido (Allport, [1963] 1966, p. 25).
2) Reconocimiento de la capacidad de libertad de elección y de creatividad, frente a concepciones mecanicistas y deterministas
La Psicología Humanista se presenta en conjunto disconforme con la tendencia del pensamiento psicoanalítico a reducir la creatividad a una manifestación del comportamiento humano provocada por estados neuróticos o psicóticos o derivaciones de las pulsiones de la agresividad y la sexualidad.
En consecuencia desde la P.H. no puede aceptarse la siguiente definición por parte de Freud, si como él hace se aplica a la generalidad de los artistas y no sólo a aquéllos que experimenten su creatividad a partir de trastornos neuróticos:
Un artista es en cierta manera un introvertido poco alejado de la neurosis. Se encuentra agobiado por necesidades instintivas extremadamente fuertes. Desea conquistar honores, poder, fortuna, gloria y amor de las mujeres; pero le faltan los medios para procurarse estas satisfacciones. En consecuencia, como todo hombre insatisfecho, se aparta de la realidad y transfiere todos sus intereses, e igualmente su libido, a los proyectos y los deseos engendrados por sus fantasmas, camino que podrían conducirle a la neurosis (Freud, 1963, p.376, cit. en Storr, [1972] 1974, p. 18).
3) Estudio de las personas con un alto grado de crecimiento personal o autorrealización, y no sólo de las patologías
Es conocida la contribución de Maslow ([1968] 1973) en esta cuestión. Por otra parte, es característico, en la práctica de las terapias humanistas, poner mucha atención en la parte sana del paciente, en aquellos potenciales psicológicos de los que puede disponer con fluidez (se trate de pensamiento intuitivo, o capacidad visualizadora, o actitud nutricia, etcétera) para utilizarlos como aliados en los ejercicios que se proponen en las sesiones terapéuticas.
4) Reconocimiento de las limitaciones de la metodología científica convencional
Para May el ser humano se encuentra ante un dilema que «emerge de la capacidad del hombre para vivir a la vez como sujeto y como objeto. Ambas vivencias son necesarias, para la ciencia psicológica, para la terapia, y para la vida placentera (May, [1967] 1978, p. 21). Un error frecuente consiste, según él, en la actitud simplificadora por la que se trata de evitar el dilema negando uno de sus extremos. En psicoterapia este dilema se manifiesta en que puede percibirse al paciente desde dos puntos de vista: o como organismo que, según los diagnósticos, se adecua en mayor o menor grado a determinado modelo, o como un sujeto singular e irrepetible –como ya he señalado antes– con el que se establece una relación interpersonal y con el que se ejercita una actitud de empatía que facilita comprender mejor el significado de su lenguaje verbal y no verbal. Esta complementariedad de actitudes y percepciones se requiere, según May, tanto en el terapeuta, como en el científico de la psicología, como en todo ser humano que quiera respetar en su vida cotidiana la complejidad de la realidad humana, sin negar ni su vertiente condicionada y manipulable, ni la zona de su libertad o creatividad. Según May la libertad equivale a la capacidad de vivenciar de forma dialéctica ambas vertientes en uno mismo.
Notemos que May recalca la complementariedad de ambos enfoques como un requisito también en el trabajo científico, acercándose mucho su posición conciliadora a la de Rogers. Una vez más no aparece ningún menosprecio a la posible aportación científica objetivadora del psiquismo humano. Este autor se sitúa, según su propia declaración, dentro de la tradición del filósofo y psicólogo William James, en cuyo pensamiento se encuentran grandes afinidades con el enfoque existencial compaginadas con una actitud respetuosa de la objetividad científica.
5) Actitud de escuela como «sistema abierto» y facilitación de la actitud integradora entre teorías y técnicas terapéuticas
De hecho la P.H. se materializó no en la búsqueda de una teoría psicológica y un modelo terapéutico común –se respetó plenamente el pluralismo y la inventiva en la gestación de nuevos modelos terapéuticos, lo cual no impidió constatar las afinidades y coincidencias señaladas arriba– sino en la promoción de asociaciones, congresos, simposios y publicaciones que constituyesen plataformas para el encuentro e intercambio, e influencia recíproca, con actitud integradora, de aportaciones procedentes de las más variadas metodologías y al servicio de la salud mental y el crecimiento personal. Aparte de los integrantes de movimientos procedentes de los paradigmas psicoanalítico, conductista y cognitivo (que no faltaron), confluyeron representantes de muy variadas escuelas recientes –a las que me refiero en 2.1.– entre ellas las que estaban utilizando como procedimientos prioritarios de su trabajo terapéutico las intervenciones con imágenes y fantasía, y las psicocorporales, en vez de limitarse a la utilización del canal verbal.
6) Desentendimiento respecto a las luchas de poder entre escuelas
En este colectivo prefirieron desmarcarse de las actitudes autosuficientes y exclusivistas y de luchas de poder en las que se implicaron con frecuencia –como he dicho antes– los psicoanalistas y los conductistas. No tenían en general la intención de conseguir el predominio, en el mundo académico, de una escuela o de un paradigma. Dieron las máximas facilidades a la creatividad en el surgimiento y desarrollo de nuevas vías para la salud mental, el crecimiento personal, o el logro de experiencias y cosmovisiones que den sentido a al vida. De ahí el pluralismo –algo caótico en ocasiones– que se fue manifestado en los sucesivos congresos que se fueron celebrando inicialmente en los Estados Unidos, y a continuación en Europa, América latina y Asia. Calculo que cerca de unos cincuenta modelos diversos pudieron darse a conocer en estos ámbitos de comunicación e intercambio.
A partir de la constatación de estas coincidencias fue como estos autores –americanos y europeos residentes en Estados Unidos, algunos de ellos huidos de la Alemania nazi– decidieron reunirse y –manteniendo su vinculación a teorías de la personalidad o escuelas psicoterapéuticas diversas– crear la que denominaron American Association for Humanistic Psychology, que ocho años después, al internacionalizarse, pasó a denominarse la Association for Humanistic Psychology.
1.4. Datos para una cronología
Para una cronología de los inicios de la Psicología Humanista considero de interés señalar las fechas siguientes:
1956: Abraham Maslow publica el artículo Towards a Humanistic Psychology en «A review of General Semantics», 13, 10-22.
1957: John Cohen en Inglaterra publica su libro Humanistic Psychology.
1958: Abraham Maslow y Antony Sutich fundan el Journal of Humanistic Psychology. En él escribirán autores como Rollo May, Kurt Goldstein, Aldous Huxley, James Bugental, Carl Rogers, y Charlotte Bühler.
1961: En primavera de este año se publica el primer número del Journal of Humanistic Psychology.
En agosto, un comité compuesto por Abraham Maslow, Antony Sutich, Dorothy Lee, Joe Adams, y Clark Moustakas crean oficialmente la Asociación en la que participan desde el primer momento psicólogos de distintas tendencias, entre los que destacan, junto con Abraham Maslow, Carl Rogers y Rollo May. La Asociación se forma por un conjunto de psicólogos que se aglutinan en torno a Maslow y que proceden de diversas corrientes. Básicamente podemos señalar: a) psicólogos de orientación existencial; b) autores independientes dedicados al estudio de las teorías de la personalidad; c) psicólogos procedentes del neopsicoanálisis.
En este mismo año se abre en California el Centro Esalen, que daría lugar al movimiento del Potencial Humano. Participan durante los seminarios de los tres primeros años personas como Alan Watts, Abraham Maslow, Arnold Toynbee (filósofo de la historia), Carl Rogers, Paul Tillich, Rollo May y Carlos Castaneda.
1962: Tiene lugar el Primer Encuentro Nacional de la American Association for Humanistic Psychology.
James Bugental redacta el primer manifiesto del movimiento humanista.
1964: En noviembre se celebra la Old Saybrok Conference, que tiene un carácter de autorreflexión y que servirá como punto de referencia a la hora de definir las bases del movimiento y de exponerlas al exterior. Participan en ella, junto con los que ya pertenecían al movimiento, autores como George Kelly, Murphy, Allport y Murray.
1965: Aparece una obra colectiva dirigida por Frank T. Severin: Puntos de vista humanistas de la Psicología
1967: Editada por James F.T. Bugental se publica la obra colectiva Challenges of Humanistic Psychology. De los autores de los capítulos señalaré aquí, aparte de Bugental, a Bertalanffy, Ch. Bühler, Koestler, Maslow, Moustakas, Rogers, Sargent y Severin.
1968: La APA (American Psychological Association) elige como presidente a Abraham Maslow.
1970: La APA acepta como miembro a la American Association for Humanistic Psychology. Esta asociación adquiere carácter internacional y se convierte entonces en Association for Humanistic Psychology.
Se celebra la Primera Conferencia Internacional, en la Haya.
1977: A partir de este año se organizan con regularidad Congresos Europeos de Psicología Humanista.
1980: Nacen las primeras Asociaciones de Psicología Humanista en nuestro país.
1981: Son aprobados oficialmente los Estatutos de la Asociación de Psicología Humanista en Catalunya. Fui elegido presidente.
En noviembre, tiene lugar en Barcelona el Primer Congreso Nacional de Psicología Humanista. Me confiaron la ponencia primera: El movimiento de la P.H. y su relación con la Psicología Científica.
Aparece el primer número de la Revista de Psiquiatría y Psicología Humanista.
1982: En la Facultad de Psicología de la Universitat Central de Barcelona se celebran las Primeres Jornades Universitàries de Psicologia Humanista. Participaron, entre dos turnos de mañana y tarde, cerca de 600 alumnos, siendo en días lectivos.
En el Congreso Europeo de Psicología Humanista celebrado en París presentamos las primeras aportaciones teóricas y prácticas desde nuestro país.
1983: Tiene lugar en Bilbao el Segundo Congreso Nacional de Psicología Humanista.
1988: Se celebra, en Barcelona, el IX Congreso Europeo de Psicología Humanista.
1998: Tercer Congreso Nacional de Psicología Humanista, en la Universitat Ramon Llull de Barcelona, promovido por el Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista y el Instituto Gestalt (ambos de Barcelona), con la colaboración de dos profesores de dicha Universidad, seguidores de Carl Rogers y Víktor Frankl.
2007: Aprobación por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas) de la propuesta de una Sección de Psicoterapias Humanistas, integrada por cuatro asociaciones vinculadas a la FEAP, a saber (por orden alfabético): Asociación de Psicoterapia Gestalt, Asociación de Psicoterapia Humanista Integrativa, Asociación de Psicoterapia Integradora Humanista, y Asociación Laureano Cuesta.
Ante el hecho de las actitudes de desinterés, o recelo, o incluso descalificación respecto a la Psicología Humanista, que han predominado lamentablemente en las Facultades de Psicología españolas, merece la pena subrayar algunos de los datos citados, en especial:
a) Que en 1968, sólo seis años después de la creación de la American Association for Humanistic Psychology –acontecimiento que podemos considerar como fundación de la Psicología Humanista– fuese elegido como presidente de la APA (American Psychlogical Association) Abraham Maslow, el que fue el líder principal del Movimiento. Pocos años después ocuparon otros dos psicólogos humanistas la presidencia de la APA, a saber: Carl Rogers y James Bugental.
b) Que ya en 1970 la APA reconociese como miembro suyo la Association for Humanistic Psychology.
1.5. ¿Por qué se utiliza la palabra “Movimiento” al referirse a la Psicología Humanista?
La Psicología Humanista surgió no como una nueva teoría o modelo psicoterapéutico alternativo, ni tan siquiera como un nuevo paradigma, sobre lo cual informé con detenimiento en otro lugar (Rosal, 1982), sino como un movimiento social interdisciplinar, aunque predominantemente psicológico. Si bien eran principalmente psicólogos, psiquiatras y representantes de variadas modalidades de terapia los que afluían a los congresos, no faltaban –en un porcentaje que podía alcanzar a la mitad de los participantes– pedagogos, educadores, trabajadores sociales, enfermeros y otros diversos profesionales de la relación de ayuda. Pero también acudían filósofos, antropólogos culturales, maestros espirituales de la India, biólogos, fisiólogos, físicos, artistas, y cualesquiera entre los interesados no sólo en la salud mental, sino también en humanizar la vida individual y social y la manera de enfocar el trabajo científico.
De las diversas definiciones que se han propuesto sobre la Psicología Humanista, recojo aquí dos a las que ya me referí en otro lugar (Rosal y Gimeno, 2001), fuente de la cual he tenido presentes en este artículo los capítulos 1, 2, 7, 9 y 10.
Misiak y Sexton (1973), en el que considero el mejor estudio sobre las raíces históricas de la Psicología Humanista –Phenomenological existential and humanistic psychologies–, propusieron la definición siguiente:
La psicología humanística es un acercamiento polifacético a la experiencia y conducta humana que centra su atención en la singularidad del hombre y en su autorrealización.
Por otra parte, en ocasión de su fundación, la American Association of Humanistic Psychology, propusieron la definición siguiente, respecto a la cual hay que tener en cuenta que en aquellos años cincuenta sólo se podía diferenciar respecto a los conductistas y los psicoanalistas, ya que la corriente psicoterapéutica cognitiva se encontraba sólo en sus tanteos iniciales.
La psicología humanista puede definirse como la tercera rama fundamental del campo general de la psicología (las dos ya existentes son la psicoanalítica y la conductista) y como tal trata en primer término de las capacidades y potenciales humanos que no tiene lugar sistemático ni en la teoría positivista ni en la conductista, o en la teoría clásica del psicoanálisis; por ejemplo, creatividad, amor, sí mismo, crecimiento, organismo, necesidad básica de gratificación, autoactualización, valores superiores, ser, devenir, espontaneidad, juego, humor, afecto, naturalidad, calor, trascendencia del ego, objetividad, autonomía, responsabilidad, salud psicológica y conceptos relacionados con ellos. Esta aproximación se puede caracterizar también por los escritos de Goldstein, Fromm, Horney, Rogers, Maslow, Allport, Angyal, Bühler, Moustakas, etcétera, al igual que por ciertos aspectos de los escritos de Jung, Adler y los psicólogos psicoanalistas del ego, y psicólogos existencialistas y fenomenológicos (Cit. en Quittman, [1985] 1989, pp. 28s).
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