Una pequeña diferencia. Un gran logro.
01/04/2016
Me gustó más estudiar por el conocimiento que por el aprobado, pero este es un lujo que (casi) nadie, yo tampoco, se puede permitir cuando en el horizonte se presenta un examen. Las carreras universitarias, conozco las llamadas técnicas, se plantean como un concurso de obstáculos o un entrenamiento para resolver problemas en el futuro empeño profesional de los supervivientes.
Aprobar es el objetivo y conocer se convierte en lo adjetivo. Obtener las dos cosas es la pera limonera y muy poco frecuente. Personalmente, como profesor universitario, procuraba transmitir conocimientos útiles y, si había oportunidad, que casi siempre la había, con un cierto toque de encanto a base de contaminar los aspectos académicos con anécdotas vividas, recibidas o «ligeramente inventadas». Naturalmente, trabajábamos los estándares de examen y…¡qué Dios repartiera suerte!
En otra época, di clases en academias. En ellas el enfoque era claro: Aprobar o aprobar. Si en la Universidad el temario tiene un sentido secundario, en los centros de preparación ese sentido desaparece del escenario de la asignatura. El trabajo de este tipo de formadores consistía en proponer problemas, plantear trucos y atajos para resolverlos y dirigir el razonamiento de los alumnos en el sentido que requería la asignatura. Poner en forma a los chavales para que, llegado el día, pudiesen competir con alguna probabilidad de éxito.
A lo largo de esta fase de profe obtuve un cierto éxito con mis chicos. ¿Fui mejor formador, era más agudo en mis planteamientos, me soplaban los problemas desde la cátedra? No, no creo que tuviera capacidades especiales ni conexiones inconfesables.
Les decía algo así:
«Entre los que os examináis, hay un diez por ciento de compañeros que aprobarán pongan lo que pongan, otro diez que no aprobarán nunca. Si estáis en un grupo de esos, no hay más que decir. Pero si sois del ochenta por ciento que aparecen en las listas entre el cuatro y pico y el seis, estáis en el límite de aprobar o suspender, de emplear un año más en esta asignatura o no. Pasar o no pasar es cuestión de unas décimas, décimas que no siempre son conocimiento, son limpieza, orden, ideas claras. La diferencia entre dos personas que saben «lo mismo» está en la forma de plantearlo y la forma significa que el que corrige te entienda o no.
Por tanto, tened claro, muy claro que la diferencia entre los que aprueban o no está en los detalles y el detalle absolutamente diferencial es exponer con claridad vuestro conocimiento, aunque sea incompleto.
Plantear un problema es la mitad de su solución. El que corrige lo sabe y, no te dará sobresaliente por dejarlo ahí, pero te dará alguna de esas décimas que te hacen falta para estar o no estar en la pomada».
No pretendo establecer en este discurso una norma de vida pero me gustaría reseñar que contiene dos (¡Sí, dos!) consejos/mensajes de utilidad: Primero, si no sabes resolver un problema en su totalidad, expón con claridad tu razonamiento para afrontarlo, es más valioso que quedarse callado. Segundo, es difícil diferenciarse, no dejes en la mochila ni la más pequeña de tus capacidades, puede ser esa la que te haga sobresalir del conjunto.
Ramón Fernández Sánchez
Últimos Comentarios