El TDAH: ¿trastorno o invención?
01/01/2014
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se está diagnosticando muchísimo. Si hiciéramos caso a las estadísticas, nos encontraríamos ante una auténtica epidemia. Pero, en mi opinión, este trastorno no existe. Lo que sí existen son los niños muy movidos.
Y es verdad que hay más niños movidos que antes; pero lo primero que se hace es diagnosticarlo de un modo invalidante, con un «déficit» de por vida, luego se lo medica y se intenta modificar su conducta.
Así, se marca, se estigmatiza, reduciendo la complejidad de la vida psíquica infantil a un paradigma simplificador. En lugar de un psiquismo en estructuración, en crecimiento continuo, en el que el conflicto es fundante y en el que todo efecto es complejo, se supone, exclusivamente, un «déficit» neurológico.
Pero estos niños no sufren un trastorno por déficit de atención con hiperactividad tal y como este se vende. Es decir, un trastorno con un origen neurológico y que, por tanto, debe tratarse con medicación.
Los síntomas centrales de este supuesto trastorno son, según quienes defienden su existencia, la falta de atención, la incapacidad para finalizar las tareas, el nerviosismo.
Existe un test (Cuestionario de conducta de CONNERS para padres) que consiste en una serie de ítems que los padres deben evaluar sobre el comportamiento de su hijo. Los padres evalúan cada ítem marcando una casilla: «nada», «poco», «bastante» o «mucho». Y con las respuestas se calcula un índice de hiperactividad. Estos son los ítems: 1. Es impulsivo, irritable; 2. Es llorón/a; 3. Es más movido de lo normal; 4. No puede estarse quieto/a; 5. Es destructor (ropas, juguetes, otros objetos);6. No acaba las cosas que empieza; 7. Se distrae fácilmente, tiene escasa atención; 8. Cambia bruscamente sus estados de ánimo; 9. Sus esfuerzos se frustran fácilmente; 10.Suele molestar frecuentemente a otros niños.
Responder «bastante» o «mucho» a varias de estas preguntas (que un niño sea movido, que un niño sea disperso, que a un niño le cueste prestar atención…) no es un criterio para diagnosticar este supuesto trastorno… ¡prácticamente es la definición de la infancia! Sobre todo en el caso de los niños más pequeños. Y es que hay conductas que son propias de la infancia: que un niño no acabe lo que empieza, que se distraiga fácilmente… Por cierto, existe un cuestionario muy semejante para maestros. Pero ni los padres ni los maestros pueden realizar este tipo de diagnósticos. No están formados para hacerlo, ni pueden hacerlo porque no son observadores no implicados: el sostener que todo observador está comprometido en lo que observa, forma parte de la observación y que los padres y los maestros están absolutamente implicados en la problemática del niño, por lo que no pueden ser nunca «objetivos». (Ya a comienzos del siglo XX el físico Heisenberg planteó que el observador forma parte del sistema). A la vez el cuestionario utilizado habitualmente está cargado de términos vagos e imprecisos (por ejemplo, lo que es “inquieto” para alguien puede no serlo para otro). Esto último lleva a pensar que es imposible realizar un diagnóstico de un modo rápido y sin tener en cuenta la producción del niño en las entrevistas.
¿De verdad nos sorprende que los niños de tres o cuatro años sean movidos o que no quieran acabar muchas tareas?, ¿cómo deberían ser? Es bueno que un niño de esa edad sea inquieto, que se quede absorto en sus cosas, que proteste si no quiere hacer algo, que corretee sin ton ni son… Es un niño que está aprendiendo a controlarse, que está experimentando, que está buscando sus límites. ¿Desde cuándo un niño que no presta atención tiene una enfermedad neurológica?
Como decía, considero que el TDAH no existe como tal. Y no solo lo pienso yo, lo piensan muchos profesionales de la salud mental. Ahora se sabe que el psiquiatra Leon Eisenberg, el que descubrió el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), confesó siete meses antes de fallecer en 2009 que es «una enfermedad ficticia».
La gran mayoría de los niños pequeños, por definición, son movidos, les cuesta acabar una tarea porque se distraen con otras, quieren hacer lo que les da la gana… Pero se dice que no, que esos niños sufren un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, que es un trastorno neurológico en el que se han propuesto factores de origen genético. Es decir, se dice que la causa fundamental del trastorno está en la biología (aunque se deja caer que pueden haber factores ambientales), en alteraciones del cerebro, y, por supuesto, se venden pastillas para combatirlo.
Estas pastillas suelen contener uno de estos principios activos: metilfenidato o atomoxetina. Ambos son dos tipos de anfetaminas, porque estas, aunque son psicoestimulantes, tienen el efecto paradójico de calmar a los niños. Como veo en mi consulta, con las medicaciones que toman los niños diagnosticados con TDAH, muchas veces están medio dormidos y les cuesta mostrar interés por las cosas.
Aparte de que, como he señalado, no es cierto que la causa de que haya niños especialmente movidos o dispersos esté en alteraciones cerebrales, hay que ser conscientes de que los medicamentos que se recetan para el TDAH pueden tener serios efectos secundarios. Por ejemplo, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el uso de los medicamentos cuyo principio activo es el metilfenidato «se puede asociar con alteraciones cardiovasculares y psiquiátricas» .
Con respecto a las anfetaminas en general, éstas han sido prohibidas en algunos países (como en Canadá), además de ser conocida la potencialidad adictiva de las mismas.
En diferentes trabajos, con respecto al metilfenidato, se plantea que:
-No se puede administrar a niños menores de seis años.
-Se desaconseja en caso de niños con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette).
-Es arriesgado en caso de niños psicóticos, porque incrementa la sintomatología.
-Deriva con el tiempo en retardo del crecimiento.
-Puede provocar insomnio y anorexia.
-Puede bajar el umbral convulsivo en pacientes con historia de convulsiones o con EEG anormal sin ataques.
En cuanto a los datos sobre la atomoxetina puede producir cambios clínicamente importantes en la presión arterial y en la frecuencia cardiaca, además puede provocarpérdida de peso, pudiendo derivar en retardo del crecimiento, síndromes gripales, vómitos y disminución del apetito.
Además cabe preguntarse; ¿la medicación dada para producir efectos de modo inmediato (efectos que se dan en forma mágica, sin elaboración por parte del sujeto), como necesaria durante largo tiempo, no desencadena adicción psíquica al ubicar una pastilla como modificadora de actitudes vitales, como generadora de un «buen desempeño»?.
Las farmacéuticas llevan a cabo una serie de inteligentes estrategias para vender sus productos. Una de ellas es la disease mongering (promoción de enfermedades), que consiste en crear el caldo de cultivo adecuado para sus objetivos. Hay personal de las farmacéuticas que va a escuelas a hablar de presuntas enfermedades como el TDAH, solo se publican los estudios clínicos que avalan sus intereses y, en ocasiones, se falsean los datos; eminentes médicos defienden las bondades de los medicamentos…
Todo con el objetivo de vender medicamentos que, muchas veces, son, como mínimo, innecesarios.
Claro que hay niños que son más movidos, dispersos e impulsivos (los tres grandes síntomas del presunto TDAH) que otros. Niños que, para su edad, ya tendrían que estar un poco más tranquilos y deberían concentrarse mejor. Insisto, es normal que un niño de tres o cuatro años sea movido, impulsivo, disperso. Y es cierto que los niños de más de cinco o seis años ya no tendrían que ser tan impulsivos, ni ir tanto a la suya y deberían concentrarse en las tareas que realizan. Pero su problema no tiene un origen cerebral. Son movidos, dispersos e impulsivos porque vivimos en una sociedad movida, dispersa e impulsiva. Una sociedad acelerada en la que los niños llevan un ritmo de vida acelerado y están hiperestimulados (televisión, internet, videojuegos) y en la que muchos padres no ponen los límites adecuados a sus hijos. Estos son los factores que explican que cada vez haya más niños muy movidos.
Padres desbordados, padres deprimidos, docentes desbordados por las exigencias, un medio en el que la palabra ha ido perdiendo valor y con normas que suelen ser confusas, ¿incidirán en la dificultad para atender en clase?
Tampoco se ha tomado en cuenta la gran contradicción que se genera entre los estímulos de tiempos breves y rápidos a los que los niños se van habituando desde temprano con la televisión y el ordenador, donde los mensajes suelen durar unos pocos segundos, y donde predomina lo visual, y los tiempos más largos de la enseñanza escolar centrada en la lectura y la escritura a los que el niño no está para nada habituado.
Para mí (y para muchos profesionales de la salud mental)no existe el TDAH.
Por tanto, no recomiendo, obviamente, que se medique a los niños a los que se les diagnostica esta supuesta enfermedad. Así que lo mejor que se puede hacer es ir al psicólogo clínico o al psicoanalista y aprender a ponerle límites.
Los niños movidos pueden serlo por diferentes motivos. El principal, como ya he dicho, es la falta de límites. Pero puede haber otros motivos, como que estén sufriendo acoso escolar, y por eso están muy nerviosos. O que la madre (o la persona que realice la función materna) esté deprimida y el niño necesita moverse para ponerla en movimiento.
Un caso muy típico es el del niño que vive angustiado porque sus padres están a punto de separarse. El niño está nervioso, teme lo que pueda pasar, y le cuesta concentrarse, está más irritable, se enfada con otros niños. Y es fácil que sea diagnosticado como TDAH. Otro caso típico es el del niño muy movido que está buscando llamar la atención porque siente que sus padres no le dedican la atención suficiente. O el del niño que tiene pánico a separarse de sus padres, y por eso está nervioso muchas veces. ¿Cómo se pueden dar derivados de anfetaminas a estos niños? ¿Adónde vamos a ir parar? Un niño muy movido, disperso e impulsivo es como un adulto al que le duele la cabeza con mucha frecuencia. ¿Qué va a hacer ese adulto?, ¿tomarse un analgésico cada tarde?
Sin contar con el mensaje que se está transmitiendo con el hecho de dar una sustancia externa para producir un efecto psíquico determinado:no nos extrañemos que años más tarde, esos mismos niños, ya adolescentes, nos digan que van a tomar una serie de drogas o alcohol para “pasar mejor la noche”.
Una de las quejas de los padres cuyos hijos están diagnosticados como TDAH es que estos no les prestan atención. Pero conseguir la atención de los niños tiene que ver, muchas veces, con las ganas que le ponga uno a conseguirla. Si los padres, porque no pueden ya que están haciendo mil cosas o no quieren, no le prestan a su hijo toda la atención necesaria, ¿cómo esperar que el niño esté atento?
Por otro lado, hay niños que se mueven mucho cuando tienen hambre, frío o sueño, por ejemplo. Se mueven porque están nerviosos. Es una reacción normal. Pero no tienen ningún trastorno neurológico; simplemente aún no han aprendido a controlarse cuando están incómodos por algún motivo. Los padres tienen que enseñar a sus hijos a que esperen con calma cuando tienen hambre, en lugar de darles corriendo lo primero que cogen en la nevera; tienen que relajar a su hijo para que se duerma…
Límites y calma son las dos mejores estrategias para que los niños muy movidos no lo sean tanto. Algo muy difícil en una sociedad que vive acelerada.
¿Por qué muchos profesores tienen tendencia a sospechar que un niño sufre TDAH? Porque cada vez los niños son más difíciles de controlar en clase, es cierto. Pero ¿cómo podemos pedirles a los niños que no tienen los límites adecuados en casa y que están acostumbrados a hiperestimularse jugando dos horas cada tarde a un juego de guerra con el ordenador que se pasen ocho horas sentados escuchando a un profesor?
También creo que hay un problema de autoridad. Muchos profesores no consiguen tener la autoridad suficiente para manejar su clase. Y es mejor pensar que el problema de que un niño se descontrole está en el cerebro de este, y no en que la sociedad no está ayudando a los profesores a que puedan ejercer la autoridad.
Creo que es necesario que la educación y sus trabajadores tengan más prestigio. Hasta no hace mucho, estudiar magisterio era algo valorado por la sociedad. Hoy en día, hay padres que hablan mal de los profesores, incluso delante de sus hijos. En las puertas de los colegios, muchos padres dicen que «vaya cara tienen estos que hacen tres meses de vacaciones». ¿Cómo van a prestar atención los niños a sus profesores, si se habla mal de ellos, si no se les respeta?
No se valora la profesión de maestro en su justa medida. La sociedad debería ser más justa con los profesores, pues los niños pasan gran parte de su vida con ellos. Y la función de los maestros va mucho más allá de enseñar las tablas de multiplicar.
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