Sexo, Deseo y Placer en la consulta de Psicoterapia Humanista Integrativa

03/01/2018

RESUMEN

La sexualidad es un faceta importantísima de las personas que acuden a consulta. Aunque no vengan a terapia para solucionar dificultades en el terreno de “lo sexual”, este marca y afecta a las vidas de todos los individuos, y es necesario que el terapeuta no tema adentrarse en esta dimensión de la vida de sus pacientes. En el presente trabajo se aborda el hecho sexual humano desde una perspectiva humanista, y se describen algunas de las herramientas clásicas de la sexología, ofreciendo una relectura de éstas desde las distintas propuestas que conforman la psicoterapia humanista integrativa: el análisis transaccional, la psicoterapia gestalt o las terapias corporales. La finalidad de este texto es ofrecer herramientas para integrar en la consulta de PHI el trabajo con la sexualidad de nuestros pacientes.
Palabras clave: sexualidad, sexología, terapia sexual, psicoterapia humanista integrativa

ABSTRACT

Sexuality is a key aspect of our patients. Although they don´t approach therapy specifically to solve sexual dificulties, sex affects their lives, and it is necessary for us not to fear this issues. In this article I want to explain what sexology and intregative psychotherapy have in common . I also want to describe some of the classic tools of sexology and how can they be used in a psychotherapy process, integrating sexology with transactional analysis, gestalt and body-based therapies. The purpose of this text is to unify sexual therapy tools and integrative psychotherapy.
Keywords: Sexuality, Sexology, Sex Therapy, Integrative Psychotherapy.

INTRODUCCIÓN

“Todos somos sexuados y no podemos no serlo: el sexo es un hecho inevitable” Así empezaba Efigenio Amezúa el master en Sexología de la Universidad de Alcalá. Yo tenía 23 años la primera vez que escuché esa frase, y mis padres se acababan de separar. Desde bien pequeña recuerdo estar pendiente de temas relacionados con la sexualidad y la vida en pareja. Me apasionaban y me intrigaban. No entendía absolutamente nada de lo que ocurría en mi casa, de lo que unía y separaba
constantemente a mis padres. Para colmo, mi deseo apareció mucho antes de la adolescencia, y tampoco pude comprenderlo. Intuí que era algo que no podía ser expresado: en el mundo de las niñas se hablaba de romanticismo, y en el de los niños de conquistas. Decidí buscar en los libros, y entonces llegué a una conectar con una verdad tan sencilla como poderosa: “lo que me pasa es que yo soy diferente, y soy valiosa así”.

Empecé a estudiar sexología y terapia de pareja para comprender a mis padres y me acabé entendiendo yo. Estudiar fue mi manera de cambiar un “No-ok” por un “estoy-bien”. Diez años después de empezar a trabajar como terapeuta sexual y de pareja, en mis consultas empezaron a aparecer pacientes que, una vez resuelta su demanda inicial querían quedarse a trabajar otras cosas. Para aumentar mis recursos y mi confianza en mí misma como profesional, me puse a buscar formación en clínica y encontré ¿por casualidad? la formación en psicoterapia humanista integrativa. Aunque allí no escuchaba hablar de sexo, desde el primer momento sentí que todo encajaba a la perfección con la experiencia previa que yo traía, con mi filosofía y mi manera de entender la relación terapéutica: la sexología que estudié era también humanista. En mi terapia personal, los temas relacionados con mi sexualidad fueron siempre tratados con profundo respeto, y pude observar que en mi grupo de supervisión, las observaciones de mis compañeras y de mi supervisora acerca de la vida erótica de nuestros pacientes, eran muy similares. No estaba entre sexólogos ¡y sin embargo me sentía en casa!

Ahora me gustaría poner a disposición de más terapeutas integrativos algunas claves de trabajo para abordar la sexualidad de nuestros pacientes y poder acompañarles también en ese camino, que siempre se mezcla con la vida cotidiana ¡es inevitable! y que merece ser mirado atentamente.

La Sexología Sustantiva y la Psicoterapia Humanista Integrativa
La Sexología sustantiva es la disciplina que estudia el Hecho Sexual Humano (en adelante HSH) y sus manifestaciones, desde una perspectiva biográfica.

Resulta complicado entender su objeto de estudio, el sexo, pues científicamente ha perdido significado y en la actualidad se trata de un término con excesivos usos comunes. Coloquialmente, se habla de sexo para indicar acciones eróticas (tener sexo), identidad (el sexo que aparece en nuestro DNI) o nuestros propios genitales (se cubre el sexo o se muestra el sexo). Cuando en realidad, el sexo es un macro concepto que sólo se puede comprender y apreciar en toda su plenitud gracias a seis registros distintos que facilitan su estudio. Son los seis conceptos que conforman el HSH: La sexuación (el proceso de hacerse sexuado, un proceso que nos lleva a convertirnos en los hombres o las mujeres que somos, y que dura toda la vida), la sexualidad (la vivencia de ese proceso de construcción sexuada que cada individuo tiene), la erótica o el deseo, la conducta amatoria (comúnmente llamada “relaciones sexuales”), la pareja y sus interacciones y la procreación (entendida como los planes y proyectos de una pareja, sean reproductivos o de otro estilo)

La perspectiva biográfica se refiere a que el hecho sexual se articula de forma única en cada individuo sexuado, a lo largo de toda su existencia. Ello hace que sea muy complicado tratar de estudiar separadamente lo biológico, lo psicológico y lo social. Desde la perspectiva biográfica se atiende a toda la historia individual sin parcelarla, teniendo en cuenta las interacciones entre todas las áreas vitales.

En terapia sexológica, igual que en psicoterapia integrativa, trabajamos con el cuerpo, con la emoción, con el pensamiento y con la conducta.

Conocer aspectos básicos de la sexología resulta útil para el psicoterapeuta humanista integrativo, porque efectivamente “nada ocurre independientemente del sexo” de los individuos. Se educa a las personas en función de su sexo, y cada cultura y sociedad elabora normas (prescripciones y prohibiciones) diferentes para hombres y mujeres. Así, desde que en la infancia de adquiere la identidad sexuada y la constancia de esa identidad, va a resultas más sencillo para las mujeres interiorizar ciertos mandatos, contramandatos, permisos, etc. Y para los hombres otros. Conocer esto puede proporcionarnos una hoja de ruta útil para orientarnos en el análisis del guión, las manifestaciones corporales, el ciclo de la experiencia y en la práctica terapéutica en general.

Diversidad frente al modelo de la cópula.

La sexología se basa en una idea muy simple: somos distintos justamente por ser sexuados: el proceso de sexuación nos diferencia. Esas diferencias son el origen de la diversidad, y la diversidad es un valor. Dicho así, parece obvio, pero la realidad es que esas diferencias se han negado, se han perseguido, se han convertido en pecado, se han patologizado y se han criminalizado a lo largo de la historia de la humanidad. Nunca han tratado de ser comprendidas como lo que son: nuestras peculiaridades como seres humanos. Podemos pensar en el ejemplo de la homosexualidad, de la infidelidad, del deseo de no ser madre, del exhibicionismo, de la transexualidad… por nombrar algunas.El modelo sexual imperante en la actualidad, conocido como el “modelo de la cópula” (Amezúa, 1999) consiste en seguir considerando el sexo y todas sus manifestaciones como algo natural que existe para facilitar la reproducción y la perpetuación de la especie. Aunque sabemos que el sexo es identidad (se refiere al hombre o la mujer que cada persona es) y que los encuentros eróticos consisten en compartir y buscar el contacto con una multiplicidad de fines, seguir tratándolos con un fin reproductivo tiene consecuencias nefastas: por ejemplo, que la penetración vaginal en un coito heterosexual sea considerada la práctica erótica más valiosa (por no decir obligatoria). Desde este modelo, una persona que no pueda o no desee realizar esta práctica es considerada disfuncional, puesto que no cumple la supuesta función propuesta por el modelo (que es la función reproductiva).

Yo trabajé durante más de diez años en un centro de planificación familiar para adolescentes y jóvenes, y cuando aparecía una joven pareja embarazada “por accidente” era tremendamente complicado situarse en el Adulto para hablar sobre por qué, si no tenían manera de evitar un embarazo, no había elegido otras prácticas eróticas que no tuvieran como consecuencia un bebé (que casualmente son… ¡todas, exceptuando la penetración vaginal!). Socialmente, si no hay penetración, no se está haciendo “lo que se debe”, no se sabe qué hacer, ni cómo negociar, ni qué camino tomar. Esto hace que las personas, una y otra vez, se pongan en riesgo, silencien su deseo y dejen de escuchar sus propias sensaciones. ¿Dónde va nuestro valioso Niño Libre cuando nos metemos en la cama con el otro?Al Niño Adaptado Sumiso no le apetece jugar. Le interesa no destacar, portarse bien. Sin embargo, la sexualidad, la erótica y el encuentro con el otro requieren espontaneidad. Es ahí donde se puede disfrutar del propio cuerpo, del cuerpo del compañero, del placer, del estar-juntos, de sorprenderse y de gustarse. Y en nuestra sociedad resulta muy difícil pensar que eso es posible. En el cine, en los libros, en los discursos, en los chistes, en el teatro, en la calle… lo que se vende es la cópula. Recuerdo hacer talleres de educación sexual en institutos y recibir escritas en papelitos un montón de preguntas que reflejaban esta triste historia:¿Si se te rompe el himen no eres virgen? ¿Cómo puedo hacerlo con un chico sin que se note que es la primera vez? ¿Te puedes quedar embarazada por penetración anal? ¿Cómo puedo convencer a mi novia para hacerlo? ¿por qué las chicas nunca tienen ganas? Y una que me encantaba: ¿cómo lo hacen las lesbianas?Por aquel entonces, yo disfrutaba generando debates interminables entre los adolescentes utilizando sus propios prejuicios y preguntándoles si pensaban que las lesbianas eran vírgenes: -­‐ Pues claro, es verdad, si no se meten nada…. -­‐ Pero algo se meterán. Cosas de plástico o zanahorias ¿no? -­‐ ¡Anda ya, vírgenes! Pero si son todas unas guarras -­‐ Ya tío, pero fíjate que cuando son heteros no dejan de ser vírgenes hasta que un chico se la mete…1 La idea de “virginidad” es solo un ejemplo de los restos arqueológicos de este modelo de la cópula. Solo que estos restos no están tan enterrados como nos gustaría. Lo mismo indican los términos “relaciones sexuales completas”, “acostarse”, “tener sexo” o “hacer-lo” ¿A qué demonios se refieren?

Lamentablemente, este modelo copulativo se encuentra fosilizado en nuestro cerebro. Y genera sufrimiento y muchísimas demandas de terapia.

En la consulta atiendo a mujeres que no han sentido un orgasmo porque tratan de sentirlo durante la penetración vaginal (copulando) cuando está demostrado científicamente que un 70% de ellas jamás lo conseguirá. También atiendo a hombres que no pueden provocarse voluntariamente una erección (para copular) cuando no les apetece en ese momento o su pareja no les gusta lo mas mínimo. Atendí a un chico que quería tener una erección “con cualquier prostituta”, para no quedar mal. También vienen parejas que han dejado de tener ganas de “hacer lo de siempre” y no saben si eso significa que se tienen que separar. Vienen mujeres que me dicen en la primera consulta que la penetración les resulta dolorosa. En la segunda, además, me dicen que no les gusta. Pero si no hacen “eso”… ¿entonces qué?. Otros hombres tienen tanto miedo de no poder producirle un orgasmo a su compañera (mediante penetración vaginal, por supuesto) que eyaculan nada más empezar. Vienen para que yo les ayude a aguantar más. Lo que no saben es que, si aguantaran diez minutos más, media hora más, o una hora más, su compañera tampoco tendría un orgasmo “gracias a ellos”.

La terapia sexual es apasionante. Consiste en desactivar el modelo para que cada uno pueda… “buscar y hacer lo que le apetece” (Amezúa, 2000). Parece sencillo pero no lo es. Hace falta que el individuo lo experimente por sí mismo, y hace falta que lo sienta en el cuerpo. No podemos convencer a una mujer de que no va a llegar al orgasmo mediante la penetración vaginal (sus amigas le han jurado mil veces lo contrario) ni a un hombre de que si no tuviera que penetrar a su pareja, no eyacularía nada más ponerle una mano encima. La terapia consiste en crear un escenario en el que el modelo de la cópula desaparezca “por arte de magia”. Así, mientras el terapeuta le tapa los ojos al Padre… el Niño Libre puede salir a jugar.

Actitud comprensiva: cultivar desde el Padre Nutritivo

Para poder neutralizar a ese Padre crítico negativo que muchos pacientes habrán interiorizado, es fundamental situarse en el Adulto, pero también en una posición de Padre nutritivo. Va a resultar clave la posibilidad de acercarnos a la sexualidad de los pacientes con un profundo respeto por forma de ser, por sus deseos y sus experiencias. Esto, en Sexología, se llama actitud de cultivo (Amezúa, 1978) y es parte de lo que Carl Rogers llamó el “enfoque centrado en la persona” (Rogers, 1942).

Adoptar una actitud de cultivo supone básicamente dos cosas:

1. Que todos los fenómenos que ocurren en el hecho sexual humano merecen ser observados antes que juzgados

2. Que en el sexo existen más valores cultivables que trastornos curables (Ellis, 1913)2

El PC+ del terapeuta también puede entrar en juego con personas que en nombre de su deseo se saltan las normas sociales, por ejemplo, si obligan a otros o ejercen violencia no deseada contra ellos. Confrontar esto sin patologizar el deseo en sí mismo es crucial para que el individuo no asuma una falsa posición de víctima desde la que “no puede cambiar”. El deseo, que sepamos, no es modificable. Pero la conducta sí que es gobernable y ha de regularse mediante un Adulto funcional.

Posiciones existenciales

Adoptar la actitud de cultivo en consulta supone no patologizar la experiencia del otro, no problematizar aquello que existe, confiar en que el otro es distinto y está bien siéndolo, y dejar que sea el paciente quien nos pida ayuda si considera que la necesita para trabajar algunos de sus temas “sex”. Vendría a ser aceptar que el otro está bien, aunque su masculinidad o su feminidad sea distinta. Que está bien aunque su deseo sea diferente. Que es Ok, haga lo que haga con sus parejas en la cama.

El sexo siegue siendo un tabú. Lo es aunque se hable de él, porque se habla precisamente para que no sea comprendido: somos hombres o mujeres y no sabemos como llegamos a serlo, nos gustan otros individuos sexuados, del mismo sexo o de distinto que el nuestro, y tampoco entendemos por qué. Disfrutamos de maneras distintas y legitimamos solamente una (el coito heterosexual con orgasmo simultáneo entre personas guapas, jóvenes, sanas y sin discapacidades) Buscamos la convivencia en pareja y la vivimos como una amenaza, un abandono constante o un molesto peaje para evitar la soledad. Tenemos la capacidad de la fertilidad y la convertimos en un deber… Hay algo que no cuadra en todo esto: el sexo sigue sin ser integrado de forma positiva en la vida de muchos de nuestros pacientes.

Por esto, va a ser frecuente que nos encontremos con posiciones existenciales NoOk respecto a la propia sexuación, la vivencia de la sexualidad, el deseo, el placer o la conducta erótica, la vida en pareja o la procreación. Y con nuestra intervención, podemos acercarnos al Ok normalizando y legitimando sus diferencias, no retraumatizando al individuo, haciéndole saber que nosotros le consideramos valioso.

Una de las herramientas más potentes para conseguir esto es nuestro PN+ y la actitud comprensiva de cultivo. Con esto, podremos aproximarnos a la biografía sexuada de nuestros pacientes desde el amor. Las distintas formas que existen de ser hombre o mujer, de desear a quien se desea y lo que se desea, de disfrutar como se disfruta, de vivir o no en pareja y cómo hacerlo, de planificar o no una familia y qué tipo de familia… son posibilidades humanas que nos hacen distintos: es la riqueza de la diversidad.

Mandatos, contramandatos, emociones y permisos ¿en función del sexo?

Los mandatos también son sexuados. En todas las culturas la socialización de hombres y mujeres es diferencial y pocos individuos escapan a ella. Los experimentos de Baby X3 demuestran que desde el nacimiento (puede que antes) tratamos de forma diferente a hombres y a mujeres. Así, no es raro esperar que una mujer sea complaciente y un hombre se muestre fuerte. De esta manera, se castigan las rabietas más en las niñas que en los niños (sancionando su expresión de la rabia) y se amenaza a los niños que lloran o que se muestran asustados con que no serán hombres de verdad si lo hacen (prohibiendo su expresión del miedo y la tristeza). Las emociones permitidas y las prohibidas ¡también lo están en función del sexo!

Por tanto, los permisos irán, muchas veces, en función de estas diferencias sexuadas: con muchas mujeres habrá que prestar más atención a permitir la expresión de la rabia, y en lo que se refiere a la dimensión sexuada, a sentir y expresar deseo, a no tener miedo de su propio placer y de su fertilidad y a mostrarse tal como son, sin adornos, maquillajes, gestos o posturas seductoras. El permiso para ser una misma es negado, cada día, por las portadas de cada una de las revistas que se venden y por cada anuncio de perfume, que nos recuerda que no estamos ni siquiera cerca del deseado Ok. Con muchos hombres, permitir el contacto con su tristeza y su miedo, y especialmente con el miedo al abandono, puede evitar desastrosos estallidos de rabia parásita con consecuencias graves para ellos y sus parejas.

Esto, por supuesto, se articulará de forma diferente (y única) en cada paciente, dependiendo de su procedencia, de su cultura, su edad y las normas emocionales vigentes en su propia familia. Cada hombre y cada mujer también es distinto. Teniendo esto en cuenta, es importante abordarlo en consulta para poder atender a esa feminidad y esa masculinidad que pueden fragilizarse si no tenemos en cuenta los roles de género tradicionales al proporcionar permisos para sentir y expresar emociones.Además de la parte que a cada sexo le corresponda, cuando abordamos una dificultad erótica en terapia, suelen estar presentes algunos mandatos clásicos:

No sientas deseo, excitación o placer: La moral sexual está llena de regulaciones acerca de por quién se puede y no se puede sentir deseo: se puede desear a alguien de tu edad pero no a alguien mucho más mayor (excepto si eres una mujer) o menor (excepto si eres un hombre), no sientas deseo por ancianos ni por niños, no sientas deseo por tus familiares. A ser posible, no sientas deseo hacia las parejas de tus amigos, ni hacia muchas personas al mismo tiempo. Lo mismo ocurre con la excitación (que no es lo mismo que el deseo) y con el placer (que es otra cosa distinta de las anteriores). No sientas deseo es bastante frecuente en casi todas las demandas femeninas mientras que no sientas excitación o no sientas placer aparece tanto en hombres como en mujeres. Estos mandatos se combinarán de infinitas maneras posibles con sus correspondientes contramandatos: “Solo puedes sentir placer si… eres fuerte (aguantas)” explica la paradoja del orgasmo no placentero de los hombres que eyaculan rápido. “Solo puedes sentir deseo/excitación/placer si… estás enamorada” es el único permiso que muchas mujeres obtienen, confundiendo así su cuerpo y desconectándose de sus sensaciones.

No estés cerca: la interacción erótica es una de las mayores muestras de intimidad en una pareja, y los encuentros generan, a su vez, mayor grado de intimidad. Mostrarse ante el otro implica asumir y reconocer una vulnerabilidad enorme. De esta manera, tener dificultades para disfrutar puede ser una manera de tomar distancia para no incumplir la orden de no acercarse emocionalmente. La otra forma de protegerse sería rompiendo el contacto, y desvalorizando el encuentro tras la retirada, frivolizándolo.

Aquello que nos ocurre, nos ocurre en el cuerpo

Muchos pacientes que acuden a terapia sexual preguntan acerca del origen de su dificultad. Una pérdida de erección… ¿es psicológica? ¿es orgánica? ¿Y la ausencia del orgasmo? Lo “sex” sucede siempre en el cuerpo, ya lo dijo Reich en “La función del orgasmo” (1955) siendo uno de los primeros sexólogos que trató la psique y el cuerpo de forma unitaria.Una gran parte de las llamadas disfunciones sexuales son decisiones dramáticas de un Niño asustado al que nadie ha preparado para desnudarse frente a otro y mostrarse tal cual es. Somos Niños en la cama, desde las primeras veces. El miedo al embarazo puede hacer que esa Niña tome la decisión de no dejarse llevar. La prisa por acabar para no ser descubierto en el asiento de atrás puede hacer que se precipite la eyaculación. En enfado porque nos exijan hacer algo que no nos apetece puede provocar que la erección desaparezca. El terror vivido queda memorizado en el cuerpo. Si a eso le unimos una anticipación de la catástrofe cada vez que ese Niño siente que llega el momento, ya tenemos los ingredientes básicos para conseguir un buen paciente: el cuerpo recuerda. Ese cuerpo es donde sucede todo, incluyendo nuestra propia identidad. En la Psicología Gestalt, el cuerpo es el yo, el sí mismo. Quien interactúa con el entorno para satisfacer nuestra necesidad no es la mente, sino el organismo.

OBJETIVOS AL ABORDAR EL HSH EN LOS PROCESOS DE PHI

Auto-Conocimiento
Conocerse es contactar con las propias sensaciones y necesidades. Para ayudar a nuestros pacientes a conocerse mejor, podemos utilizar la indagación y también la teoría. La sexología y la psicoterapia humanista integrativa poseen conceptos muy útiles para que el individuo pueda hacerse una idea de quién es, de lo que le gusta, de lo que necesita y lo que desea. La terapia es en sí misma un espacio de reflexión sobre la propia vida, sobre lo que funciona y lo que no. Si vamos a cultivar valores y a generar autonomía, es importante que la terapia no se centre en los problemas y las miserias. Podemos hacer espacio para lo positivo, visibilizar la alegaría, los logros, los descubrimientos. La alegría se contagia (Zurita y Chías, 2016) y celebrar tiene un efecto multiplicador.

Aceptación
Aceptarse es amarse, ocupar nuestro legítimo “Yo-Ok”, cuidarnos. Especialmente, cuidar al Niño. Gran parte de este objetivo empieza en la actitud del terapeuta. El paciente ha de sentirse aceptado y desde nuestro PN+ podemos garantizar ese espacio de aceptación. Transmitir a nuestro paciente que puede confiar, que está seguro. Ha de sentir que no va a ser perfecto y no por ello va a ser juzgado, que sus peculiaridades le hacen único, que el terapeuta lo percibe distinto y lo valora así, permaneciendo en contacto con él para que pueda explorarse y desatascar sus gestalts fijadas (Erskine, Moursund y Trautmann, 1999). Sexológicamente hablando: debe renunciar a perseguir el ideal de lo normal, pues no existe. Las portadas de las revistas y los anuncios de perfume tienen truco.

Expresión coherente
Desde el contacto interno y el amor por lo que ya somos, el reto consiste en expresarnos de forma coherente. Esto significa dejar de buscar aquello que no nos satisface ¿una pareja hermosa? ¿una marca de rendimiento erótico? Para empezar a encontrar aquello que necesitamos: intimidad y caricias positivas. Para que esto funcione, es crucial que la coherencia se produzca entre los tres estados del yo. Esta expresión coherente llegará a su apogeo gracias a los permisos proporcionados en terapia: el paciente podrá atender libremente las necesidades de su Niño, su Adulto y su propio (y mejorado) Padre, sin modelos o imperativos externos que seguir.

PROPUESTAS Y CLAVES PARA TRABAJAR LA SEXUALIDAD EN LA CONSULTA DE PHI

A continuación se presentan dos herramientas sencillas que pueden resultar muy útiles para empezar a trabajar la sexualidad en la consulta de psicoterapia: el mapa corporal y la focalización sensorial. Ambas son propuestas habituales en las consultas y talleres de sexología, y su lectura y puesta en práctica desde la PHI las enriquece y aumenta su potencia.

El Mapa Corporal

El dibujo es una técnica utilizada en muchos tipo de distintos de terapia, tanto con niños como con adultos. No voy a dedicarle tiempo aquí al dibujo como tal pues el mapa corporal puede realizarse de muchas maneras, aunque lo más sencillo es dibujar una silueta en papel continuo en el suelo y luego colgarla en la pared, el mapa puede hacerse también con fotografías o collages, modelando en arcilla, plastilina o cualquier otro material.

La instrucción es clara: dibujar el propio cuerpo. Dibujarlo para hacerlo más presente en el proceso de terapia, llevando la consciencia allí. Y el cuerpo es sexuado. En el dibujo señalaremos aquellas zonas de nuestro cuerpo que nos gustan más y aquellas que nos gustan menos, las zonas aceptadas y las rechazadas. En el mapa aparecerán muchas partes del cuerpo, y curiosamente suelen ser áreas muy sexuadas: hombres y mujeres rechazamos aquellas partes que nos diferencian: ellos pelearán con su musculatura y su tamaño, ellas con sus pechos, sus nalgas y su vello corporal. Estas zonas sexuadas están mucho más relacionadas con el “deber ser” masculino o femenino de lo que pueda parecer, y aunque en cada sujeto el mapa será distinto, existen características comunes para los sexos.

Probablemente en una primera aproximación no aparecerán los genitales en el dibujo, y suele ser una zona problemática para ambos sexos: ellas rechazan su vulva por ser peluda, húmeda y oscura, mientras que ellos rechazan su pene por no ser de un determinado tamaño. Este rechazo probablemente dificulte la vivencia sana de la propia autoestima y limite la obtención de sensaciones placenteras.

Una llamada a nuestro Padre Nutritivo.

Recuerdo que realizamos esta actividad en el módulo presencial de gestalt del master con la profesora Carmen Cuenca. Cuando miré la silueta que yo había dibujado, me dí cuenta de que mis zonas rechazadas estaban relacionadas con la maternidad: la zona abdominal, donde sufría un estiramiento de los músculos que desembocó en una diástasis irreversible, las muñecas, que tras la lactancia hacen que las manos se me entumezcan (lo llaman el síndrome del túnel carpiano) los pechos, que después de alimentar a dos bebés quedaron flácidos y con estrías, y las cicatrices en la entrada de la vagina de un desgarro y una episiotomía. Mi silueta tenía, coloreadas en rojo ¡cuidado! todas esas áreas. Fue entonces, cuando la profesora me preguntó qué era lo que sentía hacia ellas, qué quería hacer con ellas, cuando me dí cuenta de que no quería operarlas, ni esconderlas, ni cambiarlas. Carmen activó en mí un PN+ que yo no había previsto. Lo que quise entonces (y sigo haciendo ahora) fue agradecer a mi cuerpo la posibilidad que me había dado de ser dos veces madre. De gestar, además, dos bebés preciosos que se han convertido en dos hijos sanos y felices. De haber podido tener dos partos vaginales. Con mi Padre Nutritivo activado, me dí cuenta de que deseaba cuidar (me) esas zonas y atender a mi cuerpo, porque era importante. Era “yo misma”.

Identificar las zonas erógenas

Otra idea para profundizar en el cuerpo sexuado como fuente de placer es pedirle a los participantes que identifiquen sus zonas erógenas en el mapa corporal. Es frecuente que, al realizar esta actividad, las personas únicamente piensen en el tacto: aquellas zonas en las que les gusta ser tocados. Una vez detectadas, podemos pedir que contacten también con los lugares donde les gusta ser olfateados, besados, lamidos o chupados, mirados, etc. La dinámica tiene una “segunda vuelta” en la que se elige otro color para que los participantes identifiquen con él las zonas que les gusta estimular (tocar, mirar, oler, chupar) del cuerpo de sus compañeros.

Es crucial identificarlas porque muchas ocasiones las parejas hacen al otro lo que les gustaría que el otro les hiciera a ellos, y no lo que realmente les apetece hacer. Si utilizan la transacción erótica para comunicar sus propias preferencias, estas pueden no ser entendidas y la caricia pierde gran parte de su autenticidad. Esta actividad puede servir para solucionar los temas comunicativos, dejando a las caricias el espacio que les corresponde.Estas reflexiones o ideas similares han aparecido en el trabajo que desarrollo con hombres transexuales. En este colectivo existen fases con un fuerte rechazo por el propio cuerpo, que se ha desarrollado en un sentido femenino y que trata de ocultarse, modificarse u operarse dependiendo de los casos. El mito de que la persona transexual “ha nacido en un cuerpo equivocado” no hace sino empeorar las cosas, puesto que solo tenemos un cuerpo y es aquel con el que hemos de reconciliarnos. Estas creencias llevan a muchos chicos trans a vivir sus procesos corporales con dolor y rechazo (por ejemplo, la menstruación) y a ponerse en riesgo con intervenciones hormonales y quirúrgicas que en ocasiones no ofrecen los resultados deseados. En los talleres he aprendido de ellos que no hace falta rechazar el propio cuerpo para empezar el proceso de transición, sino que puede hacerse con amor, cuidado y respeto por lo que ya somos. El mapa corporal nos ha servido como herramienta para localizar esas zonas que desean modificar y poder expresar la rabia hacia ellas y el miedo a las intervenciones. Desde ahí es más sencillo reconciliarse con el cuerpo, para abordar la transición desde el Adulto, de forma segura y adaptada a las necesidades de cada individuo.

Curiosamente, en las sesiones sucedía que las zonas erógenas no eran identificadas en un primer momento, y solo cuando se ponían en marcha los mecanismos de amor hacia el propio cuerpo se activaba también el placer erótico. Esto tiene sentido: si alguien odia sus genitales, no siente placer en ellos. Probablemente, mantener el rechazo hacia determinadas partes de nuestro cuerpo consuma una gran cantidad de energía que no se encuentra disponible para disfrutar de las sensaciones que ese mismo cuerpo nos proporciona.

Focalización Sensorial

Mucho se ha escrito sobre la focalización sensorial (en adelante F.S.) desde su creación por Masters y Johnson en 1970. Básicamente, consiste en una serie de juegos de contacto para realizar en pareja. Como estrategia terapéutica, se hace posible gracias al paraguas protector de la prohibición de aquello que está generando el problema (el coito) y a su vez, posibilita precisamente explorar el propio deseo sin obligación de continuar siguiendo el modelo propuesto socialmente de encuentro entre los sexos.La pareja ha de encontrar un momento del día para desnudarse y acariciarse por turnos. La finalidad de las caricias, en los primeros encuentros, no ha de ser excitativa sino sensorial: se trata, primero, de sentir el cuerpo del compañero, y seguidamente, de recibir ese contacto. En ambos casos (tanto al dar como al recibir) la instrucción anima a centrarse en las propias sensaciones agradables. Para ello, en una primera fase (F.S.I) se eliminan de la ecuación las zonas erógenas, como pueden ser el pecho y los genitales. En encuentros posteriores (F.S.II), sí pueden acariciarse estas áreas dejando que aparezca la excitación (pero no buscándola y resolviéndola en un orgasmo). El orgasmo resultaría en una tercera fase (F.S.III) de la estrategia, cuando la sensación agradable o placentera ha llevado a la excitación y la excitación concluye en orgasmo si ellos lo desean.Tras cada experimento, la pareja se reúne con los terapeutas4 para analizar lo sucedido en los ejercicios. El objetivo de estas sesiones será favorecer la idea de que la respuesta erótica excitativa surge espontáneamente a partir de sensaciones positivas compartidas (eróticas, amorosas, cómplices…) y no puede obtenerse de forma voluntaria (“Quiero tener un orgasmo” “quiero tener ganas” o “quiero tener una erección”). También se puede trabajar en las sesiones para que ambos miembros de la pareja compartan sus sensaciones y sus descubrimientos respecto al contacto corporal en este escenario libre de exigencia y por tanto libre de ansiedad. Papeles del Padre, el Adulto y el Niño en la F.S. Muy probablemente, la potencia de esta estrategia se deba al diálogo que se establece entre los estados del yo Padre y Niño: mientras el terapeuta prohíbe el coito (justo lo que Padre de los sujetos prescribe) el Niño Libre queda libre para experimentar. Hay que tener en cuenta que modelo de la cópula es interiorizado por una gran parte de la población, y que los encuentros eróticos suceden mayoritariamente entre Niños Adaptados intentando complacer en lugar que entre Niños Libres que quieren divertirse, por lo menos en el inicio de las relaciones de pareja. La presión es tan grande, que las personas viene a la consulta pidiendo ayuda para poder seguir funcionando desde su NA Sumiso.La idea de que existe otra manera de involucrarse en un encuentro erótico es considerada con extrañeza, y verbalizarla al inicio de la terapia no suele dar tan buen resultado como que ellos mismos la experimenten. Hasta ese momento, probablemente, un encuentro sin penetración ha sido vivido como un sucedáneo, un apaño o una relación erótica “de segunda clase”.

Es en el marco de la terapia cuando pueden experimentar la importancia de esta idea, pues justamente al estar prohibido el coito, los problemas tampoco aparecen. Se trata de un insight vivencial corporal que cada pareja ha de experimentar.

La protección y el permiso en la F.S.

Ante esa obligación social de llevar a cabo el encuentro bajo el modelo de la cópula (juegos previos/penetración/orgasmo simultáneo durante la penetración) la prohibición de la norma, de forma paradójica, actúa como permiso para jugar, para detenerse en el contacto sin más meta que la observación consciente de la sensación y del placer. Un segundo insight se produce entonces: el placer deriva de las sensaciones agradables. Y las sensaciones agradables, de las caricias (contacto) con el otro. Existen alguna personas que sienten vergüenza al mostrarse desnudas, y les podemos proponer que realicen la actividad con ropa interior. Otras, experimentan un desagrado intenso al tocar y/o ser tocadas desnudas de forma corporal. En este caso, se puede posponer la F.S. para ir avanzando en otras áreas de la terapia y no retraumatizar al individuo. También puede aplicarse una F.S. “light” acariciando simplemente las manos del compañero y dejándose acariciar la misma zona. Las preguntas en las sesiones serían las mismas: ¿Cómo te gusta tocar/ser tocado? ¿Qué sientes? ¿Dónde lo sientes?… A partir de ahí se puede trabajar el contacto con el otro: más despacio, con más cuidado y con el permiso de no hacer-se daño y de no forzarse a hacer cosas que no se desea hacer (que, por cierto, es otra clave básica de la terapia sexológica).

La F.S. como experimento gestáltico

Estos juegos5 sensoriales son un buen ejemplo de cómo funcionaría un experimento gestáltico en pareja. Para que la propuesta no sea vivida como una tarea obligatoria, un examen o una acción que demande rendimiento, otro de los permisos importantes que podemos dar como terapeutas es el de experimentar sin miedo al error. El juego sin resultados esperados pretende aumentar la toma de conciencia y en entendimiento de sí mismo, y suceda lo que suceda, se trabajará productivamente en las sesiones. Para Masters y Johnson era crucial recalcar ante los sujetos que “los errores son más constructivos que el éxito para el progreso de la terapia” (1970) dando así permiso para que sucediera cualquier cosa: nada puede salir mal, porque todo lo que ocurra se analizará y se utilizará para el avance de la terapia.En mi experiencia, una de las potencialidades de esta tarea es hacer fluir el ciclo de la experiencia erótica de los individuos: al tratarse de una tarea no exigente, es más sencillo que los participantes contacten con muchas necesidades de intimidad que no son excitativas: tocarse, acariciarse y permanecer desnudos juntos son necesidades que pocas parejas atienden si no es como paso previo a un encuentro amatorio, y la F.S. puede legitimar estos espacios de crecimiento conjunto de los amantes. Quizá la base de la F.S. se encuentre en la cantidad de caricias positivas que se obtienen de ella. El contacto no exigente con el otro es un lujo del que muchas parejas nunca han podido disfrutar. Poder tocar como apetece resulta novedoso, y ser tocado sin tener que responder, también. Cuando las parejas comentan en consulta los resultados del ejercicio, el ambiente suele ser de sorpresa y picardía. Se respira amor en la consulta. Vuelven a flirtear parejas que llevan juntas más de 25 años. Es el Niño, que despierta.

CONCLUSIONES

Al escribir este trabajo reafirmo mi idea de que la sexología y la PHI pueden enriquecerse mutuamente. En esta ocasión, he realizado el camino en la dirección de mi propio proceso personal, es decir, integrando la PHI en lo que yo ya conocía (la sexología sustantiva) y me gustaría, en otro momento, realizar el trabajo a la inversa, estudiando, por ejemplo, las implicaciones de trabajar con el triángulo dramático en la consulta sexológica o el análisis de los conflictos de pareja desde el AT, que resultaría muy interesante. Por motivos de espacio y de profundidad, dejo pendiente para otra ocasión abordar las relaciones entre la sexología y el trabajo emocional, así como trabajar en una versión de la silla vacía (Schnake, 1995) o de la reparentlización de órganos (Gadea, 2017) con aquellas áreas sexuadas que suelen generar rechazos como pueden ser los propios genitales. Dejar estos tema pendientes me motiva a seguir reflexionando sobre ellos y espero volver a retomarlos dentro de poco.
La clave más importante que extraigo de mi trabajo y de la formación en el Instituto Galene es la integración: es posible integrar el humanismo con la gestalt, con el análisis transaccional, con el trabajo emocional profundo, con las terapias corporales… y también con la sexología. Termino de escribir esta tesina y acaba también mi formación como PHI con la sensación de haber conseguido esa integración entre lo que traía y lo que he recibido. Acabo con alegría y con el deseo de seguir aprendiendo e integrando nuevas propuestas en mi manera de trabajar. Me quedo con la seguridad que me proporciona una base sobre la que asentar mis nuevos conocimientos. Esa estructura es la que me ha proporcionado la formación en el Instituto Galene y estoy segura de que me va a acompañar durante mi trabajo como terapeuta humanista.

REFERENCIAS

Amezúa, E. (1978) Una nueva forma de ver y vivir la sexualidad. Vida sanitaria, nº 2, pp.31-38.
Amezúa, E. (1999) Teoría de los sexos. La letra pequeña de la sexología. Revista Española de Sexología. Monográfico extra Doble, 95-96.
Amezúa, E. (2000) El Ars Amandi de los sexos. La letra pequeña de la sex therapy. Revista Española de Sexología. Monográfico extra Doble, 99-100.
Ellis, H. (1913). Studies in the Psychology of Sex, Volume 3, Philadelphia: F. A. Davis.
Gadea, A. (2017). Reparentalización de órganos. Bonding. Revista de psicoterapia y counselling humanista integrativo. Nº 181.
Erskine, R., Moursund, J., y Trautmann, J. (2012). Más allá de la empatía. Una terapia de contacto-en-la-relación. Bilbao: Desclee de Brower (original publicado el 1999)
Master Psicoterapia Humanista Integrativa. Documentación Instituto Galene (2017).
Masters W., y Johnson, V. (1981) La incompatibilidad sexual humana. Buenos Aires: Intermédica editorial (original publicado en 1970).
Reich, W. (2010) La función del orgasmo. Barcelona: Paidós Ibérica (original publicado en 1955).
Rogers (1978) Orientación psicológica y psicoterapia. Fundamentos para un enfoque centrado en la persona. Madrid: Narcea (original publicado en 1942).
Schnake, A. (1995) Los diálogos del cuerpo: el enfoque holístico de la enfermedad. Buenos Aires: Cuatro vientos.
Sidorowicz, L., y Lunney, G. (1980). Baby X Revisited. Sex Roles, nº 6 (1), 67-73
Zurita, F., y Chías, M. (2016) Técnicas de trabajo emocional en psicoterapia. España: Editorial Niño Libre.

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