Reparentalización de órganos
01/10/2015
Todo comenzó en la sala de mi grupo de terapia. Allí encontré un útero, estaba entre las colchonetas del suelo, era blandito y de peluche, tenía los alambres recubiertos de tela y los dos ovarios colgando a cada lado. Me pasé varias sesiones de grupo mirándolo, hasta que un día me dispuse a cogerlo, y me di cuenta de que estaba dialogando internamente con él, algo que nunca antes había sucedido.
Me hizo conectar con sentimientos encontrados que tenía hacia esa parte de mi cuerpo; mi útero había tenido una experiencia muy dolorosa. Empecé a cogerlo casi instintivamente. Pasaba y sigo pasando muchas sesiones de grupo con él encima de mi propio útero. Fue así como inicié la reconciliación con esa parte de mi cuerpo, a no negarlo e incluso a aceptarlo y tomarle cariño…
CASO 1
Paralelamente a este hecho, venía a sesión una paciente adulta, con la que tenía buen vínculo. Llevábamos trabajando unos meses y su estado de salud no era el motivo de consulta en un principio, aunque débilmente (sentía que la paciente no quería hablar de ello) mencionaba en las sesiones la problemática con su útero, que ocurría desde varios años atrás.
Vamos a ver brevemente la historia médica que me proporcionó posteriormente la paciente:
En 2007 sufre metrorragias (hemorragias uterinas fuera del periodo menstrual) muy abundantes, que le obligan a consultar con un especialista. En una ecografía ginecológica se aprecia un útero grande sin alteraciones, y se le indica una pauta de tratamiento con Progesterona. La paciente lo toma durante dos ciclos menstruales sin mejoría y abandona el tratamiento sin volver a consultar. Desde esa fecha, a temporadas, se le administra, durante años, tratamiento oral de hierro por ferropenia (disminución de hierro en el organismo, con tasa anormalmente baja de hierro en el plasma, hematíes y depósitos de ferritina). En julio de 2014, en una ecografía se observa engrosamiento endometrial (el revestimiento del útero se vuelve demasiado espeso) y comienzan a estudiarlo. Varias pruebas y una biopsia endometrial diagnostican endometrio secretor irregular, y desestiman tratamiento hormonal por antecedentes familiares de cáncer de mama. En noviembre de 2014 le realizan un legrado, diagnóstico confirmando un endometrio proliferativo desordenado; las reglas abundantes continúan y, a pesar de los suplementos orales de hierro, éste sigue bajando, apareciendo anemia ferropénica en enero de 2015. En otra ecografía, en ese mismo mes, se vuelve a ver engrosamiento de endometrio y, a principios de febrero de 2015, la paciente vuelve a iniciar, por indicación médica, tratamiento con Progesterona, a pesar de que en el 2007 el tratamiento no fuera eficaz. La paciente solamente toma dos semanas este tratamiento (hasta marzo de 2015) debido a sus antecedentes familiares de cáncer de mama, y el rechazo a tomar tratamiento hormonal; por este motivo se decide suspenderlo y volver a revisar a la paciente en mayo con otra ecografía ginecológica. El resultado de esta ecografía lo veremos más adelante.
En octubre-noviembre de 2014, tras los breves comentarios de mi paciente sobre el estado de su útero, le propongo empezar a trabajar con una muñeca (que decide crear ella) para curar su útero, empleando mi Técnica de Reparentalización con Muñecos.
Llegados aquí vamos a ir recorriendo desde el principio el proceso de terapia en la reparentalización del útero: fue en esas navidades del 2014/2015, mientras llevaba un mes curando el útero a través de la muñeca, cuando la paciente muestra abiertamente en consulta su estado de salud, hablando de sus reglas abundantes, hemorragias continuas, y posterior aparición de su anemia ferropénica. Entonces le pregunté: “¿qué sientes que le está pasando a tu útero?”, a lo que respondió: “siento que mi útero está llorando porque ya no tiene una función que cumplir, no me importa que me lo quiten, de hecho pienso que es lo mejor, así ya dejará de dar la lata. Estoy muy cansada y siento rabia por todo lo que estoy pasando”. En ese momento es cuando empecé a conectar con la idea de facilitarle un útero, pensando en que pudiera vincularse del mismo modo que pude hacer yo con el útero que me encontré.
En un principio le hablaba de su útero y le pedíaque me hablara como si hablara el órgano, apoyándome en el trabajo de Adriana Schnake, donde la autora realiza un diálogo gestáltico como si hablara el órgano enfermo, para que el paciente pueda conocer, confrontar y aceptar aspectos rechazados del mismo, y así poder generar una integración de éste. Es importante señalar que en este diálogo con el órgano, el paciente puede sufrir un conflicto fóbico, emergiendo gestalts inconclusas produciendo la evitación del contacto. Y esto es precisamente lo que sentía que le estaba pasando a mi paciente cuando intentaba contactar de esta manera con su útero. Le costaba poner palabras, a veces cambiaba de tema y su cara no mostraba mucho agrado, y así estuvimos durante varias sesiones, sin llegar a contactar. Fue entonces cuando pensé, como he mencionado anteriormente, en proporcionarle un útero semejante a aquel con el que yo me había vinculado en mi sesión de grupo. En mi consulta tenía un cojín en forma de corazón que venden en unos conocidos almacenes, así que se lo ofrecí, lo cogió, lo tocó, me miró y le pregunté “¿está bien para ti que éste sea como tu útero?” Lo volvió a mirar, lo acarició con ambas manos y me contestó que sí.
Vamos a hacer un alto y ver lo que posiblemente se estaba produciendo. Al igual que sucede en mi técnica de Reparentalización con Muñecos, el espacio de terapia es propicio para que se construya el espacio transicional. Como espacio transicional, Winnicott (1971) nos indica que este espacio es la zona intermedia entre la realidad interna del individuo y la realidad compartida del mundo que es exterior a los individuos. El espacio transicional es como un puente que genera, une y separa a la vez el interior y el exterior del sujeto, y sólo importa lo que transita, se intercambia y transforma en él. En este espacio se parte de la fantasía y de la realidad. El objeto transicional en este caso sería el órgano; por objeto transicional nos dice el autor que es un objeto material del entorno, por lo general blando, y que se usa dentro del área intermedia de experiencia. De esta manera el objeto transicional, el órgano en este caso, estaba indicando que tanto la paciente, como el objeto, como yo, estábamos dentro del espacio transicional. Yo le di el útero, mientras alternaba la mirada entre el órgano y ella, la paciente lo cogió, lo acarició, me miraba y miraba al órgano, estábamos dentro del espacio transicional. El proporcionarle a la paciente el órgano, el poder materializarlo fuera, por medio de un objeto, facilitó la conexión.
Para mi sorpresa mi paciente fue transformando el cojín-corazón en un útero, que representaba su propio útero, le puso ovarios y metió la punta del final para dejarlo plano, resultandolo más parecido en forma a un útero verdadero. Me alucinaba el tiempo, el entusiasmo, la dedicación y el amor que ponía en la transformación del órgano. De esta manera lo traía normalmente a consulta en una mochila, lo sacaba y lo colocaba espontáneamente encima de ella, abarcaba parte de su estómago y su parte genital. Podía estar hablando de otras cosas, pero sus manos estaban en él, y yo veía cómo muchas veces y según el tema que tratáramos (maternidad, su madre, agresión) la paciente lo acariciaba, lo protegía o lo arropaba. Parecía que había hecho suyo el órgano, lo miraba, lo cuidaba, lo tomaba en cuenta, ¿lo habría investido?
Si vemos el Estadio del Espejo de Lacan, nos dice que el reconocimiento que realiza el niño en el espejo señala la exterioridad de la imagen en la configuración de un Yo, donde el otro funciona como espejo. El bebé sonríe a la sonrisa de la madre, contemplada y reparada en la mirada; este investimento libidinal del que lo mira mirarse conduce al júbilo del niño ante el espejo. Lacan otorga un lugar importante a la especularidad por el investimento libidinal del otro, que lo asiste en su mirar. Vemos entonces la importancia del papel del espejo de la madre como reparentalizador de nuestro propio cuerpo y psique. De esta manera el útero, esa parte de la paciente no mirada y por lo tanto no investida, estaría ahora siendo mirada por ella desde el amor, la ternura, la protección y el cuidado. Estaría siendo investida.
Winnicott, entre los años 60 y 70, señala que “el primer espejo es el rostro de la madre”. Siguiendo con lo que expongo en el párrafo anterior, podría ser que a través del tratamiento terapéutico, materializando el órgano, consiguiéramos una mirada “suficientemente buena” por parte de la paciente hacia su órgano rechazado, no mirado, callado u olvidado. ¿No os parece entonces que la paciente se podría convertir en la “mamá suficientemente buena” y mirar físicamente la parte dañada desde el amor, la mirada y el reconocimiento? No es sólo el amor, se precisa también la mirada y el reconocimiento, y comprobé que la materialización del órgano facilitó este proceso.
Como dice Winnicott el reconocimiento emerge en la mirada, en el tono de la voz, o en el calor de los brazos que lo acunan. Esto que en un principio está destinado al bebé y al niño, podría surtir efecto materializando las partes y realizando un trabajo de reparentalización con ellas, donde surgirían de manera natural y espontánea esa mirada y ese reconocimiento. Por tanto la mirada, el cuidado y el reconocimiento desde fuera facilitarían la integración del órgano dentro, ya que en la paciente empezó a desaparecer el rechazo hacia esa parte.
Escribiendo, pienso que al lector le puede surgir la misma pregunta que me acaba de surgir a mí y que es la siguiente: ¿Qué pasaría si ofrecemos un órgano al paciente y no puede hacerse cargo de él, porque lo rechaza, siente miedo, o porque no está preparado para vincularse? El caso que mencionaba anteriormente del conflicto fóbico, pero con el órgano mismo. En mi caso respetaría el miedo al contacto del pacientey le preguntaría si me puedo hacer yo cargo de su órgano mientras él se toma ese tiempo para poder contactar. También me gustaría destacar que en ninguno de los casos que expongo me ha sucedido esto, al contrario lo ha facilitado.
Siguiendo con lo que nos ocupa, retomé las visualizaciones que realicé con ella antes de proporcionarle el órgano, y con las que la paciente no llegaba a conectar con su útero. Al realizar la visualización con el órgano, empecé a notar una mejoría, primero le conectaba con el corazón y desde allí salía un conducto de amor y energía que iba hacia su útero. Mientras realizaba la visualización, la paciente acariciaba el útero, incluso por momentos esbozaba una leve sonrisa, sus parámetros corporales eran de acogimiento y afecto, su cuerpo se iba amoldando y encogiendo hacia el foco que era el útero, del mismo modo que una madre coge a su bebé con cuidado, amor y protección.
Me parece importante que en este punto nos paremos a reflexionar sobre las funciones maternas de Winnicott. Las funciones maternas fundamentales son tres. La primera es el holding que es el sostén, siendo la función de sostenimiento un factor básico en el cuidado maternal, que se corresponde al hecho de sostener física y afectivamente de manera apropiada. De esta forma la madre, el padre o la figura sustituta sostiene al bebé con tranquilidad, adecuando la presión de sus brazos lo abraza o lo mece con suavidad, le susurra y le habla cálidamente proporcionándole la vivencia integrada de su cuerpo.
Como mencionaba anteriormente, la paciente empezó a sostener su órgano de manera natural desde el holding, y desde aquí le proporcionaba cuidado y amor. Ese holding también se lo proporcioné yo como terapeuta, y lo proporciono tanto a los órganos como a los muñecos de mis pacientes cuando los cojo, los acuno o los abrazo. De esta manera, veríamos como el paciente de forma espontánea ejercería la primera función materna: el holding.
La segunda función materna a la que se refiere el autor es el handling que sería la manipulación o manejo del bebé. Esta función contribuye a la unidad psique-soma, y favorece la personalización del bebé. En cuanto al manejo y la manipulación del órgano es de sumo cuidado en los pacientes, lo traen a consulta protegido y en su casa ocupa un lugar importante.Para mí el manejo y la manipulación tanto del órgano como del muñeco es desde el respeto más absoluto, pidiendo permiso para cogerlo o abrazarlo, ya que el “objeto” (tanto órgano como muñeco) está investido de una carga emocional de gran importancia, lo que lleva al paciente a protegerlo y cuidarlo tanto en consulta como fuera.
La tercera función materna es la presentación objetal que sería la capacidad de relacionarse con objetos (con los otros), a medida que la madre habilita en el bebé la capacidad de relacionarse con los objetos (los otros), éste despliega su capacidad de habitar en el mundo.Y lo que yo observo en esta tercera función es que a medida que el paciente despliega su capacidad de relacionarse con su órgano, éste desarrolla la capacidad de habitar en su cuerpo de manera integrada sin sentirse rechazado. Sería el propio paciente el que se empieza a relacionar con el otro, su órgano visto como una parte. Me he dado cuenta que la materialización del órgano facilitaría esta función de relación en ambos, tanto en la persona de mi paciente, como en el órgano a la hora de “relacionarse” de forma diferente dentro del propio cuerpo.
Poco a poco se iba creando cada vez más vínculo entre la paciente y su útero. En las sesiones le iba preguntando lo que sentía y lo que creía que le quería decir su útero, y cómo se sentía éste. La paciente iba verbalizando y era capaz de entrar en emoción.
En esta fase de la terapia tenía en la cabeza a Dolto. Esta autora explica durante toda su extensa obra como “lo no dicho”, las “cosas calladas”, pueden fabricar “cosas matadas” en los niños, que aparecen en forma de síntomas y que pueden provenir de las historias de sus padres y abuelos. De esta manera el síntoma en un niño sería una forma de decir lo indecible, y en muchos casos, sería producido a partir de un agujero representacional en las anteriores generaciones. Algo que no se ha representado o tramitado simbólicamente en los padres y que puede remontarse a la época de los abuelos, se podría actualizar en el síntoma del niño. Así la autora nos dice que en las situaciones que el niño sirve de prótesis a alguno de los padres, esto se convierte en un compañerismo patógeno, lo mismo que cuando el niño ocupa el lugar de alguno de los progenitores en la relación.
No voy a entrar en detalles, curiosamente en los tres casos que expongo los pacientes podrían haber ocupado, en diversos periodos infantiles ese compañerismo patógeno, dificultando esto también el proceso de triangulación edípica y por tanto el proceso de exclusión.
Siguiendo con el caso que nos ocupa, yo le decía a mí paciente, como hace la Gestalt con el trabajo de las partes: “¿Qué quiere expresar tu útero? ¿Qué le gustaría decir?” Entonces me di cuenta de una cosa, al tener presente el trabajo de Dolto, y le dije: “¿Qué es lo que tu útero no ha dicho?”, es muy sutil la diferencia, pero introduciendo este adverbio de negación noté como la paciente conectaba con algo interior. La estructura de esta pregunta le facilitó la conexión con la rabia y posteriormente la tristeza desde una mayor motivación y pudo trabajarla.
Ahora me parece importante fijarnos en el útero en sí y el proceso que hace de síntoma y enfermedad. El proceso de esta paciente con su útero, el rechazo de ella hacia su órgano, y el “llanto” de éste como narra textualmente la protagonista por la pérdida de su función, me resonaban a las respuestas de los niños de 1 o 2 años frente a separaciones importantes de sus figuras de apego. Este trabajo fue realizado por Robertson y Bolwby (1952), y continuado por Heinicke y Westheimer (1966) creando situaciones controladas. De esta manera,cuando los niños eran colocados en entornos desconocidos, que no proveían cuidadores estables que sustituyeran a sus figuras de apego, éstos atravesaban tres etapas de respuesta ante la separación y falta de apego, que a su vez conformaría las tres fases del duelo, cada vez más graves y desfavorables. La fase inicial era la de protesta, en esta etapa había una preocupación por la ubicación de la figura de apego, que se expresaba en llanto y llamadas esperanzadas. Una segunda fase de desesperación, donde se mostraban todavía preocupados por el progenitor perdido, expresaban un llanto débil y paulatinamente más desesperanzado, se volvían apáticos y retiraban el interés hacia el entorno. Y la etapa final llamada de desapego, donde los niños evitaban activamente la figura de apego primaria. Siempre que el periodo de separación no fuese demasiado prolongado, más tarde o más temprano podía volver a resurgir el apego con la madre, o la figura de apego principal.
Para darle significado al párrafo anterior reconstruyamos brevemente la biografía del útero de la paciente proporcionada por ella: en 1997 tiene un parto con fórceps, ello derivó en un debilitamiento del suelo pélvico. En el año 2000 tuvo un nuevo parto donde en el último trimestre de embarazo apareció un prolapso de 2º grado útero-vaginal (cuando el suelo pélvico está muy debilitado, y no puede cumplir su función de soporte, algún órgano, en este caso el útero puede descender hasta salir por la vagina). En 2001 le realizan una cirugía programada de Cistocele, Colporrafia y Perinarrafia anterior y posterior (mediante esta operación se sostendría y reforzaría el suelo pélvico y los órganos de la paciente). La paciente también se someterá a la operación de Kelly y Electrocoagulación de Trompas, ya que decide no tener más hijos.
Podríamos decir que la parte genital de la paciente ha sufrido bastante en los partos, pudiendo quedar “traumatizada”. Si hacemos una analogía con el proceso de apego que realizan los niños, y consideramos al órgano como una “parte”, podemos ver como mi paciente se va desapegando de su órgano, de una parte suya, y cómo ésta empieza a mostrar síntoma a tal desapego. Si volvemos a Dolto y lo “no dicho”, el útero podría ser la parte vulnerable de la paciente, que podría acumular la problemática de su maternidad, de la maternidad de su propia madre o de anteriores generaciones. Lo que nos importa ahora es ver cómo reacciona el útero. Si volvemos a las palabras de mi paciente, ésta decía que lloraba porque ya no tenía una función que cumplir (la paciente se refería a que no iba a volver a ser madre, suceso que también fue doloroso y traumático para este órgano) y que ella rechazaba cada vez más ese “llanto” en forma de sangre, estaba harta de él, se planteaba que se lo quitaran, que se lo quemaran por dentro, ya no le quería. Siguiendo con la consideración de útero como una parte,¿no estaba reaccionando el útero como los niños ante la separación de la figura de apego?Podría ser que estuviese en la fase de protesta, “llorando” cada vez más, y con un progreso de hemorragia cada vez más fuerte. ¿Qué pasa si este proceso de desapego sigue en el órgano? ¿Podría pasar a la fase de desesperación y a la fase final de desapego? ¿Qué haría aquí? ¿Se dejaría morir? ¿Se mataría él mismo a través de diferentes enfermedades para así dejar de sentir el abandono y el rechazo?
De esta manera podríamos seguir la siguiente secuencia, hay una parte vulnerable del paciente donde se manifestaría lo callado, lo no dicho, que podría venir de generaciones pasadas mostrando así el síntoma. Así el órgano podría empezar una fase inicial de protesta como respuesta a la separación, abandono, rechazo o falta de apego por parte de la persona a esa parte de su cuerpo, que a su vez puede seguir evolucionando a fases posteriores de desesperación y desapego dejando de sentir y pudiéndose dejar morir.
Voy a compartir ahora con vosotros cómo desarrollaba mi trabajo en consulta con la paciente.Tratábamos diferentes temas, el órgano estaba muy presente en sesión, la paciente lo traía en su bolsa o se lo ponía encima, de esta manera le acariciaba de manera espontánea y natural mientras iba hablando de diferentes temas importantes para ella, como ya he comentado antes. Cada sesión terminaba con una visualización, muy similar a las que he contado al principio, en las que la paciente hacía trabajo con órgano y conseguía conectar. Así, le decía que fuera tomando oxígeno y conectara con su corazón, con sus latidos potentes y estables, y que poco a poco hiciera una vía de amor que saliera de su corazón, recorriera su abdomen y llegase a su útero, así iba sintiendo como su útero se iba llenado de amor y energía. A la vez le decía cómo sus manos transmitían calor a su útero, ya que por defecto la paciente las colocaba siempre en esa parte, ya fuera en su piel directamente o través del órgano. Era estremecedor para mí ver su rostro, sus ojos a veces se emocionaban y notaba como estaban al borde de la lágrima, era un estado de sintonía y amor con ella misma que nunca había visto antes.
Hagamos un alto para poder explicar la importancia de la reparentalización y lo que hice en este caso. Gracias a la reparentalización se van satisfaciendo las necesidades arcaicas no satisfechas de las diferentes etapas evolutivas. Fijándonos en el trabajo que realicé, focalicé esa reparentalización en el órgano, por medio de dos líneas de trabajo. Una, como ya he dicho era el propio órgano de peluche, al que yo tocaba y el grupo (el trabajo en grupo lo explicaré más tarde) también podía tocar y así reparentalizar mostrándole su amor y cuidado, ocupando éste un lugar físico importante tanto en mi consulta, como en la sala de grupo, con la consiguiente importancia y mirada de todos. Y la otra vía, que utilizo siempre, es un rastreo de las áreas del paciente para ver quién está disponible para que ayude en la función reparentalizadora. En este caso, el marido de la paciente era una figura estable y protectora que podía ayudar en el reparentamiento del útero. De esta manera, quedé con la paciente en que cada noche, si a ella y su pareja les apetecía, él le pusiera las manos en el útero y realizaran juntos la visualización que hacíamos en sesión. Así que normalmente a la hora de acostarse y tumbados los dos, ambos corazones (el de ella y el de su pareja) llevaban un hilo de amor al útero de mi paciente. Esta visualización se realizaba sin órgano, ya que la paciente no se sentía invadida con las manos de su pareja en esa parte de su cuerpo.
Llegamos ahora a una parte del trabajo muy importante, el 14 de febrero de 2015 realicé con mi paciente un taller de trabajo emocional grupal. Allí la paciente presentó su útero al grupo, poco a poco y durante todo el taller lo fue trabajando, le dije que contara su historia, también le propuse que hiciera una “línea de vida” de todo el recorrido que habían tenido juntos. En uno de los ejercicios le ofrecí ser la traductora de su órgano, y que verbalizara todo lo que no había dicho y le hubiera gustado decir.
Tengo una fantasía respecto a este tema, en mi fantasía los médicos deberían ser traductores de órganos, me imagino un médico al que llegaras a su consulta y te dijera: “vamos a ver qué le pasa a su estómago, vamos a escuchar de qué se lamenta”. Lo que siento en mi propia experiencia es que algunos de ellos no escuchan al órgano, no lo interpretan, sólo calman el lamento con pastillas y por tanto tapan el síntoma o callan la voz del mismo. Vamos al médico porque no sabemos interpretar lo que nos pasa por dentro, y esperamos que ellos nos lo traduzcan, y algunos en vez de escucharlo lo silencian.
Sigo con el trabajo de taller, la paciente realizó un trabajo traduciendo su útero, a la par iba soltando diferentes emociones (la rabia, luego la tristeza y por último mucha conexión con el amor). Este trabajo también influyó en el resto del grupo, que conectó también con su femineidad y masculinidad, y con el amor al útero de su compañera. Como último trabajo de taller le ofrecí a mi paciente y al resto del grupo, enviar mensajes de amor y cariño al útero. Mi paciente aceptó y dirigió su propio trabajo, indicó al resto que le gustaría que los mensajes fueran escritos en una sábana, para ella incorporarlos al útero y así se hizo. La respuesta del grupo fue unánime, las diferentes personas escribían los mensajes, y había muchas vías de amor que concurrían todas en el útero.
El poder materializar el órgano me facilitó mucho el trabajo, a mí y al grupo, sobre todo en cuestión del contacto. Me era bastante difícil acceder a esa zona de mi paciente sin invadirla y más si es un grupo de personas. De esta manera, el grupo se podía hacer una idea de la “parte” que estábamos trabajando, le pedían permiso a la paciente y le tocaban el útero-peluche, lo miraban… Fue un miembro muy importante durante todo el taller, donde fue cuidado, protegido, tenido en cuenta y muy amado.
Me resultó curioso comprobar que tanto la pareja de la paciente, como el grupo, y yo misma, nos vinculamos y accedimos al contacto con el útero de manera muy espontánea y entregada. Este hecho lo pensaba a menudo, sobre todo cuando recordaba a la pareja de mi paciente (ya que esta persona nada tenía que ver con el mundo terapéutico) y al grupo con su entrega en este trabajo. Después del trabajo grupal, me venían siempre a la cabeza las palabras de un profesor que tuve en la asignatura de Psicobiología: “somos animales, y estamos aquí para reproducirnos, ésta es nuestra principal función”. Según Salomon Sellam el inconsciente biológico está dominado por la supervivencia del individuo y de su especie. La evolución ha desarrollado una organización neurofisiológica y psíquica particular, dominada por cuatro funciones básicas, todas ligadas a un tejido, a un órgano o a una función psicológica. Vamos a fijarnos en la primera función que es la de la supervivencia del individuo y la perennización de la especie. La supervivencia de la especie está principalmente ligada a la reproducción a través del útero, la próstata y las gónadas. La función del útero es garantizar el desarrollo del feto. Dentro de él encontramos la placenta, una barrera protectora que garantiza la seguridad y el desarrollo del bebé, proporcionando oxígeno, nutrientes y anticuerpos. No podemos olvidarnos de la bolsa amniótica, un airbag para el feto que servirá para garantizar el espacio, amortiguar golpes, que funciona también como despensa y termostato. ¿No os parece el útero todo un hogar? El hogar de todos nosotros durante más o menos 9 meses. Si nos paramos aquí¿no creéis que podríamos dar sentido a las diferentes conductas de cuidado y protección que los demás (marido, grupo, terapeuta) estábamos dando al órgano de mi paciente? ¿Estaríamos cuidando, protegiendo y queriendo al órgano que nos protegió, cuidó y nos dio la vida, independientemente del sexo que tuviéramos? No quiero decir con esto que no seamos capaces de querer, cuidar y proteger a otros órganos, sino que podríamos estar protegiendo y cuidando un órgano que todos conocemos bien, símbolo de nuestra propia supervivencia y de la especie.
Si volvemos a la cronología del proceso, en febrero de 2015, la paciente ha empezado a tomar tratamiento con Progesterona, a pesar de que en el 2007 el tratamiento no fuera eficaz. El 24 de marzo de 2015, al mes siguiente, le dicen que el tratamiento hormonal que lleva tomando durante dos semanas ha sido más efectivo que hace años; no obstante debido a sus antecedentes familiares de cáncer de mama y el rechazo de la paciente a tomar el tratamiento hormonal, se decide suspender el mismo y volver a revisar en mayo con otra ecografía ginecológica, la paciente aquí está dejando de sangrar progresivamente. El 7 de mayo en ecografía ginecológica se comprueba que el útero de la paciente no está engrosado y funciona de manera normal. No hay ningún tipo de sangrado, salvo el sangrado menstrual con ciclo normalizado. El espesor del endometrio en milímetros fue cambiando de 22mm el 11/08/14, a 20mm el 08/01/15, y en la última ecografía realizada el 07/05/15 presenta un espesor de 8mm.
CASO 2
La paciente llega a mi consulta después de trabajar con otro terapeuta. Trae una muñeca, ya que ha trabajado su Niña con mi Técnica de Reparentalización con Muñecos.
Copio literalmente la biografía emocional que me ha facilitado la paciente:
A pesar de tener buena salud y tener un corazón sano, he sufrido de taquicardias. No recuerdo los momentos exactos ni los motivos, de hecho a veces, cuando pasaba me sorprendía porque en principio no había motivo aparente, y digo yo que serán taquicardias (nunca lo he consultado con un médico). Cuando me pasa, es como si de repente me quedase sin respiración, hay un ahogo en la garganta y el corazón empieza a bombear-latir de forma diferente; unas veces como más fuerte y lento, otras más fuerte y rápido. La sensación es de susto, como de paralización, luego desaparece y todo vuelve a la normalidad. He de confesar que nunca le he dado mucha importancia hasta ahora, creo que es un ¡estoy aquí, escúchame!Ahora pensando en todo esto, desde muy pequeña he vinculado el amor, el cariño y los sentimientos buenos con el corazón. Imagino que la desconexión de él surgiría cuando a mi niña no se le tuvo en cuenta.Sentía miedo, daño y un gran malestar al no entender nada, ¿por qué nadie se daba cuenta del dolor tan grande que estaba viviendo (sentirme no querida o mucho menos querida)?
La paciente nos puede estar hablando de palpitaciones cardiacas: sensaciones de latidos cardiacos que se perciben como si el corazón estuviera latiendo con violencia o acelerado. Pueden sentirse en el pecho, la garganta o el cuello. La persona puede tener conciencia desagradable de sus propios latidos y/o sentir como si los latidos se saltaran o se detuvieran. Las palpitaciones, normalmente, suelen deberse a ansiedad, estrés, crisis de pánico o miedo.
Veamos el proceso de terapia que seguí con ella. Realicé dos líneas de intervención, por un lado la muñeca me facilitaba llegar mucho más fácilmente al estado Niña de la paciente; y por otro, trabajar con el órgano me facilitaba focalizar la reparentalización directamente en la parte que estaba mostrando el síntoma. Ofrecí a la paciente la posibilidad de trabajar con un órgano, diciéndole que había empezado a trabajar con ellos de manera efectiva, y así tratar el síntoma de manera más específica. De este modo la paciente compró un corazón como el que yo tenía en consulta y empezó a cuidarlo.
Vamos a hacer un alto y ver las diferencias que he ido encontrando entre mi primer trabajo reparentalizando muñecos y ahora reparentalizando órganos.
Como ya he mencionado en los dos casos, las pacientes han trabajado primero con muñecos, y me gustaría exponer lo que este trabajo con muñecos facilita:
El poder materializar el estado Niño del Yo a través del muñeco facilita la conexión del paciente con su niño. Trabajar en tercera persona, podría bajar las defensas y la angustia, lo que facilita que el paciente abusado o maltratado pueda señalar sus abusos y/o maltratos a través del muñeco y trabajar heridas primarias. Además sucede un hecho de suma importancia y que es básico en la potencia de la Técnica, y es que el muñeco (su Niño) es reparentalizado de manera continuada por el paciente, debido al vínculo que se crea y la importancia que le otorga el paciente a ese objeto transicional investido por él. He comprobado que se crea una conexión entre el Padre Nutritivo y el Niño, que se muestra en conductas de autocuidado o en la remisión de conductas perjudiciales para el paciente. Facilita que se cree una vía de amor, cuidado y límites sanos hacia el niño o adolescente del paciente, con el cese de autolesiones en algunos casos y facilitando el perdón a ese Niño criticado. Esta aparición fuerte del Padre Nutritivo toma más fuerza facilitando, por medio del muñeco, la conexión con el Niño Libre, empezando el paciente a realizar conductas de disfrute que no se permitía anteriormente.
Dicho esto, en mi experiencia el paciente se permite más permisos y disfrute. Parece que en el proceso normal la figura del terapeuta como Padre Nutritivo se va introyectando en el paciente, y se potencia con la materialización del niño a través del muñeco, ya que el cuidado es más constante y continuo. Tengo la sensación de como si el paciente sintiera “le tengo aquí y no puedo hacerle nada malo, voy a cuidarlo y protegerlo”. Otro aspecto muy significativo e importante es que el paciente,cuando trabajamos alguna escena con su niño y regresiona, tiene su adulto más disponible para volver al aquí y el ahora, ya que es como si una parte de él se estuviera haciendo cargo del niño. Por tanto, una parte de él estaría en la regresión y otra parte en el aquí y ahora. Voy a utilizar un símil que le oí al Psicoterapeuta Ray Little, decía que hay que estar con un pie fuera y otro dentro mientras trabajas con el paciente; pues bien en cuanto a los muñecos he comprobado que el paciente tiene un pie en la regresión y otro en el aquí y el ahora.
Otro factor muy importante y novedoso de esta técnica, es que el paciente puede ver cómo su terapeuta abraza y cuida a su Niño o su órgano, lo que representa una oportunidad, ya que es impensable que alguien pueda coger a nuestro Niño u órgano mientras nosotros lo vemos en frente. Mi experiencia es que lo que hago permite reparar esas figuras desde el contacto en el aquí y el ahora.
Dicho esto, mis dos pacientes empezaron cuidando su útero y su corazón a través de la muñeca y fue satisfactorio y potente; pero mucho más potente ha sido trabajarlo a partir del órgano. Con esto quiero decir que para trabajar los diferentes Estados del Yo, o el Niño del paciente, lo bueno es trabajar con muñeco, pero si queremos trabajar el síntoma, que el órgano diga lo no dicho, y que sea mirado y reconocido, es más potente trabajar además con el órgano.Mi trabajo con muñecos y órganos lo integro en la propia terapia, y es una vía que me facilita el abordaje de diferentes heridas, conflictos y/o bloqueos del paciente.
Siguiendo con este segundo caso, empiezo a trabajar con el corazón de la paciente, con lo que quiere decir y no ha dicho. Lo trae a consulta con su muñeca en una bolsa grande (en invierno iba abrigado con una bufanda de lana, y en época de más calor con un fular muy colorido) y de forma natural empieza a curarlo en su casa.
Al igual que la anterior paciente, se vincula mucho con el corazón, lo inviste y lo hace suyo. Desde el primer día que lo trajo le di un lugar importante en la sesión, mirado y atendido por mí, esto le facilitó el poder verbalizar lo que siente su corazón. En la segunda sesión que trajo el corazón a consulta, con un vínculo creado y fuerte, le pregunté si podía cogerlo; me dijo que sí, lo abracé, lo mantuve un rato en mis brazos, cuando abrí mis ojos, se lo devolví, la miré y sus ojos estaban llenos de emoción. Desde ese día el corazón de mi paciente es abrazado por mí en todas las sesiones. Transcribo literalmente lo que la paciente siente sobre este hecho:
Cuando en consulta Alicia coge mi corazón y le abraza, la sensación es realmente increíble, es como si al verlo me llenase de energía, de vida, de cosas muy buenas que no sé explicar. Creo que si pudiésemos recordar lo que sentimos de bebés cuando mamá nos abraza, nos protege y nos da amor, tiene que parecerse mucho a lo que yo siento cuando mi terapeuta abraza mi corazón. Ahora mi niña y mi corazón están juntos, a mi niña se le ve feliz con él y él la sostiene de forma amorosa, los dos están contentos. Además cuando aparecen los miedos profundos a morir, en los que creo que llego a rozar el pánico, me traigo a la cabeza su imagen abrazando mi corazón y todo se calma, el miedo desaparece y yo estoy bien. De hecho, ahora, cuando empiezo a notar que conecto con ese miedo, llevo a mi cabeza de forma inmediata la imagen de mi terapeuta abrazando mi corazón y así evito entrar de lleno en el miedo. Antes, este miedo solo desaparecía cuando mi madre me abrazaba, pero mi madre no siempre está a mi lado físicamente cuando pasan estas cosas.
También, en el tema sentimental de pareja, estoy teniendo cambios para mí muy importantes, porque estoy haciendo algo que nunca había hecho, y es tener en cuenta, valorar y proteger a mi corazón. De hecho creo que esta valoración es lo realmente nuevo, que hace que la protección salga desde el amor más infinito. Ya no quiero menosprecios, daño, que no quieran a mi corazón como se merece, que no sea valorado, ni tenido en cuenta. El hecho de que para mi terapeuta sean tan importantes mi corazón y mi protección, hace que también lo sean para mí y estoy aprendiendo a cuidarme y valorarme en estos aspectos. Antes del trabajo de terapia, yo no tenía en cuenta de esta forma a mi corazón, y además permitía y veía como normal que el resto de gente tampoco lo hiciera;lo normal era que le hicieran daño y que no pasara nada.
Vamos a fijarnos en la Teoría Sociocognitiva de Bandura, que destaca cómo interactúan los factores conductuales, ambientales y personales (cognitivos) en el aprendizaje. Esta Teoría incide en el enfoque conductual, las experiencias y el papel del refuerzo y el castigo, pero atiende mucho más al contexto social y al modo en cómo los demás pueden constituirse en modelos de aprendizaje. Entonces gran parte del aprendizaje tiene lugar al observar y escuchar a modelos competentes y luego imitarlos.
Parece que Bandura suma al binomio cognitivo-conductal la parte social, y los teóricos humanistas echan de menos en estos enfoques la autoestima, las relaciones de afecto y el apoyo. Independientemente de la corriente psicológica que profesemos, todos buscamos trabajar la cognición, la conducta y el ambiente, la diferencia es desde donde lo hacemos. ¿Qué ocurriría si sumáramos la parte humanista (emocional)?
Siguiendo con Bandura y los casos que nos ocupan, el aprendizaje por observación supone la adquisición de habilidades, estrategias y creencias al observar a otras personas. Lo que se aprende no es una copia del modelo, sino una forma o estrategia que los observadores suelen aplicar de manera creativa. Este aprendizaje requiere menos tiempo que el Condicionamiento Operante porque elimina el proceso de ensayo-error.
Vamos con nuestros casos y el camino de aprendizaje por observación en el que hay cuatro procesos clave:
El primero sería el de la atención, donde captan más atención las personas amables, fuertes, atractivas, prestigiosas, competentes, etc. Prestando también más atención a las conductas relevantes para nosotros. La figura del terapeuta captaría la atención del paciente si se va creando buen vínculo, prestando también atención éste a todo tipo de conducta relevante para él, llevada a cabo por el terapeuta. Estaríamos hablando de que yo soy una figura importante para el paciente, y todo lo que hago es motivo de atención para él.
El segundo proceso sería el de retención, donde se codifica simbólicamente la información guardada en la memoria para recuperarla posteriormente, reproduciéndola con nuestro propio comportamiento “practicándola en la imaginación”. El paciente retiene el cuidado que yo le tengo a su órgano, cómo le abrazo, cómo le miro y le doy un lugar en la sesión. Por ejemplo, podemos ver como la paciente, cuando entra en miedo, trae a su recuerdo mi abrazo a su corazón y le disminuyen el miedo y las palpitaciones.
El tercer proceso sería el de producción, donde la enseñanza, la orientación y la práctica mejoran el aprendizaje. Mediante mi conducta de cuidado, tanto con el órgano como con el muñeco (cómo lo sostengo, lo curo, lo abrazo…), enseño a mi paciente a cuidar tanto a su órgano como a su Niño (muñeco). De esta manera los pacientes lo cuidan en casa de manera activa.
El último proceso es el de la motivación, si las personas están motivadas imitarán la conducta observada. En esta Técnica la motivación la produce la propia terapia y el proceso de curación, ya que se premia al modelo (refuerzo vicario) a través del cuidado y el amor. Indirectamente se está premiando al paciente, ya que el órgano o muñeco forma parte de él, puesto que lo ha investido y por tanto hecho suyo. A su vez el paciente se refuerza a sí mismo con el cuidado hacia su órgano o muñeco. Esto muestra al paciente cómo la conducta deseable causa efectos reforzantes, más salud y bienestar. Por último los pacientes saben que van a obtener los refuerzos “esperados”, que pueden imaginar que les daré, como su terapeuta, en cada sesión, ya que ellos traen por iniciativa propia al órgano o muñeco, y yo les pido permiso para abrazarlo o acariciarlo, produciéndose así la situación reforzante.
En este caso, seguimos trabajando con su corazón, las palpitaciones y el miedo han bajado notablemente según se le ha ido escuchando y según se le ha ido teniendo en cuenta. Ya no hace falta que palpite para que sea escuchado, ahora es mirado y parece que dice lo que quiere decir.
CASO 3
Me gustaría compartir brevemente mi propio caso, para así dar sentido a mi trabajo con órganos, y que sea facilitador e ilustrativo para la utilización de la Técnica. En mi segundo embarazo sucedió un hecho que cambió mi vida, fue la muerte de mi hija a las 34 semanas de gestación dentro de mi útero. Este suceso partió mi vida en dos, no quiero entrar en nada emocional, sólo decir que es un dolor y tristeza que no puedo describir y que jamás en mi vida he vuelto a sentir. Y es aquí cuando no quise volver a saber nada más de mi útero, mi sentimiento era de rechazo total.Llegué un día a la consulta de mi terapeuta(por este suceso empecé mi terapia), llevaba un dibujo que había realizado en casa, donde faltaba toda la zona genital, le dije: “yo quiero estar así, no quiero tener esa parte”. Por suerte para la que os escribe no se trataba de una idea delirante nihilista (en torno a la no existencia del yo o de alguna de sus partes). La diferencia es que sabía que lo tenía pero no lo quería, era tanto el dolor que tenía que lo rechazaba. Del rechazo pasé a olvidar esa parte, a no tenerla en cuenta, sabía que estaba pero no quería saber nada.Fue entonces cuando todo comenzó en la sala de mi grupo de psicoterapia, allí encontré un útero, estaba entre las colchonetas del suelo, era blandito y de peluche, tenía dos alambres recubiertos de tela y los dos ovarios colgando a cada lado. Me pasé varias sesiones de grupo mirándolo, hasta que un día me dispuse a cogerlo, y me di cuenta que estaba dialogando internamente con él, algo que nunca antes había sucedido. Esto me hizo conectar con sentimientos encontrados que tenía hacia esa parte de mi cuerpo; mi útero había tenido una experiencia muy dolorosa…
Me gustaría dedicar este artículo a mis pacientes por su generosidad y por confiarme sus emociones.
R. Mª Alicia Gadea Vidal
Psicóloga-Psicoterapeuta y Educadora Social
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