Intoxicados: sobreviviendo bien y viviendo mal.

02/11/2017

Lucrecia García-Atance Villalonga

En Octubre lanzamos una propuesta en Facebook para que escribierais sobre relaciones tóxicas y como editora os quiero agradecer de parte de todo el equipo a las personas que nos habéis enviado vuestros artículos e ideas. Por eso en este mes de noviembre le hemos dado protagonismo a este tema.

Comparto con todos vosotros mis reflexiones acerca de las relaciones tóxicas.

Las relaciones tóxicas tienen un componente adictivo, nos aportan una sensación intensa que nos hace sentir bien instantáneamente (al principio) y esta sensación nos hace creer qué estamos más vivos, más lejos, más relajados, más aliviados, más enérgicos, más eufóricos, más anestesiados… menos cerca, menos enraizados, menos estresados, menos inhibidos, menos asustados, menos en contacto. Este componente es un espejo distorsionado que confunde y te atrapa a pesar de que el malestar aumenta porque  nos aliena de nosotros mismos y del mundo; esto acaba por pasarnos factura. Nos ponemos enfermos, somatizamos más, dormimos peor, comemos peor, nos irritamos con los demás, huimos de nosotros mismos y cuando aparece el “agente” que nos proporciona esta sensación tóxica, la confundimos como nuestra salvación.

Esta sensación nos mal alimenta. Como una hamburguesa de mcdonalds. Como el cuarto café de la mañana. Como el pitillo en el descanso. Cómo la copa de más, por la noche. Como el exceso de chucherías que rondan por casa o nuestro lugar de trabajo. Como el porno. Como las redes sociales. Como el móvil que miramos cada 2 minutos y medio. Como el exceso de videojuegos y las series.

¿Esto que tiene que ver con las “relaciones” tóxicas”? Tiene que ver directamente, todas estas cosas que he mencionado. En primer lugar porque cada uno de nosotros tiene una relación con la comida. Una relación con nuestras adicciones. Una relación con las “pantallas”.  En segundo lugar porque estás relaciones con estas cosas se ven influidas y retro alimentadas en función de nuestras relaciones interpersonales.

A día de hoy en  las discusiones de pareja, de amistad y familiares, los malos entendidos se hacen más presentes debido a la “comunicación por WhatsApp” donde faltan tantos componentes como la presencia, el contacto físico, el tono de voz, cosas que no pueden sustituir los emoticonos. A día de hoy, seguimos llenando nuestro vacío interior con tabaco, alcohol, drogas, porno, chucherías etc. Hoy nos refugiamos detrás de las pantallas para evitar enfrentarnos y sentir nuestras emociones reales.

Vivimos intoxicados de todo esto, intoxicamos así nuestras relaciones con nosotros mismos y los demás, a su vez nos dejamos intoxicar y estamos metidos en este círculo que gira a una velocidad pasmosa.

Además hay otros ingredientes que forman parte de esta intoxicación: expectativas sobre cómo han de ser los demás, creencias limitantes internas, emociones encapsuladas que explotan cuando no aguantan más represión. Estos ingredientes no son tóxicos porque si, son tóxicos por cómo los gestionamos. Los gestionamos cómo hemos aprendido y esto nos ha ayudado a sobrevivir bien y a vivir mal.

Considero que muchos de nosotros somos conscientes de esto. Nos funciona con un coste grande, pero funciona. Por eso permanecen nuestros hábitos tóxicos que construyen nuestras relaciones tóxicas que nos enganchan con ese componente adictivo.

Así que, ¿Qué podemos cambiar, si lo tóxico funciona? ¿Para qué renunciar a lo agradable de lo  tóxico?

Nos hemos habituado cada uno de nosotros a su elemento tóxico sea cual sea, el móvil, el tabaco, el café etc. Es fácil vivir intoxicados.

¿Para qué levantar la cabeza y mirar a los demás a tu alrededor cuando vas en bus y guardar el móvil en el bolsillo?

Levantar la cabeza y dirigir tu mirada a tu alrededor para descubrir y disfrutar de la riqueza humana. De verdad; la cantidad de expresiones, de gestos y movimientos únicos que tiene cada uno no pueden reflejarlo los emoticonos.

¿Para qué dormir 8 horas, en vez de ver 3 capítulos seguidos de una serie?

Dormir 8 horas para levantarte ligero, con energía. Ahorrarte la cuarta dosis de café a lo largo del día.

¿Para qué ahorrarte el café y el cigarrillo?

Para ser más consciente de qué te pide tu cuerpo cuando estás cansado y que hay debajo tu cuerpo cuando sientes el ansía de fumar un pitillo.

Mirar a los demás, cuidarnos, ser conscientes de lo que realmente nos sucede por debajo de este componente adictivo que nos alerta, favorece el contacto interno y la conexión con nuestro ambiente.

Claro que… esto nos pone delante nuestros asuntos pendientes, nuestros conflictos externos, nuestras emociones, nuestras capacidades y recursos y esto requiere hacernos responsables de qué hacemos, de quiénes somos y de cómo nos relacionamos y entonces esto nos lleva a una “desintoxicación” que requiere esfuerzo, ganas, impulso, paciencia, cariño y autonomía.

Mirarnos a nosotros mismos y mirar a los demás desintoxica nuestras relaciones. Para ello primero es esencial identificar que elementos tóxicos contaminan nuestras relaciones. Atender a lo que anestesian estos elementos tóxicos nos enseña a gestionar adecuadamente nuestros asuntos internos y por ende  a relacionarnos de una manera limpia, libre y sana.

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