Pienso en el Máster y…
01/04/2015
Pensar en el Máster de Psicoterapia Humanista Integrativa me hace colocarme en “un antes y un después” en mi vida. Quizás suene exagerado, pero este máster sin duda ha sido un giro en mi vida.
Acababa de terminar la licenciatura de Psicología y andaba como loca buscando una formación superior que me aportara más experiencia y sabiduría. Siempre pensando en formación como bases teóricas, o lo que yo entiendo como estudiar y estudiar.
De lo que para nada era consciente era el descubrimiento que me venía tras comenzar este Máster. Un descubrimiento en cuanto a la psicología, la terapia, un descubrimiento en nuestra labor, en el modo de trabajar. Y es que no sólo forman en cuanto a bases teóricas, técnicas, etc. Sino que forman personas y profesionales. Te enseñan a trabajar de forma práctica y dinámica, todo ello dentro de un espacio cálido, seguro, protector y no cuanto menos, enriquecedor. Pero sobre todo, mi mayor descubrimiento fue MI YO, MI SER. Por primera vez aprendí a verme. Un autentico viaje hacia mí misma, mi esencia. Un viaje donde me re-conocí, aprendí de mí, acepté, perdoné, di gracias, crecí como persona y como profesional. Aprendí a vivir las emociones, a vivirlas de forma sana. Me di cuenta de cómo, a lo largo de toda mi vida, había escindido de ciertas emociones por creencias marcadas desde la infancia que me estaban impidiendo vivirlas de forma natural. Hasta ahora me había refugiado en mi espacio cognitivo, ya que tenía la creencia de que hoy en día la valoración que se hace de las personas pasa, en gran medida, por sus conocimientos y habilidades intelectuales y, por consiguiente, yo intentaba valorarme sólo en ese aspecto también.
Con este Máster vi cuán equivocada estaba. Y aunque es cierto, y no discuto la importancia de instruirnos a nivel académico, creo que se nos olvida la importancia para educarnos para la vida emocional. Yo lo pasé por alto, pero gracias a este Máster reconocí la importancia de educar mi habilidad para vivir mis emociones. Esto quiere decir aprender a observar cómo me siento, aprender a contactar con mi cuerpo (tan olvidado hasta entonces), aprender a saber qué quiere decirme, aprender a expresar mis emociones desde mi parte adulta sin culpar a nadie, poner nombre a lo que siento, entender el para qué de esa emoción, prestarla atención y saber cómo descargarla sin dañar. Darme cuenta de mis necesidades y no descontarlas.
Parece sencillo ¿verdad? Ponerlo en práctica no resultó tarea fácil. Hacerme consciente de cuáles eran mis necesidades y mis emociones, muchas ocultas, fue un descubrimiento y sin duda, un viaje, cuanto menos, especial, donde lo más importante y la mejor estrategia que he integrado es SER AUTENTICA.
Marina Manchón
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