Mi ser psicoterapeuta
03/11/2018
Para poder aportar una idea básica acerca de “mi Ser Psicoterapeuta” y de la importancia que tiene para mí, tanto profesional como personalmente, poder dedicarme a esta profesión, debo empezar por el principio:
Durante mi adolescencia, conecté con una fuerte inquietud acerca de por qué las personas actuamos cómo actuamos, y sobre todo, por qué respondemos de forma diferente y a veces no tan diferente, ante una misma situación. Esta inquietud me llevó a la búsqueda de información y me topé con un amplio abanico de estudios, investigaciones y teorías que hablaban de cómo se comporta el ser humano y de cómo, en función de esa manera de comportarse, respondía a un patrón u otro de estilo de personalidad. Cuando me acerqué un poco más a esa palabra, personalidad, caí en la cuenta de que ése era mi verdadero interés y mi posible vocación: las personas y su forma de enfrentarse a la vida o de vivirla plenamente. A raíz de ahí comencé mi formación en psicología y posteriormente, de psicoterapia, ya que la carrera de psicología me dejó con hambre y pude comprobar que no me dotó de las herramientas que yo necesitaba para poder contactar y comprender mejor a mis pacientes. Elegí la Psicoterapia Humanista Integrativa porque, al ser humanista, asienta todo su énfasis en lo único y personal de la naturaleza humana, y además recoge e integra de otras corrientes, como la Gestalt o el Análisis Transaccional, herramientas esenciales para poder hacer un acompañamiento terapéutico más profundo.
Desde que decidí adentrarme en el amplio mundo de la psicoterapia y, sobre todo, una vez terminada mi formación como psicoterapeuta, he ido aprendiendo que esta profesión implica mucho más que lo que comúnmente se conoce como ayudar a las personas a resolver los problemas con los que se encuentran en su vida diaria. Gracias a mi proceso terapéutico personal y a través de mi experiencia como psicoterapeuta, he aprendido que ejercer esta profesión constituye una tarea de acompañamiento e implicación personal desde un vínculo emocional que va creándose entre ambos dentro del contexto terapéutico. He aprendido que para poder acompañar a mis pacientes en su camino de crecimiento personal hacia su autonomía y ayudarles a tener una mejor calidad de vida, debía implicarme activamente y ofrecerles un acompañamiento honesto, cercano y cálido; en definitiva, un acompañamiento desde el corazón.
Cómo acompaño desde el corazón
En el día a día de mi trabajo, me apoyo en una serie de herramientas, la mayoría procedentes de diferentes enfoques terapéuticos, que me ayudan a acompañar a mis pacientes creando un clima cálido y de confianza. Lo que busco es proporcionarles un ambiente idóneo en el que puedan darse el permiso de adentrarse a resolver sus conflictos a un nivel emocional profundo. A continuación, describo brevemente los recursos más comunes en los que suelo apoyarme y la importancia que tienen para mí en el ejercicio de mi profesión diariamente.
La importancia del vínculo Terapeuta-Paciente
La creación del vínculo emocional que nace de la relación con mis pacientes, constituye una herramienta fundamental para poder realizar un buen acompañamiento terapéutico. Este vínculo emocional se encuentra fundado en un clima de confianza plena, libre de juicios de valor y basado en la honestidad y el respeto mutuo. Pero sobre todo, en una relación de cariño y de aceptación incondicional hacia el paciente. Uno de los elementos que utilizo para propiciar la creación del vínculo es el humor, ya que constituye una forma sana y cercana de crear proximidad y contacto; así como de favorecer que las sesiones sean dinámicas y ofrezcan al paciente la oportunidad de poder contar con alguien que cree y confía en él y está dispuesto a acompañarle en lo que necesite. Es por ello por lo que pienso que la creación de una relación terapéutica sana y cercana constituye un elemento esencial para poder ayudar a mis pacientes a resolver sus conflictos a nivel emocional profundo. Esto les permite establecer una relación de confianza en la que poder apoyarse y contenerse. Para ello, ofrezco mi figura de psicoterapeuta como sostén emocional, lo que facilita que el paciente incorpore los permisos que necesita para poder desprenderse de todo aquello que no le deja avanzar en su camino hacia la autonomía. Para poder llevar a cabo esta función de la forma más protectora, sana y reparadora posible, considero muy necesario e importante el hecho de estar o de haber estado en un proceso terapéutico personal lo suficientemente profundo con el fin de no contaminar el proceso de mis pacientes. Sin un proceso de terapia personal que me ayude a conocerme a mí misma y explorar lo que siento y cómo me siento en las sesiones con mis pacientes, no podría ofrecer mi figura de psicoterapeuta como una guía y un sostén para ellos. Por otra parte, si este vínculo no llega a formarse entre ambos, vería necesaria la recomendación a mi paciente de otro psicoterapeuta con el que poder seguir su proceso terapéutico.
La necesidad de respetar
Cada persona constituye un individuo único en su totalidad y como ser único conlleva la idoneidad de ser diferente a los demás. Por lo tanto, cada paciente tiene una historia propia y unas vivencias únicas. Para mí es muy importante tener clara esta premisa porque me ayuda a tener presente que cada persona necesita un tiempo determinado para crecer y avanzar en su proceso de terapia y la importancia de respetar ese tiempo y de poder darle ese permiso. Considero muy importante el respetar los tiempos y el no forzar, es por ello que no soy directiva en las sesiones con mis pacientes y dejo que sean ellos quienes elijan qué objetivo tomar y qué camino coger, siempre con mi figura de guía y apoyo incondicional.
Normas de obligado cumplimiento
Al inicio del proceso terapéutico, propongo establecer una serie de reglas en las que va a ser encuadrada la relación terapéutica que mantenga con mis pacientes. Dichas reglas son, tal y como su nombre implica, inexcusables para ambos y están constituidas por cuatro premisas: confidencialidad, no violencia, no sexualización y acabar las sesiones. Estas cuatro normas aportan una estructura que ejerce de pilar de la relación terapéutica en la que ambos, terapeuta y paciente, sabemos que existe una estricta confidencialidad, que permite favorecer la confianza; que no está permitida la violencia, ya sea entre ambos o individualmente (autolesiones); así como la sexualización, en el sentido de que cada contacto mutuo se encuentra exento de sexualización; además del compromiso de acabar las sesiones y de poder cerrar de manera sana y protectora cualquier tema que surja en el espacio terapéutico.
Enfoques psicoterapéuticos
Tal y como mencioné al inicio del presente artículo, en el día a día de mi actividad como psicoterapeuta, utilizo una serie de enfoques terapéuticos que me ayudan a comprender mejor a mis pacientes y a guiarles en el camino de su autoconocimiento y crecimiento personal, además de ayudarles a resolver los conflictos que vayan apareciendo a lo largo del proceso. Estos enfoques, son sobre todo, los etilos de Apego de Bowlby y las estructuras de Personalidad, el Análisis Transaccional de Bern, la Gestalt de Perls, el Esquema de los 5 niveles de José Zurita y el Duelo Terapéutico de José Zurita y Macarena Chías.
En vista de todo lo anteriormente mencionado, a través de este artículo he ofrecido una forma de conocer a mi Ser Terapeuta, así como la manera en la que ejerzo mi profesión acompañando a personas en su proceso terapéutico desde la empatía y el corazón. Desde aquí, te animo a que te adentres en la experiencia de iniciar tu propio proceso terapéutico y a atreverte a conocerte a ti mismo, te aseguro que será una aventura fascinante.
Isabel Téllez
Psicóloga y Psicoterapeuta Humanista Integrativa.
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