Las emociones existen
04/03/2019
Hace unos días estaba dando una charla en el Colegio de Médicos de Madrid a estudiantes de medicina y de MIR. El título era: “Medicina y Emociones”. Las EMOCIONES, algo que está tan en primer plano en mi trabajo diario como psicoterapeuta humanista integrativo, parece que no existen en el de los médicos.
Sin embargo todos sabemos que las emociones existen. ¿Qué puede estar pasando?
Las emociones son unas desconocidas para una gran parte de la población. En general se apartan y se funciona como si no existieran, no se conocen y no se saben manejar. Existe la creencia de que expresar las propias emociones, muestran la propia vulnerabilidad de la persona y eso se ha evitado siempre. “En un mundo agresivo y competitivo, no nos podemos permitir ser vulnerables pues nos arrollarían”, esa es la creencia. La actitud protectora ha sido ocultarlas, negarlas, tratarlas como si no existieran y … así… desde el pensamiento mágico infantil …. desaparecerían.
Pues no. ¡No desaparecen!
Las emociones cuando se generan, y lo hacen constantemente, buscan las vías para ser canalizadas de la forma más adecuada de las que el individuo le permitió hasta la fecha. Dependerá del aprendizaje por ensayo y error, lo que hagamos en el futuro con nuestras emociones. Desde que existimos vamos chequeando qué pasa en nuestro entorno cuando lloramos, gritamos, buscamos un abrazo, etc, etc. Según sea la respuesta de nuestro entorno, sobre todo de los personajes que habitan nuestro escenario primario, así será nuestro aprendizaje.
El bebé y el niño en los primeros mil días de vida, necesita el amor y los cuidados de mamá y papá (o de los que les sustituyan en sus funciones) para sobrevivir. Estará dispuesto a cualquier cosa para asegurar ese amor sin el cual podría morir o peor, dejar de existir. Cualquier cosa para evitar sentir el MIEDO Existencial que supone la falta de recepción de ese AMOR parental. En función de esa necesidad, el niño o niña toman decisiones de supervivencia que, en relación con sus propias emociones, pueden ser la de “No sentir” o “No expresar” cualquiera de las emociones. Cuando la decisión es “No sentir”, no quiere decir que la persona deje de generar emociones sino que dejará de ser consciente de sus propias emociones y estas se gestionarán de alguna manera más o menos inconscientemente, pero estarán y provocarán repercusiones al no ser expresadas sanamente.
Las emociones no expresadas, al ser energía que no sale, quedan recluidas en algún sitio inespecífico, protegidas por los mecanismos defensivos, que nos permiten llevar una vida normal, hasta que estos se saturan.
Tanto en psicoterapia a mis pacientes, como en formación de psicoterapeutas a mis alumnos, me gusta explicar la metáfora de la mochila como una ilustración de esas emociones arcaicas no resueltas. Todos llevamos nuestra propia mochila a nuestra espalda, cargada con todos los conflictos no resueltos, con todas las emociones del pasado no expresadas. Esa mochila está conectada a una pantalla o visera virtual transparente, como la de un casco de motorista, a través de la que vemos nuestra vida. Las emociones y los conflictos no resueltos crean unas “manchas o interferencias” en la visera que hacen que veamos algunos aspectos de nuestra vida alterados por esas interferencias. Por ejemplo: si yo tuviera una herida agresión por parte de un hombre en mi infancia, cada vez que mire a un hombre que me recuerde a aquél, mi vivencia del pasado contaminará la experiencia real y presente con ese hombre que tengo delante y que no tiene nada que ver con aquél de mi pasado.
Así vivimos nuestra vida, afectados por nuestras emociones sentidas y no expresadas. Estoy convencido de que cada persona es perfectamente capaz de gestionar adecuadamente las emociones generadas por la mayoría de estímulos del presente. Sin embargo, cuando un estímulo del presente, que genera una emoción, se mezcla con una emoción arcaica de la mochila, esta nos desborda y el resultado es desproporcionado y nos asusta mucho nuestra reacción emocional. Por eso nos asustan las emociones.
La solución: resolver esos conflictos en una psicoterapia profunda que aborde el nivel emocional, como la nuestra. La psicoterapia Humanista Integrativa.
Excelente.