La importancia de la comunicación

01/11/2013

Pedro Fernández Vicente

Estoy convencido que la importancia de la comunicación, dicho así en general, no tiene límites. Da igual a la época que nos vayamos o a la clase social en la que nos fijemos, siempre hay un deseo de estar bien, de parecer bien, de vestir bien, de resultar agradable a los demás. Se trata de conquistar a nuestros semejantes.

Todo se hace por los otros, porque a nadie le importa si un gato, un perro o un pájaro le ven despeinado o con una ropa mugrienta. Eso no tiene valor. El hombre y la mujer, desde siempre, han querido gustar, gustar a los demás y a sí mismo. Ese es, quizá, el primer síntoma del valor de la comunicación.

Cuando alguien dice: “no voy a salir a la calle con esta pinta” nos está hablando de la importancia que tiene la comunicación. Todavía no ha entrado en contacto con nadie, posiblemente no lo hará con alguien conocido, simplemente necesita hacer un recado fugaz, pero la imagen que tiene dentro de su casa no quiere exportarla ¿Por qué? Porque el aspecto relajado y despreocupado que tenemos en la intimidad puede romper la magia del día a día, lo que queremos transmitir a esos que están ahí, no es la visión más íntima de nuestra persona. Nunca dejamos que entren hasta ese punto en nuestra privacidad privacidad. Es una barrera.

Y esto no es más que el principio de la comunicación no verbal. A partir de aquí empezamos a hurgar en la sofisticación de la comunicación. Lo primero es pensar en ello, buscar esa imagen que nos favorezca más. Ya no se trata solo de salir con ropas limpias sino de utilizar aquellas que mejor sientan, con los que nos sentimos cómodos y confiados, esos vestidos que trasladan al mundo el mensaje que más nos gusta. Aunque no sea el mejor, si es el que más cómo nos resulta. Nos miramos al espejo, una y otra vez, para convencernos, para atraer, en busca de sustituir la duda por la confianza, por la seguridad de nuestra imagen. Es necesario que los demás no sean los primeros en pensar en nuestro aspecto.

Si evolucionamos en el perfeccionamiento de la disciplina llegamos a entender y valorar la importancia de la comunicación en el mundo en el que vivimos hoy. Lo es por la posición en que, de forma natural, la sitúa el ser humano. Basta con que aparezca en nuestra cultura un síntoma de comunicación como el teléfono móvil, una red social o similares y se produce una avalancha dispuesta a utilizarlo. Es, simplemente, la comunicación entre los seres humanos.

Al principio se hacía inconscientemente pero la evolución y la búsqueda permanente nos han traído hasta aquí, donde el sentimiento y la necesidad de él se ha convertido en una herramienta imprescindible para desarrollar cualquier actividad personal y no digamos de una profesión en permanente contacto con los demás como la psicología. Es impensable un terapeuta incapaz de conectar con su paciente, pero al mismo tiempo se hace necesario, imprescindible diría yo, el contacto con los demás. Asistir a esos congresos, jornadas, reuniones, donde el profesional de la psicología perfecciona sus conocimientos y, lo que es más importante, transmite a los demás los suyos.

Pero antes de todo eso, todo profesional que tenga la intención y el deseo de ser valorado en esas jornadas ha de contar sus ideas, sus trabajos, sus investigaciones. Y al relatar esas iniciativas causa de sus desvelos, esas observaciones que él considera relevantes, necesita evitar por encima de todo, que sus exposiciones pasen desapercibidas por culpa de un discurso plano y confuso, sin interés para los asistentes porque se ha mezclado con otros más mediocres sin destacar en lo esencial, simplemente porque no se ha sabido explicar adecuadamente.

Estamos, pues, ante un problema de comunicación, un problema no menor. Si la exposición de una observación más o menos rutinaria, en aquel congreso que participamos, ha sido capaz de anular o igualar la brillantez de una investigación, es porque algo se está contando inadecuadamente. Y esto provoca que nuestra imagen no destaque lo que debería destacar. En vez de hablar de nuestra investigación, en el congreso, se hablará de otras cuestiones. Por una mala planificación a la hora de exponer nuestras ideas, los asistentes al congreso, saldrán de las jornadas ignorantes de que allí se ha dicho algo trascendente por culpa de quien lo ha dicho, de nosotros, de quienes más interés tenemos en que tenga relevancia y de que sea el motivo de las tertulias profesionales.

Un diseño erróneo, una realización desviada, una mala preparación, una falta de preocupación por el discurso, una dicción errónea, una gestualidad viciada o forzada, una dedicación escasa a nuestro discurso, ha evitado que nuestros esfuerzos no sean valorados. Y lo que es peor, que pasen desapercibidos mezclados con trabajos grises que han servido únicamente para llenar unas jornadas de obligado cumplimiento.

La comunicación ocupa un lugar destacado en el trabajo de cualquier especialidad pero tiene secretos, muchos secretos que se esconden cerca de nosotros pero de difícil localización. Es conveniente que el experto en comunicación camine de la mano del resto de los trabajos necesarios para llevar a buen puerto cualquier proyecto. Después se puede discutir, pero siempre tenemos que escuchar. De otra manera la comunicación se romperá y el éxito se alejará.

Pedro Fernández Vicente

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1 respuesta

  1. Chita Ramirez dice:

    No me alludó nada

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