Mi experiencia por José Ángel Ullate
01/07/2013
Experiencia intensa, sorprendente y de efectos insospechados; experiencia de apertura a la apasionante profundidad del SER; exploración de perspectivas profesionales, con consecuencias inesperadas en lo personal que matizarían mi forma de mirar, mi manera de sentir, de sentirme, de co-sentir, de compartir, de acompañar, de estar aquí, de estar ahora, de ser y de facilitar la conciencia del ser.
Tenía una intención, intelectual, académica: me zambulliría en el mundo de la psicoterapia, bucearía entrando en las cuevas sumergidas, en los entresijos de lo profundo, en las vivencias más gozosas y en las experiencias más oscuras; conocería mis cualidades y mis defectos inmerso en un mar de ideas, de teorías, de técnicas,… La “magia”, que llamó tanto mi atención siendo un niño, ese niño que ya entonces decidió ser psicólogo, estaba a punto de desvelarse y, con ella, sus secretos. Cómodo lo académico, por conocido, a pesar del esfuerzo y la dedicación que fueron necesarios. Mi desempeño estaría a la altura, decía mi experiencia.
¿Algo más en mente? ¿Qué más podía haber más allá de instruirme bebiendo a tragos del caudal de conocimiento y de experiencia de los gurús del Instituto Galene en la teoría?
Y llegó el comienzo. Y empezó el estudio. Y llegó el encuentro. Y recibí de un desconocido mi primer “hola”, que me acogía con una sonrisa, también nerviosa.
Y me sumergí. Y, poco a poco, me dejé… Y sucedieron cosas…, ¿inexplicables?, ¿que simplemente no entiendo?; que, aunque fuera posible, ya no pretendo entender.
La teoría me empapaba, y comencé a conocer el para qué de lo que yo decía después de “hola”, a sentir mi cuerpo como algo más que un recipiente, a intuir la naturaleza de mis defensas. El estudio me conectaba con mis salones claros, y con los más oscuros, los de ventanas cerradas. Y descorrí tímidamente algún visillo, mientras encontraba caricias. Aprendí a recibirlas, a tomarlas y a nutrirme. Encontré palabras, y sonrisas, distintas, sentidas, verdaderas; del color y con el calor de cada corazón que me hablaba; regalos que me hacían crecer, que me acercaban a mi YO más auténtico. Esos corazones, y los que nos observaban desde una esquina con mirada protectora, que también se abrían, se unieron a mi fuerza; y comencé a sentir. Y se agrietó la roca, la dura roca de mis emociones…
Desde la distancia y el tiempo siento ese viaje a través de la psicoterapia humanista integrativa como una iniciación, como la aproximación profunda a un estilo, a un modo de acompañar en contacto auténtico, libre y amoroso, que encaja con la esencia de mi visión de la vida y del hombre. Me ha permitido iniciarme en el apasionante camino de la psicoterapia, del crecimiento hacia la VERDAD particular de quien me escoge como compañero en su viaje hacia lo que ES.
El proceso me invitó a mirar mucho, y a VER. El grupo de compañeros, ese Cuerpo, hecho de partes proyectadas, de miembros que se unieron, con significados, tan importantes, fue clave en el trayecto. El proceso me animó al cambio, aunque sin saberlo, el cambio fuera inevitable. Teoría, cuerpo, emoción, práctica, consciencia, contacto, tacto, presencia, contacto interno, caricias, amor, sintonía, razón, corazón,… TODO, todo ello, mezclado en su justa proporción, convirtió el máster en psicoterapia humanista integrativa en una experiencia de vida que pautó en mí un cambio de rumbo, no sé si llamativo o imperceptible, aunque sé que irreversible, positivo y necesario. Esta fue mi experiencia.
Por José Ángel Ullate
Psicoterapeuta Humanista Integrativo
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