Crecimiento individual y de la pareja: las dos caras de la moneda

01/03/2008

En un artículo anterior (Casado, 2003) planteé que para comprender bien la relación de pareja necesitábamos observarla desde tres perspectivas, disponer de tres “mapas” que nos describieran los vínculos de la pareja (originario – psicológico y operativo- proyecto), el proceso de evolución de los vínculos y la construcción de dichos vínculos entendidos como canales de conocimiento compartido. En el presente artículo profundizaremos en el segundo y tercero de los “mapas” que nos explican el crecimiento armónico o inarmónico de la relación.

La pareja es un proceso y como tal necesita actualizar sus vínculos para adaptarse a las nuevas situaciones y retos que se van produciendo con los años. Dos personas establecen una relación de pareja cuando construyen un vínculo (el nosotros) que responde a sus necesidades, deseos, aspiraciones en ese momento. Pero las personas cambiamos a lo largo de la vida como consecuencia de razones puramente biológicas (la edad), sociales (paternidad, jubilación), accidentales (paro) o psicológicas (crecimiento individual). Por ello el vínculo original queda obsoleto y puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo individual y de la pareja.

La pareja que no actualiza su vínculo está bloqueada y condena a sus miembros a evitar su crecimiento individual. Pero también este crecimiento individual puede seguir ritmos diferentes dando lugar a una pareja asíncrona en la que se hace difícil actualizar el vínculo pues las expectativas y necesidades de las dos personas son distintas. Un vínculo no actualizado puede dar lugar a una pareja centrífuga en la que los procesos individuales acaparan la atención de cada uno produciéndose caminos cada vez más divergentes en los que la pareja se va disolviendo.

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Fig. 1

Esta evolución armónica no es tan sencilla como puede dar a entender la figura de la “escalera”. Estamos hablando, ni más ni menos, de los procesos de crecimiento de dos personas autónomas y de la construcción de nuevos vínculos de interdependencia. A continuación veremos cómo afrontar el reto.

El crecimiento individual: el mapa del crecimiento

El camino del crecimiento personal es un proceso de aprendizaje. Pero es un proceso de aprendizaje especial porque sujeto y objeto son el mismo, y porque es discutible que este aprendizaje tenga finalidad, más allá de aquella ambigüedad genial de Maslow de “llegar a ser lo que uno puede ser”. Por el contrario en el aprendizaje operativo existe un sujeto que incorpora una información sobre el mundo que convierte en conocimiento que le facilita su vida personal, social o profesional.

Veamos primero como es el proceso de aprendizaje operativo siguiendo a Newton (2006) (figura 2), en el bien entendido de que se refiere a personas adultas.

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Fig. 2

El proceso de aprendizaje adulto empieza y acaba en la experiencia, el hacer. Cuando percibimos que lo que hacemos es disfuncional, por ejemplo cocinamos un plato que resulta incomestible, nos hacemos preguntas, reflexionamos sobre el problema. Esta reflexión nos lleva a formular hipótesis, es decir, a conceptualizar alternativas (echar menos sal, o consultar a un amigo más experto). Pero en el mundo de las ideas no hay aprendizaje permanente. El aprendizaje real aparece cuando experimentamos en el mundo real, en nuestro ejemplo una nueva manera de cocinar el plato, esto es, cambiamos el comportamiento anterior, y si así resulta más sabroso incorporamos la nueva receta a nuestra rutina como cocineros y pasa a formar parte de nuestra experiencia.

¿Cuál es el proceso en el crecimiento personal? Las personas nos comportamos según unas pautas, hábitos, estilos personales, que surgen de nuestra personalidad, creencias, valores, vínculos relacionales con otras personas. También de nuestra identidad, el guión de vida en terminología transaccional. En situaciones estables nuestros comportamientos son adaptativos y nuestras relaciones satisfactorias y ello nos produce una calidad de vida gratificante. Estamos en una situación de idealización: todo va bien y por tanto no vemos la necesidad de cambiar. En el caso de la pareja estamos en la fase del enamoramiento y la primera fase de constitución de la pareja.

Pero esta situación de bienestar idílico es artificial a medio plazo porque las personas cambiamos internamente y porque cambia nuestro entorno. La actitud de “no aprendizaje” es de negación de que las cosas no son igual que antes. Nos aferramos a ese bienestar experimentado descontando las vivencias personales, las del otro o las situaciones.

Pero en lugar de negar lo que sucede podemos tener el valor de cuestionar(nos): hay algo que no marcha como antes y aunque resulte difícil abandonar la fantasía de bienestar nos atrevemos a hacer preguntas sobre qué necesitamos, que quiero incorporar o eliminar de mi vida para que esta responda mejor a la persona que soy ahora. Veamos un ejemplo.

David se da cuenta de que está insatisfecho por una cierta rutina en la que ha derivado la relación con su pareja. Hasta hace poco estaba cómodo en una relación que ahora vive como absorbente, y siente que necesita incorporar nuevas inquietudes e intereses. Es un momento de crisis análogo al de reflexión en el aprendizaje operativo.

Si decide dar un paso adelante entra en una fase de consciencia, contempla como se siente, que pensamientos le explican su situación, cuáles son sus necesidades y aspiraciones. En este punto David puede responsabilizarse de su vivencia o puede autoengañarse mirando hacia otro lado, refugiándose en el trabajo o en la práctica de su deporte favorito. Todo antes que conectar con la insatisfacción, la frustración y el miedo que siente a cambiar las cosas.

A veces las personas siguen así durante años. Responsabilizarse desde la consciencia significa enfrentarse a una crisis. Crisis de crecimiento, pero crisis al fin y al cabo. Y como en toda crisis podemos focalizar nuestra atención en las oportunidades que se nos ofrecen y pasar a la acción, o quedarnos bloqueados, anclados en el malestar personal que puedo acabar proyectando en mi pareja al atribuirle la culpa de mi insatisfacción. También podemos intentar recuperar el pasado idealizado cambiando de pareja.

La responsabilidad desde la consciencia nos lleva a un acto de creación de nosotros mismos. En este sentido decíamos que el crecimiento no tiene finalidad, ya que en cada etapa de nuestra existencia estamos “construyéndonos” y construyendo nuestra vida. Las finalidades que se han planteado como las grandes metas humanas, tales como la felicidad, la autonomía, la autorrealización, la trascendencia, son el camino, incluso son la manera de dar sentido al camino, pero no una finalidad, que solo conocemos cuando hemos llegado.

Este camino del crecimiento lo podemos resumir gráficamente en la figura 3:

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Fig. 3

Quisiera poner el énfasis en el aspecto que me parece más importante: a lo largo del camino siempre existe una dualidad, una elección a tomar. Maslow se refería a esta dualidad con su diferenciación entre personas protagonistas y víctimas de su vida, o cuando describía la dialéctica constante entre las tendencias regresivas y las de crecimiento ante los dilemas de la vida. Es la eterna lucha entre las dos grandes fuerzas de la vida, el amor y el miedo, a las que nos referiremos en el apartado siguiente.

Pero en la pareja el crecimiento individual de uno de los miembros puede resultar desestabilizadora si no va acompañado del crecimiento de la otra persona de forma armónica y no divergente.

El crecimiento de la pareja precisa pues, del crecimiento de los dos miembros, y también de la construcción de vínculos en común que se vayan actualizando. A continuación veremos como es el camino del crecimiento de la relación mediante otro mapa (Casado y Prat, 2007)

El crecimiento de la pareja: mapa de relaciones

Desde el punto de vista del desarrollo de la pareja ésta pasa por unas fases:

Fase de estabilidad

Es la fase inicial, tintada por el enamoramiento, en la que las emociones positivas (amor, alegría, ilusión, esperanza) actúan como catalizador de la relación. Las dos personas están construyendo los vínculos, la mayoría de las veces siguiendo un modelo de complementariedad (Casado, 1991), las discrepancias se descuentan y se consigue una plácida estabilidad en base a consensos rápidos, porque las concesiones son espontáneas.

Es una fase bonita pero, lamentablemente, poco duradera pues la emocionalidad fogosa decae con el tiempo y las discrepancias ya no son tan fáciles de encubrir. Si las dos personas son conscientes de ello y son capaces de responsabilizarse del crecimiento de su relación, dialogarán sobre las cuestiones de desacuerdo, y expresaran sus nuevas necesidades, con lo que empezarán a actualizar el primer vínculo, innovando para conseguir una relación más madura en la que el amor se une a la capacidad para afrontar la discrepancia y para aceptar la individualidad dentro de la pareja.

Sin embargo, muchas parejas intentan alargar al máximo esta fase, bien negando las dificultades, bien acomodándose en una relación en la que no hay riesgo porque no se asumen las divergencias.

Fase de inestabilidad

Si el autoengaño dura mucho tiempo cada vez es más difícil mantener la estabilidad y aparece el miedo. Miedo a que se perjudique una relación tan bonita, miedo a que el otro se moleste, miedo a no ser capaz de cambiar, miedo al rechazo.

Estamos en una fase en la que la pareja, que individualmente ya es consciente de las dificultades, no se atreve a afrontarlas para crecer y se instala en el dominio de lo “no dicho”, en la diplomacia improductiva o en la evitación de situaciones que pueden resultar ansiógenas: no se habla del conflicto con los suegros, ni de la relación sexual que ya no es tan satisfactoria como antes, aunque los dos saben que algo pasa.

Una vez más el dialogo y la protección mutua pueden llevar a la pareja a un nuevo estadio superior en su relación, pero si desaprovechan la oportunidad el miedo y la discrepancia cada vez más evidente empieza a provocar frustración, resentimiento y agresividad. Se está creando el clima propicio para que aparezca el conflicto.

Fase de conflicto

Los esfuerzos por mantener el equilibrio inestable de la fase anterior acaban por ser baldíos y aparecen pequeñas trifulcas sin importancia o se envían mensajes implícitos al otro “olvidando” algún encargo, llegando tarde a una celebración o descargando la rabia ante un amigo en ausencia de la pareja.

El paso final hacia el enfrentamiento directo se produce cuando aparecen las discusiones airadas en las que ya no se discute sobre el tema en cuestión sino que se cuestiona al otro. Se pasa de decir “no entiendo como eres tan tolerante con nuestros hijos”, a “eres como tu madre, vas a hacer de nuestros hijos unos mimados inútiles”. Si la situación ha llegado hasta este extremo probablemente la pareja necesitará ayuda profesional, e incluso cuando la falta de respeto y los ataques, ya no a lo que hace sino a la identidad del otro, son constantes pueden haber atravesado un línea de no retorno ante la que la separación empezará a ser vista como única solución.

Es importante darse cuenta de que en la fase de estabilidad la pareja puede darse cuenta de lo excesivamente idílico de la situación y prevenir males futuros atreviéndose a preguntarse que aspectos de la relación no son tan satisfactorios, aunque no sean demasiado conscientes de ello, y aprender juntos. En la fase de inestabilidad, en la que ya existe plena consciencia de las dificultades, lo que necesitan es darse cuenta de que a partir de la responsabilidad y el respeto pueden abordar de forma segura los temas que ahora están ocultando. Es decir, a lo largo de la vida de la pareja hay muchas oportunidades para evitar llegar a una relación de conflicto grave. En este tema se cumple aquello de vale más prevenir que curar.

En la figura 4 se presenta el mapa de las relaciones.

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Fig. 4

Conclusión

El lector habrá observado que los dos procesos, el individual y el de pareja, tiene similitudes. No puede ser de otra forma pues ambos son procesos de aprendizaje, individual el primero, compartido el segundo, y en ambos se suceden los momentos críticos de consciencia, responsabilidad y valor para la acción.

Cada persona es la principal responsable de su crecimiento, pero puede gozar de la ayuda de otras personas, ya sean amigos o profesionales, pero en el caso de la pareja el “otro” de referencia no puede ser más que la persona con la que compartimos el “nosotros”. El crecimiento de la pareja es la búsqueda permanente del vínculo que en el “aquí y ahora” permita el máximo desarrollo personal junto al otro/a.

El vínculo es al mismo tiempo el objetivo compartido y el medio que facilita el mayor desarrollo individual. En las parejas altamente desarrolladas más que una limitación al crecimiento individual, el vínculo es el catalizador que permite ese crecimiento, ya que aprovechamos al máximo la sinergia de la interdependencia en contraposición al bloqueo que significa la relación de dependencia (anula la individualidad y con ella el crecimiento personal) o la independencia que bloquea el crecimiento de la pareja y con él la posibilidad de enriquecimiento mutuo.

La hoja de ruta del crecimiento individual en la pareja puede, por tanto, resumirse en el siguiente cuadro:

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Es un proceso complejo y apasionante que precisa de habilidades cimentadas en sólidos valores. Estos son el compromiso con uno mismo y la pareja, la responsabilidad, el valor, y el respeto. Las habilidades son las del dialogo, es decir, saber expresarse y saber escuchar para comprender, saber afrontar la discrepancia constructivamente, saber como afrontar el conflicto cuando se produce. Y sobre todo recordar que la pareja perfecta solo existe en artículos como éste.

Lluis Casado

Lluis Casado

Bibliografía

Casado, L. (1991): La nueva pareja. Barcelona, Cairos

Casado, L. (2003): Escaneando los vínculos de la relación de pareja. Bonding

Casado, L. ; Prat, T (2007): Conflict Mentoring. Barcelona, Bresca

(En este libro se presenta el modelo del Conflict Mentoring aplicado al mundo del trabajo que era el escenario para el que fue diseñado. Con posterioridad los autores han ampliado sus campos de aplicación a los ámbitos familiares y educativos)

Newton, T. (2006): Script, psychological life plans, and the learning cycle. Transactional Analysis Journal, 36:3

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