Aprende a decir adiós
01/07/2016
No sé si puede resulta demasiado obvio que es bueno para todas las personas aprender a decir adiós. Sí, ya sé que es bastante frecuente escuchar “a mi no me gustan las despedidas”, “prefiero decir hasta luego”, o “no me gusta decir adiós, es demasiado triste”. Estos ejemplos nos informan de que en general, cuesta enfrentarse a las propias emociones, que se intenta evitar el sufrimiento aparente de sentir tristeza por la pérdida y que se prefiere instalarse en la negación para así saltarse el mal momento.
Vivimos en una sociedad que se transforma rápidamente, que lo efímero es valorado como en tiempos pasados lo fue lo duradero. Ahora todo va muy deprisa y así, la tendencia es no dejar tiempo para sentir. Lo malo es que si no sentimos, no vivimos: sobrevivimos. Dejamos fuera las emociones desagradables pero también las agradables. La factura por no enfrentarse a un rato desagradable es demasiado alta. Evito el miedo pero no sentiré amor. Tapo la rabia y dejo de sentirme empoderado. No siento tristeza y la alegría no aparecerá. Claro que al leer esto resulta difícil de creer. La explicación es clara, no hablo de absolutos sino de relativos. Cuando frenamos las emociones, lo hacemos de una parte, de un porcentaje. En la medida en que negamos nuestra emoción desagradable, lo haremos de la correspondiente agradable. También quiero reseñar que no estoy hablando de un momento concreto sino de nuestros mecanismos internos que tenemos decididos desde hace muchos muchos años. Decisiones arcaicas que un día nos defendieron y nos aseguraron la supervivencia.
Volvamos a nuestro eje. Aprender a decir adiós sirve para dejar resueltas las relaciones que tuvimos y que por el motivo que fuera finalizaron. ¿Y eso para qué?. Para VIVIR EL PRESENTE. Así de fuerte. Si no nos despedimos, las relaciones quedan ahí, abiertas, enganchándonos al pasado y en esa medida impidiéndonos vivir el momento presente.
Podemos ver a nuestro alrededor a personas que claramente están atadas a su pasado, otras a metas futuras. Ellos no viven su presente en proporción a sus ataduras con pasado o futuro. Sería muy bueno para ellos ese aprendizaje de resolución de las relaciones pasadas. Renunciar a la espera de ese momento para vivir (cuando termine la carrera, cuando me case, cuando sea madre, cuando me jubile, ….) permitirá que la atención, el interés y la energía estén ligados a lo que se está viviendo en el momento.
Se puede ser precavido con el futuro, planificarlo mediante objetivos a medio y largo plazo, guardar para cuando necesitemos o por si acaso, sin dejar de estar presentes en el momento actual. Sin esperar a que llegue algún hito para vivir, pues eso, la mayoría de los casos es tan solo una excusa para postergar el disfrutar, el conectarte con la vida.
Despréndete de lo que te ata al pasado, haz los duelos de las relaciones que se acabaron, libérate de los lastres y camina ligero en tu vida presente. Todo lo que no esté resuelto del pasado consume energía que debería estar conectada a los acontecimientos del presente.
Uno de los miedos de desprenderse del pasado es perder lo que vivimos. Pero no hay problema. Cuando hacemos el duelo de una relación pasada, nos quedamos con los recuerdos de lo que pasó. Nos desprendemos de las emociones y situaciones no resueltas, sin embargo lo que queda es lo que hubo, ya resuelto, que nos permite guardar los recuerdos en positivo pero cerrar el ciclo de la experiencia. El recuerdo no duele sino que satisface. No consume energía pues se encuentra ya cerrado y no nos alterará la percepción de nuestra mirada presente.
Si todas o la mayoría de las personas aprendieran a decir adiós, se soltaran de sus ataduras con el pasado y vivieran el presente, el mundo sería distinto. Habría mucha más salud psicoemocional y física, las personas estarían más conectadas entre sí, habría muchos menos miedos a nuestro alrededor. El mundo sería mas sano y positivo.
Se atribuye a Muriel James una de mis maestras de Análisis Transaccional una frase que a mi se me quedó grabada cuando la formuló en un curso hace ya muchos años. La frase era en inglés que tenía más sentido que en español y decía algo así como, “El pasado se fue, ya no está. El futuro es una fantasía, no existe. El presente es un regalo y por eso se llama presente”
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