En apoyo al modelo funcional de segundo orden
01/01/2003
Resumen
En este artículo, basándose en los estudios sobre las necesidades de apego-separación-individuación, se justifican las subformas funcionales consideradas en el usual modelo funcional de los estados del yo, es decir, en el usual modelo funcional de segundo orden, que deriva del modelo primario de los estados del yo o modelo funcional de primer orden. También se justifica la subdivisión del Adulto de acuerdo con dichos estudios.
Introducción
Tal como desarrollé en mi artículo “Los estados del yo y las tres funciones básicas” (Oller Vallejo, 2001a), tomar en cuenta los estudios sobre las necesidades de la apego-separación-individuación facilita la determinación y justificación de la existencia de tres funciones básicas necesarias para nuestro desarrollo personal. Estas son recibir cuidados (incluído buscar cuidados), dar cuidados e individuarse. Por consiguiente, desde un punto de vista funcional, considero justificado describir los tres tipos de estados de yo del modelo primario (Oller Vallejo, 1997) básicamente como el Padre Cuidador, elAdulto Individuador y el Niño Cuidado (ver Figura 1). Y dado que éste es el modelo funcional de primer orden, cualquier otro modelo funcional se ha de derivar por subdivisión de este modelo primario, siendo por tanto un modelo funcional de segundo orden (Woollams y Brown, 1978).
El modelo funcional clásico es el descrito por Dusay (1977), que distingue: Padre Nutritivo, Padre Crítico, Niño Adaptado, Niño Libre y Adulto, cada uno con aspectos positivos y negativos. A veces en otros modelos el Niño Adaptado se subdivide también en Niño Sumiso (al que también puede llamarse Niño Dócil o también Niño Complaciente), Niño Rebelde y últimamente también en Niño Aislado (Oller Vallejo [en el original consta sólo Vallejo], 1986), al que actualmente vengo llamando también Niño Retraído (Oller Vallejo, 2001c). También he subdividido al Adulto en Adulto Reflexivo yAdulto Creativo (Oller Vallejo, 2001c).
Sin embargo, de igual manera que en el modelo primario de los estados del yo, el principal problema que sigue aún sin resolver en el modelo funcional de segundo orden, es encontrar una sólida justificación en la que apoyar su descripción y uso, basada en un enfoque coherente sobre el desarrollo psicológico. Y éste, desde luego, ha de ser el mismo que para el modelo funcional de primer orden. Por consiguiente, como con el modelo primario de los estados del yo, también he encontrado útil tener en la cuenta los estudios sobre las necesidades de la apego-separación-individuación (Ainsworth, 1991; Bowlby, 1969; Guidano, 1991; Mahler, Pine y Bergman, 1975; Stern, 1985; y otros). Estos estudios dan también consistencia, por tanto, al modelo funcional de segúndo orden, lo que no podría ser de otra manera, puesto que se trata de una derivación conceptual del de primer orden.
Las subformas funcionales del Niño
Después del nacimiento, el primer estado del yo funcional primario que se manifiesta es el Niño Cuidado (Figura 1), al que también puedo referirme simplemente como estado del yo cuidado (Oller Vallejo, 2001a, 2001b). Esta otra denominación la uso cuando quiero evitar connotaciones respecto a la edad de la persona, dado que es un estado del yo que continúa activo en la vida adulta, manifestándose ya sea positiva o negativamente (si la manifestación es negativa también puedo llamarle estado del yo regresivo). (A lo largo de este artículo, la idea de “manifestación negativa” e ideas similares, ha de entenderse sólo en un sentido relativo, pues de hecho representan los mejores esfuerzos que ha realizado la persona para poder sobrevivir). Recibir cuidados, en lo que incluyo buscar cuidados, no sólo es una necesidad obvia, sino que se ha demostrado que es una necesidad humana básica (Spitz, 1945). Por “cuidados”, en un sentido amplio y positivo del término (pues los cuidados, al igual que las caricias, pueden ser positivos y negativos), no sólo me estoy refiriendo a la protección (que Bowlby considera como la principal finalidad de la conducta de apego), sino a todas esas conductas, mensajes, enseñanzas e incluso cosas, que son posibles dar o recibir para poder satisfacer necesidades apropiadas para vivir y desarrollarse saludablemente.
Como es natural, el niño busca recibir cuidados para vivir y crecer, adaptándose a los cuidados que le dan las figuras cuidadoras. Pero también es conducido por dichas figuras a adaptarse a dichos cuidados. Esta doble adaptación caracteriza la función del Niño Adaptado, al que también llamo Niño Condicionado (NC) (Figura 2), y quepuede ser positiva o negativa, al igual que pueden ser positivos o negativos los cuidados a los que se condiciona o a los que es condicionado, es decir, a los que se adapta o a los que es adaptado. En dicha adaptación están implicados procesos de apego (Bowlby, 1969), los cuales son claramente evidentes en la infancia, pero que continuan también en la vida adulta (Parker, Stevenson-Hinde y Marris, 1991), al igual que continua también, por tanto, la actividad del Niño Adaptado, manifestándose positiva o negativamente.
Sin embargo, el niño también necesita manifestarse por y para sí mismo, sin los adaptadores cuidados de las figuras cuidadoras, aunque éstas todavía le cuiden poniéndole límites protectores, cuando ocasionalmente sea necesario. Dichas figuras son una base segura –concepto que es una contribución de la teoría del apego (Bowlby, 1988)- desde la cual explorar y a la cual regresar si el niño necesita cuidados o simplemente para sentirse seguro. Estas primeras manifestaciones para ser sí mismo caracterizan la función del Niño Libre (algunos autores, incluído Berne, le llaman Niño Natural) (Figura 2), la cual pueden ser positiva o negativa dependiendo de si el Niño Libre toma en cuenta o no la necesaria base segura y los protectores límites parentales. Este es el primer tipo de manifestación individuadora, aún perteneciente al Niño Cuidado y que es diferente del tipo de individuarse que es propio del Adulto, ya sin un psicológico “cordón umbilical” que le ligue a una base segura parental, por lo menos en la realidad externa, ya que la base segura va internalizándose en la psique. La principal actividad del Niño Libre está dedicada a su individuarse básico, en el que suele destacar un reaccionar de tipo automotivado.
En general, las manifestaciones del Niño Libre son relativamente autónomas –y sólo relativamente- de los cuidados parentales. En cambio, las manifestaciones del Niño Adaptado son siempre una respuesta a los cuidados del Padre Nutritivo y del Padre Crítico o Padre Protector (ya sean éstos de la propia persona o de otra), complaciéndolos, rebelándose o aislándose (o sea, retrayéndose). En mi artículo “El aislamiento: una forma básica positiva y negativa de adaptación, además de la sumisión y la rebeldía” (Oller Vallejo [en el original sólo consta Vallejo], 1986) he descrito las tres subformas funcionales del Niño Adaptado (Figura 2): Niño Sumiso (NS) o Dócil, Niño Rebelde (NR) y Niño Aislado (NA) o –tal como le llamaré en lo sucesivo- Niño Retraído. En estas tres subformas intervienen procesos psíquicos específicos relacionados, respectivamente, con el apego, el contra-apego y el desapego respecto a las figuras cuidadoras. De hecho, el Niño Sumiso, cuando es positivo, busca un apego saludable y estable, mientras que el Niño Rebelde y el Niño Retraído son o deberían ser estados del yo de tipo transicional. Cuando el Niño Rebelde y el Niño Retraído son positivos, sirven para la necesaria transición separadora que va del apegado Niño Sumiso hacia el suelto Niño Libre. Es el tipo de logro al que me refiero como separación-individuación básica. Pero cuando son negativos, no se culmina este proceso de transición y separación, quedando la persona estancada y manifestando entonces un falso individuarse, el cual, sin embargo, también puede ser una opción útil para sobrevivir, a falta de otra mejor. Por ejemplo, Drye (1974), en su trabajo sobre el Niño Rebelde, describe a una cliente mujer que se refiere a su padre de la siguiente manera: “Mi necesidad de ser exactamente lo opuesto de lo que él quería, era mi única manera de sentirme como una persona separada, diferente, superior.” También un individuarse básico negativo puede ser manifestado por el Niño Aislado, como, por ejemplo, cuando una persona se retrae creyendo que lo mejor es estar solo y sin necesitar ninguna figura cuidadora, cuando de hecho sí la necesita y se está sintiendo deprimida por no tenerla.
Desde un punto de vista emocional, cada forma funcional tiene alguna emoción primaria que domina en ella. Así, la alegría, la tristeza y el enfado, dominan respectivamente en el Niño Libre, el Niño Aislado y el Niño Rebelde, mientras que en el Niño Sumiso dominan el afecto y el miedo. Estas emociones primarias (reguladas principalmente por el sistema límbico), a un nivel más complejo (reguladas principalmente por el neocórtex) se manifiestan respectivamente de maneras que pueden denominarse como felicidad, depresión, agresividad, amor (aunque un tipo primitivo de amor) y ansiedad. Pero desde luego, aunque una emoción en particular domina en cada forma funcional, las otras emociones coexisten funcionalmente dentro de ella (Gormly y Gormly, 1984). Así, por ejemplo, el Niño Sumiso buscará apegarse con afecto para evitar el miedo (y la ansiedad de separación, de acuerdo con la teoría del apego) y así recibir cuidados para sobrevivir. Si su propósito es frustrado, sentirá enfado (y protesta de separación, de acuerdo con la teoría del apego). Si es privado del apego y cuidados que necesita, se sentira triste (y vivirá un proceso de duelo, de acuerdo con la teoría del apego). Pero si recibe lo que necesita, se sentirá alegre. Sin embargo, el posible afecto, miedo, enfado, tristeza o alegría, tienen lugar dentro de la propia función del Niño Sumiso. En cambio, por ejemplo, el enfado rebelde que el Niño Sumiso puede sentir contra una figura parental que frustra su apego (por ejemplo, porque rechaza a la persona), tiene una funcionalidad diferente del enfado que domina en el Niño Rebelde y que sirve a la persona para la separación de una figura parental que le mantiene en un apego insaludable y le impide el individuarse básico necesario para su desarrollo.
Las subformas funcionales del Padre
En el modelo primario de los estados del yo, el Padre Cuidador (Figura 1) es el obvio y necesario complemento funcional para el Niño Cuidado. También puedo referirme a él simplemente como el estado del yo cuidador (Oller Vallejo, 2001a), cuando quiero evitar connotaciones basadas en la edad, lo cual es importante porque este estado del yo está activo no sólo en la la vida adulta, sino también en la infancia, manifestándose positiva y negativamente (si la manifestación es negativa, puedo llamarle también estado del yo introyectado). La función general del Padre Cuidador es dar cuidados, los cuales pueden ser de tipo nutritivo o de tipo protector, interviniendo en ambos tipos los procesos y manifestaciones de apego. Para Bolwby (1969), la principal finalidad de la conducta de apego es asegurar la protección frente a los depredadores, pero pienso que su finalidad general, en un sentido amplio, es asegurar cuidados.
Obviamente, aunque en muchas especies de animales es una prioridad al nacer poder recibir protección para sobrevivir a los ataques de los depredadores, en los seres humanos por lo general estas amenazas tan primitivas no suelen existir. Por tanto, el cuidador humano puede inmediatamente dedicarse a dar cuidados nutritivos a la figura cuidada, cuidados que se apoyan en un apego mútuo. Los cuidados nutritivos no sólo incluyen nutrir físicamente (por ejemplo, con comida), sino también emocionalmente (por ejemplo, con caricias) e intelectualmente (por ejemplo, con enseñanzas). Esta es la función positiva del Padre Nutritivo (PN) (Figura 2), que está dirigida al Niño Adaptado o al Niño Libre (de la propia persona o de otra), ya sea en la infancia o en la vida adulta. Un aspecto importante de los cuidados nutritivos es permitir lo que es favorable para el crecimiento de la persona, incluído el individuarse básico del Niño Libre. El afecto es la emoción primaria que domina en el Padre Nutritivo, pero también el miedo tiene un importante papel en su función, generando una previsora preocupación cuando el bienestar de la persona se ve amenazado. El Padre Nutritivo puede incluso manifestar una ansiedad de separación análoga a la que puede manifestar el Niño Adaptado en su faceta de Niño Sumiso. Desde luego, el Padre Nutritivo puede ser también negativo, como, por ejemplo, cuando la apegada figura cuidada es nutrida innecesariamente, lo que además actúa reforzando negativamente el apego.
Sin embargo, aunque por lo general los seres humanos no están amenazados por depredadores animales, sí que pueden ser perjudicados por situaciones dañinas causadas por ellos mismos o por los demás y respecto a las cuales necesitan cuidados protectores, tanto en la la infancia como en la vida adulta. Esta es la función positiva del que llamo Padre Protector (PP) (Figura 2), ya sea dirigida al Niño Adaptado o al Niño Libre (de la propia persona o de otra). Usualmente este estado del yo es el llamadoPadre Crítico (algunos autores, incluído Berne, le llaman Padre Controlador), pero prefiero llamarle Padre Protector para evitar la connotación negativa que tiene el término “crítico”. De hecho, los cuidados protectores incluyen criticar y controlar lo que es perjudicial (puede tratarse, por ejemplo, de un apego insaludable o, contrariamente, de una prematura separación-individuación para la que no se está preparado), para así evitarlo. Esta función incluye también defender a la persona frente a gente perjudicial. Lo crucial en los cuidados protectores es poner límites a lo que es obstaculizador para el crecimiento personal, incluído lo que puede entorpecer el individuarse básico del Niño Libre. El Padre Protector y el Padre Nutritivo contribuyen juntos formando una base segura para el Niño Libre. El afecto es la emoción primaria que domina en el Padre Protector, pero el miedo y el enfado también son importantes en esta función: el miedo para ayudar a la persona a darse cuenta de las situaciones perjudiciales, y el enfado para hacerles frente cuando es necesario. Desde luego, el Padre Protector puede ser también negativo, como, por ejemplo, se manifiesta cuando el individuarse básico de la figura cuidada es impedido o limitado innecesariamente (entonces es cuando es apropiadamente pertinente la acostumbrada denominación de Padre Crítico, y aún más, en caso extremo, la que usa Steiner de Padre Cerdo).
Las subformas funcionales del Adulto
Ya desde la infancia, la necesidad de apego para asegurar recibir cuidados, ha de estar dialécticamente equilibrada con la necesidad de separación-individuación. Durante el desarrollo, mientras dicha dialéctica va teniendo lugar, el Niño Libre –vinculado a la base segura parental como si existiese psicológicamente un invisible “cordón umbilical”- se va moviendo, de una manera protegida, para alcanzar logros en su individuación básica. Sin embargo, este es sólo un primer tipo de manifestación individuadora, que aún forma parte de las necesidades del Niño Cuidado. Pero mientras este primer tipo se va desarrollando y apoyándose en él, va apareciendo y desarrollándose un segundo tipo, que es propiamente el que caracteriza al Adulto Individuador (Figura 1). Puedo referirme a este estado del yo también simplemente como estado del yo individuador (Oller Vallejo, 2001a), si quiero evitar connotaciones basadas en la edad. Este individuarse mediante el Adulto es posible gracias a la progresiva interiorización de una base segura en la psique, que va sustituyendo al hecho que caracteriza el individuarse básico del Niño Libre, que es estar aún bajo la seguridad que da el tener una base segura externa constituída por figuras cuidadoras. La función del Adulto Individuador está al servicio de alcanzar logros en la manifestación autónoma de la persona, separada ésta de la “servidumbre” –que también es necesaria- que conlleva el tener que recibir cuidados y dar cuidados. Así, este individuarse autónomo de la persona para completar su desarrollo, implica también sus propios procesos de separación-individuación, los cuales suelen estár dominados por el razonar y son diferentes de los del Niño Cuidado, con frecuencia dominados por el reaccionar. El Adulto Individuador tiene, por tanto, sus propias subformas funcionales para ayudar a estos procesos de separación-individuación.
Usualmente, en el modelo funcional el Adulto es no sólo es descrito como “un ordenador” –tal como también se le describe en el llamado modelo de los tres estados del yo (Novey, Porter-Steele, Gobes y Massey, 1993), pero que se trara de un concepto erróneamente sobresimplificado-, sino que no se diferencian en él subformas funcionales, pese a que ha habido diversas propuestas para subdividirlo. Desde mi perspectiva, diferencio (Figura 2) el Adulto Reflexivo (AR) y el Adulto Creativo (AR), como las dos subformas funcionales del Adulto Individuador. La función del Adulto Reflexivo es facilitar a la persona alcanzar logros en separarse-individuarse de su apegado recibir y dar cuidados, llegando mediante procesos reflexivos, a veces de una manera que no siempre es consciente, a desapegarse de lo que ya no sirve. No me refiero a que la persona deje de necesitar recibir y dar cuidados, sino que va añadiendo otra dimensión a su crecimiento, como es la de no sólo ser hacia los demás, sino también la de ser hacia sí misma. En tanto que proceso desapegador viene a ser como un proceso de duelo que implica un volver reflexivamente sobre los apegos, para poder ir más allá de lo innecesario y poder ir descubriéndose a sí mismo individualmente. Se trata de un proceso que incluso puede ser facilitado por una depresión productiva (Gut, 1989) -es decir, psicológicamente reestructuradora-, la cual acompaña a la persona en su tarea de poder quedar libre para ser también hacia sí misma. La función del Adulto Creativo es propiamente la de facilitar el individuarse autónomo de la persona, ayudándole a explorar, descubrir y manifestar quién es ella en su singularidad y originalidad individual, todo ello de una manera creativa y al margen de sus necesidades en cuanto a recibir o dar cuidados sustentados en el apego. Sin embargo, quien usa el Adulto Creativo también puede establecer relaciones sociales y amistosas en las que intercambia mutua ayuda y cooperación, a la par que se descubre a sí misma y contribuye creativamente Y además, aunque se trata de una creatividad que se manifiesta en las cosas comunes, también facilita alcanzar logros creativos que a veces sorprenden a la propia persona. La alegría domina en el logro creativo (aunque desde luego también las otras emociones coexisten funcionalmente dentro de esta función), tanto estimulándolo como reforzándolo. Y también el sentido del humor, desde luego, se manifiesta facilitando la creatividad en la actividad individuadora.
Sin embargo, ambas subformas del Adulto pueden también ser negativas, como, por ejemplo, es el caso de un Adulto Reflexivo obsesionado en un improductivo razonar dando vueltas y más vueltas a las cosas, o el caso de un Adulto Creativo manifestando un maníaco y eufórico razonar aportando cosas totalmente a cual más fuera de lugar. En ambos casos se trata de manifestaciones negativas del Adulto Individuador, al que puedo llamarle también estado del yo compulsivo, si quiero evitar connotaciones basadas en la edad (es un un tipo de estado del yo que, como el estado del yo regresivo y el estado del yo introyectado, sirve también como una estrategia defensiva de supervivencia frente a la angustia).
Consideraciones generales
Berne (1972/1974) no consideraba las subformas funcionales como nuevos estados del yo, sino como resultado de la subdivisión de los tres estados del yo primarios. No obstante, estas subformas son usualmente tratadas como estados del yo en el usual modelo funcional o sea en el modelo funcional de segundo orden. De hecho, la propia definición de Berne sobre los estados del yo como “sistemas coherentes de pensamiento y sentimiento, manifestados por los correspondientes patrones de conducta”, es lo suficientemente general como para ser aplicable no sólo a los estados del yo funcionales de primer orden, sino también a los de segundo orden. Es decir, que podemos considerarlos también como estados del yo –desde luego, de segundo orden-, pero no como roles, tal como se los considera en el llamadomodelo del Adulto integrador (Erskine, 1991; Traut mann y Erskine, 1999). He tratado sobre este tema en mi artículo “Un análisis integrador de los modelos de los estados del yo” (Oller Vallejo, 1997).
Respecto a la subformas funcionales del Adulto que describo en este artículo, si por el motivo que sea no se quiere usarlas, no obstante, aún así, pienso que es más apropiado en el modelo funcional de segundo orden -como también en el modelo funcional de primer orden o modelo primario- usar el concepto de Adulto Individuador, más que considerar al Adulto como un ordenador, pues este concepto sobresimplificado se refiere sólo a un aspecto del Adulto, el cual es el razonar. Pero aunque con frecuencia el razonar domina en el Adulto, este estado del yo también incluye un identificarse con otros (es decir, un interiorizar y manifestar conductas, sentimientos y pensamientos, en alguna manera “imitando” a otros) e incluso un reaccionar, relacionados con su función individuadora. De hecho, cualquier estado del yo –tanto de primer como de segundo orden- tiene su propia manera de reaccionar, de identificarse y de razonar, las cuales se van integrando en su funcionamiento a lo largo del desarrollo desde el nacimiento.
Conclusión
Tal como ocurre en el modelo funcional de primer orden, tomar en cuenta los estudios sobre el apego-separación-individuación, facilita describir y justificar las diversas subformas funcionales identificadas en el usual modelo funcional, es decir, en el modelo funcional de segundo orden. De esta manera, dicho modelo logra una mayor coherencia y es completado, justificándose además la subdivisión funcional del Adulto (o Adulto Individuador) en Adulto Reflexivo y Adulto Creativo.
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Jordi Oller Vallejo
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