Acoso en el espacio seguro
01/12/2014
Un espacio seguro es un escenario que propicia el crecimiento sano. Desde que salimos del útero materno vamos buscando sitios donde sentirnos seguros y desde ahí crecer, o al menos descansar ante una situación de miedo.
En mi experiencia de casi 30 años como psicoterapeuta, he compartido con mis pacientes innumerables lugares que se han constituido como espacio seguro: comenzando por el útero, la lactancia materna, la cama de los padres, un abrazo protector de mamá o papá, un escondite (dentro o debajo del armario, debajo de una mesa o detrás de una puerta), la cama de uno mismo (debajo de las sábanas, debajo de la cama, el entorno que rodea a la cama, etc.) el cuarto de baño para el adolescente, la propia casa, la familia, un sitio especial en la ciudad, el coche propio, el pupitre o la mesa en el colegio, el despacho de trabajo o el sitio en la mesa de trabajo, una relación sexual, un espacio en la naturaleza elegido y visitado regularmente, un amigo íntimo o el grupo de amigos, la embajada de tu país cuando estás en el extranjero, el sofá con la mantita, el espacio de terapia (tanto individual como en grupo) … Hay muchos sin duda, puesto que lo necesitamos para aplacar nuestros miedos internos.
Todos hemos oído casos de acoso, ahora llamado ”mobbing” en el trabajo o «bulling» en el colegio, y conocido desde siempre como abuso del fuerte sobre el débil. Muy frecuente en los colegios, donde ciertas personalidades que necesitan colocarse «por encima del otro» para compensar su sentimiento de inferioridad utilizan acompañeros, ensañándose con alguna fragilidad existente en cualquier persona, a veces, en periodo de construcción de su personalidad.
Se ve con mucha frecuencia en películas norteamericanas escenas de los típicos abusones en el instituto humillando, pegando o descalificando a compañeros que se muestran con cierta vulnerabilidad. Aquí la solución puede surgir a través del apoyo del padre o la madre, con un cambio de colegio, con un cambio en la actitud del niño abusado, con una terapia en profundidad, con un curso de algún arte marcial, etc. Soluciones que pasan por ser tenido en cuenta con los padres y que estos apoyen a su hijo y que ofrezcan vías sanas para que el abusado pueda encontrar la paz tan ansiada.
En los casos en los que el acoso se produce en un sitio cualquiera, la reacción podría ser la evitación. No es una verdadera solución, pero resuelve momentáneamente la situación. Es mucho más lacerante cuando el acoso se produce en un ámbito de obligada asistencia como el colegio o el puesto de trabajo. De estos casos ya hay mucho escrito, y no era mi intención desarrollar este artículo las situaciones de acoso en estos sitios.
Lo que no debería suceder nunca es que hubiera situaciones de acoso dentro de la familia, el escenario protector por antonomasia. Sin embargo, todos sabemos que no sólo se da, sino que pasa con frecuencia.
Cuando el acoso se produce en el ámbito familiar.
Una de las funciones parentales de mayor importancia es la de proteger a los hijos. Ellos necesitan la seguridad familiar para poder crecer sanamente y desarrollarse. Dependen de la protección de los padres, y estos deben de actuar adecuadamente con respecto a los posibles peligros que amenacen a sus hijos. En muchas ocasiones, la protección debe realizarse dentro de la familia si es el otro progenitor, uno de los hermanos o cualquier familiar quien pone en peligro la integridad física y/o psíquica del hijo.
Cuando el acoso se da entre hermanos, es relativamente frecuente que uno de ellos abuse de otro o de otros y construya entre ellos un sistema selvático en el que impera la ley del más fuerte. Aquí la autoridad de los padres es la clave. Ellos deben ser los que tomen la iniciativa en facilitar la protección de los hijos y reestructurar el sistema familiar para que vuelva a ser sano y protector para todos.
Hay casos en que los padres no actúan por miedo. A veces se trata de un miedo arcaico, parte de algún conflicto no resuelto, otras por miedo a perder el amor del hijo a quien debería poner límites y, con más frecuencia, miedo a una respuesta agresiva de un hijo abusador. Una angustia frecuente en padres es la de «perder la autoridad «, y atrapados por ese chantaje interno entran en pasividad como forma de gestionar el miedo. Miran para otro lado para «proteger a su Niño Interno» desprotegiendo a su/s propio/s hijo/s.
En estos casos los padres deben recuperar la autoridad en la familia, poniendo límites y creando reglas claras para que quede asegurada la protección de todos sus hijos. A veces es difícil de resolver, pues hay que parar a uno de los hijos en beneficio de otro, por lo que una buena comunicación entre todos los miembros de la familia es importante para que todo fluya. La familia es un espacio seguro y debe mantenerse así para que los hijos puedan desarrollarse en salud y armonía. En el momento en que ese espacio seguro esté amenazado, al menos uno de los padres debe actuar para resolver el problema.
Es mucho más difícil cuando el acoso se produce entre padres e hijos. Tiene solución, pero ésta requerirá un abordaje mucho más profundo y comprometido. En el amplio abanico que va desde los casos gravísimos de abuso sexual o físico de un padre/madre a su hija/hijo, hasta que uno de los padres mienta levemente a uno de sus hijos, se pueden dar infinidad de situaciones en las que los hijos pueden ver «violado su espacio seguro» por sus padres, que son quienes deberían de protegerles. Perderán la confianza en los padres y como consecuencia en ellos mismos, al menos en parte. Hay que recordar que la confianza se establece en la primerísima infancia en el seno de la relación con la madre en cuatro pasos: mamá confía en sí misma, mamá confía en el bebé, el bebé confía en mamá y por último el bebé aprende a confiar en sí mismo. Si la figura parental actúa de forma que la confianza no se establezca o se pierda, el hijo verá afectada, reducida o eliminada su confianza consigo mismo, con el otro y con el mundo.
He tratado varios casos de abusos graves de padres a hijos, y en todos ellos había un denominador común desde la herida emocional de mis pacientes que fueron los hijos abusados. La falta de protección del otro padre, es decir, del no abusador.
Un ejemplo: Tras años de abusos sexuales de un padre a su hija, ¿que hacía la madre?, ¿podemos creernos que no se daba cuenta de lo que estaba pasando en su propia casa durante tanto tiempo?, ¿qué pasa entre la hija y su madre para que no pida ayuda ante lo que está pasando? Puede haber muchas más preguntas. El trabajo en psicoterapia profunda será el de resolver a nivel emocional profundo la herida del allí y entonces. Habrá que liberarse de mucha rabia, miedo y tristeza contra el padre por aquellos abusos, pero una herida que tarda en dar la cara es la de desprotección de la madre. Una verdadera traición a la importantísima función parental de ofrecer protección a sus hijos.
Los resultados de no haber tenido ese espacio seguro en casa se pueden percibir en la etapa adulta a través de una sintomatología muy diversa, que iría desde miedos sociales, manías o fobias leves, hasta alteraciones graves de la calidad de vida de las personas, problemas sexuales, dificultades laborales, enfermedades y fobias graves, depresión, etc.
Nosotros, en el Instituto Galene, cuidamos muchísimo el espacio terapéutico para que sea un verdadero espacio seguro para el paciente. Todos lo requieren para una buena psicoterapia, pero si existió una invasión en la infancia, cualquier detalle aparentemente insignificante se puede vivir como una verdadera violación del espacio seguro.
El acoso en el seno de la relación de pareja es complejo de tratar. Ya es difícil que la persona se dé cuenta de que está siendo abusada si no se trata de algo muy evidente. Por la propia historia se descuentan muchas interacciones en pareja que son verdaderos actos de acoso. En estos momentos de campañas contra la violencia de género vemos ejemplos de frases humillantes o descalificadoras, que son claras muestras de maltrato y que estamos acostumbrados a presenciarlas, que nos pueden llegar a sorprender como ejemplos de daño al otro. Algo está cambiando afortunadamente.
Dentro de la relación de pareja, a veces se da la situación en la que el dominante es quien define la realidad y en ella la persona abusada es descalificada y se llega a creer que es como el otro dice que es. Así no se crea ninguna demanda de ayuda, pues no hay nada que resolver, simplemente se irá adaptando a su realidad y seguirá sobreviviendo como pueda.
En todos los casos se hace necesaria una buena actuación psicoterapéutica, para que la persona pueda apoyarse y atreverse a afrontar la verdadera situación en la que está inmersa. El terapeuta acompañará a su paciente a darse cuenta y, con su protección, a que se enfrente a resolver la relación de acoso.
Para concluir, no soportamos fácilmente la invasión de nuestro espacio seguro, lo vivimos como una verdadera traición. Cuando sentimos que esto ocurre podemos reaccionar de forma desproporcionada con el estímulo presente. Si esto pasa, nos está diciendo que tenemos una herida sin resolver en el allí y entonces, por lo que el impacto de hoy ha conectado con las emociones del pasado que quedaron sin ser resueltas. Un buen indicador de que una buena psicoterapia nos ofrecerá la ayuda necesaria para enfrentarnos al problema arcaico y que podamos resolverlo. Nuestra vida será mucho más sana y de mejor calidad.
Cuando sanamos los problemas de invasión de nuestro espacio seguro en la infancia, podemos vivir nuestra vida presente con mucha más tranquilidad, sin ser posesivos ni estar en alerta permanente. La paz llenará nuestra vida y nos sentiremos seguros en cualquier espacio, o lo que es lo mismo,cualquier espacio de nuestra vida adulta lo podremos vivir como un espacio seguro.
José Zurita
estoy de acuerdo que todo debe comensar en los valores o reglas quye tiene la familia, si se rom pe estas reglas todo se acava,