El niño del terapeuta
04/03/2019
RESUMEN
Bajo el prisma de la Psicoterapia Humanista Integrativa, dentro del proceso terapéutico de acompañar a niños, el presente trabajo focaliza su atención en la figura del psicoterapeuta infantil, más concretamente en su estado del Yo Niño, explorando en qué medida las reliquias de su infancia, pueden potenciar o interferir en la forma de acompañar, sintonizar, acoger, abrazar los conflictos presentados y nacidos de las pequeñas personas que acuden a su consulta, todos aquellos niños que nos regalan la oportunidad de vivir, de su mano, su proceso de crecimiento personal, evolutivo y psico- emocional. En este sentido, este trabajo pretende ser una plataforma de auto- reflexión, como psicoterapeutas, compartiendo diversas herramientas y/o recursos para potenciar un solido acompañamiento terapéutico.
Palabras clave: psicoterapeuta infantil, estado del Yo Niño, contratransferencia, acompañamiento.
ABSTRACT
Under the prism of Integrative Humanistic Psychotherapy, within the therapeutic process of accompanying children, the present work focuses its attention on the figure of the infant psychotherapist, more specifically in his state of the “I” child, exploring how much extent the relics of his childhood, can enhance or interfere in the way of accompanying, tuning, welcoming, embracing the conflicts presented and born of the small people who come to your consultation, all those children who give us the opportunity to live, from your hand, your personal growth process , evolutionary and psycho-emotional. In this sense, this work aims to be a platform for self-reflection, as psychotherapists, sharing various tools and / or resources to enhance a solid therapeutic accompaniment.
Keywords: infant psychotherapist, state of the “I” Child, , accompaniment.
INTRODUCCIÓN
Cada persona lleva un niño en su interior, el niño que fue durante su infancia. Bien es sabido que, aún de adultos, podemos reaccionar, sentir, expresar y pensar desde aquel niño que fuimos. Este hecho, aplicado a quiénes ejercen su profesión en el arte de acompañar a niños en un encuadre terapéutico, puede resultar algo potencialmente positivo o altamente limitante. El motivo por el cuál afirmo lo dicho con tímida contundencia, viene a colación de mi propia experiencia durante mi formación como Psicoterapeuta infantil, la cual aprovecho, para abrir un área de reflexión a todos mis colegas, con el objetivo de que analicen en qué medida su archivo emocional y/o experiencial de su infancia, limita o no el proceso de acompañar terapéuticamente a niños.
De niña, no tengo especiales recuerdos jugando, a fin de cuentas, no tengo muchos recuerdos de ser una niña, en la globalidad de su concepto. A colación de esta percepción, me planteo hasta qué punto, todas mis carencias de juego, de permisos, de caricias, pueden obstaculizar, desde mi contratransferencia como psicoterapeuta, mi manera de jugar, permitir ser un niño, en esencia, a mi paciente, en base a mi bagaje infantil colmado de hambres emocionales, de juego, de permisos, de apego seguro.
LA FIGURA DEL PSICOTERAPEUTA INFANTIL
El psicoterapeuta infantil, sin desplazar la figura de los padres, va a convertirse en una figura clave para el proceso de crecimiento, maduración cognitiva, emocional y evolutiva de ese niño al que acompaña. Puede resultar útil cuestionarnos en que términos y condiciones se encuentra nuestra seguridad, autoestima, autoconfianza. Es importante recordar que, al igual que ocurre entre el apego madre-hijo, en lo referente a la confianza, el terapeuta puede ser un modelo muy bueno para que el niño desarrolle la confianza en sí mismo.
La relación que modula el vínculo entre psicoterapeuta-niño, esta cimentada sobre una serie de actitudes que se convierten en condición sine qua non para que, el proceso terapéutico, sea constructivo y enriquecedor para el niño que esta siendo acompañado. Entre ellas cabe destacar: el AMOR, la aceptación incondicional, el respeto, la protección, seguridad, confianza y el permiso para SER de nuestro paciente.(Instituto Galene [IG], Mód, 1., p.3).
En este sentido, el objetivo, de los cimentos mencionados, es el de ofrecer un espacio protector y seguro en el que puedan ser ellos mismos, explotando sus potenciales, acompañándoles a resolver y despedirse de creencias arcaicas asumidas como propias en un afán de no perder el amor parental. (IG, Mód, 10., p.9).
Por otro lado, el niño es un sujeto en plena constitución psíquica. En este sentido, su manera de expresarse difiere a la del adulto. El lenguaje lúdico es el principal vehículo de comunicación, desde dónde se propicia una escucha activa y se habilita el despliegue de sus miedos, conflictos, sueños y fantasías. Como psicoterapeutas infantiles debemos tener presente el momento evolutivo del niño que acude a consulta, sus necesidades a la hora de crear vínculo y sobretodo, tener presente, que, el juego, es mas que una técnica o herramienta, es su lenguaje, aquel que va a aparecer donde la palabra falte.
Estados del Yo
Desde el prisma del Análisis Transaccional, a propósito de la conceptualización y distinción que, Berne (1964) realizó acerca de los estados del Yo (Padre, Adulto y Niño), en el proceso psicoterapéutico infantil, el terapeuta acompaña desde los siguientes rincones de su personalidad:
- Estado del Yo Padre, desde dónde acoge las necesidades y emociones presentadas por el niño, nutriéndole de caricias, siempre y cuando considere pertinente, en orden de satisfacer sus necesidades evolutivas, emocionales y relacionales, convirtiéndose así en un modelo nutritivo, reparentalizador e incluso un ejemplo sobre cómo gestionar y expresar adecuadamente sus emociones y/o necesidades.
- Estado del Yo Adulto, desde dónde se observa y procesa la realidad de manera objetiva y ajustada a la realidad del aquí y ahora, clasificando la información en espacio y tiempo.
- Estado del Yo Niño: Sin desplazar el cometido de los estados mencionados, este último, el Niño del terapeuta, quién intuye, juega, crea, se convierte en una parte clave en el devenir del proceso terapéutico infantil, En este sentido, la manera de sintonizar y vincularnos desde nuestro Niño, con el Niño del paciente, estará sujeto a las experiencias circunscritas en nuestro historia infantil y primeras experiencias.
Relaciones verticales
Desde la PHI, en el encuadre infantil, la relación terapéutica, en pos del apoyo, comprensión y crecimiento personal del niño, se forja sobre un tipo de relación, similar a la función parental engendrada entre el vínculo progenitores- hijos. Se trata de una relación vertical, aquella que permite la incorporación de unos cimentos solidos para la consolidación de futuros adultos autónomos.
Como tales, están sometidas al tabú del incesto, permitiendo, así, la asimilación, incorporación e integración de elementos claves para la maduración psico-emocional de la personalidad del infante.
En este sentido, a propósito del tema central del presente trabajo, el Niño del terapeuta y las posibles interferencias subjetivas presentadas, será conveniente tener presente, durante el proceso terapéutico que, la intencionalidad de nuestras intervenciones estarán dirigidas hacia el niño. Esto quiere decir que, nuestros conflictos pendientes por resolver, nuestra contratransferencia y los posibles elásticos con nuestra infancia, no deben desdibujar la intencionalidad de nuestra figura, la de acompañar, poniendo la mirada en el niño, dejando la mirada a nuestros conflictos, a nuestra persona, para ser contemplada y atendida en nuestro, riguroso y tan requerido, proceso de terapia personal y de supervisión. En este sentido, aseguraremos que la relación con nuestro paciente sea lo más limpia posible, evitando contaminarla con nuestros problemas personales.
¿CÓMO SE ENCUENTRA MI NIÑO EN EL PROCESO DE ACOMPAÑAR?
Me gustaría proseguir con la reflexión a la que invita la pregunta recién planteada. Es de vital importancia dedicar unos minutos a contemplarSE, mirar a nuestro Niño interior, incluso observar de qué manera y bajo qué condiciones o restricciones “sale a la luz”, tanto en nuestra vida cotidiana como en nuestra labor como psicoterapeutas. Puede resultar útil si, durante unos segundos, volvemos la mirada hacia sí, respirando desde el niño que fuimos en la infancia, allí y entonces. Esta bien si lo que se recuerda no viene detallado con minuciosidad, la única consigna es la de estar presente en nuestra respiración y en contacto con la parte más genuina de nuestro Yo, el Niño que fuimos y que, a veces, nos damos el permiso para ser en la edad adulta.
Habiendo definido el estado Yo Niño como el archivo dónde quedan registradas nuestras experiencias infantiles, nuestra esencia más genuina como niños, el siguiente paso iría encaminado a conectar con la sensación despertada a raíz de la mirada hacia nuestro Niño. ¿Era un niño espontaneo, juguetón, creativo, ilusionado, pícaro, vivo (emocionalmente)?, o por el contrario, ¿era un niño atemorizado, escondido, avergonzado, autoexigente, paralizado (emocionalmente)?.
Resulta conveniente, más aun como psicoterapeutas infantiles, dedicar un espacio de tiempo a responder a estas preguntas ya que, en la medida en que no seamos conscientes de ellas, o no sean atendidas y/o resueltas en nuestro proceso de terapia personal, el proceso de acompañar al Niño de nuestro paciente se puede ver contaminado por los asuntos pendientes por resolver de nuestro Niño interior.
Conceptualización de la transferencia del paciente infantil
Al igual que en toda relación interpersonal, en el proceso de acompañar a niños, transferencia y contratransferencia se convierten en dos fenómenos presentes y a tener en cuenta. Si bien el cometido del presente trabajo nos lleva a abordar con más precisión la vivencia del psicoterapeuta infantil, desde su contratransferencia, lo cierto es que se vuelve necesaria una breve matización sobre lo que comporta el proceso transferencial de parte del niño.
Desde la aportación realizada por Erskine (1991) en su articulo sobre transferencia y transacciones, en el campo de la psicoterapia infantil, el niño, en términos de transferencia, puede proyectar, inconscientemente, sobre el terapeuta, una serie de sentimientos, emociones, necesidades evolutivas frustradas (NALI´s, necesidades arcaicas legitimas insatisfechas), fantasías, deseos reprimidos en un afán de ser atendidos y/o satisfechos, “esperando”, de su parte, recibir una determinada respuesta respondiendo a una motivación no atendida por sus figuras parentales y/o de su entorno.
Contratransferencia positiva y negativa en el psicoterapeuta infantil
Al hilo de lo mencionado en el reciente punto y, siguiendo la definición propuesta por Florenzano en 1984 acerca de la contratransferencia, definida como “el conjunto de actitudes, sentimientos y pensamientos que experimenta el terapeuta en relación con el paciente”, al trabajar con niños, el vínculo transferencial de parte del niño, puede suscitar, en la figura del psicoterapeuta infantil, múltiples respuestas. ¿Cuánto nos implican los niños en el vínculo transferencial?, ¿Qué sentimientos despierta este vínculo?, ¿Cuánto de nuestra infancia se despierta?, ¿Cómo influye nuestro Niño interno a la hora de intervenir?:
- Contratransferencia positiva: Aúna todas aquellas reacciones emocionales que, el terapeuta siente, en respuesta al vínculo con su paciente y la transferencia proyectada. En este sentido, desde la connotación positiva de la contratransferencia, pudieran ser las respuestas de empatía, comprensión, afecto, amor, respeto, sintonía (de Niño a Niño, de parte del terapeuta hacia su paciente). En este sentido, la mirada íntegra del terapeuta y más la de su Niño, están conectadas con el sentir del Niño del paciente, validando sus experiencias, emociones, necesidades y deseos, empleando la identificación empática para comprender mejor su mundo.
- Contratransferencia negativa: Cabe destacar la posibilidad de que el terapeuta, en contrapartida a la transferencia y/o vínculo con su paciente, re- experimente el sentir de su niño de la infancia, reviviendo situaciones infantiles importantes y/o no resueltas, perdiendo la mirada en su paciente, mirándole desde lo asuntos pendientes por resolver de su Niño interior, colisionando sus conflictos personales con los de su paciente, interfiriendo el proceso y vínculo.
Limpiando interferencias: el proceso de terapia personal
Tal y como se ha planteado, la contratransferencia del terapeuta en respuesta al vínculo transferencial del paciente, puede resultar una herramienta útil para analizar, empatizar con el mundo interior y emocional de nuestro paciente infantil, con su realidad, abriendo la posibilidad de reflejársela, al mismo, en el momento que consideremos oportuno. Por otro lado, a efectos descritos, la proyección de asuntos pendientes por resolver y necesidades con hambre de ser satisfechas pueden venir, no sólo de parte del paciente, sino también del terapeuta.
En el arte de acompañar a niños en el devenir de su proceso terapéutico resulta esencial, de parte del terapeuta, retomar su propio proceso de terapia personal en pos de resolver los conflictos de su inconsciente, sintiéndose acompañado en la resolución de aquellos asuntos arcaicos que, de no ser contemplados, pudieran interferir en el proceso de acompañar a sus pacientes infantiles, perdiendo la perspectiva de la mirada, mirando al otro desde los problemas personales.
Para concluir, Winnicott (1965) menciona que la mente del analista establece un dialogo con el niño que fue, con lo infantil que se encuentra en él, a la vez que con el adulto que es. Siguiendo la reflexión planteada, el propósito no es el de negar nuestra realidad interna o contratransferencial, sino tomar consciencia de la misma, tomar un control Adulto integrado durante el acompañamiento, relegando a nuestro proceso de terapia personal la resolución de los asuntos propios ya que, de no ser así, su manera de acompañar se empobrecería, al conectarse y “confundirse”, inconscientemente, sus propios sentimientos con los del paciente.
EN BUSCA DEL NIÑO INTERIOR DEL TERAPEUTA
El juego, en el encuadre de la terapia con niños, tiene una clara función de comunicación, convirtiéndose, en muchas ocasiones, en sustituto de la verbalización (Melanie Klein, 1932). A través del juego, el niño proyecta simbólicamente sus frustraciones, malestares, alegrías y triunfos, de tal forma que, como psicoterapeutas, incorporar la herramienta de juego nos va a permitir un mayor acercamiento a su mundo interior, su mundo emocional (IG, Mód 5, p.3).
¿Cómo fuimos de niños?, ¿nos gustaba jugar?, ¿a qué tipo de juegos?,
¿nos daba vergüenza?, en la edad adulta, ¿nos damos el permiso para jugar?,
¿damos rienda suelta, como adultos, al niño que llevamos dentro?. Todo ello son preguntas que, más aun como terapeutas, cobra sentido plantearse.
Como psicoterapeutas infantiles, sin desatender el cometido de nuestro proceso de terapia personal, el propósito de este apartado es el de ofrecer herramientas y píldoras terapéuticas que fomenten ir al encuentro de nuestro Niño interior, desde dónde dirigiremos gran parte de nuestras transacciones, dándole el permiso para SER, para disfrutar, abriéndole un espacio seguro, reconstruyendo un vínculo más protector, a fin de cuentas cimentando las bases desde las cuales se construirá la relación terapéutica con nuestro paciente infantil: amor, confianza, respeto, permiso. En este sentido, es de vital importancia tener todos esos pilares integrados para poder ponerlos al servicio de nuestro paciente, erigiéndonos, para el niño, como un posible modelo de expresión emocional, modelo de juego, modelo de permisos, modelo de autocuidado, entre otros.
¿Jugamos?
En aras de dar cabida a nuestro Niño interior, más aun como psicoterapeutas infantiles, os propongo un juego, cuya única consigna es la de disfrutar y dejarse llevar.
Ha llegado el día, tienes una cita fascinante y muy esperada, pues has quedado a comer con tu Niño, aquel que fuiste en tu infancia. Tu Yo del aquí y ahora, tu versión Adulta, será quién se encargue de que tu Niño este perfectamente atendido durante la comida, siendo tu cometido el estar pendiente de lo que necesita y de lo que tiene hambre (Hambres de Berne).
Sin ir más lejos el restaurante que presenciara el encuentro se llama “Los primeros años de tu vida”. Los platos (las píldoras terapéuticas) no son mas que sugerencias del chef, por lo que podéis degustar y escoger todo aquel que deseéis.
Estas sentado delante de él, no es un “careo”, sino un “estoy aquí para ti, para lo que necesites”. Dedicas unos minutos a mirar detenidamente a tu Niño, dejando fluir las emociones, pensamientos, sentimientos que surjan. Tu realidad, aquí y ahora, es que eres psicoterapeuta y has quedado a comer con tu Niño para explorar cómo se encuentra, qué necesita de ti y cómo acompañarle en sus momentos de malestar, sufrimiento y/o frustración, aunque también en los momentos alegres. Todo aquello que pudiera necesitar esta contemplado en la carta, tan sólo tienes que mirarle y elegir el/los plato(s) que consideres…¡Que aproveche!.
Desde la fantasía guiada planteada, la elección de los platos esta sujeta a la individualidad de cada persona y de sus necesidades. En mi condición de psicoterapeuta, más aun de psicoterapeuta infantil, considero importante incluir en la comida los siguientes platos, desde los que nutriremos a nuestro Yo Niño, en pos de “dejarle” en condiciones “suficientemente buenas” para acompañar, terapéuticamente, a otros niños:
- Ensalada de permisos: Una jugosa mezcla de sabores, todos aquellos permisos que tu Niño necesita testar para poder explotar la esencia de su potencial. El permiso de SER, el permiso de vivir, el permiso de ser querido y aceptado incondicionalmente.
- Caldo de emociones: Una explosión culinaria, dónde el amor, como cuchara, acaricia cada una de las emociones de tu Niño. La cuchara es esencial para que tu Niño aprenda a digerir sus sentimientos, sin “empacharse” (emocionalmente) por beberla a trompicones: gestión emocional.
- Filete de apego: Carnes selectas bajo crianza respetuosa. El chef, conocedor de las aportaciones realizadas por Mary Ainsworth (1913-1999) acerca de los diferentes modelos de apego en base a la relación madre-hijo ofrece, con este plato, la posibilidad no sólo de reflexionar nuestro estilo de apego sino también de tomar conciencia de la importancia de atender de manera responsiva (pronta, sistemática y coherente) a las necesidades de nuestro Niño interior (IG, Mód 2, 23).Para la Psicoterapia Humanista Integrativa, la relación terapéutica que establecemos, tanto con Adultos como con niños, va a ser un vehículo imprescindible para que los pacientes puedan “reconstruir” un nuevo modelo de apego, desde el apego con el que nos vinculemos, extensible del que tenemos incorporado.
- Tejas ju(e)gosas: Su crujiente textura te dejara sin palabras, todas aquellas que cobran forma con el juego. Puede ser que te encuentres perdido y no sepas cómo jugar con tu Niño interior, y por ende con tus pacientes infantiles, pero no estas solo, pues puedes valerte de herramientas de otros profesionales (maestras en guarderías, colegas de la profesión) para confeccionar tu propio modelo nutritivo de juego, un espacio transicional entre el mundo interior y exterior.
- Café expresso de Amor, componente esencial de las gafas con las que miremos a nuestro Niño interior, abrazando sus emociones y escuchando sus inquietues
En relación al proceso de terapia infantil, la base reguladora del vínculo terapéutico radica en el Amor. Más allá de lo que verbalicemos, lo que más llegara al niño será lo que le transmitamos con nuestra manera de relacionarnos, a través de nuestros gestos, expresiones, el juego que propongamos o las diferentes técnicas que usemos ese día.
“Muchas veces basta una palabra, un gesto, una mirada, para llevar el corazón de quien amamos”. Madre teresa de Calcuta.
BIBLIOGRAFÍA
Chías, M., Zurita, J. (2009). EmocionArte con los niños. Madrid. Editorial Desclée De Brouwer.
Bevilacqua, L. (2015). Infancia: Psicoterapia Gestáltica. Córdoba (Argentina).Editorial Brujas.
López Rodriguez, J.C. (2010). Gracias papa, gracias mamá. León (España).Editorial Everest.
Stewart, I., Joines, V. (2014). AT hoy. Una nueva introducción al Análisis Transaccional. Madrid. Editorial CCS.
REFERENCIAS
Erskine, R.G. (1991). Transferencia y Transacciones: Crítica desde una obtica intrapsíquica e integradora.Transactional Analysis Journal, vol.2, 63-76.
Florenzano, O. (1974). Psicoterapias Dinámicas. Santiago: Editorial Universitaria.
Winnicott, D. (1965). Contratransferencia. En: El proceso de maduración en el niño. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Barcelona: Laia, 193 – 199.
Ana Bellido
Psicoterapeuta Humanista Integrativa
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