Hambres y caricias en la adolescencia
03/11/2018
Hoy voy a hablar de lo que en psicología se conoce como “hambres”, que todas las personas tenemos y voy a centrarlo en la adolescencia.
Según Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, la motivación básica del comportamiento humano es la satisfacción de sus necesidades básicas y psicosociales, y nos relacionamos buscando satisfacer estos “hambres”. Todas las personas tenemos tres tipos de hambres: Hambre de estímulo, hambre de reconocimiento y hambre de estructura. Si saciamos estos tres tipos de hambres nos será más fácil ser felices. Y en ello estamos.
Tenemos hambre de estímulo: Y la ausencia de estímulos produce aburrimiento. Esto traducido a los adolescentes quiere decir que necesitan hacer cosas: deporte, arte, estudio, juegos, música, bailar, hablar, … Y que el aburrimiento no les hace sentir bien, o hace que busquen caminos turbios para saciar el “hambre de estímulo”.
Hambre de estructura: todos necesitamos tener una estructura externa e interna; los adolescentes internamente son como la “M30 en obras”, todo está en construcción, por lo que de estructura interna no van sobrados.
La respuesta en su interacción con el entorno sobre todo con los padres y figuras de autoridad (no solo profesores, sino también entrenadores -de ahí aún más importante el deporte) contribuye a construir su identidad, su referencia, a crear la estructura interna.
Pero también necesitan una estructura externa, del tiempo y del espacio; deben saber qué hacer, tener unos horarios regulares, unas normas, unos límites fijados, saber con qué apoyos cuentan y cómo usarlos. Si un adolescente no sabe de horarios ni de espacios para su intimidad, de dónde debe ir y dónde nunca debe ir, no se sentirá bien. Por ello los padres, debemos ayudar a crear una estructura externa que le dé seguridad.
Finalmente necesitan saciar el hambre de reconocimiento. Cuando un adolescente no destaca o no es reconocido en sus estudios, busca lograrlo por otras vías: ser reconocido en el deporte, la música, … y si finalmente no lo logra en ninguno de estos ámbitos, buscará destacar de “otra forma”: “liándola”, yendo de “malote”; en ocasiones la respuesta varía en función del sexo: ellas intentarán destacar de “guapis” y ellos “de fuertotes , y musculitos”. También juegan destacar con su imagen, con ese tatuaje tan llamativo o ese piercing tan raro, aunque sea perjudicial para mi salud, pero necesito que me reconozcan, que alguien me mire y me diga algo.
CARICIAS
Esta hambre de reconocimiento se sacia con caricias. Todos necesitamos recibir un mínimo de caricias, no solo físicas (besos, abrazos), también gestuales (sonrisas), verbales, de acción (un regalo, dejar un asiento), de atención (ser escuchados), de dedicación (ir a sitios juntos, jugar juntos, compartir), etc…
La ley de las caricias nos dice que las caricias incondicionales son las más fuertes, y que preferimos incluso tener caricias negativas a no recibir ningún tipo de ellas, que las bromas tiene un efecto negativo, que el efecto de la caricia depende de su calidad (sinceridad, personalización, dosificación).
Una caricia positiva equivale a diez negativas. Y cada persona tiene un “umbral de caricias”: unos, necesitan más que otros y cada persona tiene un canal preferente (unos prefieren caricias físicas, otros las verbales, otros de atención…).
Las caricias también pueden acumularse (disponemos de una especie de banco de caricias).
Una persona sana: da las caricias positivas que corresponden, acepta las que se merece, pide las que necesita, se da caricias a sí mismo, y rechaza las caricias negativas destructoras.
Es un recurso natural, gratuito, inagotable y al alcance de todos. Sólo dan caricias positivas las personas que se consideran valiosas.
Y cuidado: cuando una persona tiene escasez de caricias y hambres insatisfechos, es fácil de manipular.
¿Cómo es la vida de un adolescente con hambre de caricias? ¿Con hambre de estructura, viviendo en casas llenas de gritos y líos? Con el follón interno que tienen los adolescentes sin saber lo que quieren y hacia dónde van, y si además no triunfan ni en la escuela, o en su vida social… Pues eso… ¡¡peligro, peligro!!
Si las necesidades de aceptación, amor, estimulación, y reconocimiento se satisfacen adecuadamente se tendrá una identidad realista y positiva, si no es así, será una personalidad autolimitada.
Juan Carlos López
Colaborador de Bonding
Counsellor Humanista Integrativo
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