La importancia del juego en crianza

07/05/2018

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A veces nos cuesta ponernos a jugar con nuestros/as hijos/as; no tenemos tiempo, trabajo, deberes, limpieza… o le damos mucha importancia a otras cosas, apoyarles en sus estudios, en sus relaciones con iguales, sus responsabilidades… pero ¿y el juego?, ¿es prescindible?, ¿es un lujo o un premio?

Para que los más pequeños/as crezcan de forma sana, necesitan cubrir sus necesidades básicas del alimento, cuidados, amor y escucha pero también tiempo de juego, libre y compartido, el juego es una necesidad básica de los/as niños/as y así deberíamos empezar a verlo.

Pero además de una necesidad, el juego es un derecho del menor y así lo recoge el Artículo 31 de la Declaración de los Derechos del niño/a: El niño tiene derecho al juego, al descanso, a la diversión y a dedicarse a las actividades que más le gusten.

El juego es el primer instrumento que posee el niño para aprender del mundo y de sí mismo, de ensayar nuevas acciones, desarrollar nuevas actividades y aprender a desempeñarlas, cómo actuar y cómo interactuar con los demás.

Además de las habilidades que practica jugando, es una fuente de placer, de desarrollo de la imaginación y de la creatividad, constituyendo el núcleo esencial para su desarrollo, afectivo, social, mental y físico.

“El juego es el primer paso al aprendizaje. El niño que juega, aprende”

Piaget y las etapas del juego en el desarrollo del niño:

Como en el resto de aspectos de la vida de nuestras criaturas, el juego es diferente en función de la etapa de desarrollo en la que están, para Jean Piaget (1956) “el juego forma parte de la inteligencia del niño, porque representa la asimilación funcional o reproductiva de la realidad según cada etapa evolutiva del individuo.”

Piaget divide el desarrollo cognitivo en cuatro etapas, en las que las necesidades de juego y el tipo de juego serán diferentes:

– La característica principal de la etapa sensoriomotriz (desde el nacimiento hasta los dos años) es que la capacidad del niño por representar y entender el mundo y, por lo tanto, de pensar, es limitada. Sin embargo, el niño aprende cosas del entorno a través de las actividades, la exploración y la manipulación constante. Los niños aprenden gradualmente sobre la permanencia de los objetos, es decir, de la continuidad de la existencia de los objetos que no ven.

¿A qué podemos jugar entonces con ellos/as en esta etapa? podemos jugar al Cucu-Trás, explorar el espacio juntos, permitirles y proporcionarles espacio para el arrastre y el gateo, construir y tirar torres de cubos o construir una torre y que el niño la imite, por ejemplo.

– Durante la segunda etapa, la etapa pre operativa (de los dos a los seis años) el niño representa el mundo a su manera (juegos, imágenes, lenguaje y dibujos fantásticos) y actúa sobre estas representaciones como si creyera en ellas.

Podemos permitirles el juego libre y el juego simbólico, jugar a los cochecitos, empujar carrito de bébe/peluche, disfrazarse, adoptar un rol y representarlo, etc.

– En la etapa operativa o concreta (de los seis o siete años hasta los once), el niño es capaz de asumir un número limitado de procesos lógicos, especialmente cuando se le ofrece material para manipularlo y clasificarlo, por ejemplo. La comprensión todavía depende de experiencias concretas con determinados hechos y objetos y no de ideas abstractas o hipotéticas.

Podemos jugar con ellos a juegos de cartas, juegos de mesa, juegos con reglas, por ejemplo, los conocidos “memory”, y según su desarrollo o edad, a juegos cada vez más elaborados, el parchís, la oca, hay muchos juegos para realizar en familia.

– A partir de los doce años, el/la menor entra en la etapa del pensamiento operativo formal y que a partir de este momento tiene capacidad para razonar de manera lógica y formular y probar hipótesis abstractas.

A partir de los doce años el juego no finaliza, te darás cuenta en ti mismo que estás leyendo este artículo, ¿juegas? solo/a, en pareja, con amigos/as, con tus hijos/as, sobrinos/as… a juegos de mesa, juegos con el ordenador o del móvil…. ¿Disfrutas de ello? Hay muchos juegos de mesa más complejos a los que se puede jugar en familia a partir de los 12 años y no tienen edad límite.

Además de los ejemplos propuestos cabe añadir que a cualquier edad se pueden compartir juegos y espacios en la naturaleza según la edad y los intereses del niño/a y la familia. Al igual que el deporte compartido en familia: juegos de balón, bicicleta, rutas, exploración del entorno, etc.

Algo importante a recordar es que:

“El niño mientras juega, madura”

Por qué es importante que las figuras principales de su desarrollo jueguen con el niño/a?

Citando a Siegel “Cada vez que ofrecemos a nuestros hijos una experiencia divertida y placentera mientras están con la familia, les damos un refuerzo positivo sobre lo que significa participar en una relación afectuosa con los demás.”

En las primeras etapas de desarrollo necesitan del juego tanto el juego libre como el juego con el adulto, afianza el vínculo con su cuidador y la relación estrecha y amorosa, años después el juego lo desarrollará con los iguales, en la etapa de socialización, donde afianzará las habilidades sociales, pero aún en esta etapa de desarrollo es importante seguir jugando con nuestros/as hijos/as, pues a través del juego se crearán muchos momentos que nos permitirán comunicarnos con él y nos cuente cosas.

Jugar con el niño/a es dedicarle un momento en exclusiva (sin móviles, sin tele, sin distracción) jugar por jugar y disfrutar de ese espacio y tiempo compartido con ellos. Supone estar presente y atento/a a lo que necesita, eso incluye que a veces no quiera jugar como nosotros/as creemos que se supone que se tiene que jugar a esto o a lo otro, a veces implemente necesitan que estemos ahí, para ellos/as, necesitan dirigirnos, poner las normas o simplemente que les miremos, es decir, que estemos disponibles, simplemente que estemos. Relacionarnos a través del juego refuerza el vínculo con el niño/a. Nos conecta y refuerza la relación existente entre nosotros/as.

En esta relación de exclusividad cuando sólo se está jugando, le dota de la experiencia de sentirse importante y atendido/a.

Durante el juego, además de diversión y aprendizaje, creamos momentos para la comunicación del niño/a con nosotros/as, estrechando los lazos afectivos en la familia. Al igual que los/as adultos/as nos comunicamos con palabras, los/as menores se comunican mediante el juego.

Jugar con nuestros hijos/as, ofrece al niño/a un espacio seguro para comunicar sus emociones de manera libre; a través del juego pueden explorar sus emociones y ponerle nombre; identificar sus sentimientos y construir una inteligencia emocional que le permitirá afrontar con optimismo los desafíos de la vida. El juego le permitirá expresarlas y liberarlas. Por ejemplo, cuando el niño o la niña parece estar enfadado/a, podemos ofrecerle jugar a pelear con los cojines, o luchar con las figuritas de animales, puede enfadarse con un peluche y permitirá expresar su rabia sin hacerse daño a él ni a nadie (el o los objetos serán expresamente elegidos para ello). Estos momentos de juego permitirán expresar emociones de manera aceptable y en un entorno protegido y seguro.

Jugar con nuestros/as hijos/as también nos permite mirar su mundo desde sus ojos, poniéndonos en su lugar, en su mirada, viendo el mundo desde su perspectiva infantil, fortalece la empatía y la conexión con el pequeño para crecer emocionalmente.

En resumen, al jugar en familia le estás ofreciendo confianza y seguridad, imprescindible para desenvolverse en el futuro, es decir, Apego seguro. Tendrá mayor autoestima y autoconcepto. Habrás contribuido a su estimulación y a crear conexiones cerebrales que le harán adquirir más recursos y habilidades, además de estabilidad emocional y una buena relación familiar, fortaleciendo la comunicación y el amor hacia ellos mismos y hacia los demás.

“Un niño que juega, es un niño sano.

Si además lo hace en familia, es un niño que se sentirá amado”

 

Sonia Cantos y Montse Amo .

Directoras del Instituto Galene Guadalajara

www.galeneguadalajara.es

 

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