Mi experiencia en el máster de PHI

02/04/2018

Acudí a la entrevista de admisión con una gran determinación por apostar por mi desarrollo profesional. Había comenzado mi proceso terapéutico en otro lugar hacía un tiempo y tenía muchas dudas. También tenía muchas ganas de aprender a acompañar desde el otro lado ya que tras licenciarme en psicología me había quedado un saborcillo amargo sobre todo lo que (no) nos habían enseñado en la carrera.

Recuerdo ese primer recorrido por Galene: había algo en el espacio y en las personas que me decía que ese era el lugar que yo había estado buscando y esperando durante tanto tiempo. Elegí esta formación porque se le da la importancia adecuada al propio proceso terapéutico. Yo quería enfrentarme a mis demonios pero durante mi recorrido había topado con algunas formas de entrar en contacto con ellos que no me terminaban de convencer. Al llegar a la sala de trabajo emocional sentí un escalofrío: “aquí es donde se le pone cara a los miedos” verbalicé. La persona que me acompañaba me contestó “aquí es donde se le pone cara a los miedos de la mano del amor”. Me quedé con esa frase, descolocada y expectante.

Comencé la formación y acudí al primer presencial llena de expectativas. Fui conociendo a los que serían mis compañeros y compañeras. No tenía ni idea aquel primer día de lo que se iba a mover en esa sala con esas personas durante los siguientes dos años.

Poco a poco hicimos grupo, rompimos barreras juntos, nos atrevimos a sostener y estar para los demás, nos atrevimos a mirarnos a nosotros mismos en contacto pleno. Nos atrevimos a crecer, y es que como uno de ellos me dijo una vez: “nos curamos en relaciones sanas”. Ese grupo me mostró la esencia bondadosa del ser humano. Y ese ha sido el regalo más hermoso que he recibido en toda mi vida. Aun en emociones en las que nunca antes habría permitido que nadie me mirara, me permití abrirme y recibí amor incondicional. Entendí (y sentí) así la frase del principio: “aquí es donde se le pone cara a los miedos de la mano del amor”.

Iban pasando los meses y cada vez había más permisos, más presencia, más potencia. Fui sintiendo seguridad en mis intervenciones. En el master me daban herramientas eficaces y prácticas poderosas, pero sobre todo tuve la oportunidad de incorporar una mirada especial sobre los procesos, la mirada humanista integrativa, habiendo vivido el mío previamente.  Conectar el contenido teórico con la experiencia del mismo es el gran acierto de Galene, y ayudar a las personas que se adentran en este viaje desde el amor incondicional, la aceptación y el no juicio, su habilidad más valiosa.

No quiero generar expectativas sobre qué es el master. Yo puedo hablar sobre el viaje que para mí ha supuesto, que no ha sido fácil pero sí muy bello. Para mí, ha sido un proceso de autoconocimiento en el cual me he permitido mirar partes inesperadas o desconocidas de mí misma y las he puesto en funcionamiento para una vida más autónoma y auténtica tanto en el plano personal como en el ejercicio profesional. Suelo recomendar esta formación a las personas que quieren integrar una visión holística sobre el ser humano, a terapeutas que no se conforman con la conducta como nivel único de intervención y en general a quien necesita aprender a confiar en sí mismo y en los demás.

elena dominguez

 

Elena Domínguez
Psicoterapeuta Humanista Integrativa

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