ORDENADOS, OBSESIVOS, ESTRUCTURADOS, METICULOS0S, MINUCIOS0S … Cómo trabajamos con ellos en terapia

03/01/2018

Estos diferentes adjetivos hacen que las personas que los asumen (y se los colocan por una determinada exageración en esta conducta), puedan formularnos que tienen problemas a la hora de relacionarse tanto a nivel laboral como a nivel social. Manifiestan que se perciben distintos, incomprendidos e intolerantes cuando las personas con las que se relacionan no hacen las cosas exactamente como a ellos les gusta, o incluso “raros” lo que les puede ocasionar unas veces sentirse en una posición de inferioridad con relación a los demás y otras montarles un pollo por algo nimio. También suelen conectar con la sensación de culpa o vergüenza por ser así, mientras sufren en su intimidad y temen que los demás descubran lo que ellos consideran sus debilidades, y no saben qué hacer para considerarse normales.

¿Qué pueden provocar con estas cualidades en las personas con las que se relacionan? Las personas cercanas a ellos viven en tensión, preocupadas por cuál será la siguiente acción que les haga conectar con malestar, saben que la relación que mantienen no puede ser espontánea, sino que tienen que estar atentos para no ocasionar una reacción negativa.  En algunas ocasiones llegan a sentir rechazo, hacia este aspecto de ellos y dificultad para poder disfrutar de la relación.

¿Qué ha podido ocurrir en el proceso de desarrollo de estas personas, para que necesiten utilizar esta manera de relacionarse con ellos mismos y con los demás? Parece que su parte racional es la que más han desarrollado como mecanismo de defensa y supervivencia, anulando o no teniendo en cuenta (al menos en parte) su aspecto emocional o lo que le dice su cuerpo. Y son estas dos partes las que les llaman la atención de diversas maneras para que las tengan en cuenta, por ejemplo, a través de ataques de ansiedad, enfermedades o de somatizaciones. Estas sensaciones provocan en ellos un gran malestar y sufrimiento, pues no encuentran solución a su problema, ya que no saben cómo gestionar lo que les ocurre desde su parte racional y al mismo tiempo, tampoco saben ni se atreven a pedir ayuda, pues les cuesta mucho creer y confiar en que alguien pueda comprender qué les sucede, dado que ellos mismos no lo saben.

En nuestras primeras intervenciones con ellos, deberemos acogerlos sin que sientan que descalificamos su discurso, aunque nos parezca repetitivo, aburrido o una justificación de su manera de relacionarse o entender el mundo.

En algunos casos a través de la indagación, descubriremos que el estilo de Apego en la relación primaria con su madre ha sido “Apego ambivalente/resistente”, ya que sus madres por diferentes motivos, estuvieron más atentas a sus propias necesidades que a las de sus hijos, esto les pudo provocar una sensación de poca valía, falta de seguridad y desconfianza en sí mismos, y una gran soledad, que les ha llevado a exigirse y empeñarse en comprender todo lo que sucede en la vida. Incluso con este grado de autoexigencia y perfeccionismo, vemos como en muchos casos su poca seguridad y confianza en ellos, le crea dificultades a la hora de tomar decisiones, sobre todo si suponen una novedad o cambio importante. Marge Reddington[2] señala que la información que ha recibido el niño entre los 18 meses y 4 años es incorrecta o imprecisa, motivo por el cual no saben tomar decisiones con claridad.

También podemos encontrar en su familia de origen a un padre exigente, severo y sobre todo poco afectuoso, que no da muestras de valoración o aprecio a los logros de su hijo/a. Esto puede ocasionar que el hijo/a deduzca que tiene que hacer las cosas mucho mejor, para intentar así recibir el afecto y la aprobación de su padre, volviéndose más perfeccionista, ordenado, estudioso y complaciente con la esperanza de ser visto, valorado y querido por papá.

Es probable que estas vivencias les hagan conectar con Miedo, miedo a ser ellos mismos, miedo a que nos les acepten, miedo a que les juzguen si no hacen las cosas como los demás esperan de ellos, miedo a que no les quieran, miedo a confiar en los demás, miedo a sentir y expresar lo que están sintiendo, incluso miedo a ser un niño por lo que desde muy jóvenes se exigen comprender todo y entenderlo bien.

¿Y qué hacen con sus miedos, los pueden compartir? Valorando lo que cada uno de estos miedos implica, el mensaje implícito, así como que la relación que han debido de mantener con sus figuras parentales, es muy probable que los escondan y no dejen que los demás los sepan, ya que no se atreven a confiar en que les comprendan. Para esconderlos utilizan su inteligencia buscando algo en lo que depositar su miedo, que pueda ser comprensible para los demás y al mismo tiempo que puedan expresarlo de la mejor manera para ellos, por ejemplo, utilizan las manías y fobias, a los perros, cucarachas…

¡Cuánta soledad! han debido de pasar sin atreverse a compartir lo que les sucede, sin poder confiar ni apoyarse en nadie. Y qué inteligentes han sido para buscar una manera coherente para ellos de canalizar su miedo.

Como terapeutas respetaremos este mecanismo de defensa valorándolo pues les ha valido para poder vivir. Tendremos que estar atentos crear una buena relación terapéutica y a que en nuestras intervenciones tengamos en cuenta todas sus necesidades relacionales[3]. Que se den cuenta de qué con nuestra indagación, estamos demostrando que realmente nos interesa lo que nos están contando, y que queremos saber más sobre ellos. Que no nos vamos a conformar únicamente con su discurso a nivel racional, si no que queremos que nos cuenten qué notaban en sus cuerpos mientras sucedía lo que nos están narrando, y sobre todo “qué necesitó su corazón en aquel momento y no tuvo”. Será muy bueno para su proceso terapéutico que sepan que son importantes para nosotros y que a partir de ahora no van a estar solos, pues cuentan con nuestro apoyo. Así iremos creando poco a poco el vínculo terapéutico.

Será un importante objetivo de terapia acompañarles a que lleguen a vivenciar desde la emoción aquellos momentos dolorosos, tras los cuales decidieron dejar de sentir, para ayudarles a reparar su corazón herido. Pero para llegar a esta fase de la terapia, necesitarán ir comprendiendo el “para qué” y “por qué» de cada una de nuestras intervenciones. Por lo que estarán muy atentos a nuestras explicaciones, cuestionando lo que no comprenden o no cuadre con sus esquemas mentales, buscando los aspectos favorables y desfavorables.

Esta necesidad de entender y comprender todos los detalles, de este tipo de pacientes, puede ser vivida por el terapeuta como una persecución. En este caso el terapeuta se estaría posicionando en un Niño y al paciente en un Padre Critico negativo. Como terapeutas será importante que recordemos, que esos esquemas mentales han sido uno de sus mecanismos de defensa y supervivencia, por lo que será importante que respetemos el ritmo que ellos marquen para que se permitan modificarlos, y acompañarles a que desde su Adulto puedan valorar que la posibilidad de cambiar ahora su guion de vida, no tiene porqué ser perjudicial. Recordamos aquí el concepto de Guion o Argumento de vida. Eric Berne definió el Guion como “un plan de vida basado en una decisión tomada en la infancia, reforzado por unos padres, justificado por acontecimientos subsiguientes y que culmina en una alternativa elegida.”[4]Y lo que dice José Luis Martorell “El guion proporciona a la persona la idea de cómo es ella y de qué tiene que hacer en la vida, en el sentido de las cosas que tienen que acabar pasándole[5].

Todo esto nos lleva a valorar la importancia de crear con ellos una relación terapéutica segura, potente, protectora, comprensiva y afectiva. Insistiremos en que no tienen que expresar nada que no quieran decir, ni aceptar lo que nosotros les propongamos si no lo entienden o comprenden. Transmitiéndoles el permiso para contactar con sus emociones y empezar a expresarlas con nuestra protección en el espacio terapéutico. Este apoyo les permitirá trabajar emocionalmente[6] en profundidad. Podrán empezar a realizar el duelo de la relación[7] que han mantenido con la vida hasta ahora, diciendo adiós a su guion de vida. Se despedirán de las relaciones con los otros y con ellos mismos (ideas, valores, creencias, juicios, prejuicios, mandatos, impulsores, …).

Acompañando al paciente en este duelo, iremos pasando por cada una de las fases:

  1. Negación. ¿Qué puede haber detrás de esta manera de relacionarte y no quieres ver, no te atreves a ver, o has decidido ocultar? ¿Cuándo tomaste esta decisión y para qué te ha servido?, ¿Qué puede suceder dentro de ti cuando te paras y reflexionas sobre esto? ¿En qué piensas? ¿Con qué conectas? Estas pueden ser algunas de las preguntas para que vayan siendo conscientes. Las realizaremos con mucho respeto y cuidadosamente, para que no vivan nuestra indagación como una invasión a su intimidad.
  2. ¿Qué puede pasar si manifiestas tu desacuerdo o tu malestar?, ¿sabes cómo hacerlo adecuadamente? Buscamos darles permiso para sentir diferentes emociones y para opinar de manera distinta o decir lo que consideren, siempre que no se hagan daño ni a ellos mismos, ni a otros, ni a nada. Normalizar que todas las personas no pensamos u opinamos de la misma manera, y que cuando no nos gustan las cosas, tenemos derecho a enfadarnos o expresar nuestra opinión contraria. También les acompañaremos en su expresión de la rabia, ofreciendo después el reconfortamiento necesario para que no sientan que han hecho algo malo por haberla expresado.
  3. ¿Cuántas lagrimas te has ido tragando mientras ordenabas meticulosamente o cuando le dabas vueltas a tu cabeza sobre algo sin atreverte a decidir? Les acompañamos a que puedan dejar que su tristeza vaya saliendo poco a poco, con nuestro cuidado y protección.
  4. ¿Qué es lo que temes si expresas o manifiestas tu miedo? Será nuestro trabajo como terapeutas que se sientan seguros en nuestra compañía para poder manifestar ese miedo, que se perciban protegidos, acompañados y reconfortados después de haberlo expresado.
  5. Racionalización. El objetivo en esta fase será que lleguen a comprender para qué les ha servido esta manera de relacionarse, y desde cuándo y por qué motivo decidieron empezar a utilizarla, respetando que fue la mejor manera que encontraron en aquel momento.
  6. Aceptación emocional. Es atreverse a decir adiós para siempre a esta forma de relacionarse, siendo conscientes tanto a nivel emocional como cognitivo, de lo que ha significado en sus vidas. Aceptando que el proceso de cambio no es instantáneo, que supone un esfuerzo y en algunas ocasiones, pueden conectar con el miedo a repetir patrones.
  7. Perdón. Tomar esta decisión fue el único recurso disponible en aquel momento para afrontar la realidad. Ahora puedes perdonarte por ello.
  8. Aceptar, dar las gracias y querer al niño/a que fuiste, y que inteligentemente buscó esta manera de relacionarse.
  9. Nuevos apegos. Le acompañaremos en el proceso de Redecidir[8] para aprender a relacionarse sin chantajes o teniendo que asumir un papel para sobrevivir, a evaluar qué puede ser lo más adecuado para ellos, sin tener que tomar una decisión de manera precipitada, sino dándose el tiempo para apreciar los pros y los contras antes de asumirla como buena. Contarán con nuestro apoyo y confianza en esta nueva decisión que están tomando, dando el espacio necesario a su Niño Libre para mostrarse.

Aunque esto parece un proceso rápido y sencillo, en la realidad del trabajo terapéutico se va dando poco a poco, según vayan sintiéndose preparados. Les valoraremos los pequeños logros o pasos que vayan realizando, ya que eso supondrá el inicio de algo más grande.

[1]Erskine R. “El tratamiento de las obsesiones”.

http://www.integrativetherapy.com/es/articles.php?id=14

[2]Analista Transaccional Docente y Supervisor

[3]Erskine R. Necesidades relacionales.

http://www.integrativetherapy.com/es/articles.php?id=21

 

[4]Berne, E. (1999). ¿Qué dice usted después de decir hola? Barcelona: Ed. Grijalbo.

[5]Martorell, J.L. 2000. “El guión de vida”. Bilbao. Ed. Desclée De Brouwer.

[6]Zurita J, – Chias M. 2016 “Tecnicas de Trabajo emocional en Psicoterapia” Madrid Ed. Niño Libre

[7]Zurita J, – Chías M. 2009. “El duelo terapéutico”. Madrid. Ed. Niño Libre

[8]Goulding M/ Goulding R. (1979) “Changing lives through redecision therapy”. New York: Brunner/Mazel. Bob y Mary Goulding fueron los creadores de esta técnica

Macarena Chías

Subdirectora de Bonding.

Psicóloga y Psicoterapeuta.

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4 Respuestas

  1. Maca dice:

    Muchas gracias Ruth, me alegra que te haya gustado y espero que te ayude con tus pacientes. Un besito

  2. Ruth dice:

    Me ha gustado mucho. Un artículo sencillo y una forma muy respetuosa de intervención. Muchas gracias Maca.
    Un abrazo

  3. Maca dice:

    Gracias Nelson, me alegra que te haya gustado.
    Un besito

  4. Nelson dice:

    Excelente Maca, muy buena gracias por compartirlo. Un beso y un abrazo gigante la distancia.

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