Cuando el padre es el que cuida
01/06/2016
Artículo de JAVIER SALVATIERRA
Publicado en el Pais, 10 de mayo 2016
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Cuando se convirtió en padre, Joan Antoni, escritor y guionista, tomó una decisión: dejó de trabajar, al menos durante un tiempo. Su caso es un tanto particular, porque es autónomo, pero lo que cuenta es que decidió tomarse un respiro laboral para poder cuidar de su hija, estar presente en sus primeros meses de vida. Álvaro, periodista, también se movió para disfrutar de las primeras semanas de vida de su hija. Como su mujer no trabaja, no pudo tomar parte de su permiso de maternidad. En cambio, cogió 21 días del permiso de lactancia de su pareja, que añadió a los 15 que la ley le concede como padre. Carlos, jefe de proyecto en Orange y padre de gemelos por gestación subrogada, no quiso perderse sus primeros meses y, entre la baja de maternidad, la lactancia, permisos y una excedencia, estuvo nueve meses dedicado en exclusiva a sus bebés. Bruno también sacrificó su trabajo de profesor de yoga y asumió la crianza de su hija pequeña, mientras su mujer, autónoma, tomaba el protagonismo laboral.
Son algunos ejemplos de una tendencia en ascenso, en España y en el mundo, la de padres que se implican en gran medida en el cuidado, crianza y educación de sus hijos, aun sacrificando un tanto su vida laboral. Aunque en aumento, es una corriente aún minoritaria, al menos si atendemos a algunos datos. Por ejemplo, según las estadísticas de la Seguridad Social, aunque un 85,7% de los padres disfrutaron de sus 15 días de permiso de paternidad, solo 5.208, el 1,87%, tomaron el año pasado algún periodo de la parte transferible del de maternidad. Este consta de 16 semanas, de las cuales las seis primeras están reservadas en exclusiva para la madre. Las 10 restantes pueden repartirse como la pareja decida. En la práctica, como se ha dicho, más del 98% de estos permisos, 273.000 sobre 278.000, fueron disfrutados por las madres, un porcentaje que se eleva ligeramente desde 2006, cuando fue del 1,63%. Otro dato es que la tasa de actividad de las mujeres se resiente desde el momento en que son madres. Así, las mujeres de 25 a 49 años sin hijos tenían en 2012 una tasa de empleo del 66,8% y se reducía en caso de tenerlos (al 61,8% con un hijo menor de 12 años, al 57,5% con dos y al 48,8% con tres o más), según datos del informe Mujeres y Hombres en España 2014 del Instituto de la Mujer (página 53). En cambio, estos porcentajes no solo no caen, sino que aumentan en el caso de hombres en la misma situación. Finalmente, según el estudio Empleo y maternidad: obstáculos y desafíos a la conciliación de la vida laboral y familiar publicado por Funcas, los hombres que en 2010 solicitaron una excedencia no remunerada para cuidar a sus hijos apenas llegaron al 3,3%, por un 22.5% de las mujeres.
Pese a estos números, Ritxar Bacete, antropólogo y experto en género y paternidad, está convencido de que los hombres están cada vez más implicados en el cuidado de sus hijos. “La implicación de los padres va en aumento, claramente. El hecho de que la mujer esté menos disponible, por su incorporación al trabajo, obliga a los padres”. Pero no son solo las circunstancias. Si los padres se implican ahora más es, en buena medida, porque así lo quieren. Según el estudio Panorama de los padres en el mundo, elaborado por Men Care (una campaña internacional apoyada por varias ONGs) y presentado en la ONU en junio de 2015, dos de cada tres padres estarían dispuestos a trabajar menos si eso significase poder pasar más tiempo con sus hijos.
“Está cambiando el rol del hombre en el siglo XXI, desde un rol clásico, en el que la presencia del padre era mínima, con una identidad fundamentada en el trabajo, a otro en el que nos convertimos en cuidadores”, sostiene Bacete, convencido de que “el siglo XXI será el del cambio en los hombres hacia modelos y paradigmas más pacíficos, justos y cuidadores”. Coincide Inés Alberdi, catedrática de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y autora de Los hombres jóvenes y la paternidad(Fundación BBVA, 2007) en que “está creciendo la idea de que el padre puede tener una relación potente e íntima con sus hijos”. Y pone ejemplos. “John Lennon, en primer lugar. Un millonario, un icono, que lo dejó todo durante un año cuando fue padre para cuidar de su hijo”. Más actual, cita al futbolista Piqué o a otros que “hablan de sus hijos, presumen de ellos. Son pinceladas que tienen un valor positivo, ejemplos que cuentan para revalorizar la idea de la paternidad. Antes el padre se limitaba a la dimensión social (apellido), el que proveía la alimentación y la figura de autoridad. Ahora tiene también una dimensión psicológica, aporta un contenido de afecto, de comunicación. Es una relación que beneficia a ambas partes”.
“Hay movimientos que demuestran que las cosas están cambiando”, señala Usúe Madinaveitia, creadora de #mamiconcilia y #papiconcilia, un movimiento en favor de la conciliación laboral y familiar. Además del suyo, cita otras iniciativas, como#siloshombrehablasen o la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA).
“Somos la primera generación que estamos viendo el lado positivo de esto. Ya tocaba”, afirma Joan Antoni Martín Piñol, que celebra que estemos pasando “del modelo Mad Men a otro más compartido”. Precisamente por ello, escribió Harry Pater y el pañal filosofal, una divertida guía para padres (ellos) primerizos. Bruno, que se perdió los primeros compases en la vida de su primera hija, quiso “vivir la experiencia” con la segunda. Impulsado por su mujer, suspendió su vida laboral y ahora, encantado, lo recomienda a todo el mundo. “Los lazos con mi hija son más fuertes, esa conexión es importante para el futuro, para conocer después mejor sus demandas. Es algo que ya está ahí y será un fundamento para el futuro”, resume. Personalmente, le ha permitido conectar con el hecho de ser padre, “con todo lo que implica. Te hace crecer, te quitas estereotipos de encima”. “Los padres implicados ven la relación con sus hijos como una fuente de bienestar y de felicidad”, opina Usúe Madinaveitia, citando el informe de Men Care. “Cuidar enriquece muchísimo, es muy gratificante. Acabas el día molido, pero con una sonrisa de oreja a oreja”, afirma Carlos.
Y minimiza el impacto económico de aparcar un tiempo la vida laboral. “El sacrificio económico está sobradamente compensado” con poder ser testigo de “los cambios que experimentan en sus primeros meses”, cuenta, aunque reconoce que la empresa en la que trabaja le dio todo tipo de facilidades. Para Martín Piñol, “cuando algo te da tanta felicidad, te das cuenta de que ver todo Daredevil de una vez no es lo más, de que si dejas tu trabajo a un lado un tiempo, no pasa nada”. “Somos padres responsables y asumimos la paternidad desde el corazón, no por obligación”, zanja Bruno.
El problema, para Bacete, es que “muchos queremos estar más presentes, pero el trabajo no nos deja”. Por ello, todos los consultados para este reportaje abogan por medidas de conciliación y, en particular, por los permisos paternales iguales e intransferibles para madres y padres. “Con permisos intransferibles, en cinco años España sería totalmente distinta. Se generaría así un cambio en los ámbitos laboral y mental”, opina Bacete. Inés Alberdi coincide y señala el acuerdo sobre el tema en el ya fallido pacto de investidura entre PSOE y Ciudadanos, en el que se contemplaba aumentar de 18 a 26 semanas el permiso de m/paternidad, con ocho semanas intransferibles para cada uno de los progenitores, más 10 a repartir libremente. “Implica un planteamiento igualitario que repercutiría en las empresas, que ya no temerían contratar a una mujer por que vaya a tener hijos”. José Ignacio Torreblanca, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations, escribió en EL PAÍS que el permiso de paternidad intransferible “haría más por acabar con el machismo que cientos de campañas de concienciación. Es la última modernización que le falta a nuestro país”.
Menos violencia, más felicidad
Además de esto, Bacete señala otras ventajas de una mayor implicación paterna. “Hay evidencia de que los padres que han disfrutado de un permiso de paternidad o excedencia para el cuidado de los hijos son menos violentos. Cambia la identidad masculina, contribuye a domesticar las emociones, aumenta la empatía”. Destaca el informe Panorama de los padres en el mundo, de Men Care, que cita estudios que sostienen que “una distribución más equitativa de los cuidados está asociada con una reducción en los índices de violencia contra los hijos e hijas”. Asimismo, recoge el documento que “la intervención de los padres se ha relacionado con un aumento del desarrollo cognoscitivo y del rendimiento académico, mejor salud mental de los niños y niñas, así como con tasas de delincuencia más bajas entre los hijos varones”, además de contribuir a una mayor igualdad. “Los niños aprenden por imitación. Si desde pequeños ven que papá les cuida y se implica en las taras del hogar igual que mamá, cuando sean mayores no concebirán otra manera de hacerlo”, afirma Madinaveitia . Finalmente, algunos estudios mencionados en el texto señalan que los padres implicados “viven más, padecen menos problemas de salud mental o física, tienen menos tendencia a abusar de las drogas, son más productivos en sus trabajos y dicen sentirse más felices”.
“Se tiende a pensar: ‘Pobrecito el niño, que su madre se va a trabajar’. ¿Y por qué no cuando es el padre el que se va?”, se pregunta Alberdi.
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