Palabras Finales
01/09/2015
La verdad es que este año me he estado resistiendo bastante a escribir unas palabras, cuando llega este momento tengo la sensación de haber dicho demasiadas cosas, y es como que el corazón pide también descanso y silencio para poder hacer balance de lo vivido. En cierto modo es un momento de cierre de una etapa para todos los que formamos este equipo, también para vosotros. Y un momento de discernimiento y elección, para quedarse con lo que realmente ha merecido la pena que es el agradecimiento por la vida compartida, las experiencias, la confianza, los aprendizajes, lo que nos ha puesto en camino de ser mejores personas… Y dejar marchar lo que supone un peso o un lastre en el pensamiento y en el corazón.
Durante casi dos años habéis formado parte de nuestras vidas, más incluso de lo que os imagináis, y aunque no hemos llegado a alcanzar ese “sé perfecto para mí” que a veces llevamos como demanda los que nos dedicamos a esta profesión, recuerdo cuando empezasteis y os miro hoy, y me digo: “bueno, creo que algo sí que hemos hecho bien”.
Ahora nuestra elección, la vuestra, puede ser abonarse a la cofradía del Santo Reproche (que decía Sabina) por las expectativas no satisfechas, o bailar juntos el “amigos para siempre” mientras celebramos lo que encontramos.
Estos dos cursos de arduo trabajo os han aportado sin duda un montón de conocimientos y deseos de seguir formándoos en muchas más cosas, ¡y os animo a ello, todas y todos sabemos del valor de la formación! Y al mismo tiempo que os animo, os prevengo de un peligro al que todos estamos expuestos, y es el del consumismo, sin necesidad de que llegue a ser compulsivo: acumular diplomas, cursos, libros, teorías, experiencias… A veces buscamos fuera lo que ya llevamos dentro, y nos olvidamos de que ser un buen profesional de la terapia no lo hace una buena librería, o los títulos colgados en la pared, sino saber qué y cómo hacer con los recursos que tenemos y saber elegir lo que mejor puede complementarnos.
Y ya que la espiritualidad ha reivindicado con fuerza su papel dentro de la psicoterapia y del counselling, traigo a la memoria unas palabras de Pablo de Tarso a los corintios, que nos recuerdan dónde está el verdadero valor de las cosas:
“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera una fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy.
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha”.
Y si nos hubiese escrito a nosotras, a nosotros, posiblemente añadiría: “podéis tener pacientes haciendo cola, dar talleres y conferencias sobre vuestros innovadores métodos de trabajo, escribir artículos que busquen inspirar a generaciones, si lo hacéis sin amor ¿en qué afectará de verdad a vuestra vida y a las de quienes os confíen la suya?”
Este amor del que también hemos hablado sólo puede nacer del reconocimiento y de la aceptación humilde de nuestra propia verdad. Digo humilde casi con temor, porque parece un concepto que ya no se lleva, y acaso ¿puede haber una sana autoestima sin humildad?
Reivindico la humildad del terapeuta como una manera de ser y de relacionarse con el mundo, a la que sólo llegan los que han desarrollado una sana conciencia de sus propios límites y posibilidades, y obran en consecuencia.
Mi teoría es que todos los superhéroes empiezan a serlo precisamente cuando se encuentran y aceptan su propia vulnerabilidad, sólo entonces están en disposición de poder desarrollar su misión con autenticidad y empatía, sin necesidad de ser salvadores de nadie.
Traigo de la mano de Jung a Quirón como arquetipo del sanador herido:
Quirón, un hijo no deseado, gestado en el engaño y rechazado por su propia madre, crece bajo el cuidado de unos padres adoptivos. Herido accidentalmente después por una flecha envenenada de su amigo Hércules y siendo inmortal, se ve condenado a un dolor eterno: cualquiera hubiera esperado que se convirtiese en un ser amargado y triste.
Y sin embargo Quirón, en vez de dedicar su tiempo y energía a lamentarse o dirigir su dolor y rabia a los demás, eligió aprender de su experiencia y se encontró con el arte de curar. La aceptación de su propia herida le permitió comprender y ofrecer el espacio adecuado para que el otro pudiera mostrarse en su vergüenza, en su miedo, su culpa, su dolor, su tormento, su pena… y en este acompañar encontró sentido y consuelo a su dolor.
Quirón acogió la realidad de su vida y se dedicó a un proyecto con sentido.
Acojamos nosotras, nosotros la nuestra y démosle sentido y, desde aquí, construyamos nuestro sueño de ser psicoterapeutas o counsellors. Y para esto Joan Manuel Serrat nos ofrece unas sugerencias finales, que no consejos:
Para construir un bello sueño lo primero es estar despierto, mano firme para sostener las bridas y hacerse un proyecto a medida teniendo en cuenta que todo encoge. Materiales de primera. Anchos y profundos los cimientos, a prueba de malentendidos, compromisos, intereses y accidentes. Orientado al sur y protegido de los vientos. Nada cura las heridas como un bello sueño. ¿Quién no arriesga la vida por un bello sueño? ¿Qué sería de nosotros sin un bello sueño? ¿Qué haríamos del día y de la noche? Para construir un bello sueño hay que dedicarse plenamente a él y estar pendiente en todo momento de si ríe, si duerme, si llora como si fuese un recién nacido. Y por el bien de la empresa es indispensable estar enterado de que al final de la proeza será una sorpresa su resultado. Hay un buen trecho entre los sueños y la realidad.
Para construir un bello sueño es preciso, además, ser lo bastante espabilado –cuando se da vuelta la fortuna– para salir de entre las ruinas y hacer otro inmediatamente.
Pues nada más compañeras, compañeros, vayamos a construir nuestros sueños.
El consumismo de títulos y el hacer con los propios recursos, es lo que necesitaba justo hoy, Carmen. Muchas gracias. Un abrazo