El coleccionista de noes.
01/04/2014
Existe una realidad externa, pero no tenemos medio de que se nos revele de modo directo y total, y así cada persona, en base a lo que ha vivido, elabora su peculiar imagen de la realidad.
George Kelly
La baja frecuencia de relaciones eróticas o la pérdida del interés erótico, por ausencia o disminución del deseo, es uno de los desajustes más comunes en las consultas de los profesionales de la sexología y además, uno de los fantasmas más temidos en los dormitorios de las parejas, que rápidamente es traducido como una prueba de desamor o desinterés por el otro.
A nivel erótico, el deseo es el componente motivador de la actividad, la búsqueda, el interés y la curiosidad, es la estimulación para iniciar o querer estar en una relación erótica, sea del tipo que sea. Hace referencia a aquellas sensaciones subjetivas específicas que nos mueven bien a buscar o bien a mostrarnos receptivos. Es vivido como una experiencia y es expresado a través de la necesidad de relacionarnos eróticamente. Asimismo, irá variando y construyéndose a lo largo de nuestra vida junto a nuestro devenir diario. La búsqueda de experiencias eróticas dependerá de la valoración que cada uno hacemos de nuestras biografía, de cómo nos sentimos, vivimos y percibimos como sujetos sexuados. Qué, cuánto, cómo y cuándo dependerán de la historia particular de cada persona, de sus experiencias pasadas y presentes.
El origen de la pérdida del deseo erótico, tendrá más que ver con causas psicológicas como el estrés, la depresión, la vivencia de nuestras experiencias; con físicas como la ingesta de determinados medicamentos y enfermedades; con sociales como la acumulación de obligaciones, una educación demasiado prohibitiva sobre la sexualidad; con dificultades relacionales como la falta de comunicación en pareja; o con el simple paso del tiempo, que con el desamor o el desafecto. Sin embargo, una y otra vez, cuando la falta de deseo aparece en la vida de una pareja, el no deseado sentirá que le han dejado de querer y que ya no es suficiente para el que ha dejado de desear.
Frente a un deseo sexual inhibido, nos encontraremos un malestar emocional profundo (el del no deseado) expresado con: “ya no me quiere”, “no le gusto”, “lo hago mal”, “soy el culpable”… que, en muchas ocasiones, y erróneamente no es atendido. Pensamos que si logramos que el no deseante vuelva a demandar interacciones eróticas el malestar desaparecerá; pero no suele ser así. El miembro de la pareja que ha estado coleccionando rechazos, que ha percibido que su feminidad o masculinidad ha sido cuestionada y que además, ha sentido que le han dejado de querer porque no gusta o no sabe hacer, no se sentirá mejor por el hecho de que el otro “ayudado” por un profesional comience a desearle. Habrá que trabajar además de con sus pensamientos, con sus sentimientos. Con esas sensaciones, que a pesar de que el problema ya no existe, me siguen acompañando y parecen estar grabadas en mi interior. Si nos limitamos a atender la demanda relativa al deseo (a la conducta o al pensamiento), estaremos obviando uno de los principios básicos de la sexología: en las relaciones eróticas lo importante no es qué hacemos ni cuánto, sino como lo vivimos.
Según mi experiencia, ante una pareja que acude a un profesional para elevar el deseo, además de modificar la interacción erótica habrá que trabajar con el rechazo, la pérdida, la culpa y la sensación de no ser suficiente de aquel que siente que hay algo en él que ya no vale para el otro y que en ocasiones es una creencia que le acompaña desde siempre.
Ana Adán
Psicóloga- Sexóloga
Número de Colegiada: M-22757
www.tuyopsicologos.com
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