Claves para trabajar el amor, el poder y la alegría en terapia
01/03/2014
Este trabajo pretende contar una historia. La historia de cómo se puede trabajar el Amor, el Poder y la Alegría desde el momento en el que el paciente entra por la puerta de nuestra consulta hasta que la terapia se da por finalizada. Claves a modo de “Decálogo para trabajar el Amor, el Poder y la Alegría. También pretende recordar la aportación de la psicología positiva al trabajo con las emociones desde una perspectiva de crecimiento y búsqueda de la felicidad.
1.- TRABAJAR EL AMOR EL PODER Y LA ALEGRÍA DESDE LA PHI
Desde la Psicología Humanista Integrativa podemos elaborar un itinerario para trabajar el AMOR, PODER y ALEGRÍA que abarca todo el proceso de terapia. Un proceso que yo misma he recorrido como paciente y como terapeuta.
1.1. CREE en el potencial de tu paciente.
Trabajamos el amor, el poder y la alegría desde el primer momento en el que el paciente pisa nuestra consulta y aceptamos su angustia, su necesidad, porque desde ese momento estamos aceptando a la persona, a toda la persona, con su historia, con sus carencias, con sus errores, con sus capacidades, con su potencial de sanación, y la aceptamos como alguien valioso que puede, con ayuda de nuestro acompañamiento y buen hacer terapéutico, llegar a un estado de bienestar coherente con sus propios objetivos de terapia. Devolvemos, desde la primera mirada, confianza y amor hacia su persona.
La fe en el potencial autosanador de la persona nos mueve y guía nuestro acompañamiento. Desde la psicología humanista y en palabras de Carl Rogers: “el ser humano puede, si se le presentan condiciones adecuadas, desarrollarse o actualizarse, ampliar sus capacidades y ser consciente de lo que experimenta a fin de poder autocontrolarse. Pero no se maneja eficazmente lo que no se percibe conscientemente. De ahí la necesidad de ampliar el concepto de sí mismo del cliente, su self, y de incluir en él todo lo que vivencia. Pero no actuando sobre él, sino “acompañándolo” en la experiencia, brindándole las condiciones requeridas y dándole seguridad”.
Desde la primera entrevista le devolveremos al paciente la imagen de que puede ser dueño de su vida y de sus decisiones, de que merece la pena como persona y por lo tanto merece la pena que aprenda a quererse y que tiene potencial suficiente para salir adelante, superar sus dificultades…siendo él o ella el protagonista no sólo de su historia, sino de su proceso terapéutico.
1.2. Crea con él un vínculo personal.
Desde la perspectiva de la PHI estaremos trabajando el amor, el poder y la alegría desde la primera acogida y también en las siguientes sesiones donde nos propondremos construir un vínculo con el paciente. Un vínculo que va a ser crucial en todo el trabajo que realicemos, especialmente en el trabajo con emociones profundas y concretamente con las polaridades miedo/amor, rabia/poder, tristeza/alegría.
Sabemos que para poder trabajar en profundidad, el paciente necesita ser aceptado por un psicoterapeuta que sea estable, fidedigno y protector, para que el paciente se permita sentirse validado, confirmado e importante dentro de la relación. El que como psicoterapeutas le transmitamos “tus necesidades son normales y aceptables para mí”, implica una total aceptación, protección y estima incondicional.
Como base y soporte de la Relación Terapéutica estará el Amor, que fluye en ambos sentidos: terapeuta-paciente, paciente-terapeuta. Y esto permite al paciente sentirse lo suficientemente seguro, para poder enfrentarse a sus miedos más profundos. Este Amor es real, incondicional y viene de una relación de incorporación terapéutica, por lo que podrá ser asumido rellenando las carencias afectivas de la infancia.
1.3. Ofrécele un nuevo apego que sea significativo.
Considerando la teoría de apego de Bowlby, la primera relación que tenemos con nuestra madre o sustituta, va ser un modelo de la manera que vamos a tener de relacionarnos afectivamente con el otro. Nuestras relaciones interpersonales y con nosotros mismos, están influenciadas por nuestro modelo de apego. Si el apego no ha sido seguro, las personas van a desarrollar dificultades en la relación consigo mismas, con los demás y con el mundo.
La teoría del apego, en realidad es una teoría del ciclo vital, puesto que afecta a toda nuestra vida. Trabajar por establecer un nuevo apego terapeuta/paciente, aprovechando la relación vertical/parental que se establece puede permitirnos un marco maravilloso para que la persona recupere la confianza en sí misma y desarrolle una nueva capacidad para mejorar esas relaciones consigo misma y con los demás.
La experiencia de la terapia puede cambiar el modelo de apegoa través del vínculo entre paciente-terapeuta. Se restablece un nuevo modelo de relación. El amor y la aceptación incondicional en la terapia se convierten en camino de sanación donde el paciente incorpora la capacidad de quererse y aceptarse.
Teniendo en cuenta la teoría evolutiva dePamela Levin-Landheer (1982), en cada etapa de la vida del individuo existen unas necesidades básicas, unas atenciones requeridas por la persona, unas capacidades y los mensajes de afirmación que la persona necesita recibir en cada una y que contribuyen a que cada etapa se supere con éxito.
En cada momento evolutivo se experimenta y construye un poder que es el que da título a cada una de las etapas.
Si desde el apego seguro que se establece con el terapeuta y por medio del trabajo terapéutico vamos avanzando en el reconocimiento y satisfacción de estas necesidades, estamos trabajando en el Amor de la persona hacia sí misma y hacia los demás y en la posibilidad de que la persona vaya adquiriendo capacidades (poder) que le permitan ser dueña de sí misma y de sus decisiones y acciones.
El vínculo y/o nuevo apego va a permitir que el paciente pueda enfrentarse al miedo e incorporar amor, va a permitir que supere todos los tabúes y resistencias a expresar su rabia contenida y que pueda empezar a sentirse con poder personal, va a permitir que los mecanismos que bloquean la expresión de la tristeza se desvanezcan poco a poco para poder expresarla en libertad permitiendo que la alegría empiece a tener su sitio en su vida.
1.4. Trabaja la reparentalización y autoreparentalización
Si el parentamiento del paciente ha sido inadecuado, en el contexto terapéutico vamos a encontrarnos con situaciones regresivas en la que la persona vuelve al estado del yo Niño y el terapeuta desde su acción directa puede ayudar a crear un nuevo estado del yo Padre saludable, que le transmita mensajes “OK” al niño y le ponga límites adecuados. La persona en ese estado del yo puede a su vez incorporar nuevos permisos que le permitan expresarse, ser ella misma y redecidir sobre su vida sin la influencia de las primeras decisiones o decisiones tempranas, fruto de ese parentamiento negativo. Según mi opinión y mi experiencia y sin desmerecer a otros modelos de intervención es el más importante para trabajar precisamente las emociones de las que nos ocupamos.
Merece un capítulo especial en el trabajo con el Amor/Poder/Alegría el autoreparentamiento donde la persona desde su estado del yo adulto puede incorporar conductas de autocuidado y autoprotección e incorporarlas en su estado del yo padre. Me voy a permitir compartir un ejercicio de cuidado de mi niña que puede ser un ejemplo de autoreparentamiento:
“Mi niña necesita caricias. Después de una ducha serena donde imagino que millones de minúsculas manos hechas gotas acarician cada poro de mi piel y la abrazan y la estimulan con su suave y cálido contacto, me imagino con unos meses de vida y empiezo a dar crema por todo mi cuerpo. Y en mi rostro ya apenas joven, mis manos aterrizan despacio tocando ligeramente las mejillas sonrosadas por el contacto y me imagino niña. Cierro los ojos y me trasporto lejos cuando el amor se sentía e incorporaba por el contacto y me veo apenas un bebé disfrutando de la tenue protección de mi mano. Recorro mi frente despacio, mis ojos…me miro al espejo…veo mis “… años” y me vuelvo hacia atrás tan lejos como la memoria de mi piel permite y continuo el paseo por mi rostro recreándome en cada curva, en cada rasgo, jugando con el tiempo.
Disfruto del tiempo que me dedico y respiro en profundidad concediéndome el momento, regalándome la parsimonia y la concentración en mi cuerpo. Recorro mis hombros y brazos y viajo de nuevo a mi ser más pequeño apretando mis bracitos regordetes, mis muslos regordetes, mi tripita. Y sale de mí un profundo suspiro y una lágrima serena que resbala por mi mejilla infantil y acaba en mi moflete maduro, ahora suave por la crema.
Mi niña que comenzó triste está ahora tranquila. Me pide fiesta, acallo la voz de mi madre crítica recordándome todo lo que tengo que hacer, y me pongo a bailar al ritmo de la música. Cierro los ojos. Me permito sentirlo y disfrutarlo.
Me miro al espejo, me sonrío mirando a través de mis ojos, a través del espacio, a través del tiempo y me lanzo un beso que hoy… en este instante me sale del corazón.”
1.5. Trabaja con su niño, con su padre sin olvidar al adulto.
Ya hemos mencionado en el apartado anterior la importancia del trabajo con los estados del yo aportados por el Análisis Transaccional, especialmente con el estado del yo Niño. Es necesario trabajar con todos ellos para conseguir que la persona sane, incorpore amor, capacidad para enfrentarse con su realidad con poder y dominio de sí.
En la terapia, el niño del paciente puede recibir amor aquí y ahora y al mismo tiempo sanar las heridas antiguas que sus experiencias traumáticas tempranas provocó en su ser y en su modo de entender y enfrentar la vida.
Cuando la terapia está finalizando se presupone que el paciente habrá tomado nuevas decisiones, recibido un nuevo reparentamiento, construido un nuevo estado del yo Niño.
Trabajaremos con el estado Padre del cliente para ayudarle a incorporar un Padre nutritivo que cumpla una función de cuidado y protección, reconociendo y cambiando los introyectos y formas de trato negativas que ha incorporado desde su infancia.
El objetivo final en el AT es llegar a la autonomía del Adulto y que sea desde este estado donde la persona pueda decidir cómo relacionarse consigo misma, con los demás y con el mundo eligiendo el estado del yo que crea adecuado y constructivo.
Nos centraremos en el Niño, sin olvidar el trabajo con el estado del yo Padre del paciente para llegar finalmente a la autonomía del Adulto.
1.6. Entiende bien la polaridad emocional.
Dentro de la formación impartida por el Instituto Galene y la Psicología Humanista Integrativa podemos clasificar las emociones a partir de dos niveles: emociones básicas y emociones profundas.
Se parte de la idea de que el bebé, como ser vivo, tiene una pulsión prioritaria buscando la supervivencia. Todo lo que asegura la supervivencia, el niño lo percibe como agradable o placer y todo lo que pone en peligro su supervivencia, lo percibe como desagradable o displacer. El primer grupo de percepción vamos a asociarlo con el Amor parental, con la emoción que asegura la supervivencia, esto es con el AMOR de la madre, padre o sustituto que le aporta lo necesario para sobrevivir. Todo lo que indique falta de AMOR será percibido como riesgo o miedo a perder el AMOR parental, y lo vamos a llamar MIEDO EXISTENCIAL.
Cuando exista una circunstancia de displacer en la vida del bebé (hambre, esté solo, etc.) el bebé lo experimenta como Miedo a perder el Amor de mamá. Si la madre acude ante el llanto del niño y atiende al bebé su necesidad queda satisfecha y vuelve a experimentar el Amor.
Las vivencias de Miedo se van acumulando, pero no tienen importancia a no ser que sean muy profundas o muy repetitivas. En este caso se crea un conflicto que queda ahí tapado por los propios mecanismos defensivos del niño y que podría aparecer ante la saturación o fracaso de éstos.
De la vivencia del AMOR PARENTAL llegarán otras emociones básicas positivas que son la Alegría, el Amor Horizontal (a sus amigos, objetos y demás relaciones horizontales) y el Poder (sentirse capaz), mientras que de la órbita del MIEDO EXISTENCIAL, llegarán la Tristeza, el Miedo Lógico (miedo al peligro real) y la Rabia.
Polaridad:
Vamos a hablar de seis emociones básicas emparejadas dos a dos. En el contexto de la polaridad entendemos que cuando trabajamos o expresamos adecuadamente una emoción, al estar relacionadas afectará al sentir de las otras.
Alegría Tristeza
Amor horizontal Miedo lógico
Poder Rabia
A estas seis unimos las dos emociones profundas, AMOR parental – MIEDO existencial.
Así cuando sentimos y expresamos alegría, nuestra tristeza disminuye o incluso desaparece, y si lloramos nuestra tristeza, tras la paz que nos queda puede brotar la alegría. Cuando expresamos de forma sana nuestra rabia, lo que sentiremos, además de que ésta desaparece, es empoderamiento, más capaces de realizar lo que nos proponemos, al igual que cuando recibimos AMOR nuestro Miedo disminuye y nos sentimos seguros y protegidos.
Sabemos que la expresión de las tres emociones básicas negativas y el trabajo profundo con ellas van a propiciar que podamos experimentar las tres emociones positivas que nos ocupan y a su vez el crecimiento personal que conlleva, pero no me voy a parar a definirlas y me voy a centrar en la definición del Amor, del Poder y la Alegría.
AMOR
El Amor es la emoción que nos da la vida, que nos sujeta a ella, que nos une a nosotros mismos, a nuestros padres, hermanos, amigos, familia, a nuestros hijos y descendientes; es el elemento energético que funciona en conexión a todo lo que nos rodea.
Distinguimos dos tipos de amor:
- El AMOR parental que es el que los padres dan a los hijos, el amor que nos trae a este mundo y que nos mantiene vivos. El que se incorpora de los padres a los hijos y permite que estos crezcan, se desarrollen y evolucionen; ese amor que nos permite ir completando el desarrollo y presentarnos a la vida. VIVIR. Un Amor incondicional que permite a la persona sentirse querida por ser ella misma, ir construyendo su propia autoestima, autoconcepto y autoaceptación. Permite que el niño y después el adulto afronte su existencia con seguridad, protegido de los miedos.
- El otro tipo es el Amor horizontal, que será el amor a uno mismo, a los hermanos, amigos, parejas, objetivos, a las cosas, objetos, mascotas, naturaleza, etc. Este amor nos hace movernos y evolucionar. Es una energía que nos estimula y nos acerca a los demás
El amor da lugar a conductas que llevan al acercamiento y favorecen la intimidad. Nos sirve para mostrar la afinidad emocional a otras personas, mostrándolo a través de caricias, de protección, de apoyo. La necesidad de expresar amor es un componente importante de las relaciones.
PODER
Es la emoción que nos permite sentirnos capaces de lograr lo que queremos. Cuando contactamos con esta emoción conectamos con nuestra fuerza y capacidad personal, esto ayuda a aumentar la autoestima y proporciona la fuerza necesaria para poner en práctica nuestros proyectos.
Una manera de potenciar en el otro la emoción de poder es expresarle que tanto su conducta como su manera de pensar o sus sentimientos son adecuados y buenos. Ayudarle a reconocerse como valioso e importante. La aprobación y el reconocimiento son instrumentos muy efectivos para que las personas se sientan capaces de conseguir sus metas personales y experimenten el poder necesario para hacerlo.
ALEGRÍA
La alegría es la emoción relacionada con la sensación de satisfacción del aquí yahora. Contactamos con ella cuando nos ocurren acontecimientos positivos, cuando logramos alguna meta que nos habíamos propuesto o tenemos una sensación placentera. Se produce en situaciones que nos confirman nuestro valor como personas. Hay muchos motivos para vivir esta emoción pero especialmente valiosos son los relacionados con los acontecimientos que confirman el concepto de auto-valía de la persona, ya que tiene que ver con su autoestima.
La expresión de la alegría es la risa. La risa sana es saludable, activa la producción de endorfinas, libera tensiones… en definitiva tiene un efecto muy positivo sobre nosotros.
1.7. Maneja técnicas, ejercicios para el trabajo emocional
En muchos momentos de nuestro trabajo terapéutico trabajaremos de manera explícita las emociones. Tanto las negativas: miedo, rabia, tristeza, como las positivas: amor, poder y alegría. Nuestra sala de trabajo tendrá que estar preparada para poder gritar o dar golpes, sin que se escuchen fuera por protección de los pacientes.
Podremos trabajarlas en sesión individual, o en sesión grupal, si es que trabajamos terapia de grupo. Debemos utilizar materiales adecuados, que permitan la expresión emocional y protejan al paciente de manera que no pueda hacerse ningún daño: colchonetas, futones, cojines… y evitar que nosotros o nuestros pacientes llevemos nada que pueda dañarnos: pendientes, relojes, etc.
Existen múltiples técnicas para trabajar el miedo, la rabia y la tristeza: trabajo con el bate, “rompiendo un dibujo”, golpeando una foto, “pushing”, “imaginar o visualizar”, “ejercicio físico”, “la losa”, “silla vacía”, “patadas bocarriba”…etc. Menciono sólo algunas de ellas para detenerme en alguna que trabaje explícitamente el amor, el poder y la alegría.
Amor: “Reconfortamiento”: es la transmisión del amor incondicional del terapeuta o compañero de grupo, dentro del espacio de terapia, a través del contacto físico. Puede consistir desde una mano en la espalda hasta un abrazo profundo. Permite la incorporación de ese amor por parte del paciente. El reconfortamiento forma parte de casi todos los trabajos emocionales, y se recibe después de terminar la expresión emocional primaria. Permite asegurarse el amor parental, incorporar nuevos permisos y validar la expresión emocional y a la propia persona. “Lista de actividades de autocuidado”: se propone al paciente que elabore una lista de actividades que impliquen la protección a uno mismo y el cuidado personal a todos los niveles, especificando cuándo, cómo y con qué frecuencia vamos a realizarlas.
Poder: podemos mencionar varios ejercicios, por ejemplo “el bate” donde el paciente golpeará con el bate un cojín pero con el objetivo de conectar con su propia potencia y poder, por lo que se le indicará que diga “YO” mientras batea o palabras que le hagan conectar con su fuerza, con su energía y capacidad de enfrentarse a la vida… y “el trabajo de pelvis” que consiste en que el paciente se sitúe de pie o de rodillas con los brazos y manos agarrados a la cintura y que bascule la pelvis repetidamente, acompañando la respiración y gritando mensajes de autoafirmación personal: “yo valgo” “puedo” “soy”, etc.
Alegría:Trabajar con el niño libre del paciente, siendo espontáneos, risueños, bromistas…permitiendo la expresión libre de la alegría y participando de ella desde nuestro propio niño libre. Facilitar al paciente permisos para ser y mostrarse alegre y feliz. Potenciar un entorno donde se puedan saborear los logros, descubrimientos, avances personales.
1.8. Entiende bien el ritmo, el proceso, la historia.
Para trabajar cualquier emoción es importante respetar el ritmo del paciente, su ritmo de crecimiento, de incorporación de los cambios, de apertura, sus resistencias, que por algo están presentes, su necesidad personal de expresarlas o de protegerse. Es necesario dejar que él marque el paso, tome sus propias decisiones y que nos permita acompañar ese paso estando siempre dispuestos a estimular, confrontar, reforzar, indagar… hacer lo necesario para que el paciente se encuentre a sí mismo, cumpla sus objetivos de terapia, aprenda a amarse y asuma la responsabilidad de su vida con fuerza, capacidad y confianza en sí mismo.
Cada paciente es único. Nunca hay dos historias iguales. Aunque haya variables comunes en todos los procesos, el paciente es el que lidera la aventura terapéutica. Su historia nos ayudará a situarle en su propio contexto, aprender a caminar a su ritmo nos permitirá formar parte de su nuevo contexto y permitir que el proceso que estamos describiendo transcurra de manera exitosa.
1.9. Ayuda a sanar, potencia lo sano.
Sólo unas palabras para este apartado. Los anteriores puntos describen cómo trabajar el amor, el poder y la alegría desde la perspectiva de las heridas de nuestros pacientes. Todo el proceso terapéutico es sanador en sí mismo si lo entendemos de esta manera. Pero no nos podemos olvidar de la dimensión positiva del ser humano. Debemos recordar que las personas poseen una capacidad infinita para crecer, para superarse, para mejorarse y una vez sanadas las heridas…podemos apostar por potenciar lo sano.
Potenciar el amor que la persona siente por sí misma, por su vida, por el mundo… Potenciar la fuerza innata que cada ser humano posee dentro de sí, capacitándole para ser libre, para elegir vivir sus valores, para buscar el sentido de su vida. Potenciar la capacidad de disfrute que cada persona posee, desarrollando la consciencia de cada aspecto positivo que la constituye…mostrándole cómo saborear su existencia, sus opciones, lo que posee, lo que ama… Y esto también se puede hacer desde el acompañamiento terapéutico.
Merece un capítulo aparte en este sentido la referencia a la psicología positiva.
1.10. ¡Quiérete, sé capaz y…disfrútalo!
Un terapeuta que se trabaja, que se ocupa de sí mismo, que se deja supervisar, que cuida de aumentar su propio amor, su propio poder personal y su manera de vivir y de manifestar su alegría por hacerlo, será un terapeuta sano y libre que estará disponible para acompañar.
En mi experiencia los mejores terapeutas o psicoterapeutas son aquellos que gozan con su trabajo, con el privilegio de acompañar y de acoger la intimidad de otro ser humano y lo hacen siendo conscientes de que son meros instrumentos. Se experimentan frágiles e inmersos en su propia aventura de crecimiento personal. Se implican e implican sus afectos, sus capacidades, sus habilidades para la terapia. Dejan que la intuición fluya, junto a lo mejor de lo que SON, desde la más sencilla autenticidad.
2.- PSICOLOGÍA POSITIVA Y EL TRABAJO CON EMOCIONES POSITIVAS
Martín Seligman es el creador de la psicología positiva. Este autor busca la práctica de una psicología que se dedique a promover, a prevenir desmarcándose de lo que existía hasta el momento: el único tratamiento de lo patológico, de lo enfermo… de la enfermedad.
Seligman mantiene que los mejores terapeutas no sólo curan los daños, sino que ayudan a la persona a identificar y desarrollar sus fortalezas y virtudes. En este sentido esta psicología se aleja de la visión patológica de la psicoterapia del psicoanálisis y de la teoría cognitivo-conductual para centrarse en la potencialidad del ser humano y su capacidad para ser feliz o lo que es lo mismo vivir una “buena vida”.
2.1. ¿Qué es la psicología positiva?
La psicología positiva es una rama de la psicología que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen en las cualidades y emociones positivas del ser humano.
La psicología positiva brinda estudios bien sustentados sobre la mejora de la calidad de vida, que respaldan cambios posibles y reales.
Se basa en tres pilares: en primer lugar es el estudio de la emoción positiva; el estudio de los rasgos positivos, sobre todo las fortalezas y virtudes, pero también las “habilidades” como la inteligencia y capacidad atlética; y el estudio de las instituciones positivas, como la democracia, las familias unidas… que sustentan las virtudes y a su vez sostienen las emociones positivas.
2.2. Algunas nociones sobre las emociones positivas
Seligman afirma que las emociones positivas pueden centrarse en el pasado, en el presente o en el futuro. Entre las emociones positivas frente al futuro cabe citar el optimismo, la esperanza, la fe y la confianza. Las relacionadas con el presente son la alegría, el éxtasis, la tranquilidad, el entusiasmo, la euforia, el placer y la fluidez. Las emociones positivas sobre el pasado incluyen la satisfacción, la complacencia, la realización personal, el orgullo y la serenidad.
El pasado. Existen dos maneras de situar nuestros sentimientos sobre el pasado y sobre nuestras experiencias e historia personal en la región de la felicidad y la satisfacción. La gratitud que aumenta el disfrute y la valoración de los buenos momentos pasados y la reescritura de la historia mediante el perdón que reduce el efecto deprimente de los sucesos negativos, y de hecho puede transformar los malos recuerdos en buenos.
Las emociones positivas sobre el futuro incluyen la esperanza y el optimismo. Para aumentar éstas existe un método que consiste en detectar y luego rebatir los pensamientos pesimistas. Es el método ACCRE que consiste en ante la Adversidad, detectar las Creencias o ideas previas que emergen automáticamente en presencia de los acontecimientos negativos, reconocer las Consecuencias habituales de dichas ideas previas, Rebatir la creencia rutinaria y abrirse a la Revitalización que se produce cuando se refuta con Éxito.
La felicidad en el presente abarca dos aspectos muy diferentes: los placeres y las gratificaciones. Los placeres tienen un alto componente sensorial y emocional, son efímeros e implican muy poco pensamiento. Las gratificaciones nos involucran por completo; quedamos inmersos y absortos en ellas y perdemos la conciencia propia. Duran más que los placeres, implican más pensamientos e interpretación y nuestras fortalezas y virtudes las refuerzan.
Los placeres pueden ser corporales, que son los relacionados con los órganos sensoriales y superiores que requieren más recursos cognitivos y son más variados que los corporales. Por ejemplo: la dicha, el éxtasis, la euforia, el goce, la vivacidad, la alegría, el buen humor, el entusiasmo…
Para mejorar e intensificar los placeres y ayudar a incrementar la felicidad hay que evitar la habituación y saber espaciarlos en el tiempo, aprender a saborearlos y disfrutarlos (se sugiere para ello compartir con otras personas, guardarlo en la memoria, usar el autoelogio, agudizar la propia percepción y practicar el ensimismamiento) y solazarse, agradecer, maravillarse y deleitarse.
Las gratificacionesnos permiten centrarnos en el “fluir” (estado en el que el tiempo se detiene y uno se siente a gusto). Son el resultado de nuestras fortalezas personales, se obtienen mediante el esfuerzo y son actividades que nos gusta realizar, que nos atrapan y nos involucran por completo.
2.3. Virtudes y fortalezas: la felicidad o la buena vida
La felicidad, la “buena vida” se basa de alguna manera en pensar que nuestra vida es “auténtica” y esto implica el acto de obtener gratificación y emociones positivas gracias al desarrollo de las fortalezas características personales, que son las vías naturales y duraderas hacia la satisfacción.
Se distinguen 6 virtudes comúnmente valoradas en la mayoría de culturas, sistemas filosóficos y diversas religiones y son: sabiduría y conocimiento, valor, amor y humanidad, justicia, templanza y espiritualidad y trascendencia.
La vías mediante las que llegamos a las virtudes son las fortalezas. Las fortalezas son rasgos morales que se pueden adquirir y elegir. Ejercitar las fortalezas depende de nuestras propias decisiones. Una fortaleza es una característica psicológica que se presenta en situaciones distintas y a lo largo del tiempo; es valorada por derecho propio más allá de los beneficios que pueden aportar. Poner en práctica una fortaleza provoca emociones positivas auténticas en quien realiza la acción: orgullo, satisfacción, júbilo, realización personal. Por último diremos que las fortalezas son ubicuas, es decir, prácticamente universales y valoradas en todas las culturas del mundo.
Distinguen 24 fortalezas correspondientes a cada una de las virtudes antes expuestas:
– Sabiduría y conocimiento: Curiosidad/interés por el mundo, amor por el conocimiento, juicio/pensamiento crítico/ mentalidad abierta, ingenio/originalidad/inteligencia práctica/perspicacia, Inteligencia social/inteligencia personal/inteligencia emocional y por último perspectiva.
-Valor: valor y valentía, perseverancia /laboriosidad/ diligencia, integridad/autenticidad/honestidad.
-Humanidad y amor: bondad y generosidad, amar y dejarse amar, civismo/deber/trabajo en equipo/lealtad, imparcialidad y equidad, liderazgo.
– Templanza: autocontrol, prudencia/discreción/cautela, humildad y modestia.
– Trascendencia: disfrute de la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza/optimismo/ previsión, espiritualidad/propósito/fe/religiosidad, perdón y clemencia, picardía y sentido del humor, brío/pasión/entusiasmo.
Una fórmula para garantizar la buena vida que se puede aplicar desde la terapia positiva sería fomentar el uso diario de las fortalezas características de la persona, en la mayor parte de los ámbitos de la vida para conseguir gratificaciones abundantes y alcanzar la verdadera felicidad.
El Amor, el Poder y la Alegría, forman parte de alguna de estas fortalezas. El reto para la terapia positiva sería ayudar al paciente a profundizar en su autoconocimiento personal, trabajar las emociones positivas del pasado, del presente y del futuro y fomentar sus fortalezas características buscando la manera práctica de ejercitarlas.
3.- CONCLUSIONES Y EXPERIENCIA PERSONAL
Podemos trabajar el Amor, el Poder y la Alegría en cada momento de la terapia, desde que el paciente acude a la primera sesión, hasta el momento en el que decidimos que se han cumplido los objetivos de su terapia, pasando por todos los pasos de ese proceso. Cada momento, cada intervención del terapeuta, nos da una oportunidad. He intentado sintetizar algunos aspectos que considero más importantes para trabajar el amor, el poder y la alegría describiendo esos 10 pasos a modo de claves (decálogo) para hacerlo más didáctico o atractivo.
El paciente viene a terapia con un estado de necesidad, de angustia o de malestar, busca nuestra ayuda y nosotros le validamos y le reconocemos valioso desde el primer momento, creamos un vinculo precioso, profundo, desde el amor y el respeto, que es la base segura que va a permitir que el cliente confíe, se enfrente, exprese su miedo, su rabia, su tristeza, busque nuevos caminos … y desde ese vínculo o a partir de él proveemos al paciente de un nuevo apego seguro que se basa en el más puro amor incondicional. Con ese nuevo apego, en el trabajo con su Niño y desde una reparentalización profunda se van a ir sanando viejas heridas, adquiriendo nuevos permisos, eliminando viejas y negativas creencias. Va a aprender a cuidarse, a protegerse, a entenderse, a escucharse. El paciente a su ritmo, desde su propia historia, en compañía del terapeuta, que también se cuida para que su acompañamiento sea de calidad, va adquiriendo amor por sí mismo, por su realidad, por su ser, va adquiriendo la capacidad para tomar las riendas de su vida y poder decidir sobre ella con libertad y autonomía y todo eso desde una íntima satisfacción y alegría.
He vivido este proceso como paciente y como terapeuta.
Me planteo la necesidad de entender la terapia como un acompañamiento personal que no solo trabaja las conductas, los pensamientos y las emociones para devolver el bienestar a quien lo ha perdido, o a quien necesita ayuda en su sufrimiento o en su enfermedad o situación de dolor y dificultad. También como una terapia que busca potenciar las fortalezas de las personas para ayudar a que tengan una vida más plena y más feliz como hace la perspectiva de la psicología positiva.
Mi experiencia como terapeuta ha sido un aprendizaje sobre el amor. Con cada cliente una aventura diferente, una obra de arte distinta. Me he encontrado con personas, edades, necesidades, historias y ritmos de crecimiento muy distintos.
Desde la primera entrevista con mi primer paciente, y así con todos, me ha salido de dentro contemplar a la persona que tenía en frente con infinito cariño y respeto, sabiendo que cada oportunidad de encuentro, de descubrimiento y de acompañamiento era una experiencia única, tan valiosa como la esencia de lo que cada uno somos.
Ha habido ocasiones donde hemos trabajado las emociones de forma explícita, expresado rabia, tristeza, en alguna ocasión también miedo… Reconfortando desde el amor, aceptando desde el amor incondicional. Pero han sido muchas más las veces en las que el amor, el poder y la alegría se han trabajado de otra manera.
Amor: como una acogida incondicional sin juicio, acariciando su esencia profunda con el único objetivo de devolverles una mirada positiva y real de lo que son. Manifestando y expresando en cualquier momento, no sólo en los de más pura necesidad, la disponibilidad y la presencia amorosa en su vida, dando consuelo, sosteniendo, siendo receptáculo de sus retos, dificultades, y también de sus éxitos, elecciones positivas y crecimiento. Estando siempre, incluso o especialmente cuando ellos mismos quieren desertar de su propia vida, reflejando serenidad, confianza, esperanza. Mostrando interés por cada preocupación, reto, búsqueda, confusión y haciéndolo patente a través del compromiso, de la escucha profunda, de la experiencia confrontada y a veces compartida. Mirando a sus ojos de frente, en horizontal, expresando nuestra humanidad y fragilidad y también nuestra decisión de caminar a su lado, en la dirección que ellos quieran tomar. Abrazando su niño, sin apenas utilizar los brazos, también con la palabra, con la sonrisa, con el humor. Siendo cómplice de su adulto sin sentirnos más que nadie, dos adultos en búsqueda. Aceptando su cariño como algo valioso e importante para nosotros, haciéndolos sentir únicos, e irrepetibles.
Poder: cada vez que he podido señalar con mucho orgullo algún avance y nos recreamos, entretenemos y disfrutamos subrayando que es fruto de las buenas decisiones que ellos mismo van tomando. Cuando devolvemos su gratitud ayudándoles a mirar hacia dentro para que puedan descubrir su propia fuerza recién descubierta o re-descubierta y nos reconocemos sólo copartícipes de sus avances y en muchos momentos meros observadores. Cuando tenemos el privilegio de poder mirar más allá y ver sus descuentos y nos volvemos nítidos espejos donde ellos se ven, se miran y se olvidan de descontar-se porque se ven claramente. Cuando ante sus dificultades podemos recordarles su capacidad para cambiar, para ser libres, para poder elegir y acompañamos su camino hacia la autonomía. Cuando resuelven y con una sonrisa podemos acoger su sorpresa y la confirmación de su valía.
Alegría: esta emoción que parece la más difícil de describir, es con la que más he gozado. Hemos trabajado su alegría cada vez que con un cuidado exquisito hemos podido reírnos juntos de las situaciones difíciles, sin permitir que sirviera de escapada. Cuando hemos acogido las pequeñas o grandes satisfacciones que han traído a terapia y nos hemos detenido para disfrutarlas lentamente, sin complejos, con nuestros preciosos niños libres disponibles. Cuando un gozo interno ha asomado a sus ojos al ser conscientes de algo bueno de ellos mismos, o de su vida y nos hemos entretenido en aprender a mirarlo y valorarlo. Evitando tener miedo a la risa, a la sonrisa, a desdramatizar… Acogiendo y amplificando la intima satisfacción al superar una dificultad, o situación o experiencia… Siendo copartícipes de la emoción de sus nuevos proyectos, de sus nuevos retos y el gozo por los retos conseguidos.
Creo que ha sido y espero que siga siendo un viaje maravilloso donde desde el dolor, el crecimiento o los nuevos retos, desde una perspectiva de dificultad, enfermedad o de desarrollo de nuevas potencialidades pueda seguir trabajando el amor, el poder y la alegría en terapia.
Me viene una imagen: todo el proceso de terapia esta entretejido por hilos finísimos y valiosos de trabajo de amor, de poder y de alegría. Vamos tejiendo desde lo profundo, desenredando nudos, rellenando huecos importantes y haciendo un nuevo entramado seguro y duradero basado en el AMOR incondicional. Somos los que podemos enseñar a tejer, pero son nuestros pacientes los que eligen cual será el dibujo final del tapiz, y cuando ya son capaces de ser buenos tejedores autónomos, aprendemos a desaparecer.
Y mi experiencia como paciente merecería una tesina aparte y también sobre el amor, el poder y la alegría. Deseo compartir que sigo tejiendo mi nuevo entramado, que me siento muy acompañada y querida y que esto me ha permitido y me permite enfrentarme a todos mis temores y dificultades. He encontrado sentido a cada aspecto teórico del máster desde mi propia historia, integrada poco a poco, reconocida y aceptada desde el amor. He encontrado fuerza y potencia suficiente para ir trabajando mis emociones, expresando, cambiando creencias por ese amor que he recibido y que empiezo a sentir por mí misma. Gracias al buen hacer de mi terapeuta y a mi propia capacidad y poder.
Me he reencontrado, en un entorno de aceptación incondicional, con mi yo más auténtico, siento que puedo optar en mi vida cada vez con más libertad, seguridad y poder. Me siento cada día más capaz de caminar en esta aventura enfrentándome a mis miedos, superando obstáculos y reescribiendo mi historia.
He sentido una alegría muy profunda con cada descubrimiento, superación, tras la expresión de mi tristeza, al sentir la liberación de superar un duelo, al sentirme querida, acogida, acariciada, confrontada, buscada, esperada. He vivido un gozo profundo tras cada reconfortamiento, tras cada instante de amor sanador incorporado y hecho mío. Y he visto esa alegría amplificada en la mirada de serena o entusiasta aprobación de mi terapeuta, por cada victoria compartida, en cada logro conseguido o en la celebración más pura y simple de lo que soy, o mejor dicho, de quién SOY.
Maravillosa experiencia de sanación y crecimiento, aprendiendo a amarme, a empoderarme y a vivir la alegría con profunda intensidad. Maravillosa experiencia de búsqueda de lo positivo, de celebración de la vida y de refuerzo de todo lo bueno que existe en mi interior.
Bibliografía
LIBROS
CHÍAS, M y ZURITA, J., Emocionarte con los niños. Sevilla: Ed. Desclée De Brouwer, 2009
ROGERS, C. El proceso de convertirse en persona. Madrid: Ed. Paidós, 2000
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ARTICULOS
BRAVO, R. Las emociones en los niños, y cómo acompañarles en su proceso de terapia. Nuevas Aportaciones, Revista Bonding, Abril 2011
CAMÍN CAÑELLAS, L. Cuidado parental en psicoterapia: teoría y práctica, Revista BONDING, Mayo 2011
CAMINO ROCA, J.L, La educación de las emociones: intuición emocional, Revista AESPAT: Análisis Transaccional y Psicología Humanista. Nº 65, 2º Semestre/2011
CAMINO ROCA, J.L y COCA VILA, A., Una teoría de las emociones para el análisis transaccional, Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista, 55, 22-29. (2006)
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CHÍAS, M y ZURITA, J. La importancia del amor en psicoterapia,Revista Bonding, Septiembre 2007
SILVA, M. El vínculo en terapia, Revista Bonding, Marzo 2013
ORTIZ DOMÍNGUEZ, J.L.Psicología positiva: temáticas y técnicas, Publicado en www.monografías.com
Ana Prieto
¡Hola! Me ha encantado el artículo.
Pero en la práctica no entiendo muy bien la relación cliente/psicólogo. Yo soy clienta. Realmente es algo muy delicado.
Yo no llevo muy bien el acercamiento emocional de mi psicólogo. Lo hace de forma sana, no quiero decir que lo haga de forma que lleve a equívoco por mi parte. Lo que ocurre es que yo me siento agradecida y quiero corresponder de alguna manera, y no sé cómo hacerlo porque a veces siento su rechazo y eso hace que me inhiba; y eso es lo que no entiendo: parece que se trata de un «sí pero no» de tu terapeuta hacia tí, y eso no sé yo cómo no es para volverse loco 😊
En fin, que me gustaría entender la finalidad de esa actitud porque no la entiendo. ¿Si uno no puede expresar cariño y gratitud por el psicólogo cómo va a aprender a hacerlo fuera de sesión con otras personas? Y todo esto no sé cómo hablarlo con él, la verdad, sin que pueda ofenderle.
¡Gracias!
Un saludo.
Hola Ana,
en primer lugar gracias por tus palabras. Voy a intentar sintetizar una respuesta a tu comentario, porque podría decir muchas cosas, pero sin conocer más de tu historia y de tu terapeuta es complicado.
Lo primero que se me ocurre desde mi experiencia como cliente y como terapeuta es que es posible que tu terapeuta lleve el ritmo adecuado para que tu incorpores ese amor. Cada persona tenemos una historia de carencias, invasiones, ausencias… y supongo que él conocerá la tuya y actuará en consecuencia. Los terapeutas debemos poner el foco en los clientes en nuestra relación terapéutica, vosotros sois los protagonistas, los verdaderos artífices del cambio, y nuestra tarea es acompañar.
Es posible también que él como persona tenga su propia historia y unos límites que necesite poner en terapia, para que esta sea saludable para tí. Hay expresiones de cariño y de amor que para cada persona significan cosas distintas.
Creo que sería interesante que lo pudieras comentar con él, a veces cuando se contrastan esas preocupaciones dejan de serlo y entendemos las causas. Creo que él no tiene porque sentirse ofendido. Como adulto puede procesar cualquier información y además en mi experiencia los terapeutas también aprendemos mucho de los pacientes.
Espero que te sirva mi respuesta y que te vaya genial en tu proceso.. Ana Prieto