Cuidado parental en Psicoterapia: Teoría y Práctica.
01/05/2012
RESUMEN
El cuidado parental, o parentamiento, se define como el trato que los progenitores ofrecen a sus descendientes. Se manifiesta en todos los comportamientos de protección, cuidado y sustento, tendentes a satisfacer las necesidades de sus hijos, especialmente en las primeras etapas del desarrollo. Este trato parental, compartido por diferentes especies, suscita ciertas preguntas de gran calado para comprender el funcionamiento animal: ¿cómo de determinante es esta regulación parental?, ¿cómo afecta al desarrollo evolutivo de las crías? En humanos los interrogantes no son menos trascendentes: ¿estamos realmente influidos por las experiencias parentales?, ¿qué consecuencias provoca en nosotros, en nuestra personalidad y manera de entender el mundo?, ¿cómo podemos solventar las carencias que arrastramos desde entonces?
Este artículo tratará de responder a todas estas cuestiones, mediante un enfoque integrativo, incorporando las aportaciones realizadas desde la zoología, etología, psicología evolutiva y clínica. Por un lado, se aportarán datos que aclaren porqué el cuidado parental es importante en el desarrollo evolutivo de los hijos. Para ello, se expondrán los principales hallazgos de zoólogos y etólogos, mediante el estudio de las fases sensitivas del desarrollo. Además, de la mano de la teoría del apego del psicólogo John Bolbwy, se expondrá la importancia del desarrollo de un espacio de protección y seguridad como base para el crecimiento humano. Así mismo, se describirán las bases neurobiológicas de la interacción parental temprana, abordadas desde la Neurobiología Interpersonal. En segundo lugar, desde un enfoque clínico, que incorpora distintas corrientes psicológicas como el Psicoanálisis, la Gestalt y el Análisis Transaccional, se abordarán las principales consecuencias de un cuidado parental deficitario en la personalidad del individuo. Finalmente el tercer y último epígrafe del artículo, se centrará en el estudio de las diferentes técnicas psicológicas que promueven la resolución de conflictos parentales tempranos, conocidas como técnicas de reparentamiento.
1. APROXIMACIÓN CIENTÍFICA AL ESTUDIO DEL PARENTAMIENTO
1.1 Una aproximación etológica al estudio del parentamiento[1]
1.1.1 Parentamiento y mundo animal
El concepto de parentamiento hace referencia a “la actividad que realizan los padres para tratar a los hijos”[2]. Este “cuidado parental” en términos biológicos, está presente en la mayoría de las especies animales, con mayor o menor intensidad y alcance temporal, se manifiesta en los comportamientos de cuidado y protección hacia las crías en las primeras etapas del desarrollo, asegurando así una necesidad básica común: la supervivencia. Son los progenitores los que realizan una particular “inversión”, en términos de tiempo, energía y dedicación, para satisfacer las necesidades evolutivas del niño o cría. Esta inversión, variará en función de la mayor o menor capacidad instintiva autónoma de la cría, es decir de su mayor o menor capacidad de adaptación autónoma inicial al medio en el que se desarrolla[3].
Zoólogos y etólogos han realizado importantes investigaciones para determinar qué factores están implicados en el desarrollo evolutivo de las especies animales, aportando así las claves para comprender la importancia del parentamiento en los seres vivos. Parten de una doble perspectiva: la interacción ambiente y genes. Para estos científicos, todo comportamiento se manifiesta a través de mecanismos de activación y terminación, basados en la interrelación de unos estímulos internos (pautas de acción innatas e instintos) y externos (estímulos y situaciones del ambiente).
Darwin se interesó en su obra por el estudio de la evolución del comportamiento animal, dedicando parte de su vida al estudio de los patrones de conducta propios de cada especie. Ésta línea de investigación ha sido desarrollada por alguno de los etólogos más reconocidos del siglo XX. Autores como Tinbergen o Thorpe, descubrieron los complejos patrones de comportamiento exclusivos a diferentes especies de aves e insectos, que se ven influenciados por la interacción progenitor-cría. Los descubrimientos sobre las “Pautas de acción fija” o comportamientos innatos biológicamente heredados, son una de las bases de la teoría etológica. Konrad Lorenz, zoólogo y etólogo premio Nobel de medicina en 1973, describió y descubrió el concepto de impronta. Observó, cómo al nacer, las aves pasan por un periodo crítico en el que el animal muestra un fuerte apego con el primer ser vivo que encuentra al salir del cascarón[4]. Estos patrones de comportamiento se dan en todos los miembros de una especie (son exclusivos de la especie) e incluso bajo condiciones de aislamiento, poniéndose así de manifiesto su carácter hereditario. Sin embargo, estos patrones heredados sólo se darán bajo las condiciones externas necesarias. Se habla así de “desencadenantes sociales”, o estímulos externos que activan la conducta animal (el despliegue de la cola en aves), o que paralizan la acción (supresores sociales), poniéndose así de manifiesto cómo los comportamientos más instintivos son modulados por señales ambientales.
Pero, el impacto del ambiente en la conducta animal heredada va mucho más allá de la simple facilitación, y en el caso de las crías el comportamiento de los padres influirá decisivamente en su posterior desarrollo. Los comportamientos innatos se desarrollan siguiendo unas fases sensitivas en las que las alteraciones en las respuestas parentales juegan un papel esencial, llegando a modificar las pautas de acción o incluso anularlas (Padilla, 1935). Así por ejemplo, si las condiciones ambientales necesarias para que se desarrolle una determinada pauta de acción adaptativa en una cría no están disponibles (por ejemplo la provisión de alimentos por parte de la madre), existen numerosos tipos de mamíferos y aves, en los que tal comportamiento innato esperado (por ejemplo el picoteo del pollito) no se materializará nunca transcurrido el periodo crítico necesario. Además, la intensidad, de estos estímulos externos facilitados por los cuidadores, puede así mismo condicionar la forma en que se materializarán las pautas fijas de acción. Por ejemplo, las ratas que en el periodo de lactancia son sometidas a una severa escasez de alimentos (si la madre por ejemplo no ha logrado conseguir el alimento suficiente) son más tendentes al comportamiento de almacenamiento. En esta línea, el profesor Jonathan Seckl, profesor de medicina molecular en el Endocrinology Unit Centre For Cardiovascular Science del Queen’s Medical Research Institute[5], realizó una experimento, sometiendo a altos niveles de estrés a ratas preñadas, cuyos descendientes tuvieron niveles de estrés cronificados y menor capacidad de planificación. Este experimento supuso una importante fuente de información: no sólo el comportamiento materno directo afecta al desarrollo evolutivo animal, también sus estados internos en etapas prenatales. Desde esta perspectiva, si las respuestas de los cuidadores no son las apropiadas, las crías se verán enfrentadas a diferentes situaciones conflictivas con importantes consecuencias evolutivas. Los experimentos de Seckl, ponen de manifiesto que las dificultades o restricciones parentales enfrentan a un animal a resolver situaciones novedosas o adversas, produciendo en muchos casos, patrones de conducta desadaptativos[6], que podrán legar a las siguientes generaciones.
Los comportamientos hasta aquí referidos, sean aprendidos o heredados convergen en un punto: la finalidad última es la satisfacción de las necesidades útiles para la supervivencia. El trabajo científico tradicional ha estado centrado en el estudio de la satisfacción de necesidades alimentarias y reproductivas. Sin embargo son cada vez más los científicos que afirman[7], que las necesidades filiativas o de protección son vitales para la supervivencia animal, especialmente en mamíferos, y no un simple medio para lograr alimento u oportunidades reproductivas. Un estudio elaborado por Harlow en 1958, puso de manifiesto esta necesidad, que Bolbwy posteriormente denominó necesidad de apego. Observó como los primates criados con madres artificiales, se asían a las muñecas con texturas más suaves y cómodas, permaneciendo junto a ellas, aun sin que éstas les proporcionaran alimento. Igualmente Lorenz, observó cómo las aves mantenían un comportamiento de apego sostenido y constante con las figuras maternas expuestas durante los primeros días de su vida, aunque estás tampoco les alimentasen.
De esta forma, y como afirma Bolbwy: “el comportamiento animal de apego tiene lugar en las crías de casi todas las especies de mamíferos, y en cierto número de ellos, continúa durante la edad adulta (…). La regla general es el mantenimiento de proximidad, por parte de un animal inmaduro, a un adulto preferido, casi siempre la madre, lo cual indica que tal comportamiento tiene un valor para la supervivencia”. La cercanía constante de la madre, proporciona al animal los primeros y más valiosos aprendizajes de contacto con el mundo: el aprendizaje de imitación de las conductas maternas, la protección climatológica, la protección frente a depredadores, el aprendizaje de las principales formas de socialización en la manada. Si esta necesidad de apego adaptativo no se satisface correctamente, el animal verá limitado el desarrollo de los diferentes sistemas de acción asociados (exploración, integración en la manada) o incluso paralizarlos.
La clave del correcto desarrollo animal se basa en la interrelación del organismo-ambiente para la satisfacción de las necesidades propias a cada especie. Los progenitores se convierten en actores fundamentales del desarrollo de su prole[8], especialmente mediante la provisión de una fuente de apego constante. Las especies con mayores tendencias o necesidades de acompañamiento primario, como los mamíferos, requerirán de unos progenitores más implicados, capaces y adaptados a sus necesidades evolutivas.
1.1.2 Parentamiento en humanos
“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación” (John Bowlby, 1986).
“Cuando el primer bebé sonrió, su sonrisa se fragmentó en mil pedazos y cada uno de ellos se convirtió en un hada”.[9]
En la especia humana, la importancia de la actividad parental es crucial debido a nuestra particular evolución filogenética[10]. Los recién nacidos llegan al mundo, con unas limitaciones evidentes en comparación a otras especies. Esta indefensión temprana podría ser una de las claves del éxito de nuestro desarrollo como especie. Nacemos desprovistos de la capacidad de aplicar la mayor parte de los recursos necesarios para sobrevivir, con un sistema nervioso casi inmaculado que necesita del entorno para desarrollarse. Pero es precisamente esta potencial impronta, en su contacto con el otro, la que nos permite desarrollar las habilidades más sorprendentes, sofisticadas y variables, habilidades que vamos entrenando en la etapa más larga de parentamiento del mundo animal. Ante la extrema vulnerabilidad del recién nacido, son los padres los principales encargados de identificar y proporcionar de manera urgente y vital, los cuidados necesarios para satisfacer sus principales necesidades desde el momento de su concepción, y por lo tanto son los encargados de cimentar la configuración de todos los potenciales recursos de los que dispone la especie humana. Pero, ¿Cómo se produce esa interacción?
Para dar respuesta a esta cuestión, John Bowlby, psicoanalista inglés, fruto de su experiencia clínica con niños en situación de abandono y basándose en los descubrimientos etológicos del pasado siglo, formuló la ya clásica teoría del apego. La tesis central se basa en que los bebés se desarrollarán de manera satisfactoria, si en su relación con la madre establecen una relación de apego seguro. Según el autor, la necesidad de apego que un bebé experimenta de forma innata hacia su madre (presente además en otras especies animales), se verá satisfecho si éstas ofrecen un espacio de cuidado y proximidad constantes, o si, en otras palabras, el bebé percibe una aceptación y protección incondicional. Este entorno maternal proporcionará al bebé un estado de seguridad básico para la supervivencia, que ayudará al niño a superar las situaciones de ansiedad o miedo, favoreciendo así el desarrollo de una sana capacidad de resiliencia (capacidad para enfrentarse a las situaciones adversas), exploración y contacto con el entorno. El desarrollo de esta capacidad estará entonces determinada en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de la principal figura con la que el bebé establece el vínculo.
A pesar de que nacemos con pocos recursos innatos, los humanos disponemos de unas pautas predeterminadas de acción. Nacemos con unos reflejos de supervivencia inmediata (succión, prensión…), y con unos particulares patrones innatos centrados en la interacción social y más en concreto con la interacción con la madre. Desde la etología se afirma que estos patrones de conducta filogenéticos humanos están casi exclusivamente al servicio de la interacción con la madre. Estos patrones innatos de comportamiento son mucho más limitados y básicos en comparación con el resto de las especies animales. Nos hemos ido alejando de las pautas fijas de acción a favor del aprendizaje en interacción, lo cual nos ha proporcionado una enorme capacidad de adaptación, variabilidad y flexibilidad ante las demandas ambientales y sociales. Para Bowlby, estas tendencias innatas se basan en la necesidad del bebé (igual que en otras muchas especies) a estar vinculado y próximo a la madre. Este autor postula que estas armas de contacto con la madre son: el llanto, la sonrisa, la tendencia a extender los brazos, conductas hacia los que los padres parecen ser especialmente sensibles y están motivadas o reguladas por los impulsos internos que el bebé no puede satisfacer de manera autónoma: hambre, dolor, necesidad de proximidad. El llanto puede ser considerado con un desencadenante social, es la más primitiva forma de lenguaje mediante el cual el bebé indica que alguna de sus necesidades está insatisfecha y se calmará cuando la madre la resuelva rápida y adecuadamente[11]. Pronto, las madres comienzan a identificar diferentes tipos de llanto, ya que según Bolbwy, estás están “preprogramadas para responder a las señales del bebé”. La sonrisa es así mismo, un patrón específico de interacción con la madre, básico para la supervivencia infantil y centrado casi exclusivamente en la necesidad de filiación. Varios estudios han demostrado que existe una cuota de supervivencia diferencial que ha favorecido a los bebés que sonreían más[12], y que los bebés sonríen preferentemente al nacer a los rostros humanos y conocidos de manera espontánea sin condicionamiento inicial. Así mismo, el trabajo de Harlow sobre contacto táctil de las crías con las madres, puso de manifiesto que el contacto es igualmente una respuesta preadaptada que promueve en desarrollo del vínculo con la madre. Mediante sus conductas, madre e hijo van reproduciendo diversas rutinas sincrónicas (conocidas también como “bailes”[13]), en las que cada participante asume un papel y un ritmo alternante de intercambio, van consolidando así un espacio de vinculación afectiva. Con su repertorio, los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistiéndose a la separación, y protestando si se lleva a cabo (ansiedad de separación), utilizando a la madre como “trampolín” desde el que explorar el mundo.
Bolwby, en su experiencia clínica, pudo observar las consecuencias que un inadecuado desarrollo del apego seguro en la interacción madre-hijo tiene para la salud mental de las personas, hasta el punto de afirmar que: “si queremos ayudar terapéuticamente a un paciente es necesario que le permitamos considerar en detalle cómo su actual modo de percibir y tratar con personas que tienen importancia emocional para él, puede estar influido y quizás alterado por las experiencias que tuvo con sus padres durante su niñez”. Las causas a las que Bolwby alude frecuentemente para explicar las patologías clínicas son: 1) que los padres no atienden las demandas del niño o incluso las rechazan, 2) la asistencia parental es discontinua, 3) se producen frecuentes amenazas como forma de control filial (de abandono, de violencia física, de abuso…), 4) se induce al niño a sentirse culpable de su comportamiento. Este tipo de comportamientos paternos, pueden producir en el niño diferentes tipos de patrones de apego (apego angustiado, apego compulsivo…). Mary Ainsworth, en su trabajo con niños en Uganda, encontró unas pistas adicionales sobre las consecuencias de la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro (lloraban poco y se mostraban contentos y activos en las actividades de exploración); niños de apego inseguro (lloraban mucho, aun en brazos de sus madres); y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos se configuraban, como anticipó Bowlby, en función de la sensibilidad y respuestas de los cuidadores a las peticiones del niño.
El contacto directo con los cuidadores, al igual que en animales, aseguran la supervivencia infantil, garantizando la satisfacción de las necesidades básicas (alimento, proximidad) y sirven de base para el desarrollo de las habilidades humanas (regulación emocional, pensamiento, exploración). La interacción madre-bebé, es básica para el desarrollo humano, extendiéndose como veremos, hasta bien entrada la adolescencia, y tendrá unas mejores o peores consecuencias, en la medida en la que los cuidadores, hayan sabido responder acertadamente a las necesidades infantiles.
1.2 Neurobiología del parentamiento[14]
La Neurobiología interpersonal[15], ha centrado sus esfuerzos en demostrar cómo el mundo interno del bebé está condicionado por su interrelación con la madre. Este enfoque parte de la idea de que nacemos con un equipo neurobiológico esencial y que su desarrollo depende activamente de la calidad de la experiencia proporcionada en la interacción con la madre. Al nacer, el bebé tiene desarrollado el cerebro sub-cortical (encargado de las funciones fisiológicas básicas) y parte del sistema límbico, en concreto la amígdala (encargada de las funciones emocionales y sensitivas), pero no dispone de un cerebro cortical desarrollado (encargado de las funciones superiores útiles para la satisfacción de necesidades). La madre se configura pues, como el primer “cerebro cortical” del infante, teniendo un profundo impacto en el desarrollo cerebral de su hijo.
Cuando el bebé percibe una desregulación o tensión interna (ruptura de su homeostasis), mediante el llanto, provoca en la madre una rápida respuesta tendente a satisfacer su necesidad activa. Esta díada de interacción madre-hijo, va favoreciendo en el lactante, el desarrollo de nuevas redes neuronales asociativas (esquemas), en las que se vinculan experiencias internas con las acciones de conducta de la madre. Este proceso de regulación, es la base de su desarrollo cerebral, ya que imbrica la activación y coordinación del resto de estructuras corticales como el cuerpo calloso y el hipocampo. Se van por lo tanto configurando registros sensoriales, en los que el bebé va archivando lo que hacer en cada momento. La respuesta de la madre va a impactar directamente en la neurobiología del bebé, proporcionando orden y satisfacción en el mejor de los casos.
Esta etapa, viene marcada además por el desarrollo de un determinado tipo de memoria: la memoria implícita o sensoriomotora[16]. Todas estas experiencias tempranas se almacenan en el sistema amigdalar, único recurso de memoria disponible, ya que el hipocampo, encargado fundamentalmente de la memoria declarativa o narrativa, no se desarrolla hasta los 2 o 3 años. Este tipo de memoria subcortical no declarativa, propia de los lactantes, está caracterizada por ser no consciente, emocional, corporal y sensorial. Siguiendo a Antonio Damasio en su libro el “Error de Descartes”, esta huella de memoria tendrá unas importantes consecuencias en la construcción del yo consciente, ya que la calidad de nuestras memorias subcorticales condiciona nuestra experiencia consciente. Su correcto funcionamiento posterior, así como el desarrollo del resto de estructuras relacionadas (como el hipocampo) dependerá de la correcta respuesta de la madre ante las necesidades de protección, hambre o incomodidad. En este sentido, las madres tienen la tarea de sintonizar con las necesidades y emociones del niño y responder a éstas mediante sus cuidados, de manera a que el bebé vaya estableciendo nuevas asociaciones neuronales reguladoras (por ejemplo aprendiendo que cuando se tensa, le abrazan y se calma).
Cuando dichas necesidades no se ven cubiertas rápida y sostenidamente, los impactos cerebrales son notables. Si por ejemplo un bebé experimenta una situación estresante de manera continuada (por ejemplo si la madre no acude a calmarle o no logra hacerlo), el desarrollo de las estructuras cerebrales superiores se verá mermado, debido a las negativas consecuencias que el exceso de cortisol (sustancia segregada por el organismo ante situaciones de estrés) ejerce sobre ellas. Diversos experimentos con ratas de laboratorio, en las que se sometían a altos niveles de estrés a ratas lactantes, han puesto de manifiesto una posterior atrofia de las estructuras superiores, favoreciendo el desarrollo de conductas de miedo y reduciendo las posibilidades de desarrollo de conductas de planificación (se observó un incremento del tamaño de la amígdala en detrimento del desarrollo del resto de estructuras superiores)[17]. Además ante estas situaciones y dado que el bebé no dispone de las habilidades de huida o ataque, desarrollará y aprenderá el único protocolo que puede realizar: la parálisis, y desarrollará unas redes neuronales sensoriales desadaptativas. Se ha observado además que el desarrollo del cuerpo calloso, principal estructura de conexión entre los hemisferios derecho e izquierdo, se ve limitado ante las situaciones de estrés continuado, disminuyendo así las posibilidades de resilencia y de comprensión integral de las situaciones ambientales, y aumentando las posibilidades de disociación, propias de las psicopatologías psicóticas. Estos estudios, ponen de manifiesto las importantes consecuencias anatómicas, motoras, comportamentales y experienciales presentes y futuras (siguendo a Damasio) de la parentalización.
2. EL PARENTAMIENTO: UN ENFOQUE CLÍNICO
Desde la etología se afirma que los patrones de conducta filogenéticos humanos están casi exclusivamente al servicio de la interacción con la madre, las corrientes neurobiológicas más recientes sostienen igualmente la importancia de la interacción madre-hijo en el desarrollo de las estructuras cerebrales, y por ende de la regulación emocional, comportamental e intelectual del niño. Para la teoría del apego el correcto desarrollo infantil, se basa en la consolidación de base de apego seguro en la interrelación materno-filial. Con estos datos, no es de extrañar que las principales corrientes psicológicas de corte relacional o transaccional, den una especial relevancia a las experiencias de interrelación familiar tempranas del paciente, como medio para conocer, diagnosticar y tratar las problemáticas o patologías humanas. Desde este punto de vista, la parentalización, es un concepto de profundo calado en la psicología humana, un proceso que marcará el proceso de construcción de la personalidad
2.1 Psicoanálisis y cuidado parental
La teoría psicoanalítica parte de que los conflictos psíquicos[18] se desarrollan mediante tensiones entre impulsos internos (impulsos de muerte, libidinales…) y están almacenados en el inconsciente. Si las condiciones ambientales son las adecuadas, el niño aprenderá a gestionar los conflictos intrapsíquicos, desarrollando una estructura de personalidad sana y adaptativa. Sin embargo si las influencias externas no son las correctas, los impulsos internos serán demasiado intensos, provocando así el desarrollo de traumas que afectarán a la salud mental del paciente. Los padres se configuran como un importante mecanismo regulador del niño. Por ejemplo, es natural que los niños experimenten un impulso libidinal (o necesidad de apego[19]). Si esta exigencia de apego no se ve satisfecha (por ausencia del contacto materno), la tensión experimentada será tan fuerte que dejará una huella en la memoria inconsciente del niño. Una ampliación de las influencias del abandono materno en la psicología humana, ha sido elaborada por la conocida autora psicoanalítica, Melanie Klein[20]. Cuando el niño experimenta un impulso de odio o agresividad, que es severamente reprimido por el cuidador, igualmente generará una experiencia traumática. La clave por lo tanto reside en que los padres aprendan a que los impulsos del niño no se vuelvan demasiado intensos.
Para el psicoanálisis, las necesidades del niño deben ser favorecidas por el cuidado parental. Además, al igual que la moderna neurobiología, Freud sitúo las bases de la psicopatología en las huellas de memorias no conscientes, que se desarrollan en las primeras interrelaciones sociales del lactante.
2.2 Gestalt y parentalización
La psicología de la Gestalt, elaborada por Laura y Fritz Perls[21], establece que las patologías psicológicas se desarrollan en base a la acumulación de necesidades infantiles no satisfechas, que limitan o paralizan el ciclo de contacto y retirada. Este ciclo representa el modo en que las personas reconocen sus necesidades y se movilizan para satisfacerlas. Cuando este ciclo no ha sido integrado y aprendido favorablemente, aparecen los problemas psicológicos del individuo que se materializan en diversos mecanismos de defensa.
Los cuatro mecanismos de defensa más estudiados han sido: la introyección, la proyección, la desensibilización y el egotismo, y se conocen como las rupturas de este ciclo de interrelación con el medio. La introyección, consiste en incorporar conceptos ajenos sin un análisis previo autónomo y aparece cuando el entorno ha limitado las elaboraciones propias del niño, no ha fomentado por lo tanto el desarrollo de su autonomía mental, limitando su capacidad de confianza en sí mismo, mediante frases o comportamientos que el niño interpreta como “tus opiniones y experiencias no son importantes y válidas”. La proyección, dirigir unos sentimientos o acciones propios a un tercero, aparece cuando en la etapa de parentalización, no se ha fomentado un acertado nivel de contacto con las propias emociones, o se ha negado la autorización para sentirlas y expresarlas. La deflexión es un mecanismo basado en amortiguar el contacto con la realidad, enfriando el contacto directo con la experiencia, y puede ser propiciado cuando los padres animan a su hijo a actuar de una manera rígida (por ejemplo estar contento siempre), de manera que cuando la experiencia invita a sentirse de otra forma, el individuo no sabe cómo manejarse y se enfría ante ella. Uno de los mecanismos de defensa más llamativos, y que mejor ilustran la desconexión que puede existir con el mundo interno es la desensibilización, consistente en no sentir las necesidades internas. Esta situación puede aparecer, cuando las necesidades del niño no han sido satisfechas por parte de los padres en modo alguno, de manera que el niño ha aprendido a desconectarse de ellas para sobrevivir. El egotismo, una tendencia típicamente narcisista de utilizar a los otros como objetos de satisfacción, puede aparecer ante una parentalización carente de límites y con una denotada incapacidad para la frustración y el manejo de la ambivalencia.
Estos cuatro mecanismos de defensa están fuertemente vinculados con el tipo de trato parental que los niños reciben de sus cuidadores, y se asocian a la rigidez y limitaciones culturales existentes en nuestras sociedades y que los padres aplican con sus hijos.
2.3 Análisis Transaccional y parentalización
El análisis transaccional creado por el médico psiquiatra Eric Berne, concede una importancia vital a las experiencias tempranas en el desarrollo de la personalidad del individuo, y más concretamente a las experiencias relacionales entre padres e hijos como medio de satisfacción de las necesidades infantiles.
Según este modelo, las necesidades básicas para garantizar la salud psicológica del individuo son: la necesidad de caricias (entendida como una unidad de reconocimiento) y el deseo humano de estructurar el tiempo. El objetivo perseguido por todo niño en su infancia se basa en conseguir un amor y una aceptación incondicional que nos ayude a satisfacer nuestra necesidad de contacto y de estructuración temporal. La forma en que los padres han ido satisfaciendo estas necesidades básicas, tendrá un profundo impacto en el desarrollo infantil.
2.3.1 Los Estados del Yo y la influencia paterna
Este enfoque teórico, se basa en la descripción y comprensión de la personalidad del individuo, considerándola como «el modo habitual en que una persona piensa, siente, habla y actúa, para satisfacer sus necesidades en su medio físico y social»[22]. Para los transaccionalistas, esta personalidad se verá poderosamente influida por el cuidado parental recibido. Así, nuestra forma de ser se puede subdividir en tres estados diferenciados, que conforman el modelo de los estados del yo: el estado del yo Padre, Niño y Adulto. Cada uno de estos estados es «un sistema de emociones y pensamientos acompañado de su conjunto afín de patrones de conducta» (Berne, 1964).
Los contenidos de estos tres estamentos de nuestro psiquismo, son conocidos como el modelo estructural de primer orden (el contenido de nuestra personalidad). Cuando una persona se comporta, piensa y actúa en respuesta directa a lo que sucede a su alrededor, decimos que está en su estado del yo Adulto. Sin embargo, es habitual encontrar a personas que no siempre actúan en respuesta a la realidad presente, si no en relación a experiencias pasadas. Cuando respondemos al entorno de la misma forma que lo hacían nuestros padres, entonces diremos que estamos en el estado de yo Padre, compuesto por los comportamientos, pensamientos y sentimientos copiados (o introyectados) de nuestras figuras parentales. Cuando respondemos en la vida actual, de la misma forma a cómo lo hacíamos de pequeños, decimos que estamos en el estado Niño, compuesto de todos lo comportamientos, pensamientos y sentimientos experimentados y decididos en la niñez en respuesta al trato parental.
Además, Berne describió el modo en que se materializan estos estados en el día a día en su modelo funcional de los estados del yo (el proceso de nuestra personalidad), que está igualmente influido por el trato parental recibido. Cuando nos comportamos como lo hacían nuestros padres (estamos en el estado del yo Padre), podemos actuar de dos maneras: como un Padre Crítico, utilizando las antiguas estrategias paternas de protección, o como un Padre Nutricio, cuando las respuestas imitadas son de cuidado y atención. Ambas formas pueden ser positivas, si los mecanismos de protección y cuidado de los padres eran adaptativos (de protección o apoyo genuinos), o negativas, si estos mecanismos tendían a anular a la persona (nos hoy las mismas cosas que nos decían entonces “lo has hecho fatal, eres un inútil”). El estado del yo Niño, se manifiesta en dos tipos de sistemas: Niño adaptado (todas las respuestas y decisiones que realizamos para adaptarnos a las demandas parentales) y Niño Libre (todas las respuestas espontáneas y genuinas no condicionadas que experimentamos de pequeños). Igualmente ambas formas de regulación pueden ser adaptativas o no.
Pero, ¿cómo nos influyeron nuestros padres en la construcción de nuestra personalidad? Para responder a esta cuestión, Berne propuso el modelo estructural de segundo orden (la formación de nuestra personalidad), que se refiere a cómo se formaron el conjunto de huellas de memoria grabadas en nuestra personalidad, es decir en nuestros tres estados del yo. En primer lugar archivamos toda la información recibida directamente en nuestro estado del Yo Padre. Integramos, tanto el mensaje: “no toques el enchufe”, procedentes del estado del yo Padre del cuidador, como las razones explícitas: “te vas a quemar”, provenientes del estado del yo Adulto del cuidador, e implícitas: “tengo miedo”, provenientes del estado Niño del cuidador. Además, el mensaje produjo en nosotros determinados pensamientos o conclusiones objetivos que almacenamos en nuestro estado del yo Adulto encargado de poner a prueba la realidad. Por último, en la estructuración de nuestro estado del yo Niño, almacenamos las huellas de memoria de todas las experiencias infantiles que las actitudes de nuestros padres dejaron en nosotros. Para clasificar las experiencias y decisiones del impacto de los mensajes parentales en el Niño, Fanita English, propuso la siguiente clasificación. El Padre en el Niño: es un almacén de memoria donde los hijos almacenaron “a su manera” las reglas establecidas por sus progenitores. Dado que los niños no disponen de una sólida capacidad de razonamiento, es recurrente que los niños construyan su particular versión de las normas, y generen fantasías sobre lo que podría ocurrir en el caso de que no se acatasen (“si lloro, mis padres me dejan de querer”). Un segundo sistema de memoria es el conocido como el Adulto en el Niño o pequeño profesor, y se refiere a las estrategias intuitivas que el infante desarrolló para enfrentarse a las diferentes problemáticas ambientales. Por último, las actitudes paternas provocan en los niños, una serie de sensaciones emocionales y corporales, almacenadas en el Niño del Niño.
Vemos como tanto en el contenido, como en el proceso, como en la formación de nuestra personalidad, las experiencias parentales que almacenamos en nuestro Padre serán la base para construir nuestras conclusiones vitales más relevantes que almacenamos en nuestro Niño. Una personalidad sana en términos de AT, se manifiesta cuando la persona responde a la realidad desde su Adulto integrado, esto es que ha incorporado las partes más adaptativas y actualizadas de las funciones de los tres estados en su estado del yo Adulto. Esto sucederá si en su etapa de parentalización, sus principales necesidades evolutivas fueron adecuadamente satisfechas. Sin embargo la patología desde este enfoque, se manifiesta, cuando las personas acumulan necesidades infantiles insatisfechas, respondiendo entonces al aquí y el ahora, desde los contenidos arcaicos de los estados del yo: el Padre imita las respuestas parentales desadaptativas y el Niño decide, siente y actúa como lo hizo entonces.
2.3.2 El guión de vida y el cuidado parental
Berne define el guión de vida como “un plan de vida inconsciente creado en la infancia, reforzado por los padres, justificado por eventos subsecuentes y culminando en una alternativa elegida”. En es un plan específico decidido por el Niño en relación a las decisiones tempranas adoptadas en respuesta a su interacción con el medio, que cuenta con un comienzo, un desarrollo y un final.
Las decisiones extremas que condicionarán el desarrollo del guión se toman en la infancia mediante un chequeo de la realidad temprana y están basadas en las intensas emociones que todo bebé neo-cortical experimenta. La influencia del trato parental es aquí determinante. Por ejemplo, si cuando el niño experimenta un miedo profundo e intenso, la madre no acude de manera regular a calmarlo, el niño puede tomar drásticas determinaciones sobre los demás: “no puedo confiar en nadie”, y decidir en consecuencia que “lo mejor que es no hacer nada” o “anestesiarse”. Si la respuesta de la madre es variable, puede experimentar con nuevas estrategias de afrontamiento (mostrarse alegre o enfadado) y sacar diferentes y poderosas conclusiones (“para que me hagan caso debo estar alegre o enfadado”). Aunque las respuestas maternas no se ajusten a sus demandas primarias, el bebé pronto aprenderá a saciar su “hambre de caricias” y estructuración temporal mediante nuevos métodos. Todas estas decisiones tempranas, condicionarán el guión decidido (guiones de ganar, perder o banal[23]).
Una de las primeras y más influyentes conclusiones que adoptan los niños en relación al mundo, es su posición existencial, o valor esencial que percibe sobre sí mismo y el mundo. Claude Steiner indica que el origen de esas posiciones existenciales se sitúa en los primeros meses de cuidados paternos. Una primera y más saludable posición existencial, que se desarrolla cuando existe una “interdependencia cómoda y mutua entre el bebé y la madre” se conoce como la posición “Yo estoy bien, tú estás bien”. Según este autor, todos los niños nacen con esa premisa inicial, pero ésta se modifica, cuando el bebé percibe interrupciones en la relación. El bebé puede acabar concluyendo “Yo no estoy bien, y tú estás bien”, si percibió una inferioridad durante sus cuidados maternos. Puede también experimentar una posición de “Yo estoy bien, tú no estás bien”, si tuvo que defenderse pasando por encima de sus padres para satisfacer sus necesidades. Finalmente, podrá concluir: “Yo no estoy bien, tú no estás bien”, cuando la interacción con la madre es percibida como fútil en relación a su inferioridad personal. Confirmar esta posición en el mundo, es la base del guión de vida, las personas tenderán a cimentar su personalidad y planteamiento vital con todas sus manifestaciones en torno a estas decisiones tempranas, en las que los cuidadores son elementos clave.
El guión de vida se estructura en torno a estas decisiones tempranas que los niños toman en respuesta a los mensajes parentales desadaptativos. En el libro “AT Hoy, una nueva introducción al Análisis Transaccional” Ian Stewart plantea que: “desde los días más tempranos del niño, sus padres le dan mensajes, en base a los cuales forma conclusiones sobre él mismo, otros y el mundo. Estos mensajes de guión son tanto verbales como no verbales. Forman el entorno en cuya respuesta se toman las decisiones principales de guión del niño.”
Estos mensajes de guión que los niños reciben y procesan pueden ser verbales (“¡eres un plasta!”) o no verbales (una mueca de desagrado) y serán interpretados por el niño (“soy muy pesado y por eso mi madre no me acepta”, “mis necesidades no son importantes para ella”). La importancia de los mensajes no-verbales es crucial ya que se integran en las etapas más tempranas del desarrollo, son inconscientes y se manifiestan en un nivel somático. Además estos mensajes tempranos pueden ser directos (lo que hacer), o pueden ser emitidos mediante atribuciones, o expectativas sobre lo que el niño debe ser (inteligente, divertido, resolutivo…).
Todos estos mensajes, tendrán un profundo calado en la configuración de la persona, especialmente aquellos que son repetidos en el tiempo, es decir aquellas pautas de acción consistentes en los que los niños aprenden a desenvolverse.
Un modelo explicativo e integrador de los mensajes de guión que reciben y procesan los niños de sus padres, es el ofrecido por Claude Steiner en su propuesta de matriz de guión. Steiner clasifica los tipos de mensajes de guión, en función del estado del yo de los cuidadores, desde el que son emitidos. Propone que los mensajes que se originan desde los estados del yo Padre de los cuidadores (dirigidos al estado del yo Padre del hijo), se denominan contramandatos, y son órdenes sobre cómo son las cosas, sobre lo que se debe hacer o ser: “sé bueno”, “no seas inquieto”, “el mundo es injusto”, “seducir es malo”. Los cinco contra-mandatos más estudiados, también conocidos como impulsores, son: sé perfecto, sé fuerte, esfuérzate, complace (me) y date prisa. De esta forma, cuando la persona está en su estado Padre, tenderá a reproducir las formas de cuidado y protección incorporados de sus padres. Los mensajes que son emitidos por los estados del yo Adulto de los padres y se dirigen hacia el Adulto del hijo, se denominan programas (mensajes procedimentales). Los mensajes enviados desde el Niño de la madre y/o el padre, se denominan mandatos. Los mandatos son mensajes negativos pre-verbales de la infancia temprana (los contra-mandatos se originan más adelante). Estos mensajes se manifiestan como sentimientos de miedo, inseguridad, ira o frustración, que los niños perciben, traducen a su propio lenguaje y transforman en decisiones vitales de acción. Bob y Mary Goulding[24], descubrieron cómo frecuentemente estas decisiones tempranas, giran en torno a 12 temas o lemas, estos son: no existas, no seas tú, no seas niño, no crezcas, no lo hagas, no hagas nada, no seas importante, no pertenezcas, no estés cerca, no estés bien, no pienses y no sientas.
Las consecuencias y manifestaciones del guión de vida según el análisis transaccional son variadas[25]. Las personas en función a sus decisiones tempranas de guión y al contenido y procesos de sus estados del yo, actuarán, pensarán y se sentirán de formas bien particulares y diferenciadas. Experimentarán sentimientos parásitos (rackets) jugando a juegos que los confirmen, realizarán descuentos de la realidad para encajarla con su particular manera de entender el mundo, se comunicarán con el otro mediante transacciones adaptadas (ulteriores, cruzadas), tenderán a las simbiosis, aplicarán los mecanismos aprendidos de estructuración del tiempo, y recabarán las caricias aprendidas. Vivirán por lo tanto su vida, en función del filtro (o guión) que decidieron de pequeños en la interacción paterna, tratando una y otra vez de encajar sus vivencias actuales con las vivencias y los mensajes pasados.
2.4 Etapas del desarrollo evolutivo del niño y sus necesidades[26]
Las diversas corrientes mencionadas tienen en común una cuestión esencial: la mayor parte de las patologías humanas guardan una estrecha relación con la incapacidad de los padres para gestionar y satisfacer las necesidades infantiles. Para el psicoanálisis, los niños apoyados por sus padres, deben aprender a regular los conflictos internos que aparecen en la confluencia de sus impulsos, la Gestalt confía en los padres para fomentar el bueno desarrollo en sus hijos del ciclo de contacto y retirada, y para el AT los padres deben proveer a sus hijos de un amor incondicional, mediante mensajes y actitudes que favorezcan su consolidación psíquica. Siguiendo este último enfoque, Pamela Levin, en su obra “Becoming the way we are” realiza una propuesta cronológica de las necesidades evolutivas del niño, así como las principales causas y consecuencias de su insatisfacción. Este modelo presenta un desarrollo secuencial en seis etapas aditivas (cada etapa se basa en la anterior), y un modelo cíclico en el que las personas vamos reviviendo las etapas inconclusas, obteniendo así una nueva oportunidad de satisfacer las necesidades pendientes [27].
Durante la primera etapa, denominada la etapa del ser (etapa oral temprana en psicoanálisis que se extiende aproximadamente desde los 0 a los 6 meses de edad), los bebés desarrollarán el estado del yo Niño del Niño (almacén de memorias somáticas). Los bebés aprenden a contactar y expresar sus necesidades internas, a regular el contacto temprano con el otro y a reconocerse y sentirse físicamente.
En esta fase, el lactante necesita que los padres respondan de manera inmediata a sus necesidades de alimentación y proximidad, siendo el llanto la principal señal de contacto, y las caricias físicas y la provisión de leche, los medios parentales de respuesta. Si estas respuestas se ajustan a sus necesidades reales de manera constante, los bebés sacarán unas tempranas y válidas conclusiones sobre ellos y el mundo. Tendrán la sensación somática de ser aceptados, respetados por su singularidad, de ser protegidos y amados. Desarrollarán la capacidad de intuición y empatía, el compromiso y la constancia (mediante la atención regular y los actos repetitivos como mecerlos y acunarlos), la capacidad de recibir caricias verbales y físicas, aprenderán a estructurar el tiempo en relación con el otro. Ante un correcto parentamiento, el niño pasará a la siguiente etapa en palabras de la autora, con un correcto sentido del “self emergente”, esto es con un adecuado recuerdo sensorial del contacto con el otro por ser quien es, un sentimiento de “Okness” (“Yo estoy bien, tú estás bien”). Para el psicólogo evolutivo Erick Ericsson, el bebé desarrollará de esta manera, una adecuada “confianza básica”, lo que Bolwby denominaría como unas buenas bases para el desarrollo de un apego seguro. El niño, asentará los cimientos necesarios de una sana autoestima y confianza en el mundo. Sin embargo, lagunas en esta etapa, serán caldo de cultivo para el desarrollo de una débil confianza en ellos mismos y en el entorno. Los recuerdos somáticos serán de tensión, miedo, intrusión o desconfianza, dependiendo del tipo de “mal” trato recibido. Se verán limitados en su capacidad para atender sus necesidades (ya que sus principales mecanismos básicos, como el llanto, no han funcionado), e incorporarán somáticamente distintos mensajes implícitos (“no seas, no sientas, no tengas necesidades”).
La segunda fase se denomina la etapa del hacer, y se extiende de los 6 a los 18 meses (vía oral exploratoria en psicoanálisis). En esta etapa el bebé está desarrollando su musculatura, sus habilidades motoras, está emprendiendo el camino hacia la actividad (en la mitad de esta etapa el niño empezará a caminar). Se siente poderosamente atraído por muchos estímulos ambientales. En este proceso, comenzará a desarrollar su “pequeño profesor” (el Adulto del Niño), que será el encargado de entender las relaciones causales del mundo (si tiro un jarrón se rompe). Tienen por lo tanto la necesidad de moverse y explorar, de experimentar sensaciones sin realizar un análisis consciente de sus movimientos o acercamientos.
Los padres en esta etapa deberán ofrecer al niño la libertad y seguridad básicas para este desarrollo activo, controlar que no les ocurra nada malo (recordaremos en este punto que los padres son el apéndice cortical del niño), pero permitiendo que experimente con la realidad. Deberán proporcionar al niño las caricias incondicionales de respeto y aceptación (ya que las caricias condicionadas en esta etapa aun no pueden ser corticalmente integradas). Además, según la autora, es necesario que en esta etapa el bebé pueda desarrollar un cierta y sana sensación de omnipotencia, un cierto narcisismo positivo que le permitirá incorporar el “poder esencial de hacer” y seguir con ello consolidando su posición existencial de “Okness”. Esto supone que los padres inviertan una considerable cantidad de tiempo y energía en el niño. Según Stern, el niño desarrollará un correcto “self intersubjetivo”, que le permitirá establecer sanas relaciones con el ambiente. Toda la experiencia recibida, será transformada y disfrutada, lo cual favorecerá el desarrollo de la creatividad y la intuición.
Si la actividad parental no facilita esta exploración, el niño podrá desarrollar diferentes problemas físicos relacionados con la falta o represión de la actividad (como estrés adrenal, problemas de migrañas…), e incorporarán mensajes de guión del tipo: “no me molestes, no tomes la iniciativa, no hagas, no seas curioso”. En términos Gestálticos desarrollarán el mecanismo de proyección, al no poder expresar los impulsos propios que depositarán en el otro.
La tercera etapa, o etapa del pensar se desarrolla desde los 18 meses a los 3 años, y se corresponde con la etapa anal en psicoanálisis. Los niños desarrollan aquí su estado del yo Adulto y experimentador más o menos lógico y objetivo del mundo. Esta etapa se caracteriza por la aparición del lenguaje como regulador fundamental de sus relaciones sociales e internas. Emerge así la capacidad de entender y narrar la historia de las cosas, lo que Stern denomina como “self verbal”: el individuo que es capaz de simbolizar y darle significado a la propia historia, que tiene la capacidad de comprender y explicarse el mundo, gracias al desarrollo de las estructuras neo-corticales implicadas (las áreas lingüísticas, el hipocampo, la corteza orbito-frontal tan distintiva de la especie humana). Se trata de una etapa integrativa de conexión entre pensamiento, emoción y comportamiento, de poner nombre a la experiencia (denominar y no aun calificar). Los niños empiezan ahora a comprender las relaciones de causa y efecto, de manera que van integrando las consecuencias que sus actos tienen en el entorno. Se trata de un momento de explosión del conocimiento, dónde los niños preguntan por todo, todo lo quieren saber. Además, en esta etapa, los niños empiezan a poner a prueba las relaciones con el otro, aprenden a testar la separación y a marcar sus propios límites. Es la fase del “¡no!”, en la que el niño empieza a comprobar su poder para identificar sus propios límites.
Los padres en esta etapa deben ofrecer tiempo, información veraz, y cuidadosos límites sobre lo que está bien y mal, así como las razones y alternativas. Pero sobre todo, los niños necesitan seguir sintiendo especialmente en esta etapa que, a pesar de las limitaciones y frustraciones, el amor proferido es absolutamente incondicional y que su sentido del ser (identidad), es respetado, para que puedan seguir consolidando una posición existencial de “Okness”.
Si los padres no son capaces de ofrecer al niño estas premisas, es probable que el niño acabe sacando conclusiones perniciosas para su desarrollo y elaborando distintos mecanismos de defensa desadaptativos. Podrán confundirse con explicaciones poco claras sobre el funcionamiento del mundo aprendiendo a descontar partes de la realidad para que estas encajen en la visión del mundo que han aprendido, podrán verse vulnerados en su identidad como consecuencia de unos padres excesivamente rígidos o carentes de límites. Podrán incorporar mensajes de guión del tipo “no pienses, no seas inteligente, no tengas necesidades de estar separado de mí”, con las consecuentes decisiones de guión asociadas que condicionarán sus capacidades intelectuales, relacionales y de autocuidado.
La cuarta etapa del desarrollo evolutivo es la etapa de la identidad (de los 3 a los 6 años). Corresponde con la etapa genital en psicoanálisis, en la que los niños desarrollan el estado del yo Padre del Niño. Es una fase de polos opuestos: por un lado los niños desarrollan su genuina habilidad para transformar la energía, mediante el desarrollo de su creatividad, fantasía y poder, y por el otro continúan interiorizando las restricciones y condiciones externas. En esta fase, las emociones están más vivas que nunca, los sentimientos de ira, odio y medio son intensos y extremos, y son alimentados por las fantasías que van elaborando. Aprenden a competir intensamente frente a los que ponen a prueba su poder, a manipular al otro con el uso de esas intensas emociones. Es una etapa vital ya que los niños adoptan su decisión identitaria básica: “quién quiero ser”, o “cómo mis padres quieren que sea”.
Un buen parentamiento se basa en dar el permiso para que el niño descubra su propia identidad, dentro del respeto a los límites externos. De esta forma, los padres deberán dar, de manera regular y amorosa, las directrices adecuadas, veraces, claras y auténticas sobre los permisos y limitaciones vitales, para que sus hijos aprendan las reglas del juego sin manipulación. Con estas directrices los niños aprenden a distinguir la fantasía de la realidad (sin negar la imaginación), e integran el orden social (mediante su incorporación en la estructura familiar con roles bien definidos). Los padres además, deberán proporcionar los permisos adecuados para que el niño sea quien es, para que pida lo que necesite, para que se enfade, para que aprenda a acudir a quien le puede ayudar. Sino, lo niños pueden recibir mensajes paternos del tipo: “pierde la cabeza, no seas sano, no seas poderoso, no seas amoroso, no seas tú, compláceme, vigila”.
La quinta etapa, se extiende entre los 6 y los 12 años, y es conocida como la etapa del desarrollo de habilidades, en las que lo niños desarrollan el estado del yo Padre, esta es, la estructura psicológica dónde los niños interiorizan las figuras paternas. En esta etapa, los niños necesitan experimentar con actividades que requieran de reglas e interacción con el otro. Van aprendiendo a hacer las cosas según su propio modo de acción y a regular el contacto social. En esta etapa, los padres deberán enseñar a sus hijos diversas habilidades procedimentales, pudiendo emplear caricias condicionadas para estimular su desarrollo (nunca con castigos). Así mismo, deberán fomentar una sana capacidad de frustración y renuncia, como medio para alcanzar sus objetivos.
Si los padres no proporcionan a los hijos estas habilidades de funcionamiento y aplicación de las actividades vitales de la manera apropiada, los niños pueden interiorizar mensajes del tipo: “no pienses, hazlo, no estructures, no cometas errores”.
Finalmente la sexta y última etapa del desarrollo infantil, que va desde los 13 a los 18 años, se denomina como la etapa de regeneración (la pubertad en psicoanálisis). Es una fase de reciclaje de todas las etapas anteriores, pero con la novedad hormonal de sentirse en relación con el otro sexo. El objetivo es establecer la capacidad integrativa de moverse en el mundo sin los cuidados paternos. En esta etapa el comportamiento de los padres deberá proveer todos los cuidados dedicados en etapas anteriores: ofrecer caricias incondicionales (en pocos casos condicionales), brindar tiempo, dedicación, explicación, información, aplicar los límites externos siempre con un respeto absoluto a su autenticidad y a sus capacidades de autorregulación.
Si no se producen estas condiciones parentales, los niños pueden no conseguir su plena autonomía, y recibir mensajes del tipo “no crezcas, no lo hagas, no te aproximes al otro sexo, no me abandones”.
En definitiva, con este interesante análisis, Pamela Levin, ha puesto de manifiesto las principales necesidades evolutivas de los niños, las mejores formas de satisfacerlas, así como las conductas y actitudes parentales explícitas e implícitas que pueden poner freno a su desarrollo.
3. EL REPARENTAMIENTO: RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INFANTILES
3.1 Las psicoterapias humanistas y el cuidado parental
Las consecuencias de un cuidado parental deficitario se manifiestan en nuestro día a día y en las bases de nuestra personalidad. Un análisis de nuestra historia de vida temprana, y más concretamente de nuestras interacciones parentales es objeto y proceso de las principales psicoterapias existentes. Mi experiencia clínica, me ha enseñado que las principales claves del tratamiento, residen en comprender y revivir la historia de interacción infantil, para redecidir nuevas estrategias vitales.
El psicoanálisis, para abordar la gestación de traumas infantiles, utilizó la hipnosis regresiva como mecanismo de liberación de las situaciones traumáticas, más tarde, viró hacia el método de asociación libre como instrumento de acceso al inconsciente, con el objetivo de que los pacientes fuesen participantes activos en su proceso de terapia. Sin embargo, este apartado se centrará en las formas de psicoterapia humanistas que han abordado la problemática del cuidado parental, especialmente: la psicoterapia Gestalt y el Análisis Transaccional.
Desde el enfoque gestáltico y transaccional, la influencia de los cuidados parentales, es básica para comprender al ser humano. Las formas de parentalización son objeto de diagnóstico y tratamiento para estas dos corrientes y muchas de sus técnicas están destinadas a la resolución de conflictos tempranos. Gran parte de la terapia humanista está centrada en aprender a reconocer la influencia parental en nuestra vida psíquica y emocional, en aprender a expresar todas aquellas emociones, comportamientos y pensamientos reprimidos y a que los clientes redecidan en consecuencia, nuevos y decididos modos de relacionarse con el ambiente y con ellos mismos. En definitiva estas dos corrientes terapéuticas, se centran en mejorar la autonomía y felicidad presente de las personas, y en favorecer un sano contacto con la realidad, mediante la resolución de los conflictos más tempranos.
No es objeto de este artículo describir exhaustivamente la mayor parte de métodos y aplicaciones de estas dos corrientes psicológicas en el tratamiento general de casos, pero sí mencionar, que en el camino psicoterapéutico habitual, es frecuente que se vayan resolviendo cuestiones muy directamente relacionadas con la influencia parental.
Así en Gestalt, tanto en el trabajo cognitivo, análisis de sueños, visualizaciones, como en el trabajo de silla vacía[28], son frecuentes y recurrentes, la toma de consciencia, la generación de insights en relación a la historia de parentalización. Muchas de estas técnicas serán utilizadas en las técnicas de parentalización propiamente dichas. Para el Análisis Transaccional, el objetivo de la terapia consiste en que el paciente logre interactuar con el mundo desde un adulto integrado y autónomo, lo cual implica superar los conflictos existentes en las estructuras del yo más arcaicas y desadaptativas. La comprensión del guión de vida, implica el trabajo directo con las problemáticas familiares tempranas, e implica frecuentemente una serie de técnicas, como la expresión emocional, la descontaminación del adulto y la redecisión en el trabajo diario. A través de la toma de consciencia general, sobre las decisiones tempranas, mandatos, impulsores, juegos y demás, los pacientes van re-construyendo su historia de vida y decisiones tempranas y redecidiendo nuevas y actualizadas maneras de pensar, sentir y actuar.
3.2 Reparentamiento en psicoterapia
“El proceso de reparentalización a menudo implica un largo periodo de terapia intensiva”. Osnes 1974
La reparentalización[29], en términos psicoterapéuticos, consiste en dar un nuevo parentamiento a un paciente que lo requiera. Como hemos visto en el segundo apartado, el estado del yo Niño se ha ido desarrollando en la infancia, mediante el trato recibido e introyectado en el estado del yo Padre. Desde este punto de vista, podría decirse que la patología y principales mecanismos de defensa (decisiones tempranas de supervivencia y adaptación) se encuentran localizadas en el Niño como consecuencia del parentamiento, y que en el Padre, llevamos acumulados todos los introyectos parentales (o tipo de trato de los padres) que van reforzando las decisiones del Niño. El guión de vida es el plan de vida inconsciente elaborado por el Niño (“lo que interpreté”), y reforzado por el Padre (“lo que me hicieron”). Por lo tanto la reparentalización[30] consiste en actualizar los contenidos del Estado del Yo Padre a las necesidades reales del paciente y en ofrecer un estilo de apego seguro, para que el estado del yo Niño, redecida nuevas estrategias de vida y saque conclusiones más favorables sobre él mismo, los demás y el mundo.
Para llevar a cabo estas nuevas decisiones, el trabajo de reparentamiento se basará en tres premisas fundamentales:
- Toma de consciencia sobre las problemáticas infantiles, a través de la descontaminación del adulto
- Incorporación de nuevas formas de parentamiento (reparentamiento en el Padre)
- Lo que promoverá la generación de nuevas decisiones (redecisión en el Niño)
3.2.1 Un primer paso: toma de consciencia y descontaminación
El Estado del Yo Adulto se va desarrollando con los recursos propios de la interacción con la realidad. Son formas de pensar, sentir y actuar adaptadas al aquí y al ahora, y tienen como función analizar la realidad tanto externa, como interna. Sin embargo, en ocasiones, no respondemos desde el aquí y el ahora a las demandas ambientales, si no con los recursos propios del allá y el entonces. Decimos entonces que nuestro Adulto está “contaminado”, bien por las formas de pensar, sentir y actuar que tenían nuestros padres y que nosotros decidimos introyectar (estado del yo Padre), bien por los sentimientos, pensamientos y comportamientos infantiles (estado del yo Niño), o bien frecuentemente por los dos. Un primer paso en el trabajo de reparentamiento[31], consiste en motivar al paciente a saber distinguir qué estado del yo está empleando en cada momento, animándole a responder directamente desde su adulto, e indicándole cuando no está siendo así. Se trata de una toma de contacto con su propio “self”, una medida de autoconocimiento y autoconciencia, de propiciar la integración de sus conflictos mediante la parte de su personalidad a potenciar: su Adulto. Gran parte de la terapia de descontaminación, estará encaminada a conocer los contenidos de sus estados del yo arcaicos, comprender por lo tanto los entramados de su guión de vida, como primer paso hacia el cambio autónomo y duradero. Mediante la indagación respetuosa del terapeuta, el paciente comenzará a percibirse a sí mismo desde un nuevo yo más consciente y adulto, fortaleciendo el contacto con la realidad, y estableciendo los contratos terapéuticos que servirán de guía en la terapia.
3.2.2 El Reparentamiento en la práctica
Los inicios de un nuevo enfoque: El reparentamiento de los Shiff[32]
En 1968 el matrimonio compuesto por Morris y Jacqui Schiff constituyó el “Programa de Rehabilitación Psiquiátrica”, con el objetivo de tratar y curar a pacientes esquizofrénicos. Los Schiff basaron su tratamiento en revivir una completa e intensa rehabilitación, adoptando legalmente a varios niños con trastornos psicóticos e introduciéndoles en una nueva familia, liderada por ellos como nuevos padres. Ofrecían de esta forma una estructura estable, con las condiciones necesarias para que los pacientes experimentasen una verdadera e íntegra reparentalización, entrando en estados verdaderamente regresivos.
El contrato con los niños era sencillo: establecían el firme compromiso de hacerse cargo de ellos, protegerlos y proporcionarles una sólida base de apego seguro. Para ello, el matrimonio adoptaba un claro papel parental: dándoles de comer, cambiándoles los pañales, ofreciendo sencillos mensajes de amor y aceptación incondicional, enseñándoles información realista y objetiva sobre el mundo, estableciendo límites (incluso con castigos físicos, pero evitando el sentimiento de culpa). Con esta técnica, se pretendía sanar el malogrado estado del yo Padre de los niños, carente de habilidades de protección, para que el estado del yo Niño sacase nuevas conclusiones sobre la vida, y redecidiese nuevas estrategias de acción. Para ello cada niño era reparentalizado siguiendo todas las etapas del desarrollo evolutivo, mediante la satisfacción de las necesidades arcaicas no satisfechas propias de cada etapa.
De los resultados de su trabajo existe una amplia controversia. Para algunos, este método ha sido el único realmente eficaz en la cura de trastornos psicóticos, para otros los resultados no demostraron ser tan alentadores. Su labor quedó empañada por las fuertes críticas recibidas en relación a su deontología profesional y metodológica y finalmente el programa tuvo que ser terminado por problemas legales (de hecho uno de sus “hijos” adoptivos, sufrió un accidente mortal al cuidado de uno de sus nuevos “hermanos”). Sea como fuera, los Schiff abrieron una nueva vía en la comprensión de la labor terapéutica, un nuevo enfoque por el cual el terapeuta asume un papel activo y nutricio en terapia. Este enfoque, bajo parámetros mucho más ajustados a la práctica clínica, es ampliamente aplicado por numerosos profesionales en sus estrategias terapéuticas. Su aportación en materia de psicopatología fue igualmente alabada, sobre todo gracias a sus descubrimientos en la teoría del Análisis Transaccional, con nociones como la de pasividad (tendencia a permanecer paralizado ante las demandas ambientales fruto de una inadecuada parentalización).
El vínculo terapéutico: la reparentalización transversal[33]
Uno de los principios más utilizados en la práctica clínica es el concepto de transferencia. Esto es, el manejo de las proyecciones que el paciente realiza sobre el terapeuta al encontrarse en una relación asimétrica. Las terapias favorecen la regresión del paciente a estados arcaicos, al situar al paciente en una posición de cierta jerarquía con respecto al terapeuta, facilitando la proyección en el terapeuta de sus figuras parentales. El trato del terapeuta será incorporado en el estado del yo Padre del paciente, e impactará en las decisiones del Niño. Por este motivo, la calidad de la relación terapéutica es vital para el buen desarrollo de un nuevo parentamiento, ya que según palabras del Analista Transaccional Jesús Cuadra, el “parentamiento se realiza mediante el trato, que el paciente va incorporando del terapeuta”. La clave es el compromiso y la implicación del terapeuta, el amor incondicional que éste le va a dar, la inversión en términos de energía, tiempo, calidad y dedicación que el paciente no obtuvo en su momento. La sintonía y plena disponibilidad, la buena aplicación y explicación de límites y reglas, la transmisión de los permisos necesarios, se vuelven condiciones necesarias en el proceso.
Los mensajes dirigidos al estado del yo Padre del hijo, se originan en el propio estado del yo Padre de los padres, por este motivo, es imprescindible que el terapeuta tenga una estructura sana de personalidad, que no entre en juegos ni en reproducciones arcaicas de su propia historia de vida, que responda desde su adulto integrado. Por estos motivos, la mayor parte de las psicoterapias humanistas, para su acreditación, requieren de una importante cantidad de trabajo personal y de supervisión. El terapeuta debe mantenerse alejado de una de las posiciones del triángulo dramático sin autoritarismos o críticas, manejar la información real sin descuentos o invenciones, establecer las reglas del juego básicas fomentando el desarrollo del contrato terapéutico establecido. El terapeuta de modo general, pero especialmente bajo este enfoque, debe haber resuelto sus conflictos vitales y proporcionarse un auto-cuidado, para poder proveer al paciente de la protección y cobertura que necesita en el proceso de reconstrucción de su personalidad, de un espacio de apego seguro. De este modo, podríamos clasificar el vínculo terapéutico, como una forma de reparentalización transversal que se va estableciendo a lo largo de todo el proceso.
Igualmente, la psicoterapia Gestalt[34], con el objetivo de conectar al paciente con la realidad del aquí y el ahora y sustituir los mecanismos de defensa desarrollados durante las interacciones infantiles, se basa en la importancia del vínculo terapéutico como factor necesario del aprendizaje terapéutico. Según Perls, el objetivo de la terapia debe consistir en “un apoyo por parte del terapeuta, para que el paciente logre tomar consciencia de sus interrupciones en el ciclo gestáltico”.
Parentalización correctora[35]
Aunque el vínculo terapéutico es vital para el desarrollo de una adecuada reparentalización, y aunque en general durante las terpias se produzcan numerosas clarificaciones y modificaciones estructurales; en términos teóricos, no se consideran estrictamente como técnicas de reparentalización. Para que una técnica se considere como tal, debe existir un contrato explícito, en el que las dos partes asuman sus roles en el proceso. Pamela Levin, denominó parentalización correctora, a una técnica de terapia global que definió retomando la definición de los Schiff como:
“un proceso de crecimiento personal que valida y legitima la capacidad humana para volver a estados previos del ser (regresión), abandonar viejos modelos (trabajo original de dolor), abrir un nuevo modelo, e interiorizar nuevas maneras de ser (parentalización correctora) y por tanto curar”[36].
Esta técnica parte de los principios de parentalización expuestos por los creadores de la técnica. Las patologías humanas se encuentran estrechamente vinculadas con experiencias de cuidado parental deficitario y han ido moldeando unos estados del yo desadaptativos que limitan nuestra forma de ser en el mundo. El trabajo consiste en desentramar las principales claves del guión de vida, y sanar las estructuras psíquicas a través de un nuevo trato parentalizador. Este nuevo trato ofrecido por el terapeuta, se manifestará a lo largo de toda la terapia en las formas constantes y nutricias de actuar del terapeuta y en técnicas concretas de reparentalización, todo ello en base a las necesidades evolutivas insatisfechas. Favoreciendo en ambos casos, la incorporación de nuevos permisos y mensajes en el estado del yo Padre, y fomentando las redecisiones del estado del yo Niño.
Para aplicar esta técnica, es preciso que los terapeutas se entrenen como expertos parentalizadores y apliquen diferentes principios y prácticas. Un buen experto debe estar en primer lugar bien informado, lo cual implica por un lado, tener resueltos sus principales conflictos personales, para relacionarse “compasiva y empáticamente con las necesidades del niño interno del paciente”, por otro, comprometerse con el aprendizaje de los asuntos centrales del guión del paciente y finalmente conocer y dominar la aplicación de las principales técnicas regresivas a aplicar (regresiones, reparentalización puntual, entrevista con el padre, minithones del desarrollo…). Esta técnica necesita de un contrato explícito con el paciente, de modo a que ambos establezcan desde el inicio las reglas del juego y adopten unos roles claramente diferenciados. El terapeuta en este punto deberá animar al paciente desde su Niño Libre, a identificar los principales cambios que quiere establecer. Esta autora sitúa “la conexión del vínculo emocional entre el terapeuta y el cliente no en la periferia si no como un estadio central”. El terapeuta, para ofrecer unos nuevos mensajes de cuidado y protección debe velar por el bienestar del paciente. Para ello, según esta autora el terapeuta puede emplear distintas herramientas. Por un lado puede comprometer al paciente a realizar un contrato de autocuidado y compromiso[37]. Además el terapeuta educará sobre el proceso, animando a resolver y a identificar los principales fundamentos del Análisis Transaccional que operan en la historia de vida (estados del yo, juegos, pasividad, el ciclo del desarrollo…), así como fortalecerá la descontaminación del Adulto. Finalmente, la autora establece, que para aplicar las técnicas regresivas puntuales, será necesario no sólo un contrato previo, sino que tanto paciente como terapeuta están empleando los recursos de protección necesarios en el aquí y el ahora.
El reparentamiento puntual[38]
En terapia, la inversión en términos de tiempo y dedicación no es tan extensa como en el caso de los Schiff. Es común que los pacientes no quieran aventurarse en una estrategia parentalizadora tan larga y costosa como la expuesta por Pamela Levin. Como hemos visto, en términos generales, la terapia es un espacio de relación asimétrica en el que es probable que aparezcan problemáticas de interacción familiar temprana en las que merezca la pena profundizar. Así, los terapeutas no expertos en parentalización deseen tal vez aplicar sólo ocasionalmente ciertas técnica regresivas. Para todos estos casos Osnes, basándose en las técnicas de Levin y Schiff, creó la denominada técnica de reparentamiento puntual (spot reparenting en inglés), consistente en ofrecer una regresión puntual a una etapa infantil traumática previamente identificada, en la cual el terapeuta brindará una nueva respuesta parental adaptativa y nutricia, sustituyendo el daño traumático por una experiencia de cariño cálido e incondicional.
Esta técnica se basa en las aportaciones de Berne ya ampliamente abordadas en este artículo: los individuos incorporan en sus estados del yo decisiones pasadas, siendo posible “sustituir” los contenidos arcaicos del Padre y “animar” al Niño a que re-escriba nuevas conclusiones. Se centra en tres cuestiones fundamentales. Por un lado utiliza la regresión para revivir una situación traumática previamente identificada y acordada mediante un contrato explícito, por otro, el terapeuta actúa como Padre Nutricio positivo durante y al final de la re-vivencia de la escena y por último es un trabajo que se desarrolla en grupo, con el objetivo de ampliar la base de confianza del cliente.
Durante la re-vivencia de la escena traumática, el terapeuta debe tener un papel decisivo. Según Osnes, el terapeuta deberá animar al paciente a expresar sus necesidades y solicitar ayuda (¿qué necesitas ahora?). Si la regresión se produce a edades muy tempranas, es frecuente que las necesidades sean de contacto físico y contención, por lo que el terapeuta deberá indicar a un miembro del grupo que le brinde el contacto físico requerido, ya que el paciente en su estado regresivo no podrá verbalizar ni quién ni porqué. Si la regresión se produce en edades más avanzadas (2 ó 3 años), el terapeuta animará al paciente a que elija activamente a un miembro del grupo, animando así a que el paciente se enfrente a sus necesidades reales, aprenda a pedirlas, sustituyendo el miedo al rechazo[39] por la confianza de dar y recibir, e integrando así nuevas conclusiones más seguras y confiadas sobre el mundo en su estado del yo Padre. Esta experiencia abrirá la puerta a que el Niño pueda adoptar nuevas y más seguras decisiones de vida.
El Minithon del desarrollo[40]
Esta técnica de reparentamiento integra el reparentamiento puntual de Osnes, elementos del psicodrama y la estructura teórica y fenomenológica del Análisis Transaccional, y persigue reparentalizar al Padre del paciente desde un enfoque positivo. Es un método de terapia breve, materializado en un contrato terapéutico en el que se “diseñan episodios de reparentalización específica positiva” para ser resueltos en grupo.
Las sesiones duran tres horas, durante las cuales los pacientes diseñan y experimentan relaciones padre-hijo que previamente han diseñado. Cada taller, o minithon, se deberá enfocar a un estadio del desarrollo concreto (basándose en el modelo evolutivo de Pamela Levin), por lo que los pacientes, deberán identificar previamente las necesidades específicas de cada etapa, favoreciendo así su implicación y motivación en el proceso.
La entrevista con el Padre[41]
Una de las técnicas más usadas en parentalización para actualizar los contenidos del estado del yo Padre, es la conocida como: entrevista con el padre. Igual que las demás, el objetivo de esta técnica es que el paciente incorpore en el Padre los mensajes de seguridad y confianza que no obtuvo en sus vivencias tempranas, sobre los que sacar nuevas conclusiones. Se puede aplicar esta técnica también, como medio de indagación de los mensajes del guión de vida.
Este trabajo está basado en la técnica Gestáltica creada por Fritz Perls en los años 60, denominada silla vacía. Este método originalmente fue utilizado para integrar partes no resueltas de la historia de vida, enfrentando al paciente a hablar con esa parte conflictiva (una persona, una parte de sí mismo), y a expresar lo que sintió y vivió. Una vez expresado, el terapeuta anima al paciente a tomar el lugar de la otra parte y responder a las cuestiones planteadas.
En la entrevista con el padre, la silla vacía se realizará con uno o ambos progenitores, una vez que tanto paciente como terapeuta, han identificado y acordado una problemática parental en la fase de toma de consciencia. La técnica consiste en realizar un diálogo entre el padre del paciente (en realidad el estado del yo Padre introyectado). Es posible que al inicio, el paciente en su papel de padre, se vea tentado a responder con cierto rencor y falta de concentración (ya que aun tiene la fantasía de que su padre verdaderamente cambiará y no consigue meterse en el papel), sin embargo y gracias a la indagación respetuosa del paciente dirigiéndose siempre al personaje que está representando, pronto descubrirá que los motivos paternos no fueron intencionadamente maliciosos, si no motivados por sus propias limitaciones personales y generalmente con motivos protectores. En esta postura, el paciente, comenzará a sentir las respuestas viscerales de los padres y en definitiva a comprender porqué hicieron lo que hicieron. En varias ocasiones de mi experiencia clínica he podido observar, cómo además de comprender y perdonar al progenitor representado, en mis diálogos con el padre teatralizado, éste toma consciencia de las consecuencias de sus actos en su hijo y acaba comprendiendo realmente sus necesidades. Este matiz resulta fundamental, ya que mediante esta transformación del padre imaginado, los pacientes van modificando los contenidos de su Padre introyectado e incorporando además de la comprensión propia de la historia paterna, nuevos permisos y mensajes. En más de una ocasión he podido comprobar como los padres representados acaban verbalizando los permisos que el paciente necesitó en su momento como: “puedes ser feliz, tómate tu tiempo, disfruta de la vida”. Al terminar la entrevista, los pacientes acaban comprendiendo y perdonando a sus padres y la experiencia puede resultar realmente liberadora.
El autoparentamiento[42]
La finalidad del Análisis Transaccional es que los individuos consigan actuar de forma autónoma, a través del contacto con el aquí y el ahora, gracias a la resolución de sus conflictos de guión. En este sentido la autora Muriel James, enfatiza en el proceso de auto-construcción de la personalidad para reforzar esta autonomía, y propone la técnica de auto-parentamiento.
Este método consiste en animar al paciente a que tome consciencia de sus déficits propios en el desarrollo de su historia de vida, y que analice las consecuencias que se manifiestan en el aquí y el ahora. Este método de auto-análisis, es proporcionado por el estado del yo Adulto, lo que fomenta su descontaminación. Mediante este búsqueda interna, el paciente tomará igualmente consciencia de los mensajes que necesita incorporar en su estado del yo Padre, y de las decisiones, conclusiones y alternativas deseables.
En resumen, la correcta aplicación de una técnica de reparentalización debe basarse en las siguientes premisas:
- Identificar en qué fase, o fases del desarrollo el paciente encontró una disrupción en las interacciones con sus progenitores.
- Identificar qué tipo de tareas deficitarias hubiese necesitado y no obtuvo, fomentando la decisión del paciente para solventarlas
- Realizar un contrato específico de reparentamiento general o puntual (basado en el análisis y conclusiones de la fase de descontaminación y toma de consciencia).
- Realizar un plan de tratamiento mediante la aplicación de las técnicas específicas y adaptadas a la problemática a solucionar.
- Todas las aplicaciones a realizar se harán mediante un sólido vínculo entre el terapeuta y paciente.
CONCLUSIONES
En este artículo se ha analizado la vital importancia del trato parental en el desarrollo evolutivo de las crías, llegando a limitar y en ocasiones a anular el desarrollo de las distintas habilidades necesarias para la supervivencia y provocando patrones de conducta desadaptativos. Igualmente en humanos, se ha puesto de manifiesto que los padres son actores clave para la satisfacción de la necesidad de filiación, mediante la provisión de un espacio de apego seguro como base para el desarrollo de la mayor parte de nuestras habilidades humanas. Las psicoterapias humanistas advierten de las principales consecuencias psicopatológicas que un cuidado parental deficitario tendrá sobre sus hijos; y muestran cómo nuestra manera de ser, lo que pensamos, hacemos y sentimos, está poderosamente influido por la calidad de las interrelaciones tempranas. Estas corrientes, ofrecen además, diversos métodos clínicos encaminados a solventar las carencias tempranas de las relaciones padre-hijo. A la luz de todas estas aportaciones, y dada la vital importancia de la parentalización en nuestras vidas, en mi opinión sería muy recomendable que los terapeutas de distintas corrientes, incorporasen una perspectiva parentalizadora tanto en su abanico de técnicas específicas, como en el modo de establecer un vínculo sanador con el paciente.
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[24] GOULDING, R; GOULDING, M. Changing Lives Through Redecision Therapy. New York: Brunner/Mazel, Publishers, and Lennox, C. 1997.
[25] STEWART, I. AT Hoy, una nueva introducción al Análisis Transaccional. Madrid, Plaza Edición, 2007.
[26] CUADRA, J. Módulo: Parentamiento y Reparentamiento. Madrid: Instituto Galene de Psicoterapia, 2010.
[27] Nota de la autora: Nótese que en términos generales el guión de vida, a pesar de su incomodidad es una oportunidad constante que disponemos los humanos de resolver las cuestiones incompletas, o en términos gestálticos, de cerrar las gestalts incompletas.
[28] CASTANEDO, C. Terapia Gestalt. Enfoque centrado en el aquí y el ahora. Barcelona: Herder, 1987.
[29] CUADRA, J. Módulo:Parentamiento y Reparentamiento. Madrid: Instituto Galene de Psicoterapia, 2010.
[30] MELLOR, K. Reparentalizando al Padre como apoyo a las Redecisiones. Andrewartha: TAJ, vol. 10, Nº3, julio 1980.
[31] LEVIN, P. Parentalización correctora: una odisea de desarrollo. TAJ, Vol. 28, Nº1, enero 1998.
[32] SCHIFF, J; CHILDS-GOWELL, E. Reparenting in Schizophrenia: the cathexis experience. Paperback, 2000.
[33] Concepto elaborado por la autora del presente artículo
[34] GIMENO-BAYÓN, A. Módulo: Diagnóstico Gestáltico. Madrid, Instituto Galene de Psicoterapia 2010.
[35] LEVIN, P. Parentalización correctora: una odisea de desarrollo. TAJ, Vol. 28, Nº1, enero 1998.
[36] Schiff et al. 1975
[37] Para una amplicación sobre las puertas de escape consultar: Berne, 1972, Boyd & Cowles-Boyd, 1980, Hailberg, Sefenes, Berne, 1963,Holloway, 1983)
[38] OSNES, R. Reparentamiento Puntual. M.S.C. TAJ, 4:3, julio de 1974.
[39] Como paciente he podido observar la potencia de estas peticiones y las implicaciones en el desarrollo de mi contacto con el otro.
[40] OSNES, R; ILLSLEY, J. El minithon de desarrollo. TAJ, Vol. 28, Nº1, enero de 1998.
[41] MC NEEL, J. La entrevista al Padre. TAJ, vol 6:1, enero 1976.
[42] MURIEL, J. Self-reparenting: theory and process. TAJ, 4, 3, 32-39, 1974.
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