¿Amaestramos a los seres humanos?
01/04/2012
En las últimas semanas en la familia nos hemos hecho con una mascota, una bonita perra.
La mayor preocupación para nosotros era su control de esfínteres.
Nada más que llegó fuimos al veterinario. Él nos explicó que para el control de esfínteres lo mejor era el refuerzo positivo, esto es, orina donde debe, se le da un premio. Defeca donde debe, se le da un premio. Si lo hace donde no debe, ignorarlo. Nos recomendó también que en los primeros días premiásemos con refuerzo positivo cualquier conducta que deseásemos reforzar y que guardásemos las muestras de cariño y los premios –galletas de perro- en el principio sólo para las conductas que deseásemos fomentar.
Por mi deformación profesional de psicoterapeuta pensé: “Vamos, de amor incondicional, nada”. Darle amor sólo por el hecho de existir, nada.
Y seguí preguntándome. En la educación de los seres humanos somos igual. ¿Somos iguales en la educación de nuestros hijos? Esto es, ¿reservamos nuestras muestras de cariño más especiales para cuando nuestros hijos hacen lo que nos interesa o lo que deseamos? Y ¿nos guardamos de amarlo desenfrenada e incondicionalmente por si generaliza las muestras de cariño y no podemos seleccionar las conductas deseadas?
Cuando llega un nuevo trabajador a nuestra empresa, un nuevo alumno a nuestra clase, ¿hacemos lo mismo? ¿Le valoramos sólo cuando trabaja o estudia como deseamos? ¿Nos interesa lo más mínimo si desarrollo su yo aunque ese desarrollo de sí mismo no nos beneficie?
Y como psicoterapeutas, ¿valoramos a nuestro paciente y le premiamos con nuestro amor y reconocimiento y valoración sólo cuando avanza como nosotros deseamos? ¿Valoramos sus avances genuinos, los que nada tienen que ver con nuestra forma de entender la terapia? ¿Le sonreímos cuando ha hecho algo que no está en los ítems en los que evaluamos su avance? ¿Y qué hacemos cuando hace algo que para nuestro paciente está bien, que es un avance, pero a nosotros nos es indiferente?
Quiero lanzar este mensaje para que estemos atentos para no amaestrar al ser humano sino que potenciemos su genuino potencial y desarrollemos nuestra capacidad también genuina de amar incondicionalmente.
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