La expresión de las emociones en el camino de la felicidad y el amor

01/03/2011

Los sentimientos y las emociones son el

lenguaje universal que debe ser honrado.

Son la expresión auténtica de quienes somos.

Judith Wright

Expresar las emociones es en sí mismo terapéutico; a veces no hay una técnica que ayude a modificar lo que sentimos, en muchas ocasiones el hecho de expresar lo que hay en nuestro interior, es en sí mismo sano y liberador. Parece fácil, tal vez. En mi experiencia personal y profesional, descubro que no lo es tanto, en gran parte por los condicionamientos sociales y culturales que nos impiden mostrar lo que habita en nuestro interior: por miedo, por vergüenza, por pensar que es inadecuado lo que sentimos, por miedo a ser juzgados o poco valorados si lo expresamos… el miedo suele estar en lo profundo de lo que expresamos sentir y de lo que callamos en la mayoría de las ocasiones.

Los sentimientos nunca son inadecuados, a pesar de que en el pasado nos hicieran pensar que lo eran y como consecuencia aprendimos a evitar expresarlos y por tanto a esconderlos en nuestro interior.

Empezamos a sentir desde niños, ya cuando éramos bebes llorábamos o reíamos para expresarnos y poco a poco fuimos sintiendo emociones más diversas (rabia, miedo, culpa, alegría, tristeza, amor…). Podemos preguntarnos: Si las emociones son algo tan genuino… ¿por qué se reprimen? Muchas veces en el fondo están los condicionamientos sociales limitadores que actúan con frases del tipo “no llores que van a pensar que eres un llorón” o “una señorita no se comporta así” cuando una niña mostraba su enojo, “los hombres no tienen miedo” en el caso de los niños etc. Cuando durante nuestra infancia no contamos con el entorno favorecedor de un sano desarrollo emocional, aprendimos a reprimir lo que sentimos y lo guardamos en nuestro interior, a la espera del momento (a veces años) en que esa emoción encuentre el espacio en el que poder ser liberada y liberarnos del peso que supone llevarla dentro .

Recuerdo una paciente que había vivido durante su infancia y juventud en una familia donde todo “tenía que estar en orden” y quien alteraba ese orden era excluido, así que ella, por supervivencia, aprendió a reprimir sus emociones durante años viviendo en ese entorno hostil. Después de un trabajo catártico donde había conectado con emociones muy antiguas de su temprana infancia, de rabia y miedo, y las pudo expresar, me decía:

“El trabajo emocional es cuando la cabeza para y todo lo demás se mueve. A veces la cabeza no “se para” pero siento que va la cabeza por un lado intentando controlar, entender… y por otro el sentimiento y el cuerpo, “lo que hay” en realidad, lo que no sé cómo explicar. Después me he sentido liberada y con una sensación de ver con más claridad (sensación física), como si se retirase una gasa de delante de los ojos que empañaba lo que se ve. Esta sensación es impresionante para mí, siempre que me pasa me maravillo”.

LOS NIVELES DE FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO

Así como el ser físico está formado por varias capas de menos a más profundas (la piel, bajo la piel los huesos y músculos, y más internamente los órganos y las vísceras), psicológicamente cohabitan en nuestro interior tres “capas” o segmentos interconectados entre sí que igualmente actúan a diferentes niveles de profundidad (del más superficial al más profundo); son las conductas, los pensamientos y las emociones.

Lo que hacemos (nivel conductual) es sólo la punta del iceberg. Por debajo y en relación, está lo que pensamos, y a un nivel más profundo lo que sentimos. El ejemplo de la conducta de ingesta de alcohol habitual (llamado alcoholismo) puede servirnos para clarificar lo que quiero decir. Una persona que bebe alcohol de manera continuada, puede pensar cosas como “yo no voy a ser capaz de enfrentarme a esto”, “no valgo”, “sólo soy un niño miedoso”, etc. Debajo de estos pensamientos que mantienen la conducta de beber, hay unas emociones que es probable que tengan que ver con miedo, rabia y tristeza, y al expresar esas emociones y cambiarlas por otras emociones más en consonancia con el deseo de vivir, es cuando la persona podrá abandonar esa conducta y sustituirla por otras más positivas y adecuadas para su bienestar. Mientras una persona que bebe siga sintiéndose inmerecedora de la felicidad, seguirá consumiendo alcohol o drogas, aunque cambie a nivel cognitivo, el problema no está solucionado en su raíz.

A veces decimos “Siento…” cuando en realidad lo que expresamos es un pensamiento, así nos quedamos en un nivel intermedio de profundidad y eso no nos alivia, porque en realidad no estamos expresando la emoción sino que queda reprimida dentro de nosotros. Por ejemplo, podemos sentirnos furiosos con alguien y verbalizar con calma o incluso con risas lo que nos ha ocurrido, contándoselo a un compañero de trabajo; sin embargo, en el relato lo que hacemos muchas veces es quitar la fuerza de la emoción al expresarlo en palabras, no sacamos nuestra rabia, nos la explicamos al explicársela al compañero, y nos queda después una sensación de haber anestesiado ese sentimiento, lo que a la larga puede derivar en una especie de anestesia emocional o desconexión de lo que nos sucede internamente (no lo que pensamos sino lo que sentimos), derivando como consecuencia en enfermedades o diversos síntomas físicos (dolores corporales, irritaciones en la piel, malestar general etc). En este sentido, la Psicoterapia nos ayuda a observar lo que sentimos, cómo lo notamos en nuestro cuerpo y desde ahí poder expresarlo.

DE LA REPRESIÓN A LA EXPRESIÓN. EXPERIENCIAS Y RELATOS

Mi primera experiencia de trabajo de duelo en grupo, fue en un taller en el que participé para trabajar la relación con mi padre, y con él mi relación con los hombres. Recuerdo lo reparador que para mí fue vivir la experiencia de estar trabajando mis conflictos con hombres reales ante los que podía expresar mi rabia, el miedo, la tristeza y el dolor que había reprimido durante años, en esa ocasión pude expresarme en un entorno seguro, sin que pasara nada malo. Recuerdo la posterior sensación de poder, de bienestar y de calma.

Cuando decimos “me siento triste” estamos expresando una emoción. Así de sencillo y así de difícil ya que en no pocas ocasiones enmascaramos la tristeza con sensación de fatiga, estrés, cansancio extremos. La emoción surge cuando le dejamos un espacio y ahí permitimos que emerja. La emoción está reñida con el control, mientras estamos en el control no permitimos que las emociones afloren y por tanto estamos interfiriendo nuestro crecimiento y sanación y liberación emocional. Es por eso que a veces es necesario traspasar un vacío en el cual emergen esas emociones y las podemos liberar, entonces nos sentimos más fuertes y preparados para estar en la vida.

Una vez una paciente me dijo “Les quité a mis padres el derecho a la vida porque cuando vine al mundo se acabó su felicidad”. Lo decía con un tono que me sonaba a culpa y cuando pudo trabajar la culpa apareció la rabia hacia sus padres por haberla cargado con ese peso, detrás de la rabia apareció el dolor desgarrador de vivirse como una carga para sus padres, y detrás de todo eso estaba el amor que sentía hacia ellos y la comprensión y la empatía desde el corazón. Fue necesario todo un proceso de “limpieza” para ir limpiando capas y sentir lo que aparecía en los diferentes niveles. Cuando lo pudo limpiar me decía:

“El trabajo emocional me ayuda a incorporar poder en mi vida. Mis sensaciones más bonitas están asociadas a los trabajos emocionales. Romper a llorar y sentir que algo que estaba dentro sale. También susto de no saber lo que ocurre, el abrazo cálido, el permiso para sólo estar sin hacer nada, el AMOR en su mayor expresión, la sensación de bebé, de placer. Hay cosas que no se explican con palabras, pero uno sabe que son buenas, y el trabajo emocional es así. Es algo BUENO”.

A veces me dicen los pacientes que les da vergüenza hacer trabajos emocionales. Nos podemos respetar esa sensación de vergüenza y hacerlo poco a poco, sin forzarnos; un trabajo emocional puede ir desde pedir un abrazo cuando necesitamos, hasta gritar con todas las fuerzas echando lejos algo que no queremos en nuestra vida. La realidad es que funciona, aunque muchas veces lo cuestionemos, por miedo o vergüenza.

La clave de la expresión de emociones es el aprendizaje de estar en contacto con lo que sucede en el interior y desde ahí poder ver lo que necesitamos y expresarlo o pedirlo, ahí entramos en relación auténtica y genuina con los otros y estamos en el camino del AMOR, donde necesitar y “apetecer” del otro es un indicador de la maravilla del cambio del ser-uno-solo al ser- en- relación.

Eva Medina

Eva Medina

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