El Duelo

01/10/2007

Introducción

¿Cuántas veces sentimos una congoja en nuestro interior de la que no sabemos la causa y que nos acompaña, nos apesadumbra y nos impide vivir nuestro presente y disfrutar de la situación en la que nos encontramos?.

Lo peor es que podemos llegar a acostumbrarnos a convivir con ella como algo irremediable. Es como si nos habituásemos a ver la vida a través de una pantalla transparente (a veces menos transparente o algo sucia) y más o menos gruesa, que nos permitiera vislumbrar la realidad, pero a través de cierta distorsión. Eso que nos dificulta nuestra visión, que nos separa de nuestra realidad y que nos aísla, es a veces un problema del pasado. La mayoría de las veces se trata de una relación que terminó y que quedó sin resolver, una interferencia que viene de nuestro pasado, que sigue circulando por nuestro ser y que nos impide vivir nuestro presente.

La relación no resuelta podemos afrontarla y conseguir renunciar a ella a través de unproceso de duelo y así liberarnos del pasado. Poder apegarnos a nuestra vida presente con mucha mas libertad y poder vivir relaciones con intensidad otra vez, empleando de nuevo la energía que estaba siendo utilizada en la que terminó.

Renovaremos nuestra conexión con la vida y con el presente en el momento que nos atrevamos a afrontar la relación que ya acabó en toda su profundidad, dejando salir las emociones ligadas al vínculo que se terminó, para después aceptar la realidad presente. A este proceso es a lo que llamamos duelo.

Relaciones afectivas

Por relación entendemos la unión que se establece entre dos elementos, y partimos de la base de que estamos entendiendo las relaciones como la conexión de una persona con “el otro”, que aquí podemos llamar “objeto de la relación”, que puede ser una persona, un animal, una cosa, un objetivo, una casa, una parte de algo, etc. Todas las relaciones tienen un componente afectivo en mayor o menor medida, que en definitiva es el que une, es el pegamento de los dos elementos. Este afecto puede ir desde el mero interés por un objetivo, al amor mas profundo entre dos personas. Por tanto podemos argumentar que, desde esta perspectiva, todas las relaciones son afectivas.

Ya tenemos unos elementos que se están relacionando, unidos por un intercambio emocional. Este flujo afectivo va a ir cambiando a medida que el tiempo transcurra en la relación, de tal forma que podamos esquematizar el transcurrir de la relación en el siguiente diagrama en el que el tiempo esta representado por la flecha que solo avanza en la dirección de las agujas del reloj.

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Fig.1

El principio de la relación se da cuando los elementos entran en contacto: es cuando se inicia el vínculo entre las dos partes y se comienza el conocimiento del otro, en ese momento es la fase de APEGO (attachment), que es el punto de corte de la toma de contacto. A partir de este momento, se genera un flujo emocional, un sintiendo la relación de cercanía afectiva, alegría, amor, poder, confort y bienestar que van fluyendo; es un gerundio, es algo que está pasando y evolucionando, no es un punto de corte, y hemos decidido mantener la palabra inglesa de BONDING para nombrar esa fase, porque no encontramos una palabra en español que nos resulte mas apropiada.

En toda relación, llega un momento en que los elementos dejan de estar en contacto. Ese es el momento de la SEPARACIÓN (loss); vuelve a ser un punto de corte a partir del cual se genera otro sintiendo, esta vez emociones de pérdida: tristeza, miedo, rabia y dolor. Esta fase si tiene una palabra en español que la defina y es el DUELO (grieving).

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Fig. 2

«El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre, estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera en que la naturaleza sana un corazón roto.»

Doug Manning

El proceso de duelo

El proceso de duelo con el que nosotros trabajamos, está basado en la teoría del apego y de la vinculación afectiva de J. Bowlby. Tanto si hubo un apego profundo al objeto o a la persona como si no se logró el apego profundo, aún quedará una sensación de pérdida y una reacción a esa pérdida.

Toda relación tiene incorporado su final que a veces llega con la muerte de alguno de los elementos y otras veces termina al poco tiempo de su inicio. El proceso de duelo es el que permite que, después nos apeguemos en una nueva toma de contacto, libre de la relación anterior. Por ejemplo, en una relación de pareja, es habitual que mientras están juntos se sientan bien, enamorados. Si la relación se rompe, es relativamente frecuente que uno de ellos no vuelva a tener pareja, porque no sea capaz de hacer el duelo (es decir que no logre asumir y sentir las emociones que acompañan a la pérdida, la renuncia definitiva a la relación), y por tanto no queda disponible para apegarse de nuevo a otra pareja y no puede volver a la previa (las flechas sólo van en el sentido de las agujas el reloj).

Espontáneamente, en las relaciones de pareja pasa a menudo que a partir de una tontería se monta una bronca tremenda; por un instante, pueden visualizar la pérdida (desear no estar con el otro, o ver al otro tan enfadado que piense que va a cortar), y eso permite sentir emociones de duelo y renovar la relación con un nuevo apego (de hecho, no es extraño que después de una bronca se acabe haciendo el amor).

Etapas del duelo:

El Proceso del Duelo tiene nueve fases en tres etapas:

ETAPA COGNITIVA

Negación

Racionalización

ETAPA EMOCIONAL

Rabia

Miedo

Tristeza

Aceptación Emocional

ETAPA DE CIERRE

Perdón

Gratitud

Nuevos Apegos

Fase de Negación

Es la primera fase, y está presente en todos los procesos de duelo, J.Bowlby hace referencia a ella como la fase de embotamiento, en ella se mantiene una calma aparente, en la que la persona continúa como si nada hubiese ocurrido. Cuando hay muertes, es frecuente oír expresiones como “parece mentira”, ”no me lo puedo creer”, etc. Son frases que expresan la negación. Tardamos un tiempo en dejar de planificar la vida como si la persona siguiera viva.

Cuando el paciente llega a terapia, suele llegar en negación respecto a los duelos pendientes, y gran parte de la labor terapéutica está dedicada a que el paciente consiga llegar a poder decidir acerca de la realización del duelo de tal o cuál relación con figuras fundamentales en su historia.

Fase de Protesta

En esta fase es en la que se siente la rabia, se protesta contra todo lo negativo, malo, desagradable e incómodo, de la relación de la que se despide. Si por ejemplo, fue una relación entre dos personas, la protesta es por todo lo que la otra persona hizo que no estuvo bien, y por lo que no hizo y hubiera sido apetecible que la otra hiciera. Suele haber mucha frustración acumulada en todas las relaciones afectivas.

Es muy importante expresar adecuadamente esa rabia en terapia, desbloquearla y canalizarla para que salga y no vuelva. Como terapeutas, tendremos que facilitar técnicas que ayuden al paciente a expresar sus emociones.

Fase de Tristeza

La tristeza es la emoción de la pérdida. Cuando alguien dice que se siente triste, podríamos preguntarle ¿y cuál es tu pérdida? En este caso, es obvio que en el duelo siempre hay una pérdida, por un lado de la persona (o del objeto de la relación) en sí, y por otro de todos los elementos que conformaban la relación: su amor, sus frases de apoyo, su casa, sus relaciones, su comida, su olor, etc, y el ir recordando cada cosa nos ayudará a expresar la tristeza.

La tristeza se expresa llorando a moco tendido, no con lagrimeos, y si sólo conseguimos humedecer los ojos puede ser por un bloqueo tras un mandato de no expresar emociones. Cuando lloramos tristeza, después nos quedamos en calma, con sensación de paz interior, y esto es aún mejor si lloramos acompañados, sobre todo si lo hacemos reconfortados en un abrazo. En las mujeres, que socialmente tienen permiso para llorar, es frecuente que lloren para expresar otras emociones, como la rabia, pero entonces no sólo no sienten alivio sino que cada vez tienen la necesidad de llorar más (en definitiva, tienen una “rabieta”, que no es la vía apropiada para expresar la rabia).

Es frecuente que la tristeza esté bloqueada por el miedo que nos da sentir el dolor de la pérdida, pero se trata de una emoción que discurre en picos, de modo que cuando comenzamos a sentirla nos inunda, la lloramos con un pico de intensidad máximo que dura poco tiempo, y va disminuyendo la intensidad del llanto hasta quedarnos en calma; después de un tiempo, vuelve a venir otra oleada de tristeza, la lloramos, y así hasta que cesa la emoción.

Fase del Miedo

Ahora vamos a enfrentarnos al miedo ante la pérdida. El enfoque de este miedo es: “Que será de mí sin esta relación que se acabó”. El Miedo se debe expresar siempre con protección afectiva, por lo que es importante que el terapeuta acompañe en este proceso de expresión del miedo que conlleva la ruptura de la relación, llorando, gritando o “pataleando” para sacar el miedo fuera, dejando que la cercanía afectiva que ofrece la relación Terapéutica ayude a desembarazarse de su Miedo.

El miedo suele ser un elemento muy potente en el duelo, probablemente el que está bloqueando de forma más firme el proceso aunque lo enmascaren otros sentimientos. Por ello, hay que trabajarlo muy profundamente, con un nivel de protección afectiva muy alto por parte del terapeuta. Es muy importante que la protección sea permisiva y que no caiga en la hiperprotección para evitar que sufra (sienta), que es lo que con frecuencia pasó en la infancia con los padres.

Fase de Racionalización

Racionalizar es inferir un proceso y los elementos que han participado en él a partir de un resultado conocido, buscar una explicación coherente que nos ayude a entender cómo se ha producido el resultado, frente a razonar, que es lo contrario: aventurar cuál puede ser el resultado a partir de los elementos de partida, que son los que conocemos.

La racionalización es un mecanismo habitual en la vida diaria, nos aporta seguridad al permitirnos “entender” lo que ocurre. En el caso del duelo, buscamos una explicación, coherente para nosotros, del por qué la relación se debilita, o por qué se produce la muerte de un ser querido. Para una persona creyente, es tranquilizador pensar que “Dios se lo llevó en su seno”; un médico se lo explicará por razones científicas, etc. Lo que sea que nos ayude a entender el por qué de la pérdida.

La función de la racionalización en el proceso de duelo es cerrar la relación desde lo cognitivo, que desde la cabeza la persona sepa con certeza que la relación terminó para siempre. En el caso de una muerte es relativamente fácil (excepto si se trata de una desaparición en la que el cuerpo no se encontró) y todos los rituales sociales (velatorio, entierro, funeral, etc.) ayudan a conseguir esa certeza. Cuando se trata de otra pérdida sin muerte, resulta mas difícil entender que la relación se acabó para siempre. Será labor del terapeuta acompañar al paciente a aceptar la pérdida como algo real y definitivo.

Fase de Aceptación Emocional

En esta fase, buscamos que la persona se dé cuenta de una forma integral (tanto a nivel de pensamiento como a nivel emocional) de que la relación se ha acabado, y que se despida diciéndole a la otra persona todo lo que quiera.

Puede servir de ayuda que escriban un carta de despedida de su objeto de duelo, desde su corazón dejando que sus sentimientos fluyan libremente.

Fase del Perdón

En todas las relaciones hemos vivido momentos de sufrimiento de los que consideramos responsable a la otra persona, y que tenemos “guardados” como algo que no hemos podido olvidar, por el daño que nos causó. Aunque no nos consideremos rencorosos, son heridas que se han mantenido abiertas, y que por ejemplo nos han llevado a desconfiar de la otra persona, o a defendernos de ella en algunas situaciones, etc.

Si queremos finalizar esa relación y quedarnos disponibles para apegarnos a otras relaciones, es fundamental que perdonemos a la otra persona. Es una deuda pendiente, y si no renunciamos a ella, quedaremos enganchados en la relación. En el duelo, al perdonar, damos la deuda por saldada, y eso nos hace libres para poder elegir de nuevo.

Fase de la Gratitud

Para cerrar el proceso de despedida vamos a proponer a nuestro paciente que recuerde todos esos momentos gratos de la relación que terminó. Todo aquello que aprendió mientras duró esa relación, todo lo bueno que se llevó de ella. Y le invitamos a dar las gracias al objeto de la relación a mostrar su agradecimiento y algunas veces le sugerimos que imagine un regalo que simbolice su gratitud y que lo prepare y se lo entregue, como muestra de su agradecimiento profundo por lo que el otro le dio en la relación que se acabó.

Fase de los Nuevos Apegos

Es el momento del duelo en el que, una vez libres de todo lo que conformaba la relación de la que nos despedimos, podemos decidir en que relación o relaciones vamos a ocupar la energía que estábamos destinando en aquella que terminó. Normalmente es una fase que dejamos abierta para que la persona que hizo el duelo vaya permitiéndose con el tiempo conectar con otros focos de interés.

…Y para terminar

“Cada vez que he dejado marchar un duelo antiguo, he sentido más alegría en mi vida. He aprendido que si no resuelvo el duelo, su contenido me complica y ensombrece el día entero e incluso se infiltra en mis sueños”.

Elaine Childs “Rituales para un buen duelo”

Cuando un paciente viene a terapia con una pérdida no resuelta le acompañamos en el proceso de duelo para que vaya despidiéndose diciendo adiós a todo lo que significó esa relación, a todo lo que incluye la pérdida y a todo lo que le ancla al pasado de la relación que se acabó y que no le permite vivir el presente. Le acompañamos en el proceso de sentir su dolor y de enfrentarse a todo lo que significó esa relación y lo que implica su pérdida.

Con la terapia a través del duelo lo que buscamos para ese paciente es que cierre la Gestalt incompleta en toda su profundidad, tanto a nivel cognitivo, como conductual y emocional, haciendo más hincapié en el nivel emocional profundo y así conseguir que la persona resuelva su problema e integre una base de seguridad que permita afrontar su presente, posterior al trabajo de duelo.

Pepe y Maca

José Zurita y Macarena Chías

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