Olor a hogar
01/05/2015
Es hogar cuando hay un código familiar implícito, que sin palabras, cuando uno está cansado, el otro le ayuda.
Me encantan las casas que huelen a hogar, que se levantan por la mañana y aún sin romper el silencio, se dan los buenos días con un beso o un abrazo. Que para despertar a los más pequeños, lo hacen con cariño, acurrucándose en su cama.
Huele a hogar en las familias que no se gritan, sino que se hablan, y si alguna vez surgiese un grito, aparecería la sorpresa, y la comprensión, pues algo raro debe pasar, y alguien lo está pasando mal y hay que ayudar.
Es hogar cuando hay un código familiar implícito, que sin palabras, cuando uno está cansado, el otro le ayuda, que si uno está enfermo, la familia le arropa y le acompaña. Que cuando uno tiene ilusión, los ojos del resto de la familia se iluminan. Que cuando hay algo importante que contar se apaga la televisión.
Huele a hogar, cuando la familia se convierte en el mayor hincha del partido de fútbol, o de baloncesto o de gimnasia, a pesar del frío y del cansancio.
Se hace hogar cuando se da un masaje en una espalda cansada y dolorida, o cuando se esparce la crema en las manos.
Cuando se prepara una cena de Navidad en equipo: uno pone la mesa, otro pela las patatas, otro prepara la bandeja. Y juntos recogemos los platos y los fregamos.
Cuando se hacen los cumpleaños especiales, y se conspira a espaldas, para preparar una fiesta sorpresa.
Huele a hogar cuando se hacen regalos no materiales, y al pedir al otro, esta petición se convierte en halago pues ensalza sus valores.
Huele a hogar, cuando los unos hablan bien de los otros fuera de casa. Y los padres y los hijos se convierten en superhéroes, a oídos de los demás.
Cuando uno llora y hay cola para abrazar e intentarle consolar.
Libertad para decir las cosas
Cuando hay libertad para decir cosas bonitas, y hablar de los sentimientos. Cuando se puede sentir miedo, o rabia y ésta puede ser comprendida y no reprimida.
Cuando se dice te quiero varias veces al día con gestos, detalles, ayudas…
Cuando fluye el sentido del humor y las carcajadas. Y nos podemos divertir juntos.
Cuando elegimos la película entre todos, y la vemos con unas pipas o palomitas. Y esperamos el sábado por la noche para verla en el salón. Cuando unos confían en el otro.
Cuando no dejamos salir a nadie despeinado y le miramos a la cara para que vaya reluciente.
Huele a hogar cuando aplaudimos a papá en la carrera y le esperamos en la meta, y aunque entre en último lugar, “es nuestro campeón”. Y le tenemos preparada la medalla de chocolate con un cordón de lana.
Y cuando todos te quitan la esperanza, tu familia te enciende la luz aún en la oscuridad más cerrada.
Cuando comemos ese bocata de tortilla en el coche, cuando compartimos la botella de agua.
Momentos para recordar
Se hace hogar cuando las penas las lloramos juntos, y buscamos momentos para recordar con cariño a los seres queridos.
Cuando vamos de compras y se ponen interés en lo que se compran los demás.
Cuando en el súper hacemos la compra pensando en lo que le gusta al otro.
Cuando siempre hay tiempo para escuchar, y siempre hay palabras de esperanza y aliento.
Cuando no hace falta hablar de prioridad, porque sabemos dar un paso para atrás.
Cuando yo te voy a acompañar y tú me vienes a recoger.
Y cuando a ti te cuesta yo te acompaño para hacértelo más fácil.
Cuando compartimos lo divertido y lo aburrido. Cuando hay complicidad.
Cuando hacemos los planes juntos sentados alrededor de una mesa.
Cuando se lee en la cara lo que no dicen las palabras.
Huele a hogar cuando mamá sigue siendo la más guapa, papa el más fuerte y los hijos los más listos.
Huele a hogar cuando nadie descasa mientras uno de la familia esté cansado y trabajando en la casa. Cuando hay un problema, no se va nadie a la cama sin resolverlo.
Cuando se reconoce cada llamada al timbre sin abrir la puerta.
Cuando la mentira no está en el diccionario.
Huele a hogar cuando a mis 40 sigo llamando a mamá, y nos sentamos para compartir y pasear.
Huele a hogar cuando el día se apaga con el cariño con el que comenzó.
Porque todos necesitamos un lugar donde “recargar las pilas”, donde sentirnos queridos de manera incondicional, un lugar en el que somos únicos y especiales. Sólo así se puede salir luego fuera a vivir. Huele hogar cuando la casa se convierte en un oasis. Me gusta el olor a hogar.
Juan Carlos López
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