4 Orientaciones para elegir los regalos de los mas pequeños
01/01/2015
Cuando se acerca la Navidad, la televisión bombardea con anuncios de juguetes y muñecos. Por si acaso esto no fuera suficiente, los grandes distribuidores acuden a la salida de los colegios y reparten catálogos con cincuenta productos en cada página.
Ante cualquiera de los dos estímulos, los niños abren los ojos como platos y lo quieren todo. Objetivo cumplido: la necesidad de consumo está creada. Ya ni la infancia escapa al engranaje económico.
Muchas muchos muchos regalos
Del mismo modo que el exceso de información nos “desinforma”, este exceso de regalos entumece la sensibilidad infantil y les desconecta de sus necesidades esenciales. Los pequeños acaban siendo víctimas de las competiciones entre abuelos que quieren que sus Reyes sean mejores que los de la familia política; de los padres que creen que cuantas más cosas, más queridos se van a sentir; que cuanta más luz y color, más les va a gustar. En este sentido, la crisis ha sido de gran ayuda para los niños de familias acomodadas porque de manera natural han visto limitado el número de juguetes que reciben.
¿Por qué siempre acaban jugando con las cajas?
Luego tenemos ese gran clásico de las navidades: “al final siempre juegan con la caja”. ¿Por qué? Porque les permite imaginar. Una caja puede ser un barco, una casita, un vagón de tren o el corral de las gallinas. Puede desmontarse y ser la pared de una tienda o la muralla de un castillo. Una caja responde a la necesidad genuina de CREAR, de desarrollar la capacidad de adaptarse al medio. Pero claro, a ver quién es el valiente que cuenta a sus compañeros de trabajo que a sus hijos les ha regalado unas cajas de cartón.
No se trata de culparnos ni de castigarnos. Vivimos en una sociedad de consumo y es difícil escapar a eso. Pero quizá podamos hacer una reflexión acerca de si regalamos para ellos o para nosotros, si compensamos nuestra ausencia durante el año con objetos, si escuchamos lo que verdaderamente necesitan o si también caemos en la trampa de la publicidad.
Cuatro orientaciones para elegir regalos
1. La carta a los Reyes. Si observamos a nuestros hijos meses antes del bombardeo publicitario, veremos qué les gusta y cuáles son sus verdaderos intereses. Es mejor que los regalos respondan a esa observación que a las peticiones de última hora de los niños. Estaría bien que como adultos pudiéramos separar entre las necesidades creadas por los anuncios y rescatar en la carta a los Reyes lo que verdaderamente quieren nuestros pequeños.
2. Algunas ideas. Hay alternativas a las cajas de cartón. Construcciones, kits de pintura o modelado, disfraces o instrumentos musicales ponen a los niños en acción y les permiten desplegar su creatividad. Si vamos a regalar muñecos es mejor que no lloren ni hablen, sino que esos diálogos sean generados por los propios niños. Si optamos por coches, mejor que no emitan ruidos ni luces. Suelen ser muy estridentes y también limitan las posibilidades de juego. Los mejores juguetes son los más neutros (bloques de madera, cuadernos en blanco, etc.) porque en ellos los pequeños pueden desplegar su mundo interno y esto es fundamental para un buen equilibrio emocional.
3. Pocos regalos. Tomar una ración de langostinos es delicioso, pero ingerir cinco kilos nos causaría una gran indigestión. Nuestros hijos están habitualmente empachados de juguetes, y en Navidad tragan con embudo cantidades desorbitadas de nuevos objetos. Al final no saben ni lo que tienen y pierden la capacidad de valorar sus cosas. Es una faceta más de la falta de límites que nos caracteriza a la generación actual de padres y madres. Por eso es buena idea organizar un “regalo común” o un “amigo invisible”, porque cubren la necesidad de los adultos de aportar algo y descargan a los pequeños de recibir un número excesivo de juguetes.
4. Estar con ellos. El mejor regalo SIEMPRE es que pasemos tiempo de calidad con nuestros hijos. Nuestra presencia, nuestra mirada de reconocimiento y cariño, son la base de su autoestima. No basta con que sepan que les queremos. Es a través del tiempo compartido como realmente integran que les valoramos y les amamos, y es así como aprenden a valorarse y a amarse. ¿Hay mejor regalo?
Berta Pérez Gutiérrez.
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