Los beneficios de la escritura terapéutica
01/01/2016
Escribir debería ser una acción sencilla. Todos sabemos escribir. En el colegio se le da, y cada vez más, mucha importancia a la escritura. Nos han enseñado concienzudamente a redactar correctamente. De esta manera, aprendemos todo sobre estructura, gramática, ortografía, puntuación, etc. Escribir es una forma de expresión que no nos es ajena, sino todo lo contrario. No obstante, LA ESCRITURA NOS DA MIEDO O NOS RESULTA DIFÍCIL POR LA HONESTIDAD QUE CONLLEVA.
El lenguaje escrito es un medio de comunicarnos con el mundo pero, sobre todo, es un gran escaparate de nuestro SER. Todo lo que escribimos encierra algo de nosotros/as mismos/as.
Como terapeutas, tenemos en nuestra experiencia personal una gran herramienta de trabajo. En mi caso, casi siempre las decisiones que he ido tomando respecto a mi «yo» profesional han ido de la mano de lo ocurrido en mi propio proceso personal. Estamos muy acostumbrados a observar al paciente, ver, analizar sus reacciones, escuchar sus comentarios, detectar las variaciones en su cuerpo, los gestos que sus emociones promueven, etc. En la interacción con el otro/a vamos detectando sus necesidades, bloqueos, valoramos su proceso, sus resultados, etc. Vamos al encuentro del otro/a para acompañarle y en la relación generamos el vínculo que está sostenido por la sintonía, la empatía, la simpatía, entre otras cosas. Para que todos estos procesos sean verdaderos y se mantengan de forma genuina en el tiempo, es necesario que nosotros/as hayamos realizado la revisión de nuestro propio proceso; para posteriormente poder ponerlo al servicio de acompañar en la experiencia al otro/a.
Mi interés por utilizar la escritura como puerta de entrada en el trabajo terapéutico, partió precisamente de esa revisión personal de reconocer en mí la influencia que ésta ejercía. Me di cuenta de cómo en el papel podía expresar cosas que verbalmente no era capaz, que al escribir mis problemas o las cosas que me disgustaban encontraba tranquilidad. Que cuando escribía, otras opciones surgían y eso me generaba alegría y esperanza.
Me di cuenta que al principio escribía para mí porque no me parecía información relevante para compartir. Me daba vergüenza, me sentía expuesta, pero sobre todo juzgada. Con el tiempo, según fui exponiendo a otros/as mis escritos, aprendí a recibir las caricias que ellos me ofrecían y me fui sintiendo más confiada y alegre por escribir.
Creció mi confianza, creció mi apertura y creció mi deseo de escribir. Este proceso de escribir-compartir (contacto interno-externo) iba generando sentimientos positivos que me nutrían y mi ser crítico bajó la guardia poco a poco. Resultó que el exterior acariciaba lo que yo despreciaba, y en esa lucha interna, mi parte crítica fue haciéndose cada vez más pequeña.
Empecé a investigar sobre la escritura terapéutica. Mi cerebro racional y analítico necesita «evidencias» para dotar de credibilidad a las cosas y me gustaría compartir con vosotros/asalgunos de los hallazgos de esta búsqueda.
Beneficios de la escritura terapéutica. Algo de historia e investigaciones
El concepto de escritura terapéutica fue introducida por primera vez por el psicólogo neoyorkino Ira Progoff, discípulo de Carl Jung, que en 1960 creó el «Método Intensivo Diario»IntensiveJournalMetod, un sistema de auto-exploración y expresión mediantela escritura continuada y regular en un diario. Desde entonces muchos psicólogos han ido utilizando la escritura para ayudarse en las sesiones de terapia, sobre todo proponiendo a sus pacientes que en casa realicen ciertas reflexiones por escrito.
Fue más tarde, cuando se intentó constatar científicamente los beneficios directos que laescritura reflexiva genera en la salud.
James W. Pennebaker, profesor y Jefe del Departamento de Psicología de la Universidad de Texas,fuéuno de los pioneros en estas investigaciones. En 1983 junto a su asociada Sandra Beall desarrollaron un estudio sin precedentes donde analizaron la relación entre escritura y salud psíquica y física. Entre sus alumnos tomaron voluntarios y los separaron en dos grupos. El primer grupo recibió la consigna de escribir sobre cualquier tema trivial que les apeteciera y el segundo que lo hiciera sobre experiencias traumáticas de su vida. A su vez, de este segundo grupo fue diferenciado en tres. Un grupo escribiría únicamente sobre las emociones causadas por sus experiencias traumáticas. Un segundo grupo tenía que escribir sólo sobre los hechos, lo que ocurrió y un tercer grupo escribiría sobre el hecho más traumático de su vida, el que pensaran que les había afectado más, relacionándolo con las emociones que este les había causado.
Las indicaciones generales para todos los grupos eran las mismas; escribir durante quince minutos seguidos cada día, que no se preocupasen por cuestiones de gramática y puntuación y que se centraran en dejarse llevar y conectar con las emociones y pensamientos a los que le llevara el recuerdo de ese hecho traumático. Antes de iniciar los cuatro días de escritura todos los participantes se hicieron un chequeo médico.
Penneabeker y Beall observaron que algunos de los voluntarios del tercer grupo (hecho traumático en relación con emociones) lloraban mientras escribían. Otros revelaron sucesos trágicos que nunca antes habían contado a nadie: muertes de amigos o familiares, abusos sexuales sufridos, alcoholismo, intentos de suicidio, etc. Aquellos que escribieron sobre hechos triviales o los que lo hicieron sobre emociones o tan sólo hechos traumáticos reflejaron sentimientos más positivos.
4 meses más tarde, los estudiantes dijeron sentirse mejor y que escribir les había ayudado a resolver el dolor del trauma.Pasados seis meses se comprobó que la salud del grupo de estudiantes que había escrito relacionando hechos traumáticos con emociones se había mantenido en mejor estado que la de los voluntarios de los otros grupos.
En estudios posteriores, Penneabaker descubrió que aquellos que confrontaban sus traumas mientras escribían desarrollaban una congruencia entre las ondas de actividad de ambos hemisferios cerebrales (integración en el procesamiento de la información lingüística y emocional), lo que promovía que sus ritmos cardiacos fuesen más bajos y se encontrasen más relajados muscularmente. Los linfocitos T se mostraban más enérgicos, por lo que su sistema inmune se reforzaba y sus cuerpos eran más capaces de luchar contra las infecciones.
No sólo comprobó su teoría inicial con estudiantes, también lo hizo con personal de la universidad que atravesaba situaciones emocionales difíciles y que se ausentaba de su puesto de trabajo. Observó que el absentismo laboral se reducía drásticamente. Incluso se redujo el consumo de alcohol y facilitó la búsqueda de un nuevo empleo en aquellos que lo habían abandonado.
Aunque las investigaciones iniciales estuvieron basadas en la escritura sobre hechos traumáticos se encontraron resultados similares cuando las personas escribían sobre otros temas (relaciones de pareja, adaptación a la universidad, búsqueda de trabajo, etc.). Lo relevante en todos estos estudios es que la escritura es beneficiosa porque la persona explora sus emociones y pensamientos, sin importar exactamente cuál es su contenido.
En 1998, Joshua M. Smyth, profesor de psicología de la Universidad de Nueva York, publicó un artículo donde examinó las investigaciones que hasta el momento se habían realizado en las que se exploraba los efectos en la salud que generaba la «Escritura Expresiva Emocional» written emotional expresion. Encontró 13 estudios en los que se investigaba estadísticamente como la escritura expresiva emocional influía en la salud psíquica y específica de la muestra experimental. En todas las investigaciones existía un grupo control que escribía de hechos neutros y el grupo experimental escribía sobre hechos traumáticos. Los resultados de estos estudios concluían que la escritura expresiva emocional trae beneficios tanto físicos como psíquicos.
Un año más tarde Smyth realizó su propio estudio con la colaboración de su colega de departamento el psiquiatra Arthur A. Stone y dos médicos del Departamento de Medicina Pulmonar y de Reumatología. 112 enfermos de asma y artritis reumatoide participaron en el estudio. El grupo experimental (39 de asma y 32 de artritis) escribió sobre momentos traumáticos y el grupo control (22 asma y 19 artritis) escribían de cuestiones neutras. A los cuatro meses del experimento, los pacientes que habían formado parte del grupo experimental había mejorado notablemente en sus patologías y los que habían formado parte del grupo control no tenían ninguna evolución.
Gillie Bolton, quien desde principios de los noventa ha dedicado su vida a enseñar e investigar sobre escritura terapéutica, publicó en 2008 un artículo en el que habló sobre el proyecto que desarrolló en el King´s College y el University College Hospital of de London Hospital con enfermos terminales de cáncer. Los enfermos que trató encontraron la terapia beneficiosa porque pudieron descubrir y expresar lo que sentían ante la enfermedad y la idea de muerte. La escritura reflexiva les proporcionó un sentimiento de serenidad a la vez que entusiasmo, y se sintieron gratificados y realizados al desarrollar una tarea creativa, lo cual mejoró su estado de ánimo y los sacó de la ansiedad y el dolor emocional.
Siguiendo la teoría de el «Síndrome General de Adaptación» de Hans Selye, la escritura en todos estos casos, sería la herramienta que ponemos a disposición de nuestro organismo para afrontar de una forma activa el estrés generado por la situación traumática, evitando así el sobreesfuerzo que hace el organismo cuando inhibimos la respuesta y el organismo se adapta a la situación estresante. Si el estrés continúa puede llegar el agotamiento y por tanto la enfermedad. La escritura nos ofrece una forma de mirar al dolor, reconocerlo, entenderlo, analizarlo en vez de apartarlo, olvidarlo, despreciarlo y así damos cauce a la energía que no se queda enquistada en nuestro interior dañando nuestra salud.
El psiquiatra Luís Rojas Marcos en su libro «La fuerza del Optimismo”comenta que la memoria verbal es donde almacenamoslos sucesos recientes y las experiencias del pasado remoto. Es la que utilizamos normalmente en el día a día y la que contiene nuestra autobiografía. La memoria emocional por el contrario, está reservada para experiencias que nos conmocionan. En la memoria emocional se conservan con toda su intensidad y sin palabras las escenas que presenciamos durante situaciones abrumadoras; los sonidos y los olores que nos impactaron y las sensaciones corporales (palpitaciones, sudores fríos, sequedad de boca, ahogo en el pecho) que nos invadieron. Según él, esta sería la razón por la cual es tan importante que las víctimas de trauma emocional “pongan en palabras y relaten la experiencia vivida, porque les permite disminuir su intensidad y transformarla en recuerdos más manejables bajo el control de la memoria verbal”.
Escribir como medio de autoconocimiento
La escritura nos permite tomar distancia de nuestra propia experiencia. Al plasmarla en el papel podemos participar de forma activa en nuestra propia transformación. Escribir nos obligará a pararnos, a organizar nuestras ideas, a ordenarlas y a fijarlas, ayudándonos a zambullirnos en nuestro mundo interior.
La escritura promueve un entorno seguro en el que liberarte de máscaras. Se torna como una herramienta muy útil para explorar en el interior de uno/ mismo/a, facilitando la toma de conciencia sobre aspectos inconscientes, la expresión de emociones y sentimientos y la conexión con nuestro “yo” más intuitivo y creativo.
Un repaso a nuestra biografía nos permitirá ir quitándonos poco a poco algunas capas, teniendo que transitar en algunas ocasiones por zonas dolorosas. Enfrentar nuestro lado más oscuro, averiguar su función, aceptarlo y mirarlo desde otra perspectiva nos permitirá crecer en autoconocimiento y autonomía.
La escritura también nos ofrece un mecanismo de resistencia. Nos permite enfrentarnos a la adversidad creando y experimentando nuevas soluciones a problemas. Nos permite protestar, rebelarnos, escapar de la opresión y a la vez refugiarnos. Nos permite poner en boca de personajes inventados lo que en la vida real no nos atrevemos a expresar. A través de la narración vamos dotando a nuestra propia experiencia de nuevos significados.
Los beneficios de la escritura derivan siempre del carácter reflexivo de la misma. Preguntarnos, respondernos, volvernos a preguntar. Nos distanciamos, observamos, reflexionamos, concluimos y nos volvemos a preguntar y así vamos conformando nuestro mundo, incluido el papel que nosotros/as jugamos en él.
Propuesta de trabajo: talleres de escritura terapéutica
Teniendo en cuenta la teoría y mi experiencia personal me planteé que los talleres de escritura terapéutica podrían ser una forma estupenda de que la gente encontrara un espacio en el que reconocerse, mirarse, redescubrir y ampliar sus potencialidades y aceptar las debilidades para trascender a ellas. En el refugio del grupo y de la escritura, las personas podrían encontrar el aliento y el sostén suficiente como para sentirse reconfortadas y que el amor hacia sí mismas fuera creciendo y tomando protagonismo.
Vivimos en una sociedad en la que existe una cultura predominante de la enfermedad. Se ha extendido la idea de que todo el mundo convive con cierta dosis de malestar tolerable (todo el mundo tiene ansiedad, problemas de pareja, soledad, miedos, etc.). La psicoterapia requiere un compromiso e inversión grande, además de una toma de conciencia de tu estado personal considerable. Estos talleres permiten a las personas, de una forma «amable» y con un compromiso parcial (periodo limitado y concreto) ir perdiendo el miedo a mirar dentro. En los talleres de escritura terapéutica que he realizado los/las participantes destacaban que el taller les había servido para:
- Tener un espacio y tiempo en el que poder parar, centrarse en ellos/as, facilitando la introspección.
- Darse cuenta de aspectos inconscientes o desconocidos.
- Avanzar en su autoconocimiento.
- Mejorar la comprensión de sus problemas.
- Valorarse más, teniendo en cuenta sus potencialidades
- Expresar emociones, sentimientos y pensamientos, que muchas veces reprimían o que no prestaban atención.
- Conectar con su «yo» más intuitivo y creativo, dejándose fluir sin juzgar el estilo artístico de lo escrito.
Todas las personas que han participado han considerado la experiencia positiva y sanadora y comentan que les incentiva a seguir participando en otros talleres de carácter terapéutico. Un 20% de las participantes (90% mujeres) estaban paralelamente realizando trabajo personal terapéutico y otro 20% inicio terapia personal con posterioridad a la realización del taller. Queda camino por recorrer. Creo que es importante que continuemos sensibilizando a las personas de la importancia que tiene el trabajo personal en la construcción del propio bienestar. Los talleres terapéuticos y creativos creo que son una estupenda propuesta.
«La hoja en blanco (la de la libreta o la del ordenador) no emite juicios, espera ahí sin más, espera pacientemente a que lleguen las letras, las palabras, las historias que transformarán para siempre su existencia. La hoja en blanco no critica, ni descuenta, ni siquiera valora. La hoja en blanco recibe, sólo recibe lo que está destinada a mostrar. Son nuestras críticas internas las que pueden hacer del acto de escribir un momento de incomodidad o uno de disfrute.
Escribe lo que te pasa, lo que sientes, lo que deseas.
Escribe lo que piensas negativo y también lo positivo.
Lo que te ofende y lo que te alegra. Lo que te asusta y lo que te motiva.
Escribe sobre cosas que te hacen soñar.
Escribe sobre tus ilusiones y también sobre tus decepciones, la luz y la sombra, la búsqueda y el encuentro.
Escribe lo que gritas a los cuatro vientos y lo que guardas en secreto.
ESCRIBE………..»
Marta Gómez de la Vega
Psicóloga-psicoterapeuta
Directora del Instituto Galene Murcia
Bibliografía:
James W: Pennebaker (1997): Writing about experiences as a therapeutic process. American Psychological Society.Vol 8, nº 3, Mayo.
James W. Pennebaker and Janel D. Seagal. (1999). Forming a Story: The Health Benefits of Narrative. JOURNAL OF CLINICAL PSYCHOLOGY, Vol. 55(10), 1243–1254.
Manu Rodriguez (2011). Manual de Escritura Curativa. «Escribir para sanar». Editorial Almuzara.
Luis Rojas Marcos (2007). La fuerza del optimismo. Editorial Punto de Lectura.
Silvia Adela Kohan. La escritura terapéutica. Claves para escribir la vida y la creación literaria. Editorial Alba.
http://www.counselling-directory.org.uk/counsellor-articles/writing-as-therapy-a-silence-that-speaks-louder-than-words
Interesante, es lindo encontrar personas como vos que siguen adelante con una idea, no me siento sola, hace tiempo cubrí una pared con papel afiche para transformarlo en el cuaderno de una nena Discapacitada con la síndrome down, puedo garantizar que tus palabras son verdad, es altamente terapéutico. Gracias.
Viviana, gracias por compartir tu experiencia. Me alegra que no te sientas sola y que siguieras tu intuición y que en su día forraras esa pared con papel afiche y que a ambas os ayudara. Es importante darle cauce a los sentimientos, expresiones y emociones y la fórmula adecuada no es única así que, enhorabuena!. Esa niña fue afortunada de que le dieras ese recurso y yo me siento afortunada de que me lo cuentes. Agradecida me siento. Un abrazo a las dos y a seguir escribiendo en paredes, papeles, servilletas, lo que sea!
Marta, he compartido en un post para mis seguidores, este artículo. La revista tendría que facilitar, por su bien, el que se pueda compartir desde aquí éste y el resto de los artículos.
Hola Miguel Angel. Gracias por compartir mi artículo en un post tuyo. Más arriba salen enlaces para compartir directamente este artículo y los otros en distintas redes sociales. No sé a qué te refieres exactamente con lo de «compartir desde aquí». Si tienes una sugerencia concreta estaré encantada de comentársela a la revista. Todo lo que sea facilitar el acceso a la información del máximo número de personas posibles seguro que es de su interés. Gracias por comentarlo. Un abrazo.
Hola Marta!, Miguel hizo este comentario antes de poner los enlaces para compartir en las redes sociales y por su sugerencia es que están puestos…
Todos los comentarios para mejorar la revistas son bienvenidos e intentamos dar respuesta lo más pronto posible a vuestras peticiones. Un fuerte abrazo a todos!
Gracias por dedicar tu tiempo y aprendizaje y compartirlo con los demas.Estoy totalmente deacuerdo que la escritura es terapeutica,ayuda a soltar y a agarrar.Un saludo Laura
Gracias Laura por tus palabras. A seguir agarrando y soltando! Un abrazo.
Gracias María del Carmen y Laura por dejar vuestros comentarios a mi artículo. Me alegro que os guste el artículo, me anima a seguir escribiendo y me encanta que vuestra experiencia con la escritura sea tan reparadora como la mí. Un abrazo
Me ha encantado y en mi experiencia personal he comprobado que así es. Gracias por el artículo.
Me parece excelente el artîculo, gracías Martha.