¿Qué son las psicoterapias humanistas? (Parte II)

02/03/2007

Parte I | Parte II

2. Contenidos esenciales de las psicoterapias humanistas

2.1 Decidida actitud de acogida del pluralismo de metodologías psicoterapéuticas

Aunque, como he indicado, el Movimiento de la Psicología Humanista estaba integrado por personas implicadas en variadas ciencias humanas e incluso artistas, hay que reconocer que la mayoría la constituían los psicólogos implicados en la psicoterapia, como también psiquiatras.

La decidida actitud de apertura a la experiencia característica de sus iniciadores dio lugar a que en sus Congresos se prescindiese de lo acostumbrado por parte de los de psicoanalistas y conductistas, en los cuales era casi imposible que fuera aceptada una propuesta de ponencia, comunicación, mesa redonda, etc., cuyo contenido no estuviese claramente enmarcado en esos dos paradigmas psicológicos.

En el caso de la Psicología Humanista, desde sus comienzos fueron acogidos los portadores de las más variadas propuestas psicoterapéuticas o trabajos para el crecimiento personal. Esto dio lugar a que se abriesen las puertas de los congresos también a personas provenientes de Asia y otros continentes. Recuerdo que en ocasión de un congreso europeo de Psicología Humanista que tuvo lugar en Guilford (Inglaterra) en 1984 una de las principales ponencias fue presentada por un sabio indio de Estados Unidos, oriundo de una de las culturas aborígenes. Me llamó la atención, como un testimonio de respeto a la diversidad cultural, la atención con que escuchaban a ese maestro –creo que era un sioux– los participantes europeos de la sala, ingleses, alemanes, austríacos, franceses, belgas, italianos, etc. En aquel tiempo el presidente de la Asociación Europea de Psicología Humanista era el austríaco Arnold Keyserling, catedrático de Antropología Cultural en la Universidad de Viena, e hijo de un filósofo famoso por los escritos sobre sus viajes por todo el mundo.

Considero importante llamar la atención sobre el hecho de que gracias a la actitud de apertura acogedora respecto a los nuevos modelos terapéuticos, por parte de los congresos de Psicología Humanista en América y Europa, pudieron darse a conocer a muchos profesionales de la psicoterapia y/o el crecimiento personal las aportaciones de la Psicoterapia Gestalt de Fritz Perls, el Análisis Transaccional de Eric Berne, la Psicoterapia centrada en la persona de Carl Rogers, la Psicosíntesis de Roberto Assagioli, la Psicoterapia Existencial de Rollo May, y las nuevas aplicaciones del Psicodrama de Moreno, entre los más difundidos.

Respecto a la gran variedad de modelos y técnicas psicocorporales participaron en esos congresos representantes de la Bioenergética de Alexander Lowen, la Biosíntesis de David Boadella, el Análisis Corporal de la Relación y la Psicomotricidad Relacional de André Lapierre, la Conciencia Sensorial de Charlotte Selver, la Psicodanza de Marian Chace, el Grito Primal (o Terapia Primal) de Artur Janov, las Musico Terapias de E. Thayer Gaston y otros, el Rebirthing (o Respiración Consciente) de Leonard Orr, el Rolfing de Ida Rolf, el Somatanalyse de Richard Meyer, la Terapia del Grito y el Bonding de Daniel Casriel, la Expresión corporal de Patricia Stokoe, el Masaje Reichiano, el Masaje Californiano de Bernard Gunther y Molly Day, el Masaje Sensitivo de Claude Camilli, el Masaje Sensitivo Gestáltico de Margaret Elke. Sin olvidar la aplicación con finalidad terapéutica de algunas variantes del yoga –incluidos el Hata Yoga, el Pranayama, y la meditación–, el T’ai-Chi-Ch’uan, la Meditación Zen y la Meditación Dinámica de Bhagwan Shree Rajneesh, entre otras prácticas de origen asiático. Para una información completa sobre los fundamentos y variantes de las psicoterapias corporales –con sus respectivas posibilidades y limitaciones– y con una breve información sobre 110 modelos o técnicas, aparte de una mayor atención a unos pocos, véase la obra de Ana Gimeno-Bayón (2003): Un modelo de integración de la dimensión corporal en psicoterapia.

Además, pudimos conocer variadas psicoterapias con aplicación de técnicas con imágenes y fantasía, que además de su utilización en modelos ya citados como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicosíntesis, y el Psicodrama, tienen un lugar especialmente prioritario en los modelos terapéuticos que he optado por denominar “oniroterapias” (véase Rosal, 2002, pp. 124-175).

La mayoría de los creadores o profesionales de estos modelos y/o técnicas psicoterapéuticas pienso que deben estar agradecidos de que, gracias a haber podido propagar sus aportaciones y experiencias en congresos de Psicología Humanista –cosa que, para mayoría de ellos, hubiese sido casi imposible en congresos psicoanalíticos o conductistas– no hayan acabado reducidos a una serie de ghettos. Ahora bien, si se nos pregunta: ¿pueden considerarse incluidos en la Psicología Humanista todos estos métodos terapéuticos que han sido acogidos con respeto en sucesivos congresos y jornadas del Movimiento, o también en revistas o boletines de sus asociaciones? La respuesta correcta es que, para que puedan considerarse como tales, deben manifestarse en ellos las actitudes y postulados que constituyen el denominador común de las psicoterapias humanistas, es decir, deben mostrar un porcentaje elevado de concordancia con lo que coincidieron en rechazar y compartir los iniciadores del Movimiento, y a lo cual me he referido en 1.2. y 1.3. Aunque refiriéndome ahora explícitamente a la psicoterapia y no sólo a la psicología, concretaré más este punto en los apartados siguientes. Tengo el convencimiento de que una parte de los profesionales vinculados a modelos terapéuticos, que desde sus inicios fueron apoyados por el Movimiento de la Psicología Humanista, incluso representantes de las metodologías que han logrado mayor difusión y poder de convocatoria –como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicoterapia Centrada en la Persona, la Psicosíntesis, la Bioenergética y, posteriormente, el Focusing de Gendlin– no pueden considerarse psicólogos humanistas. En cambio pueden encontrarse psicoterapeutas vinculados a modelos que se desarrollaron al margen del Movimiento de la Psicología Humanista, que podrían considerarse psicólogos humanistas. También pueden ser calificados como tales, psicoterapeutas anteriores al surgimiento institucionalizado de la Psicología Humanista, y que con sus enfoques teóricos o prácticos ejercieron una influencia importante sobre algunos de los iniciadores. Este es el caso, por ejemplo, de Alfred Adler, Carl Jung, Otto Rank, Karen Horney, Erich Fromm, Jacob Moreno y, en un orden teórico, los representantes de la Psicología Fenomenológica y la Psicología Existencial. Pienso que utilizando en un sentido amplio el concepto de psicoterapeutas humanistas, cabe aplicarlo también a éstos. Efectivamente, en ellos no se manifestaban los enfoques atomista, reduccionista, mecanicista, o determinista. No se centraban sólo en lo psicopatológico. No sobrevaloraban la importancia de una metodología científica concebida para las ciencias naturales, no vivían la vinculación a su escuela con actitud de “sistema cerrado”, y no se implicaron en las luchas de poder con la pretensión de que se impusiese en las Universidades y en la comunidad científica un paradigma psicológico como el único válido, obstaculizándose con ello el creciente pluralismo de vías para la psicoterapia o el crecimiento personal.

2.2. Tres contenidos destacables entre los identificadores de las psicoterapias humanistas

Ya hace unos veinte años manifesté y justifiqué en varios artículos (véase Rosal 1986a, 1986b y Rosal y Gimeno-Bayon 1989) mi conclusión de que podían destacarse como características identificadoras importantes las siguientes tres: a) el concepto de crecimiento personal (o autorrealización), meta de las psicoterapias humanistas; b) la importancia prioritaria del cultivo de determinadas actitudes del profesional que contribuyan a la adecuada relación terapéutica; y c) la pluralidad y creatividad respecto a las técnicas o procedimientos de intervención.

Para una información más precisa sobre estos tres componentes importantes, a mi juicio, como denominador común de las psicoterapias humanistas, remito al contenido de esos artículos, que actualmente se encuentran incluidos en los capítulos 7, 8, 9 y 10 de mi libro Cuestiones de Psicología y Psicoterapias Humanistas (2001). Para abreviar aquí la exposición me permito entresacar lo principal de los escritos citados.

2.2.1. El crecimiento personal”, meta de la psicoterapia

¿Cuál es el objetivo común de las psicoterapias humanistas?

¿Se limita el terapeuta humanista a proporcionar la ayuda para la superación de los problemas concretos que sucesivamente le vayan presentando los clientes? Lo hará si así lo desean éstos. Pero lo más probable es que la clarificación de sí mismos y los cambios experimentados hasta ese momento descubran al cliente la posibilidad de obtener, por un trabajo más profundo, una más plena recuperación y animación del proceso de crecimiento personal (también denominado de autorrealización, llegar a ser uno mismo, etcétera) que la obtenida a través de la terapia concreta realizada.

El concepto de crecimiento personal es más abarcativo que el de psicoterapia, aunque frecuentemente se utilicen como equivalentes. Nos encontramos aquí con un elemento relevante de los que integran el denominador común de las diversas psicoterapias humanistas, que hace referencia no sólo al objetivo del trabajo terapéutico sino también al objetivo último de la vida, según la antropología o ética implícita o explícita en los psicólogos humanistas. Objetivo que supone una clara contraposición de la Psicología Humanista con aquellos modelos terapéuticos que se limitan al logro de un estado homeostático. Estos modelos, de carácter biologista –como ya señaló Allport (1963)– atribuyen a la personalidad humana solamente las dos propiedades de sistema abierto que se encuentran en todos los organismos vivientes a saber: a) intercambio de materia y energía, y b) formación y mantenimiento de estados homeostáticos entendidos como “esfuerzo de equilibración de las presiones internas y externas, tendente a obtener un estado de equilibrio”. Olvidan las dos más propias del viviente humano: “aumento del orden en el transcurso del tiempo e interacción con el medio”.

Algunas teorías señalan acertadamente la tendencia de la personalidad humana a superar los estados fijos y elaborar un orden interior aunque sea a costa del desequilibrio. Así lo hacen las teorías de las energías cambiantes (capítulo IX) y de la autonomía funcional (capítulo X). Estas concepciones reconocen la existencia de un continuo incremento en los propósitos del hombre durante la vida y un efecto morfogénico sobre el sistema como todo. La homeostasis es una concepción útil para un estudio a corto plazo, pero es completamente inadecuada para explicar el tono integrador que existe en la orientación a un objetivo (Allport, 1963).

El proceso de crecimiento personal contribuye a suprimir una serie de tensiones superfluas, digamos “patológicas”, pero también contribuye a incitar nuevas tensiones consideradas saludables y concomitantes con la actitud creativa.

¿Qué se entiende en Psicología Humanista por “crecimiento personal”? Prescindimos aquí de detenernos en precisiones sobre las coincidencias y diferencias del significado de los diversos términos equivalentes utilizados en la Psicología Humanista. Quien parece haberse detenido más –entre los iniciadores o principales autores de la Psicología Humanista– en la descripción de este constructo es Abraham Maslow cuando se refiere a autoactualización. Aunque de hecho son muchos otros quienes lo han tratado, entre los que destacamos a Rollo May [1967] 1968, Carl Rogers (1961), y Charlotte Bühler (1933,1972).

Según Yalom (1980), Maslow probablemente esté influido por Karen Horney [1950] 1955 y su concepto de autorrealización. De hecho ya el neurólogo Goldstein (1939 y 1940), que probablemente más influyó en Maslow, había descrito el concepto de autoactualización. Anteriormente, entre los compañeros de generación de Horney, está Erich Fromm, que al describir lo que entiende por proceso de individuación y por interés en uno mismo, describe un proceso muy similar al anterior. De los contemporáneos de Freud, es el concepto de proceso de individuación de Jung lo más equivalente, sin descartar el proceso al que se refiere Otto Rank, cuando habla de las tres etapas de la vida de la persona que se realiza: la del conformista, la del neurótico, –Mac Kinnon propuso llamarlo conflictivo– y la del artista creador.

Dejamos de lado las descripciones que sobre el concepto de crecimiento personal han presentado Kurt Goldstein, Abraham Maslow, Carl Rogers, Karen Horney, Erich Fromm y Carl G. Jung, limitándonos a presentar las siguientes consideraciones de forma esquemática.

1. La consideración del ser humano como un conjunto singular e irrepetible de potencialidades que pueden ir desarrollándose y cuya realización constituye una aspiración explícita o implícita de todo ser humano, hipótesis sostenida por casi todos los psicoterapeutas humanistas o existenciales, tiene una historia ya antigua. Cuando Aristóteles utilizaba el término entelequia –lo cual, como advierte Ferrater Mora (1965) no lo hizo siempre de forma consistente– se refería al acabamiento del proceso de actualización de las potencialidades singulares del individuo. Compartimos aquí la equivalencia que Yalom (1980) señala entre autorrealización y la entelequia clásica.

2. El antecedente más destacable de este constructo de la Psicología Humanista, ya en un marco de psicología clínica, es el denominado por Jung proceso de individuación o camino de individuación, entendido como proceso de la evolución de sí mismo hacia el logro de la totalidad de la personalidad. Esto se alcanza cuando todos los pares de contrarios han sido diferenciados y cuando la conciencia y el inconsciente (en un sentido diverso al de Freud) se encuentran en viva relación recíproca. Jung cuenta con que la realización plena de nuestra personalidad es un ideal inalcanzable, pero, como todo ideal, no es propiamente un objetivo, sino un indicador del camino.

3. Además de las interpretaciones junguianas indicadas, podemos decir que la mayoría de los autores de la Psicología Humanista comparten las siguientes otras afirmaciones del mismo autor, aunque varíen los términos utilizados:

a) Individuación (o crecimiento personal) se diferencia claramente de individualismo, ya que lo primero no tiene que ver con una actitud ególatra, sino con el logro de la propia particularidad.

Individuación significa hacerse individuo, en tanto que por individuo entendemos nuestra más íntima, última o incomparable particularidad (Jung, 1933).

b) Constituye un proceso espontáneo, natural y autónomo.

c) Todo sujeto humano tiene la potencialidad para poder vivirlo constituyendo la obra creadora más importante.

d) Constituye el paralelo psíquico del proceso de crecimiento y transformación del cuerpo con la edad, siempre que no sea obstaculizado o encubierto por alguna decisión consciente o inconsciente perjudicial, a partir de factores ambientales.

e) En el trabajo psicoterapéutico –y también en otras situaciones especiales– puede ser estimulado, intensificado, hecho consciente, vivenciado y elaborado, facilitando en las personas el “acabamiento” de su ser.

f) Este trabajo terapéutico, que supone una activación interna de los contenidos del inconsciente, relaja todas las polaridades y a través de la psique desorganizada profundiza hasta alcanzar el núcleo interno o “uno mismo” (cfr. Jacobi, 1959).

4. Los impulsos básicos y biológicos sólo pueden motivar plenamente la actividad de personas gravemente perturbadas. En las otras personas se dan siempre actividades que no pueden ser explicadas exclusivamente a partir de tales móviles, sino a partir de la tendencia a la autorrealización (o crecimiento personal).

Siguiendo a Goldstein (1940) y Allport (1963), en la Psicología Humanista prevalece claramente la teoría de las “motivaciones variables”.

5. Más que tratarse de que haya de producirse un ejercicio y desarrollo armonioso de todos los potenciales del psiquismo humano –cognitivos, emocionales, conativos, etc.– interpretamos que de lo que se trata, en Psicología Humanista es que todos estos potenciales estén disponibles para la libre decisión de ser o no actualizados. Este carácter de elección de una parte del potencial humano para su desarrollo (siempre que la que no se actualice dependa de la propia decisión) queda resaltado en el sector existencial de la Psicología Humanista.

6. La psicoterapia –como ya se indicaba en los asertos junguianos– se entiende generalmente como un proceso de recuperación de las capacidades anuladas y como un permiso para obtener otras nuevas perspectivas de desarrollo.

7. Entre los aspectos o potenciales a recuperar en el proceso de autorrealización se incluyen aspectos normalmente considerados infantiles en muchos marcos culturales, como son entre otros la capacidad lúdica creativa, el pensamiento intuitivo y “mágico”, y la facilidad para el contacto físico y placentero (concomitante con la ternura), no entendido como manifestación de sexualidad pregenital inmadura.

8. Entre los obstáculos principales para el crecimiento personal se destacan: el miedo al dolor y en especial el miedo a perder la vida, el miedo a la soledad, y factores socio-culturales obstaculizadores de la vida creativa en sus diversas manifestaciones en la percepción, las emociones, las motivaciones, el pensamiento, la conducta expresiva, el trabajo, el amor, etcétera. La primacía de los factores culturales, como ocasionantes del fracaso del crecimiento personal, queda resaltada no sólo en Fromm y Horney, sino también en Maslow, Rogers, Berne, Perls, etcétera.

9. En la corriente existencial de la Psicología Humanista se ha revalorizado el concepto de culpa sana entendida como el sentimiento derivado de la distorsión perceptiva, incomprensión y desatención de nuestras necesidades y las de nuestros semejantes, es decir nuestra conducta obstaculizadora del crecimiento personal propio y ajeno. No se trata de un sentimiento proveniente de “introyecciones” parentales o culturales, sino de percibirnos con capacidad de elegir. Sus efectos no son patológicos sino constructivos: la conciencia de las propias limitaciones, la sensibilización respecto a nuestros semejantes, y el aumento de creatividad en nuestro crecimiento personal (May, 1958). Con ello no se descarta el hecho, ya muy investigado, de la existencia de sentimientos patológicos de culpabilidad, o culpa neurótica.

10. La actitud creadora es un elemento muy destacado del crecimiento personal. Para Maslow (1954) es la característica más universal de todas las personas en avanzado grado de autorrealización a las que estuvo analizando. Es una potencialidad fundamental de la naturaleza humana que se encuentra en todo individuo desde su nacimiento. Su desarrollo requiere, más que unos rasgos característicos de la personalidad, una vivencia más o menos profunda de encuentro con uno mismo y con el otro. La interpretación freudiana de la creatividad que la reduce a una manifestación del comportamiento humano provocada por estados neuróticos o psicóticos o derivaciones de las pulsiones de la agresividad y la sexualidad es rechazada como interpretación de la creatividad genuina y aceptada únicamente en relación con las manifestaciones degradadas de la misma.

11. Esta actitud creadora se manifiesta y realiza en la capacidad para vivir el momento presente –el “aquí y ahora”-. La evasión hacia el pasado o el futuro aparecen como signos de neurosis para evitar el contacto con la angustia que produce la realidad del momento.

Todo el conjunto de la Psicoterapia Humanista se orienta hacia un facilitar el implicarse con la actualidad temporal y espacial, como una manera de enraizar a la persona en la realidad, prescindiendo de clichés adquiridos para percibirla, sentirla y actuarla, haciéndole consciente de todo el potencial presente en cada momento para responder de ella.

Si bien todos los modelos terapéuticos de la Psicoterapia Humanista consideran como un punto crucial del crecimiento personal esta capacidad, es probable que de modo explícito sea la Psicoterapia Gestalt la que ha realizado mayores aportaciones en este sentido. Levitsky y Perls sitúan entre las reglas de la terapia guestáltica lo que llaman “el principio del ahora”, acerca del cual afirman:

La idea del ahora, del momento inmediato, del contenido y estructura de la experiencia actual, es uno de los principios más vigorosos, fecundos y escurridizos de la terapia guestáltica (1970, pp. 144s.).

Por su parte Berne, desde el Análisis Transaccional, expresa esta misma preocupación de esta forma:

la conciencia de las cosas requiere vivir en el aquí y el ahora, y no en otra parte, el pasado o el futuro (… ) La pregunta decisiva es la siguiente ‘¿Dónde está la mente cuando el cuerpo está aquí?’ (…) La persona consciente está viva porque sabe cómo siente, dónde está y cuándo es (1964, pp. 191s.).

Por lo demás, podemos encontrar una gran cercanía entre las metas de las diversas terapias humanistas con la de la psicoterapia existencial que, con palabras de Villegas:

No se plantea como meta propia el bienestar social o la adaptación de los individuos a la moral pública, sino la autonomía existencial de la persona (…). Las diversas psicopatías son consideradas en la tradición existencial como formas inauténticas de existencia, como estancamientos o vacíos existenciales, como defensas o negaciones del ‘ser-en-el-mundo’, renuncias o pérdidas de la libertad (Villegas, 1982, prefacio: véase también 1984).

2.2.2. Prioridad de las actitudes del terapeuta respecto a las técnicas

Me limito aquí a nombrar solamente –salvo una aclaración– las once a las que me referí en Rosal (1988 y 2001):

a) Considerar al Cliente como una personalidad singular e irrepetible

b) Confianza en las capacidades psíquicas del cliente para un comportamiento creativo en el proceso terapéutico.

c) Ser consciente de los límites de todo modelo psicoterapéutico.

d) Conciencia de las propias limitaciones psíquicas (del terapeuta) y de la necesidad de cuidado de sí mismo

e) Evitación de la actitud de Salvador (en el sentido en que Berne acuño este término).

f) Actitud no favorecedora del establecimiento de una neurosis de tranbsferencia entre terapeuta y cliente.

g) Apertura o receptividad respecto a cualquiera de las dimensiones de la conducta del cliente, y a las vivencias emocionales y cognitivo-intuitivas de la creatividad del terapeuta.

h) Comprensión empática

i) Resonancia de la experiencia del cliente en el terapeuta, que, sin confundirse con él, deja que se amplifique en su propia persona desde todos los niveles -dimensión corporal y emocional incluidas- para profundizar en las dos actitudes anteriores.

j) Consideración positiva incondicional o calidez no posesiva

k) La congruencia o autenticidad

2.2.3. Pluralidad y creatividad tecnológica

2.2.3.1. Integración de procedimientos verbales, imaginarios y psicocorporales

Es aquí donde se ha hecho más patente la actitud metodológicamente integradora de la gran mayoría de las psicoterapias humanistas. Una excepción puede ser la Psicoterapia Centrada en la Persona, de Carl Rogers, por el hecho de que en ella se prescinde de la aplicación de técnicas en la sesión terapéutica. Aunque cabe afirmar que al menos el ejercicio mismo de las actitudes del terapeuta reclamado por Rogers y sus peculiares y breves intervenciones verbales, ya vienen a constituir una técnica, si se permite utilizar aquí este término.

Es sorprendente el hecho de que, a pesar del carácter prioritario que se concede en general, en las psicoterapias humanistas, a las actitudes del terapeuta (siendo muy valoradas las propuestas por Rogers), por encima de las técnicas, se haya manifestado una fecunda creatividad tecnológica. Asimismo ha ido en crecimiento un estilo de sesiones terapéuticas –en mayoría de los modelos o escuelas– no limitados a la vía de comunicación verbal –reconociéndose la indudable importancia de saber cómo escuchar y qué decir, por parte del terapeuta– sino también las vías de la integración de la actividad imaginaria y la dimensión corporal en la sesión terapéutica.

Tanto por parte del Análisis Transaccional –principalmente desde la Escuela de la Redecisión del matrimonio Goulding– como por parte de la Psicoterapia Gestalt, ha sido mayoritaria una actitud de influencia recíproca –en este caso no sólo en lo tecnológico, sino también en lo teórico- y la integración de variadas técnicas imaginarias y psicocorporales procedentes de otros modelos terapéuticos. Esta actitud metodológicamente integradora se ha manifestado en buena parte de los psicoterapeutas humanistas. Aunque inicialmente fue objeto de críticas –en parte, ciertamente, por culpa de la forma descontrolada con la que algunos terapeutas llevaron a cabo la combinación de técnicas– actualmente ya aparecen psicoterapeutas cognitivos y psicoanalistas que se desmarcan de su clásica posición de exclusivismo autosuficiente en sus procedimientos terapéuticos.

En el caso del modelo terapéutico creado por Ana Gimeno-Bayón con mi colaboración, que denominamos “Psicoterapia Integradora Humanista”, y que venimos aplicando desde hace unos veinte años, integramos técnicas –verbales, imaginarias o psicocorporales– procedentes de más de veinte modelos terapéuticos. Sin embargo, hemos rechazado la integración de técnicas cuya sola aplicación implicaría la aceptación de teorías sobre la personalidad humana, la psicopatología, etc., incompatibles con los principios de la Psicología Humanista. Por otra parte, consideramos aceptable integrar algunas técnicas de modificación del comportamiento y de la Psicoterapia Cognitiva, para el tratamiento de algunos problemas específicos.

Procedimientos que combinan lo verbal, lo imaginario y lo psicocorporal, relevantes en las psicoterapias humanistas, son los que podemos considerar inspirados o derivados del Psicodrama de Moreno. Este autor, anterior al surgimiento de la Psicología Humanista, fue el primero en subrayar que es distinto narrar una experiencia personal por parte del paciente, que volverla a experienciar –con ayuda de la imaginación y la expresión corporal– en la sesión terapéutica. Son mayoría los psicoterapeutas humanistas que consideran que los momentos de la sesión con mayor potencia de cambio ocurren preferentemente en la fase experiencial, más que en la informativa. En estos momentos, según el Análisis Transaccional, la persona se está expresando desde el estado del yo Niño Natural o el Pequeño Profesor, más que desde el estado Adulto del yo, que también actuará en otro momento, por ejemplo para planificar la ejecución de lo “redecidido”.

2.2.3.2. Preferencia de lo “experiencial” respecto a lo informativo. La dramatización

El carácter preferente que ha venido teniendo en las sesiones terapéuticas humanistas la actividad experiencial respecto a la meramente informativa puede haber sido la causa de que en algún país como Bélgica se esté, al parecer, generalizando la denominación “psicoterapias experienciales” en sustitución de “psicoterapias humanistas”.

Podemos considerar que los trabajos de tipo “dramatización” que, como he dicho, tienen sus orígenes en el Psicodrama de Moreno, y ayudan a “experienciar” situaciones emocionales dolorosas del pasado, el presente, o el futuro temido o deseado, con intervención de lo verbal, lo imaginario y lo psicocorporal, constituyen un elemento clave de muchas sesiones terapéuticas humanistas. Las técnicas gestálticas del “diálogo con los aspectos escondidos del yo”, y del “diálogo con la silla vacía” (que mayoría practicamos no con sillas sino con cojines en el suelo, para conectar más fácilmente con el “estado Niño del yo”) fueron denominados por Schutzenberger (1980) “autopsicodrama imaginario” y constituyen un prototipo de procedimiento de intervención humanista experiencial. Tiene aplicación tanto en situación terapéutica grupal como individual, como también individual en grupo, que es una modalidad frecuente en la psicoterapia grupal humanista. Por otra parte, en situación grupal, son muchos los terapeutas humanistas que recurren no pocas veces a procedimientos procedentes del psicodrama de Moreno.

No me detengo aquí en señalar ejemplos de técnicas psicocorporales, considerando suficiente la relación de modelos de esta línea a los que ya me he referido, como tampoco en indicar ejemplos de variantes de técnicas con imágenes. En cambio, quiero referirme a tres elementos importantes en el trabajo terapéutico humanista. Vuelvo aquí a utilizar textos del capítulo citado antes.

2.2.3.3. El uso del espacio y los elementos materiales

Es habitual en la Psicología Humanista desarrollar la práctica terapéutica grupal en un espacio con pocos objetos decorativos con la finalidad de conseguir una focalización de la atención en lo que está ocurriendo en ese momento.

Se prefiere el uso del suelo, sin sillas o sillones, así como el hecho de ir descalzos, dado que esa ruptura con la postura y el contacto directo de los pies con el pavimento facilitan una disposición a hacer más asequibles al campo de la conciencia las propias emociones.

Normalmente habrá allí algunos elementos materiales tales como almohadones que se utilizarán como elemento auxiliares simbólicos. Según el tipo de trabajo que se vaya a llevar a cabo aparecerá también toda clase de materiales que se crea conveniente. El psicoterapeuta se da amplio permiso para utilizar pinturas, arcilla, papel, elementos naturales (piedras, flores, hojas, etcétera), maquillajes, espejos, sillas, música y cualquier otro objeto. Si el terapeuta se decanta por un modelo concreto de práctica terapéutica los materiales serán diferentes para cada uno de ellos: por ejemplo un colchón, mantas, una raqueta para la bioenergética; sillas y máscaras para el Psicodrama y materiales pictóricos y música para arte-terapia. La disposición espacial puede convertirse en un requisito indispensable de la terapia, por su contenido simbólico, como ocurre por ejemplo en el escenario dramático de Moreno (Moreno, [1959], 1966, p. 112).

2.2.3.4. El uso del tiempo: centramiento en el aquí y ahora

Uno de los objetivos de la Psicoterapia Humanista, como antes hemos visto lo constituye el facilitar la toma de conciencia de lo que pasa “aquí y ahora” es decir, en el presente.

Los medios utilizados para el logro de ese centramiento en la actualidad son múltiples, y cada uno de los modelos de la Psicoterapia Humanista lo hace por sus propias vías. Probablemente la que mayores aportaciones ha realizado en este sentido sea la Psicoterapia Gestalt. Levitsky y Perls proponen:

Con el fin de fomentar la conciencia del ahora sugerimos a la gente que se comunique en tiempo presente. ‘¿De qué tiene conciencia en este momento?’ ‘¿Qué está pasando ahora?’ ‘¿Qué está sintiendo en este instante?’. La pregunta ‘¿Cuál es su ahora?’, es eficaz para terapeutas y para pacientes (Levitsky y Perls, [1970] 1973, p.145).

Como aportaciones procedentes de la Psicoterapia Gestalt, además del uso del presente en la comunicación verbal también se utilizan juegos como los de decir frases en las que se incluya la palabra “ahora”, o el empleo del “continuo de conciencia” y la sustitución de los “¿por qué?” o “porque” por “¿cómo?” Y “así” en el diálogo terapéutico y grupal, y la focalización de la atención sobre la conciencia.

Otro recurso es pedir a la persona que “permanezca en la emoción en que se encuentra” sin hacer nada con ella, simplemente observando los cambios que en la misma se producen.

También se estimula el permanecer en el presente mediante la lentificación de los movimientos, e igualmente mediante la repetición de los mismos y de las frases, cuando el terapeuta intuye que la persona está “pasando por encima” de ellos para evitar contactar con emociones desagradables.

Aportaciones concretas del Análisis Transaccional para la contribución al centramiento en el tiempo son los análisis de las transacciones grupales que están teniendo lugar en el momento, y en especial el de las transacciones redefinitorias (con cambio de tiempo gramatical del verbo en algunos casos) que señalan la zona del presente peligrosa para el sujeto y que está tratando de evitar, reconduciendo así al mismo a esa zona.

La terapia rogeriana utiliza la vía de sintonización con las emociones de la persona que aparecen expresadas en el aquí y ahora, bien de forma clara, bien en forma encubierta.

El Psicodrama, por su parte, y también la Psicoterapia Gestalt, utilizan el soliloquio como un medio de llevar a la persona a la conciencia de emociones presentes que no se están manifestando.

La Bioenergética utiliza entre otras vías los ejercicios de «grounding» o asentamiento, de centramiento en sensaciones corporales y de percibir conexiones entre la realidad corporal del momento y la conciencia, e igualmente ejercicios en los que la atención está plenamente focalizada en el cuerpo. Tanto este modelo como la Biosíntesis presta una atención especial a los bloqueos que se producen en el lecho muscular y en la respiración y trabajan a partir de ellas el presente corporal como punto de partida del presente global de la persona.

Otros de los recursos más extendidos –comunes a varios modelos– son los de «hacer de espejo» del individuo; para confrontarle con sus contradicciones y ayudarle a la toma de conciencia más amplia de su presente y del conflicto que se está manifestando a través bien de su postura o gesto, bien en la contradicción entre éstos y sus palabras o de éstas con los contenidos no semánticos de la comunicación verbal.

2.2.3.5. El uso de la regresión

El que antes se haya dicho que uno de los objetivos de la Psicología Humanista es la toma de conciencia del presente no es contradictorio con el hecho de que la mayoría de los modelos terapéuticos humanistas utilicen, como una de sus herramientas, la regresión. Esta se puede buscar como un medio de acceder a la parte que está viva en el presente de experiencias antiguas y que interfieren en el contacto directo con la calidad del aquí y ahora.

Es en este sentido en el que se utiliza la regresión en la Terapia Primal, en Bioenergética o en Análisis Transaccional, o en el Renacimiento. Algunas maneras de provocar esta regresión tienen unas características de trabajo corporal, como ocurre en el uso de la hiperventilación, o en los trabajos en piscina, o que tienen lugar a partir de un determinado ejercicio de stress. Otras se producen utilizando como medio únicamente la fantasía, como ocurre en la mayoría de las regresiones que se practican en Análisis Transaccional. EI Psicodrama y la Terapia Gestalt, por su parte, lo harán a raíz de la representación de una escena ancestral. Dos de los modelos terapéuticos que la utilizan como una de sus vías de trabajo principales son la Terapia Primal y el Análisis Transaccional.

En la Terapia Primal se ayuda al cliente a revivir como si tuvieran lugar en el presente las experiencias traumáticas antiguas, a partir de la regresión, para lograr la integración total de la experiencia que no se pudo realizar anteriormente, y permitir que el presente, que permanecía atado a aquel momento justamente por no haberlo integrado, fluya con libertad.

En el Análisis Transaccional la regresión tiene lugar, dentro del trabajo de «redecisión», con la finalidad de revisar decisiones de guión tomadas por el Pequeño Profesor y que están actuando en forma destructiva. Se trata, pues, de obtener una nueva decisión, tomada desde ese momento imaginario vivido como actual (en general a partir de la fantasía y del diálogo gestáltico con figuras parentales interiorizadas) que sea más positiva que la anterior.

Un caso espectacular de regresión que se da a partir del modelo del Análisis Transaccional es el que practica la «Escuela de Cathexis» iniciada por el matrimonio Schiff (1969) mediante el método de reparentamiento de adolescentes esquizofrénicos. En este método (que incluye la regresión al momento del nacimiento y la convivencia y adopción como hijo del paciente) se trata de hacer posible, mediante la regresión, la anulación del antiguo «Estado Padre» del esquizofrénico y permitir así la creación de un nuevo «Estado del Yo Padre» más sano.

Para una fundamentación de las conclusiones que presentamos en este apartado pueden consultarse principalmente una selección de obras básicas de los iniciadores de las diversas terapias humanistas, por ejemplo: J.L. Moreno (1959), F. Perls (1969 y 1973), E. Berne (1966), A. Lowen (1965, 1972), C.R. Rogers (195l), A. Janov (1973), entre otros. Asimismo las obras principales que han tratado sobre los elementos comunes y básicos de las psicoterapias humanistas, entre las que destacamos las de J. Rowan (1983, 1976 a, 1976 b), S. Ernst y L. Goodison (1981); L.M. Brammer y E.L. Shostromm (1982).

2.3. Enumeración esquemática de otros contenidos que una parte de los modelos o escuelas consideramos también esenciales de una psicoterapia humanista

Me limito aquí a enumerarlos, salvo alguna breve aclaración al final. Para una explicación sobre cada uno de ellos puede consultarse en Gimeno-Bayón y Rosal (2001, pp. 68-84), o en Gimeno-Bayón (2003, pp. 296-310). En algún momento aparecen contenidos a los cuales ya me he referido en apartados anteriores.

2.3.1. Presupuestos metateóricos

a) Epistemológicamente constructivistas

b) Conciben la realidad en forma sistémica

c) Entienden al ser humano como parcialmente libre

d) Conceden una gran importancia al proyecto vital de la persona y a la búsqueda de sentido

e) Se interesan de modo especial por los temas específicamente humanos

2.3.2. Principios teóricos

a) Admiten la presencia de procesos no conscientes en el comportamiento humano

b) Son psicodinámicas, es decir: conceden importancia especial a las motivaciones y tendencias.

c) Aceptan la variabilidad de las motivaciones: las aspiraciones del adulto pueden implicar nuevas motivaciones que no sean derivaciones de las infantiles (de base psicofisiológica)

d) Aceptan también la distinción entre motivaciones y metamotivaciones

e) Consideran que los valores éticos constituyen un núcleo importante de la personalidad

f) Considera la unicidad de cada ser humano

2.3.3. Principios psicoterapéuticos

a) Son modelos frecuentemente integradores de posibles técnicas, actitudes y teorías procedentes de otros modelos terapéuticos

b) Admiten la presencia de elementos transferenciales y contratransferenciales en la relación terapéutica (véase la aclaración que se incluye al final)

c) Es holista

d) El objetivo de la psicoterapia viene dado por la demanda del cliente

e) Integra la visión del proceso psicoterapéutico como un proceso de solución de problemas

2.3.4. Planteamientos metodológicos

a) Enfatiza la importancia del vínculo terapéutico, y propone la adopción por parte del terapeuta de las actitudes rogerianas

b) Exige al terapeuta un papel activo

c) Es experiencial

d) Concede una importancia relevante al papel de las funciones dependientes del hemisferio derecho

e) Interviene en forma idiosincrática

f) Resalta la importancia de los acontecimientos de cambio

g) Es tecnológicamente pluralista y ecléctico

Conviene aclarar algo al menos del punto 2.3.3.b. Admite la presencia de elementos transferenciales y contratransferenciales en la relación terapéutica, al igual que el psicoanálisis. Pero en clara diferencia con el mismo, no considera que –salvo que el paciente o el psicoterapeuta estén psicóticos– haya una transferencia o contratransferencia globales. Más bien se tratará de momentos aislados transferenciales y contratransferenciales, o de pautas vinculares habituales tanto del paciente o cliente como del terapeuta, que se mostrarán también en el ámbito terapéutico. Por otra parte los aspectos transferenciales, a diferencia del enfoque psicoanalítico y al igual que hacen los diferentes procedimientos psicoterapéuticos de la Psicología Humanista, son tratados por el psicoterapeuta en forma de desanimar al paciente respecto a ellos y sacarlo de la relación fantasmática a la real que se está produciendo entre ambos en el presente, salvo que deliberadamente ambos acepten momentáneamente algún tipo de técnica que incluya un «como si» en este sentido y a la vez aceptando e integrando los planteamientos de Bowlby sobre la función del terapeuta cuando se refiere a «nuestro papel de ofrecer al paciente una base segura desde la cual pueda explorar, para alcanzar luego sus propias conclusiones y adoptar sus propias decisiones» (Bowlby, 1979/1986, p. 176).

Ramón Rosal

Ramón Rosal

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1 respuesta

  1. Marc dice:

    Me han encantado las dos partes sobre las terápias humanísticas. Como estudiante del grado ha sido muy esclarecedor.

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