La positividad en psicoterapia

03/05/2017

En psicoterapia cada sesión es una aventura. No puedes prepararla, ya que quien dirige es el propio paciente, aunque si puedes prepararte lo mejor posible para afrontarla con éxito. El paciente manda. Él o ella decidirá los pasos hacia sus propios objetivos de sesión y a medio o largo plazo hacia la resolución de sus conflictos arcaicos. Mientras tanto y en paralelo, sesión a sesión, realizaremos intervenciones que irán facilitando el crecimiento personal de nuestro paciente hacia su autonomía personal.

Desde el inicio de la terapia, el terapeuta estará comunicando continuamente. Dentro y fuera de la sesión, hable o permanezca callado, debe ser consciente de que, según decía Paul Watzlawick en su Teoría de la Comunicación “es imposible no comunicar”. Hagamos lo que hagamos estaremos comunicando, por lo tanto, hagámoslo bien. Pero bien para el beneficio del paciente, para que consiga sus objetivos, para que sea mejor persona, para que logre acercarse lo más posible a su definición de felicidad.

Nos guste o no, los terapeutas somos modelos de las personas que realizan su proceso terapéutico con nosotros. Aunque Freud intentó dictar normas para no influir, enseguida se demostró que eso no era posible. Seremos una figura importante para ellas, deberemos cuidar mucho nuestras actuaciones, nuestras intervenciones, la comunicación, la actitud, …. Son tantos los elementos susceptibles de influenciarles que se mueven en cada sesión que debemos dedicar una buena parte de nuestra energía, a prepararnos para hacer nuestra función lo mejor posible.

Hace unos días, en sesión con una paciente, ella se quejaba de que su madre miraba para otro lado mientras su padre actuaba negativamente con respecto a ella y sus hermanos. Ese “mirar para otro lado” de la madre, causó graves heridas en sus hijos, ya que impidió que estos pudieran ser reconfortados y protegidos por ella de las negligencias o agresiones del padre. El terapeuta, al menos desde un enfoque humanista integrativo, siempre “debe estar ahí” para el paciente, que le sienta presente y accesible todo el tiempo que dure el proceso de terapia y en cada sesión deberá estar con una gran atención a lo que está pasando en el paciente. Esto protegerá al paciente que, si tiene la misma herida arcaica, nunca pueda confirmar que quien debería cuidarla y protegerla, mira para otro lado.

Algo que tiene mucha importancia es estar pendiente del discurso del paciente para corregirle cuando se expresa en términos negativos, invitándole a que formule de nuevo su frase desde lo positivo. Parece intrascendente pero poco a poco se puede ir elaborando una nueva forma de comunicar y hasta de pensar en positivo. Naturalmente lo fundamental es que haya coherencia y que el terapeuta se exprese en términos positivos y si se le escapa alguno negativo, autocorregirse y pedir perdón al paciente. Así se resaltará aún más el valor terapéutico de hablar en positivo.

Ciertos pacientes llegan a terapia utilizando términos bélicos. Estoy en guerra, esto ha sido una bomba, ¡dispara!, estas son mis armas para resolverlo, etc. Es muy frecuente escucharlos en cualquier conversación a nivel social. Está generalizado y normalizado su uso. Nuestra función terapéutica incluye también estar pendiente de esta forma de hablar y proponerles que los corrijan, sustituyéndolos por términos neutros. Estoy afrontando esta situación, esto ha causado impacto, ¡dímelo!, estas son mis herramientas o estrategias para resolverlo, etc.  Cuando el paciente lo incorpora, deja de usar esa terminología y su actitud cambia, pues no era una simple forma de hablar, sino que estaba reflejando la “guerra” interna y a veces externa que esa persona estaba librando. A veces cambia también la percepción interna de cómo son las cosas en su vida y se da cuenta de que lo que estaba viviendo como una auténtica “guerra a muerte”, no es más que una situación más o menos importante que al final acaba pasando.

Debemos estar pendientes también de las descalificaciones que nuestro paciente haga sobre sí mismo y sobre los demás. Señalárselo a veces es suficiente para que cambie su descripción y se dé cuenta de lo negativo que puede ser descalificar o descalificarse. Podemos acompañarle a que tome conciencia de lo que hay por debajo de esa forma de hablar. Lo mismo pasa cuando realiza descuentos de sí mismo, de otros o de la realidad. Debemos estar pendientes para que no se nos pase sin hacer el necesario señalamiento. Que con nuestras intervenciones vaya integrando una nueva y positiva forma de relacionarse consigo mismo, con el otro y con el mundo.

Ver la vida en positivo es lo que se podría llamar optimismo. Muchas veces se habla de este término como si la persona optimista estuviera fuera de la realidad. Creo que se ha contaminado el concepto colocando un tercero junto al opuesto pesimismo. El pesimista se defiende diciendo que es realista. Pienso que es un error. Mi opción es tener un punto de vista positivo, buscar la mejor opción, dentro de la realidad. Nuestros pacientes en muchísimos casos, necesitan nuestra ayuda para aprender a mirar de una forma diferente la vida y su realidad. A veces es difícil, puesto que cuando llegan nos traen una vida presente que tiene un deterioro importante.

Debemos poner en marcha todas las estrategias posibles para que estas personas puedan reconducir sus vidas. En primer lugar, nos ocuparemos de acompañarlos a afrontar lo que les genera más angustia del presente. Le ofreceremos otra mirada menos ansiógena, más tranquilizadora. Ya, el hecho de contar con alguien que está a su lado, en muchas ocasiones les permite ver las cosas de una manera diferente. Nuestra actitud positiva ejercerá un papel importante en el cambio de la suya.

Otra aportación que ayudará al paciente será que el terapeuta se muestre flexible y tolerante, que huya de planteamientos rígidos y que, a su vez se los señale si los aprecia en el paciente, para que este se pueda dar cuenta y si quiere lo corrija. La actuación terapéutica debe mostrar la aceptación de la realidad sin caer en el conformismo. Lo que nos trae nuestro paciente, en principio es para que le ayudemos a cambiarlo. Deberemos acompañarle a que primero lo acepte, para después acompañarle a cambiarlo. Solo tras la aceptación se puede cambiar.

Cada paciente que afronta un proceso de psicoterapia, necesita una ayuda para lograr sus objetivos y realizar un cambio interno y profundo para no volver una y otra vez al punto de partida. La transformación de su actitud, de su mirada, del lenguaje y de su forma de expresar sus emociones, serán fundamentales para conseguir un cambio definitivo que le permitirá afrontar la vida de una manera diferente, mucho más sana y positiva.

José Zurita

José Zurita

1 respuesta

  1. Alba Lucía López Cortés dice:

    Excelente artículo; son elementos básicos y fundamentales en el proceso de psicoterapia.

    Muchas gracias maestro

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