El hilo conductor de la vida

01/12/2016

Mirar la vida propia buscando el hilo conductor que la atraviesa es una tarea apasionante. El Trabajo Biográfico iniciado por el médico Lievegoed en los años 70 ha ido desarrollándose en torno al desarrollo de otras disciplinas antroposóficas como son la Pedagogía Waldorf, la Pedagogía Curativa y la Psicoterapia Antroposófica, todo ello de corte humanista.

La Antroposofía de Rudolf Steiner, base filosófica del Trabajo Biográfico, nos invita a percibir cada  vida como una obra única e irrepetible cuyo autor, único e irrepetible, somos cada uno de nosotros. “Yo” es el término para designar al protagonista de cada biografía. Nadie puede usar el término “yo” para otra persona. Todos los que no son yo son “túes”.

El hombre no es fruto del azar en la tierra. Es un ser conectado a todo lo que existe. Comparte con el reino mineral el cuerpo físico; con el reino vegetal, el cuerpo vital; con el reino animal, el mundo de las emociones. El reino del hombre se diferencia de todos los anteriores en que somos portadores de un Yo.

El ser humano visto así goza de un origen espiritual y cada biografía comprende una misión  concreta. Todo existir tiene pleno sentido porque no somos consecuencia de la casualidad sino de la causalidad. La misión de cada biografía podemos verla reflejada en la vocación que idealmente influye en la profesión que elegimos o realizamos. Es lo que se conoce como el “leitmotiv” propio o neomotivación directriz, en palabras de Lievegoed. Cuando lo hallamos y ejercemos entendemos para qué estamos “aquí” y nuestra vida cobra pleno sentido. Muchas de las insatisfacciones que estamos sufriendo los adultos de estos convulsos tiempos vienen de que nuestros estudios realizados y el trabajo que desempeñamos no es el que verdaderamente nos corresponde según nuestra vocación viviendo por ello con cierta insatisfacción. A veces un determinado encuentro personal, un hecho “accidental” nos recoloca y nos recuerda el para qué estamos aquí y, cual una ventana que se abre, nos impulsa a cambiar de profesión o a iniciar unos estudios que siempre estuvieron pendientes, a veces, hasta bien entrada la madurez. Puede ocurrir también que ciertas circunstancias nos guíen a vivir a otros países donde podamos tener vivencias y encuentros personales importantes y necesarios para nuestro desarrollo.

Para facilitar el acercamiento a cada trayectoria vital, el Trabajo Biográfico así visto divide la vida en septenios, como hizo ya Hipócrates. Cada septenio tiene unas características propias y se va tejiendo mediante un inicio, un desarrollo y un cierre normalmente acompañado de una crisis más o menos aguda que nos indica que algo ha muerto en nosotros y que algo nuevo está emergiendo dando comienzo a un nuevo septenio. Este hecho lo podemos contemplar en cualquier tronco de un árbol. De allí donde hay un caos surge una nueva rama. Lo nuevo surge siempre de un caos.

Los tres primeros septenios se denominan septenios del cuerpo porque es entonces cuando ocurren los cambios físicos más evidentes. Sirva de ilustración que los dientes de los niños están en pleno proceso de cambio a los 7 años. A los 14 normalmente ya han ocurrido fuertes cambios hormonales que traen como consecuencia la menstruación en las chicas y las primeras eyaculaciones en los varones. A los 21 se considera que el cuerpo físico está plenamente maduro considerándose esta edad como la mayoría de edad en algunas culturas, edad en la que ocurre el nacimiento del Yo.

Los tres siguientes septenios hasta los 42 se conocen como septenios del alma pues de la misma manera que el cuerpo se ha ido desarrollando y metamorfoseando siguiendo sus propias leyes en los tres primeros septenios, la consciencia también sufre una metamorfosis. De los 21 a los 28 tiene lugar el desarrollo del alma sensible (muchas de nuestras elecciones se basan en esta época en lo que “me gusta o no me gusta”). De los 28 a los 35, el desarrollo del alma racional (se antepone la fuerza de lo que la razón dicta). Y de los 35 a los 42, el desarrollo del alma consciente (empieza a ejercer preponderancia “lo que conviene o no conviene” con amplio alcance en detrimento de lo que me gusta o no me gusta y lo que es o no razonable). Esta es una de las razones de por qué la visión del mundo de un joven de 25 años poco tiene que ver con la de un adulto de 35 ó de 42 años.

Los tres siguientes septenios se conocen como los septenios del Espíritu en los que el desarrollo y metamorfosis del Yo de cada uno de nosotros ocurre siguiendo también sus propias leyes, y si con mayor o con menor consciencia permitimos dicho proceso. El septenio de 42 a 49 años es denominado el septenio de la acción. Es el inicio del despertar espiritual mediante la transformación consciente de las emociones. De 49 a 56 años se produce la entrada paulatina, el inicio a la vejez. El pensar deja de ser repetición de lo aprendido y empieza a ser propia vivencia. Es la etapa del nacimiento del maestro interno. Es la oportunidad para transformar nuestras costumbres y el temperamento. El desarrollo espiritual y el artístico son importantes para transitar este periodo en el que el cuerpo envejece con evidencia. De 56 a los 63 se produce el desarrollo místico como fruto de las experiencias tenidas hasta ahora.

Los encuentros personales más relevantes y los hechos más importantes acaecidos hasta los 63 años no son en absoluto frutos del azar. Son hechos que, para el que los ha sufrido, pueden tener el mayor sentido del mundo, aunque los demás no lo comprendamos así. Me refiero a relaciones personales difíciles, accidentes de tráfico, enfermedades graves, …, son sólo meros ejemplos de experiencias que normalmente, cuando ya han pasado, les vemos el valor que han supuesto para el resto de nuestra biografía. Son tales acontecimientos los que nos movilizan en nuestra biografía y que se comportan como esos nudos caóticos del árbol metafórico que antes he utilizado para dar paso a lo nuevo.

Según este cuerpo teórico, a partir de los 63 años aproximadamente estamos liberados de estas leyes determinantes.

Desde los 0 hasta los 35 años predominan las fuerzas de encarnación y de vida. Desde los 35 al final de la vida predominan las fuerzas de excarnación y de muerte de forma paulatina. Si el desarrollo de nuestra consciencia está muy identificado con la evolución de nuestro cuerpo, lógicamente irá decayendo junto con éste. Si, por el contrario, trabajamos el desarrollo de nuestra consciencia más allá de la evolución de nuestro cuerpo, que natural e inevitablemente se siente perjudicado a partir de los 35 años, como hemos dicho más arriba por el transcurso del tiempo, nuestra consciencia gozará de más frescura al cumplir de los años. Todos hemos visto la mirada sabia y despierta de algún anciano, cuyo cuerpo estará muy envejecido, pero que ha superado la posible involución de su pensamiento y conciencia a pesar de ello.

Visitar cada uno de los septenios con delicadeza y respeto nos permite encontrar ese hilo conductor que da sentido a todos los acontecimientos. Muy probablemente la decisión de ejercer una determinada profesión a los 35 años  ya haya dado sus primeras apariciones en el juego infantil preferido del primer septenio. Este es sólo un ejemplo de las relaciones y reflejos entre los septenios.

Tener esta visión de la biografía de un paciente nos da luz para entender dónde se cuajaron muchos de sus traumas, sus programaciones y ciclos de repetición inconscientes de algunos episodios pero, sobre todo, nos ofrece una panorámica trascendente que da sentido, cual una gran obra de arte, a toda biografía humana. Es el Yo humano y su desarrollo el protagonista, el sujeto y objeto de estudio del Trabajo Biográfico. Este aspecto se relaciona con el 6º nivel que estamos desarrollando en la PHI del Instituto Galene: el nivel espiritual.

Ya son varios los Psicoterapeutas Humanistas Integrativos que están haciendo este trabajo biográfico en España desde hace más de 10 años. Mediante el encuentro humano con estos profesionales, con la entrevista y el dibujo como técnicas principales, puedes elaborar tu propia biografía e ilustrarla con pinturas devolviendo la importancia y dignidad que corresponde a toda vida humana, hallando ese hilo conductor único e irrepetible que la atraviesa.

¿A quién puede interesarle realizar un Trabajo Biográfico?-. A todo aquél que se encuentre en difíciles encrucijadas en la vida relacionadas con la profesión y con las relaciones personales, a personas que se hallan desubicadas dentro de sus propias familias o país, a personas que quieran entender el por qué y el para qué de sí mismos.

rocio-martinRocío Martín Morro
Psicóloga AN-6765 y Psicoterapeuta Humanista Integrativa.
Biógrafa.
Directora de la delegación del Instituto Galene de Sevilla de PHI.
www.galenesevilla.es

 

Bibliografía: “El desarrollo vital del hombre” de Bernard Lievegoed, “Buscando el hilo de la vida” de GrudrunBuckhard y “La tierra como escuela” de Roberto Crottogini.

 

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