Hablando con manos. Terapia sin barreras

04/06/2018

Está a punto de acabar una bonita etapa en mi vida y me dispongo a hacer balance. Era el verano de 2012 y me quedaba un año para acabar la carrera. Necesitaba créditos y pensé en aprovechar el verano aprendiendo un idioma y conseguir algunos.

La lengua de Signos siempre me había llamado la atención, así que finalmente me decidí y me matriculé en el curso intensivo de verano.

El primer día llegué a ciudad universitaria algo nerviosa, la mezcla de ilusión y temor que sientes al empezar algo nuevo. Cuando entró mi profesora, hoy amiga, a clase. Completamente en silencio nos hizo una señal para que nos levantáramos y pintó un semicírculo en el suelo con tiza alrededor nuestro. Ninguno entendíamos nada. Durante un tiempo Gloría no decía una palabra y se hacía entender a través de su expresión facial o de gestos. Al final habló, ¡podía hablar!, y nos contó que aquel semicírculo era nuestro espacio. Que cada uno teníamos uno, y que a través de él nos comunicaríamos con el resto.

Hoy en día estas palabras siguen teniendo una gran importancia. NUESTRO ESPACIO. Todos tenemos un espacio desde donde nos comunicamos y nos acercamos a otros, desde donde transmitimos lo que somos, lo que queremos y lo que necesitamos. Todo nuestro “mundo”, todo lo que queríamos transmitir cabía en ese espacio. Y es importante tener claro siempre cual es nuestro espacio y cuál es el espacio del otro.

El curso siguió avanzando y cada vez me encontraba más cómoda hablando con las manos. Me permitía profundizar en algo que en aquella época era una barrera para mí, la expresión corporal.

El lenguaje no verbal cobraba más protagonismo que nunca, mirar a los ojos a alguien se convertía en necesario para poderte comunicar. Ver al otro.

Aprendí lo que es el ritmo, y que cada uno tenemos uno, como en terapia, que cada paciente avanza en terapia a un ritmo y lo importante que es respetar el ritmo de cada uno.

Cuando acabó el curso tenía claro que quería seguir aprendiendo Lengua de Signos. Me aportó mucho, tanto a nivel personal, como profesional. Ahora empezaba a comunicarme con personas con las que me era mucho más complicado en mi día a día y entendía un poco mejor las cosas cotidianas a las que se enfrentaban.

La lengua de signos también me ha facilitado el poder expresar emocionalmente sin hablar. En nuestra sociedad muchas veces la expresión emocional asusta o no está tan admitida, y puede costar expresarla verbalmente, pero en mi caso, hay gestos que expresan sentimientos mejor que las palabras. Y estoy segura de que todo este aprendizaje no hubiese sido posible sin el vínculo, entre profesora y alumnos, del que pudimos aprender e interiorizar todo lo que tenía que transmitirnos.

Ahora que he llegado al último curso me doy cuenta de cómo he interiorizado el “hablar con las manos y escuchar con los ojos”. La importancia del cuerpo en la comunicación, cómo nos expresamos a través de él, aunque no hablemos.

Pero sobre todo me ha ayudado a ver al otro y a verme a mí.  A prestar atención en terapia y en la vida, a todo lo que nos expresa la otra persona sin hablar, y claro está, a respetar su espacio y su ritmo.

Gracias a estudiar Lengua de Signos conocí a gente maravillosa, tanto sorda como oyente, y también me conocí mejor a mí misma y a cómo relacionarme mejor con los demás.


Sara Pérez Villaseñor
Psicóloga y Psicoterapeuta Humanista
Pasa consulta en: Castellano y Lengua de Signos.

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